ARENDT Hanna - Martin HEIDEGGER Octogenario

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    como la Teora del Conocimiento, la Esttica, la tica, la Lgica y otras parecidas, y a la que,ms bien que facilitarla, se la despachaba de una manera increblemente aburrida. Frente a esteestado de cosas cmodo, y a su manera tambin slido, haba entonces, antes de la aparicinde Heidegger, unos cuantos rebeldes. Hablando por orden cronolgico, estaba en primer lugarHusserl con su llamamiento a ir a las cosas mismas, lo que significaba situarse fuera de lasteoras, fuera de los libros y establecer a la Filosofa como ciencia rigurosa que pudiera

    considerarse pareja a otras disciplinas acadmicas. Naturalmente esto era concebido de unamanera completamente ingenua y no rebelde, pero era algo a lo que pudieron apelar, primeroScheler, y un poco despus Heidegger. Adems, conscientemente rebelde y llegado de otratradicin distinta a la Filosofa, estaba en Heidelberg Karl Jaspers, que, como se sabe, eraamigo de Heidegger desde haca ya tiempo, precisamente porqu le gustaba lo que haba derebelde en los proyectos de ste, ya que dichos proyectos eran algo originariamente filosficoen medio del charloteo acadmico sobre Filosofa.

    Lo que estos pocos tenan entre s de comn era para decirlo en palabras de Heidegger que podan distinguirentre un objeto erudito y una cosa pensada (Aus der Erfahtung desDenkens, 1947), y que el objeto erudito les traa bastante sin cuidado. El rumor de que

    hablbamos lleg a aquellos que ms o menos expresamente se dieron cuenta de la ruptura dela tradicin y de los tiempos tenebrosos que ya haban comenzado, a aquellos que, por eso,consideraron la erudicin en Filosofa como juego ocioso y que solo estuvieron dispuestos asometerse a la disciplina acadmica porque se trataba para ellos de la cosa pensada o, comodira hoy Heidegger, de la cosa del pensamiento (Zur Sache des Denkens, 1969).

    El rumor que les atrajo a Friburgo a aquel Privatdozent, y algo ms tarde a Marburgo, decaque hay una persona que llega realmente a las cosas que haba proclamado Husserl, que sabeque estas no son un asunto acadmico, sino que son lo que le importa al hombre porque

    piensa, y no desde ayer u hoy, sino desde siempre; que hay una persona que descubre de nuevoel pasado, precisamente porque para esta persona se ha roto la continuidad de la tradicin.

    Tcnicamente decisivo era, por ejemplo, que no se hablase sobre Platn ni se expusiese suteora de las ideas, sino que durante todo un semestre se siguiese y se cuestionase un Dilogo

    paso a paso hasta que no quedase ya nada de una doctrina de hace miles de aos, sino la msalta problemtica contempornea. Probablemente esto no nos suena hoy da completamenteextrao porque ahora lo hacen tantos; pero antes de Heidegger nadie lo haba hecho. Aquelrumor deca simplemente: El pensamiento ha vuelto a vivir, los tesoros culturales del pasado,que se crean muertos, son puestos en lenguaje de modo que resulta que dicen otras cosascompletamente diferentes a las que de manera desconfiada se haba supuesto. Hay un maestro;quiz el pensamiento se pueda aprender.

    Hay, pues, un rey oculto en el reino del pensamiento, el cual se esconde completamente deeste mundo y, sin embargo, est oculto en l de tal manera que nunca puede saberseexactamente si existe, pero cuyos habitantes son, no obstante, ms numerosos que lo que secree. Cmo, si no, podra aclararse la extraordinaria y frecuentemente subterrnea influenciadel pensamiento y de la lectura pensada de Heidegger, que sobrepasa tan ampliamente elcrculo de sus discpulos y de lo que comnmente se entiende por Filosofa?

    No es, pues, la Filosofa de Heidegger, sobre la que uno se puede preguntar, con razn, si esque siquiera existe (como se lo ha preguntado Jean Beaufret), sino el pensamiento deHeidegger, lo que ha determinado tan decisivamente la fisonoma de nuestro siglo. Este

    pensamiento tiene una nica cualidad que solo a l le atae y que, si se quisiera mostrar y

    captar al nivel del lenguaje, est en el uso transitivo del verbo pensar. Heidegger no piensanunca sobre algo, sino que piensa algo. En esta actividad totalmente no contemplativa sesumerge en la profundidad, pero no para descubrir o sacar a la luz en esta dimensin -de la quese pudiera decir que, de esta manera y con esta precisin, no estaba antes descubierta en

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    absoluto- ningn fundamento ltimo y asegurador, sino (permaneciendo en la profundidad)para abrir caminos y poner seales de caminos. (Este es el ttulo de una coleccin de textos delos aos 1929-1962.) Este pensamiento puede imponerse tareas y puede tratar de problemas;naturalmente, siempre tiene algo especfico de lo que precisamente se ocupa o, msexactamente, por lo que es puesto en marcha; pero no puede decirse de l que tiene unafinalidad. Es activo de manera incesante, y el mismo abrir caminos sirve ms bien para la

    apertura de una dimensin que para que esta prevenga de antemano o alcance una finalidad.Los caminos pueden ser tranquilos caminos del bosque (segn el ttulo de una coleccin deensayos de los aos 1935-1946), que, precisamente porque no llevan a ningn sitio que estfuera del bosque y acaban en lo que no es frecuentado, son incomparablemente ms idneos

    para el que vive en el bosque y se siente en l como en su propia casa, que las esmeradas ycuidadas calles de problemas por las que corren las investigaciones de los filsofos

    profesionales y de los que, tambin profesionalmente, se dedican a las Ciencias del Espritu.La metfora de los caminos del bosque acierta en algo muy esencial, pero no solo, como

    parece, en el sentido de que alguien ha ido a parar a un camino que no contina, sino de quealguien, como el leador, cuya ocupacin es el bosque, va por caminos que l mismo abre; de

    tal manera que este abrir no pertenece menos a su ocupacin que el talar los rboles.

    En esta dimensin de profundidad, abierta slo por su penetrante pensamiento, Heidegger haestablecido una gran red de estos caminos de pensamiento, y el nico resultado inmediato que,de manera comprensible, se ha tenido en cuenta y ha sido llevado a cabo por su escuela, hasido que con dicha red Heidegger ha producido el hundimiento del edificio de la Metafsicatradicional (en el que, de todos modos, durante mucho tiempo ya nadie se senta bien) de lamisma manera que caminos subterrneos y convulsiones ocultas producen el hundimiento deaquellas cosas cuyos fundamentos no estn asegurados con una profundidad suficiente. Esta esuna cuestin histrica, incluso quiz de primer orden; pero a nosotros, que estamos al margende todas las profesiones, y tambin de la profesin de historiador, no tiene por qu

    preocuparnos. El que desde una determinada perspectiva se pueda llamar a Kant, con razn,el que ha destruido todo, tiene poco que ver, a diferencia de lo que respecta a su papelhistrico, con la persona de Kant. Por lo que se refiere a la parte que ha tenido Heidegger en elhundimiento de la Metafsica, que, de todos modos era inminente, a l, y solo a l, hay queagradecerle que dicho hundimiento se ha llevado a cabo de una manera digna respecto a lo quele precedi; hay que agradecerle que sta, la Metafsica, ha sido pensada como habiendollegado a su fin, y que no solamente fue atropellada de cualquier manera por lo que le sigui.Es el fin de la Filosofa, como dice Heidegger en Zur Sache des Denkens, pero un fin quehace honor a la Filosofa y la honra, dado por el que estaba en lo ms profundo apresado aella. Durante toda una vida ha tomado ste como base para sus seminarios y clases los textosde los filsofos, y hasta su vejez no se ha atrevido a cambiar de actitud y a que un seminariotratase de un texto propio. Zur Sache des Denkens tiene por objeto el acta de un seminariosobre la conferencia Tiempo y Ser, que constituye la primera parte de este libro.

    Deca antes que se segua de aquel rumor, de que hablbamos, para aprender el pensamiento, yde lo que entonces se tuvo experiencia fue de que el pensamiento, en tanto que pura actividad(y esto quiere decir no movido por la sed de saber ni por el afn de conocer), puedeconvertirse en una pasin que, ms que dominar, ordena y gobierna todas las demscapacidades y facultades. Estamos tan acostumbrados a las viejas contraposiciones entre razny pasin y entre espritu y vida, que en cierto modo nos extraa la idea de un pensamientoapasionado en el que pensar y ser viviente se convierten en una misma cosa. El mismo

    Heidegger expres una vez -segn dice una ancdota bien atestiguada- este convertirse en unamisma cosa en una nica frase lapidaria cuando al comienzo de una clase sobre Aristteles, enlugar de la acostumbrada introduccin biogrfica, dijo: Aristteles naci, trabaj y muri.Que haya algo as constituye, en verdad, el que en suma podamos reconocer en nuestro

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    interior la condicin de la posibilidad de la Filosofa. Pero es ms que problemtico quehubisemos experimentado esto, sobre todo en nuestro siglo, sin la existencia pensante deHeidegger. Este pensamiento, que, en cuanto pasin, surge del simple hecho del ser-nacido-en-el-mundo y despus reflexiona sobre el sentido que gobierna en todo lo que es(Gelassenheit, 1959, S. 15), puede tener una finalidad -los conocimientos o el saber- en tanescasa medida como la tiene la vida misma. El fin de la vida es la muerte, pero el hombre no

    vive en inters de la muerte, sino porque es un ser viviente, y no piensa en inters de unresultado cualquiera, sino porque es un ser pensante; es decir, un ser que reflexiona (ibidem,S. 16).

    Esto tiene como resultado que el pensamiento se relaciona con sus propios resultados de unamanera propiamente destructiva o crtica. En efecto, desde los tiempos de las escuelasfilosficas de la antigedad los filsofos han mostrado tener una fatal inclinacin a construirsistemas, y hoy da nos tomamos muchas veces el trabajo de desmontar estos edificiosconstruidos para descubrir lo que propiamente se pensaba en ellos. Pero esta inclinacin no

    proviene del pensamiento mismo, sino de otras necesidades muy diferentes y, por su parte,completamente legtimas. Si se compara el pensamiento (en su inmediata y apasionada

    cualidad de ser viviente) con sus resultados, le pasa lo que al velo de Penlope, que vuelve adescoser por la noche lo que ha hilado por el da, para poder empezar de nuevo al dasiguiente. Todos los escritos de Heidegger, a pesar de las referencias que tienen a lo que ya ha

    publicado, dan la impresin de que su autor empieza desde el principio y, que solo recoge encada caso la lengua que l ya ha acuado; por tanto, que recoge solo la terminologa, en la que,sin embargo, los conceptos son slo seales de caminos con las que se orienta un nuevoorden de ideas. Heidegger menciona esta peculiaridad del pensamiento cuando hace resaltarcmo la pregunta critica de qu sea la cosa del pensamiento pertenece necesaria y

    permanentemente al pensamiento, cuando, con motivo de Nietzsche, habla de la falta deconsideracin del pensamiento que vuelve siempre a empezar, y cuando dice que el

    pensamiento tiene el carcter de un retroceso. Y l mismo practica este retroceso cuando

    somete Ser y Tiempo a una crtica inmanente o comprueba que una determinadainterpretacin de la idea de la verdad segn Platn no es sostenible, o, en general, habla dela mirada retrospectiva hacia su propia obra, mirada que siempre se convierte en unaretractatio, que no es algo as como una revocacin, sino un nuevo pensamiento de lo ya

    pensado (en Zur Sache des Denkens, S. 61, 30, 78).

    Todo pensador, cuando se hace lo suficientemente viejo, tiene que desear liquidar el verdaderoresultado de su pensamiento, y precisamente porque lo piensa de nuevo. (Todo pensador dircon Jaspers: Y ahora que se quiere empezar bien, debe uno echar a andar.) El yo pensanteno tiene edad y lo maldito y lo bendito de los pensadores, en tanto estn slo realmente en el

    pensamiento, es que se hacen viejos sin envejecer. Con la pasin del pensamiento pasatambin lo mismo que con otras pasiones: lo que por regla general conocemos comocaractersticas de una persona (cuyo conjunto, ordenado por la voluntad, da como resultadoalgo as como su carcter) no conserva la fuerza de la pasin, que captura a los hombres y a la

    persona y en cierto modo toma posesin de ellos. El yo que, pensando, est dentro (comodice Heidegger) de la desencadenada tormenta, y para el que el tiempo, literalmente, se quedainmvil, no solamente no tiene edad, sino que tampoco tiene caractersticas, aunque seasiempre especficamente algo diferente. El yo pensante es completamente distinto a lamismidad de la conciencia.

    Adems, como una vez hace observarHegel refirindose a la Filosofa (1807, en una carta a

    Zillinann), el pensamiento es algo que es solitario, y no solo porque en l, como dicePlatn, yo soy solitario dilogo mudo conmigo mismo (Sofista, 263 e), sino porque en estedilogo siempre est vibrando algo indecible, que no puede ser completamente puesto ensonidos mediante el lenguaje ni propiamente expresado por el habla, y que no puede ser

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    comunicado, no slo a otros, sino tampoco al que esto indecible le concierne. Probablementeesto indecible, de que habla Platn en su carta sptima, es lo que en tan gran maneraconstituye el pensamiento como algo solitario y lo que forma el foco, siempre distinto, del queel pensamiento surge y se renueva permanentemente. Bien pudiera pensarse -lo que en modoalguno es el caso de Heidegger- que la pasin del pensamiento afecta de improviso al hombrems sociable y, como consecuencia del carcter solitario del pensamiento, le hunde por

    completo.

    El primero y -que yo sepa- tambin el nico que ha hablado del pensamiento como pathos,como algo que afecta a alguien y que para el que lo tiene es algo que padece, ha sido Platn,quien en el Teetetes (115 d) llama asombro al principio de la Filosofa, con lo que,naturalmente, no quiere decir de ninguna manera que sea el mero extraarse que surge ennosotros cuando nos sucede algo extrao. El asombro, que es el principio del pensamiento -ascomo el extraarse es el principio de las ciencias-, se refiere a lo cotidiano, a lo evidente, a locompletamente conocido y reconocido. Esta es tambin la razn por la que dicho asombro no

    puede ser acallado por ningn conocimiento. Heidegger habla una vez, en el mismo sentidoque Platn, de la capacidad de asombrarse ante lo sencillo, pero aade algo diferente de lo

    que dice Platn: y tomar este asombro como posicin (en Vortrge und Aufstze 1957, TeilIII, S. 55). Esta adicin me parece decisiva para comprender quin es Martin Heidegger. Pues,como es de esperar, quiz muchos hombres conocen el pensamiento y el carcter solitario queva unido a ste, pero, sin duda, no tienen en l su posicin, y cuando les afecta el asombro antelo sencillo, cuando, cediendo a este asombro, se aventuran en el pensamiento, saben que estndesarraigados de su situacin propia en el fluir de las ocupaciones y quehaceres en que sellevan a cabo los asuntos humanos, y que despus de un corto tiempo son devueltos a dichasituacin. La posicin de que Heidegger habla, est, por tanto, expresndonosmetafricamente, apartada de los lugares en que viven los hombres, y por muytempestuosamente que pueda irse a este sitio, estas tempestades son en cierto grado todavams metafricas que las tempestades a que nos referimos cuando hablamos de las que se dan

    en el tiempo. Comparada con otros lugares del mundo (los lugares de los asuntos humanos), laposicin del pensador es un lugar de tranquilidad (Zur Sache des Denkens, S. 75).

    Originario es el asombro mismo que produce y propaga esta tranquilidad, y es por estatranquilidad por lo que el estar protegido de todos los ruidos, tambin del ruido de la propiavoz, se convierte en condicin indispensable para que un pensamiento pueda desarrollarse a

    partir de ese asombro. Con esto se implica ya una peculiar transformacin que ocurre a todo loque cae en el mbito del pensamiento. En su esencial estar separado del mundo, ste tienesiempre solo que ver con lo ausente, con objetos o cosas que estn extrados de la percepcininmediata. Si uno est cara a cara frente a un hombre, se le percibe a este en su mismidad

    personal, pero no se piensa en l. Si se piensa en el, se pone ya un muro entre los que seencuentran; secretamente se aleja uno del encuentro inmediato. Para acercarse con el

    pensamiento a una cosa (o tambin a un hombre), por lo que respecta a su percepcininmediata, tiene esta que estar a distancia. El pensamiento, dice Heidegger, es el acercarse ala lejana (Gelassenheit, S. 45).

    Se puede uno hacer cargo de esto fcilmente con la ayuda de una conocida experiencia. Sivamos de viaje para ver de cerca cosas dignas de verse que estn lejos, sucede frecuentementeque las cosas que hemos visto solo se nos hacen cercanas en su recuerdo retrospectivo, cuandoya no estamos bajo la presin de su impresin, ya que solo descubren su sentido cuando ya noestn presentes. Esta inversin de condiciones y relaciones (a saber, que el pensamiento aleja

    lo cercano, o que se retira de lo cercano, y lleva lo que est alejado a la cercana) es decisiva siqueremos aclarar la posicin del pensamiento. La memoria, que en el pensamiento seconvierte en recuerdo, ha tenido, en la historia del pensamiento sobre el pensamiento, un papel

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    tan eminente como el de una capacidad mental porque nos garantiza que la cercana y lalejana, tal como se nos dan de manera sensible, son capaces de una tal inversin.

    Sobre la posicin para l propia, sobre la posicin del pensamiento, Heidegger se hamanifestado solo ocasionalmente, a manera de insinuacin, y, la mayora de las veces, deforma negativa; as, cuando dice que el preguntar del pensamiento no est en el orden

    ordinario de lo cotidiano, no est en el mbito del cuidado y de la satisfaccin urgente de lasnecesidades que imperan, y que, desde luego, el preguntar mismo est fuera de este orden(Einfhrung in die Metaphysik, 1953, S. 10). Pero esta relacin e inversin que hay entre locercano y lo distante en el pensamiento est presente en toda su ejecucin como una notatnica con relacin a la cual se afina todo lo dems. El encadenamiento y las relaciones quehay entre estar presente y ausente, esconder y mostrar, y cercana y lejana se basan en la

    perogrullada de que no puede darse el estar presente si no se ha experimentado el estarausente. Es tan necesaria una cercana que no se da sin lejana, cuanto un mostrar que no se dasin un esconder. Visto desde la perspectiva de la posicin del pensamiento, reina de hecho enlos alrededores de esta posicin, en el orden ordinario de lo cotidiano y de los asuntoshumanos, la eliminacin del ser o el olvido del ser, la eliminacin de aquello con lo que

    tiene que ver el pensamiento, el cual, segn su naturaleza, se refiere a lo ausente. Lasuperacin de est eliminacin se paga siempre con una eliminacin del mundo de losasuntos humanos, y esto es tambin as cuando precisamente el pensamiento reflexiona sobreestos asuntos en su propia tranquilidad apartada. As, Aristteles, a la vista del gran ejemploan viviente de Platn, ya aconsej urgentemente a los filsofos que no quisieran hacer el

    papel de reyes en el mundo de la Poltica. La facultad al menos ocasional, de asombrarseante lo sencillo es probablemente propia de todos los hombres, y los pensadores del pasado ydel presente que conocemos podran distinguirse en que desarrollan la facultad de pensar, o

    bien el pensamiento que en cada caso les corresponde, partiendo de este asombro. Otra cosa esla facultad de tomar este asombro como posicin. Esta facultad es extraordinariamente rara,y solo la encontramos justificada de una manera, en cierto modo segura, en Platn, el cual,

    varias veces y del modo ms drstico en el Teetetes (173 d-176), expres su opinin sobre lospeligros que lleva consigo dicha posicin. En ese pasaje cuenta tambin como evidentementefundamental la historia de Tales y la campesina tracia que fue testigo se cmo el sabio secay al pozo al mirar hacia arriba para contemplar las estrellas, y se ri mucho de quecualquiera que pretenda conocer el cielo deje de saber lo que hay a sus pies. Y si hemos deconfiar en Aristteles, Tales tambin se ofenda mucho de que sus conciudadanosacostumbrasen a burlarse de l a causa de su pobreza, y pretenda demostrar en las tabernas,mediante especulaciones muy elaboradas, que a los sabios les sera fcil hacerse ricos si elser rico fuese importante para ellos (Poltica, 1252 a 6 ss). Y ya que, como es sabido, no se haescrito ningn libro sobre las campesinas, Hegel tuvo todava que decir de la alegre muchachatracia que no tena inters por las cosas ms elevadas.

    Platn, que, como ya se sabe, no solo quera en La Repblica dar oficio a los poetas, sinotambin prohibir a los ciudadanos que se rieran -al menos, a la clase de los guardianes-, temims la risa de los conciudadanos que la hostilidad de las opiniones que se oponen a la

    pretensin qu tiene la verdad de ser absoluta. Quiz supo precisamente que la posicin delpensador, vista desde fuera, se parece fcilmente al pas de Jauja que puso en comediaAristfanes. En todo caso, supo que cuando el pensamiento quiere sacar a la plaza pblica loque en l es pensado, no puede detener la risa de los dems. Y esto, entre otras cosas, puedeque fuese lo que lo movi a partir tres veces para Sicilia, aun ya entrado en aos, para ayudaral tirano de Siracusa a elevarse mediante la enseanza de la Matemtica, que a l le pareca

    imprescindible como introduccin a la Filosofa. No se dio cuenta de que esta fantsticaempresa, vista desde la perspectiva de la campesina, parece an ms ridcula que elcontratiempo que le ocurri Tales. Y, en cierto modo, con razn; pues -que yo sepa nadie seha redo de esto, ni conozco a nadie que haya expuesto este episodio, que, al menos, slo se

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    haya sonredo. Los hombres no han descubierto claramente todava para qu vale la risa, quiz porque sus pensadores, que desde siempre se prestaron a hablar mal de ella, les hanabandonado cuando alguna vez alguno de ellos se rompi la cabeza por motivos propiosinmediatos.

    Todos sabemos que tambin Heidegger cay una vez en la tentacin de cambiar su posicin

    e intervenir -como entonces se deca- en el mundo de los asuntos humanos. Por lo querespecta a este mundo, le result todava peor que a Platn, porque el tirano y su vctima noestaban al otro lado del mar, sino en el propio pas [i]. Quiero decir que es diferente en lo quea l mismo concierne. Heidegger era an bastante joven para aprender del shock que lerechaz a su posicin propia, despus de diez cortos meses de excitacin y antes de cumplirlos treinta y cinco aos, y para situar en su pensamiento lo que haba experimentado. Elresultado que esto tuvo para el fue el descubrimiento de la voluntad, en cuanto voluntad, parala voluntad misma, y, por tanto, de la voluntad, en cuanto voluntad de poder. En los tiemposmodernos, y sobre todo en los ms recientes, se ha escrito mucho sobre la voluntad, pero, a

    pesar de Kant y de Nietzsche, no se ha pensado mucho sobre su esencia. En todo caso, nadieha visto antes que Heidegger cunto se opone esta al pensamiento y de qu manera tan

    destructiva repercute en l. Al pensamiento corresponde la serenidad y, si se consideradesde la voluntad, el que piensa solo tiene que decir de manera aparentemente paradjica yoquiero no-querer, pues solo mediante esta mediacin, solo cuando nos desacostumbramosa la voluntad podemos penetrar en la esencia que buscamos del pensamiento, la cual no esningn querer (Gelassenheit, S. 32 f). Nosotros, que queremos honrar a los pensadores, auncuando nuestra posicin est en el mundo, difcilmente podemos encontrar sorprendente yenojoso que Platn, lo mismo que Heidegger, recurriesen a los tiranos y, a los jefes, puesto quese comprometieron en los asuntos humanos. Ello no puede deberse solo a las respectivascircunstancias temporales y an menos a un carcter preformado, sino ms bien a lo que losfranceses llaman una dformation professionelle. Tericamente puede probarse la inclinacinhacia lo tirnico en casi todos los grandes pensadores (Kant es la gran excepcin), y cuando

    esta inclinacin no puede probarse en lo que hicieron, esto es as solamente porque sobre lacapacidad de asombrarse ante lo sencillo muy pocos de ellos estaban dispuestos a tomareste asombrarse como posicin.

    A estos pocos les es indiferente a dnde puedan llevarles las tormentas de su siglo. Latormenta que pasa por el pensamiento de Heidegger -lo mismo que la que an nos viene de laobra de Platn despus de miles de aos- no proviene del siglo. Viene de lo ancestral y lo quedeja tras s es algo pleno, que, como todo lo pleno, vuelve a lo ancestral.

    Hannah ArendtNueva York

    [i] Esta salida, que (despus de que se han calmado los rencores y, sobre todo, despus de que,en cierto modo, se han rectificado innumerables informaciones falsas) generalmente se calificahoy da de error, tiene mltiples aspectos, y entre otros, el que se refiere a la poca de laRepblica de Weimar, que, para los que en ella vivieron, en modo alguno fue de color de rosa,como hoy da se ve, por contraposicin al fondo terrible de lo que le sigui. Aquello en lo queconsisti este error se diferencia considerablemente de lo que entonces, por regla general, seconsideraban como errores. Quin, aparte de Heidegger, lleg a la idea de ver en el

    Nacionalismo el encuentro del hombre moderno con la tcnica, definida a nivel planetario, ano ser que, en lugar de Mi lucha de Hitler, hubiese ledo algunos escritos de los futuristasitalianos, a los que en algunas ocasiones se refiri el Fascismo considerndolos comodiferentes al Nacionalismo? Este error es insignificante comparado al error mucho ms

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    decisivo que consisti en eludir, en regiones presuntamente ms significativas, el encuentrocon la realidad en las checas de la Gestapo y en las cmaras de tortura de los campos deconcentracin, que surgieron inmediatamente despus del incendio del Parlamento alemn. Loque pas en realidad en aquella primavera de 1933 lo dijo en cuatro versos, de manerainolvidable, Robert Gilbert, el poeta folklrico alemn:

    Ya no necesita nadie llamar. Con el hacha en todas las puertas, la nacin est abiertacomo una ulcera pestilente.A decir verdad, Heidegger reconoci este error al poco tiempo, y arriesgconsiderablemente ms que lo que era entonces corriente en las universidades alemanas. Sinembargo, no puede decirse lo mismo de los innumerables intelectuales y de los innumerablesllamados cientficos, que, no solo en Alemania, en lugar de hablar de Hitler, de Auschwitz, delos asesinatos en masa y del eliminar como poltica de despoblacin, todava prefierenreferirse, segn sus ocurrencias y gustos, a Platn, a Lutero, a Hegel, a Nietzsche o tambin aHeidegger, a Jnger o a Stefan George, para sacar del fango a aquel terrible fenmenovalindose de las Ciencias del Espritu y de la Historia de las Ideas. Bien puede decirse que,

    mientras tanto, el apartarse de la realidad se ha convertido en una profesin; pero el apartarsede la realidad, no para dirigirse hacia una intelectualidad, con la que el fango nunca tuvo nadaque ver, sino hacia un reino fantasmal de representaciones e ideas que, desde toda realidadexperimentada o experimentable, va a parar de tal manera hacia lo meramente abstracto quelos grandes pensamientos de los pensadores pierden en l toda consistencia .y se transformanunos en otros, como si fueran formaciones de nubes, en las que tambin de manera

    permanente una se convierte en otra.

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