Chopin Mallorca

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  • 8/18/2019 Chopin Mallorca

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    FRYDERYK CHOPIN

    CHOPIN EN M LLORC

    allorca

      es

     conocida por

     su

     perdurable tradi-

    ción en acoger escritores, pintores, escultores

    y músicos. No obstante, y sin d uda alguna, en-

    tre los más ¡lustres artistas que han visitado  la

    isla destaca Frédéric Chopin. Los tres meses

     de

    alegrías, dificultades y extensa producción cre-

    ativa,  en el invierno  de 1838-1839 han sido

    ampliamente calificadas

      en

     libros

     y

     películas,

    como fase culminante  de su vida  y su obra. Este período

    también marcó

     el

     climax

     de

     una apasionada

     y

     turbulenta re-

    lación, ya iniciada en 1836, con George Sand.

    Acompañado por Sand

     y

     sus dos hijos, Maurice

     y

     Solan-

    ge,

      Chopin había planeado  su estancia  en Mallorca com o

    una cura tanto para

     él

     com o para M aurice. El grup o llegó

     a

    Palma  a bordo  de El M allorquín"  el 8 de noviembre de

    1838.

      No

     teniendo preparado

      un

     alojamiento adecu ado,

     se

    hospedaron  en una pensión situada encima  de un ruidoso

    taller de fabricación de barriles. A los seis días se trasladaron

    a

     la

     villa "Son Vent",

     en

     Establíments, do nde emp ezó

     a

     dete-

    riorarse  la salud del  compositor. Respondiendo a los rumo-

    res de que Chopin padecía tuberculosis,

     el

     dueño de

     la

     casa

    les obligó a mudarse. Llegaron a la Cartuja, en Valldcmossa,

    el quince

     de

     diciembre. Las condiciones

     de

     este monasterio,

    abandonado por los monjes tres años antes, eran primitivas

    y ese invierno s e pres entó excepcional me nte frío y húmedo.

    Pí¡r todo ello, el  deseado descanso  no respondió  a lo

    previsto, con el agravante adicional  de no recibir noticia al-

    guna de su familia

      ni

     de piano prometido, que quedó rete-

    nido en la aduana hasta el veinte de enero. En consecuen-

    cia, renunciando

      a la

      idea inicial

      de

     permanecer

      en la

     isla

    hasta el verano, y ante el empeoramiento del estado de sa-

    lud de Chopin, el grupo abandonó la Cartuja  el once de fe-

    brero. Pasaron dos días en Palma antes de embarcarse hacia

    Barcelona el trece d e febrero d e 1839.

    Las cartas de Chopin dirigidas a su amigo Julien Fontana y

    a Pleyel (el famoso editor

     y

     fabricante d e pianos francés) des-

    criben los momentos de felicidad y retratan ¡a belleza de  Ma-

    llorca mientras narran las vicisitudes de

     su

     salud

     y el

     total

     re-

    chazo por parte de los mallorquines. Podemos comprender es-

    te rechazo a tenor del comportamiento y gama de valores que

    ostenta Sand, además del temor

     a la

     tisis, una enfermedad

     in-

    curable en aquella época. Este rechazo resultó muy doloroso  y

    muy opuesto al ambiente que tanto Chopin como Sand disfru-

    taban en su círculo habitual de admiradores y amigos en París

    y Nohant. En esias circunstancias, se vieron obligados a aban-

    donar la villa "Son Vent", en EstablimenLs. Tuvieron que repin-

    tarla e indemnizar al propietario por la ropa de cama y mue-

    bles quemados  por temor a la infección. Paradójicam ente,

    Chopin .seguía entusiasm ado hasta el extremo de planificar su

    pennan encia en Mallorca hasta el verano siguiente.

      ersonalidad enigmática

    La personalidad y sentimientos d e Chopin resultan enig-

    máticos. El

     es

     un ardien te nacionalista, que abandon a

     su pa-

    ís a la edad de veinte añ os, sin retornar jamás pero qu e sen-

    timentalmente transporta consigo, en todo mom ento, un pu-

    ñado de tierra de su Polonia natal.

      Es

     un católico devoto y

    sin embargo  se mantiene alejado de la  Iglesia, sobre todo

    durante

     el

     tiempo qu e m antiene con George Sand una rela-

    ción escandalosa para la época y más aún para los habitan-

    tes de Mallorca. Hijo de una familia

     de

     clase media, busca

     la

    aceptación  de la aristocracia con la que se relaciona desde

    su infancia. Pero sufre  de un intenso sentimiento  de desa-

    probación,

     y en

     ocasiones irrespetuosidad, hacia ese m ismo

    ambiente. Fue un admirador  de la  música folklórica que

    siente, al mi.smo tiempo, una gran adversión  por lo mera-

    mente popular. Hombre de presencia fuerte e im presionante

    es,  sin embargo, débil, enfermizo

     y se

     asusta fácilmente con

    las historias de fantasmas que  le cuen ta Solange, una niña

    de ocho años. Lo que sí sainemos es qu e G eorge Sand cuidó

    y mimó

     a

      Chopin durante esta época

      y

     que,

     a

     pesar

     de las

    condiciones adversas, ambos siguieron trabajando  y disfru-

    tando d e momentos felices.

    Robert Graves, en el  "Resumen Histórico" que concluye

    su traducción

      de la

     obra

      de

     George Sand  Un invierno  n

    Mallorca atribuye  la sorprendente euforia  de Chopin  a su

    decisión

      de

     volver

     al

     redil

     de la

      Iglesia. Para conseguir

     su

    Fryderyk Chopin por E. Delac roix 1838. Museo del Louv re París.

    ohjetivo, Chopin estaba aparentemente dispuesto  a renun-

    ciar a  sus relaciones íntimas con George Sand, sacrificando

    ei intenso estado de sensualidad que a menudo provoca la

    tisis.

      No

     se

     puede asegurar

     si

      Robert Graves tenía razón

     aí

    respecto. Yo, por mi parte, creo q ue  las motivaciones de

    Chopin apuntaban más hacia el temor al contag io, situación

    igualmente traumática.

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    O  O S I E

    FRYDERYKCHOPIN

    Creo que lo más increíble de la breve estancia d e Chopin

    en Mallorca, durante la cual descubrió su enfermedad, que

    era mortal en aquel entonces, sumado a que su relación

    apasionada con George Sand, que había llegado entonces a

    un estado explosivo, es el hecho qu e fuera capaz d e compo -

    ner aproximadamente la mitad de los veinticuatro Preludios,

    a la vez que editarlos todos, y componer además dos  Noc-

    turnos, dos  Polonesas,  una  Mazurka, un  Scherzo, la Segun-

    da

     Halada, los

      Tmis Eludes

     Nouvelles y dos movimientos de

    la  Segunda Sonata. Todo esto sin tener su piano q ue, final-

    mente, llegó cuando Chopin estaba a punto de volver a

    Francia. El hecho es sorprendente no sólo por el volumen

    de obras compuestas en condiciones tan adversas, sino por

    la intensidad, creatividad y calidad de la obra.

      dmiración por Bach

    La admiración que profesaba Chopin por Bach y por la

    Iradición del Bel canto queda altamente reflejada en las cartas

    George Sand por E. Dd ac ron 1838. Museo Odn^Jg aard Copenhague.

    e informes realizadas por sus colegas y por los pianistas que

    estudiaron con él. De hecho, las únicas partituras que el mú-

    sico trajo a Mallorca, aparte d e las suyas, fueron los preludios

    y tugas de Bach. Chopin las revisó y estudió co ntinuamente,

    utilizándolas, posiblemente como m odelo para sus Preludios.

    Su adhesión a las estructuras clásicas, como la frase de ocho

    compases, le permitió anclar la máxima libertad de expresión

    dentro de un estilo tan personal y novedoso.

    Es casi imposihle asegurar el momento exacto en el que

    un compositor concibe una idea, ni cuándo germina, ni

    cuándo culmina en su propia mente. El intento de recons-

    truir este proceso es una labor fascinante pero arriesgada.

    Antes de proponer una relación entre las obras compuestas

    en Mallorca y las vivencias del compositor en su breve es-

    lancia en la isla, debo reconocer que mi percepción perso-

    nal del arte en todas sus formas y de la música en particular,

    me indica qu e el acto creativo podría ser tanto una sublima-

    ción como un reflejo de las vivencias cotidianas del artista.

    Por tanto, indagar en ex ceso acerca de las circunstancias qu e

    rodean el impulso creativo puede alejarnos, tanto como

    acercamos al mismo. El ejemplo más claro del fenómeno

    son las  Polonesas Op. 40.  Mientras que ambas obras bien

    podrían reflejar la vida interna del compositor, la primera

    ("Militar") obviamente no parece reflejar, de ningún modo,

    la vida cotidiana del compositor en la isla.

    Existe un consenso general acerca del repertorio com-

    puesto durante el invierno de 1838-1839, pero hay diferentes

    opiniones en lo referente a cuáles son los das movimientos

    concretos de la Segunda Sonata y de cuáles de los 24 Prelu-

    dios Op. 28  se compusieron en aquel periodo. También hay

    distintas opiniones sobre los Trois Nouvelles Eludes

     Op.

      Posth.

    que debería completar por comisión de Fétis y Moscheles,

    cuyos manuscritas se encuentran en el museo de la Cartuja

    de Validemassa. Al margen de estos argumentos y opiniones,

    sin duda la estancia de tres meses en Mallorca fue para Cho-

    pin uno de los períodos más fértiles, creativos, innovadores e

    interesantes de su, desgraciadamente, efímera existencia.

    ¿Son las obras compuestas durante el invierno en Mallor-

    ca, distintas al resto de las composiciones de Chopin? Al

    margen de la profunda angustia y singular tristeza, que se

    aprecia en sus comunicaciones con descripciones de su es-

    tancia en la isla, varias de las obras compuestas du rante este

    período marcan, indiscutiblemente, un cambio significativo

    en su concepción del uso del piano y de la sonoridad del

    instrumento. Ciertamente, e último m ovimiento de la Sonata

    en si bemol menor, reflejada en e l Preludio en mi bem ol me-

    nor n-  14), no sólo es distinta de sus composiciones ante-

    riores sino que revoluciona la música para pia no. En efecto,

    toda la Sonata es un alejamiento de la forma tradicional, con

    dos movimientos altamente dramáticos, seguidos por la in-

    tensidad expresiva de la famosa Marcha Fúnebre y el breve

    e impresionista Presto-Fin  le.  El absoluto poder evocador

    del último m ovimiento dio pie a la famosa, aun que apócrifa,

    anécdota que atribuye su inspiración en el viento soplando

    a través del viejo cementerio de la Cartuja. Habiendo experi-

    men tado, yo m ismo, los tormen tosos inviernos de 1990 y

    1991 en Valldemossa, recobró vida de forma subyugante el

    intenso poder de esta ohra y sus imágenes resultantes. Sin

    embargo, conviene recordar que cuando Chopin oyó estos

    comentarios, según se dice, replicó con humor sarcástico di-

    ciendo que el último movimiento sólo describe "los murmu-

    llos del cotilleo en un funeral".

    Los 24 Preludios Opus 28 son las composiciones más cla-

    ramente asociadas con Mallorca. Chopin compuso varios en

    Mallorca y revisó todo el conjunto antes de enviarlos a su

    editor para su publicación. El título de   Preludios pued e re-

    sultar algo engañoso, puesto que no son introducciones a

    piezas mayores; son más bien una colección de poemas to-

    nales, la mayoría concebidas por una sola idea, indepen-

    dientes y con dim ensiones que están en perfecta proporción

    a su contenido. Los Preludios,  a diferencia de los veinticua-

    tro  Eludes de Chopin, no tienen un propósito didáctico, sino

    que cubren las veinticuatro tonalidades mayores y menores,

    como los cuarenta y ocho Preludios y  ugos de Bach. Puede

    resultar interesante saber que Chopin pidió que se interpre-

    tasen en su funeral los Preludios n

    B

    s 4 y ó y la Marcha Fúne-

     

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    D O S I

    FRYDERYK CHOPIN

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    bre de la Segunda Sonata (así como el Réquiem de Mozart).

    Los Dos No cturnos opus 37  abren un nuevo capítulo para

    este gén ero y ya n o se ajustan al uso anterior de la forma. El

    Nocturno en sol mayores  extraordinario por la riqueza de su

    modulación; el tema principal se presenta en una variedad

    de tonalidades, muy similar a la Tercera Balada, resulta sor-

    prendente ver sólo veinte, de sus ciento cuarenta compases,

    en clave de sol mayor. El Nocturno en sol menor, es uno de

    los más desafiantes de su género. Su aparente simplicidad

    está intensamente cargada de emoción y presenta serias difi-

    cultades a la hora de mantener esta tensión, interna, sin dis-

    torsionar la forma y la fluidez. También es excepcional la

    utilización de una coral en la sección intermedia, mecanismo

    que Chopin sólo utilizará, de nuevo, en su Tercer Scberzo.

    El  Scberzo en do sostenido menor Op. 39  es otro ejemplo

    de la transformación que Chopin aplica a los géneros clási-

    cos.

      Los scherzos haydnescos o beethovenianos, que forma-

    ban parte de un conjunto mayor, quedan en la obra de Cho-

    pin completamente independientes y autocontenidos. Mien-

    tras qu e el  Primer y  Segundo Scberzos se inician con una no-

    ta discordante, el  Tercero,  además de lo anterior, se distingue

    por una introducción de significado profético en el que las

    doce notas de la escala cromática aparecen ¡en los trece pri-

    meros compases Este Scberzo  fue iniciado en Mallorca y es

    el más incisivo y dramático de los cuatro  Scberzos. Resulta

    atractivo considerar la llamada Mazurka de Palma (Op. 41.

    n 2)   como la mazurka más triste y la Polonesa Cp. 40, n- 2

    como la más trágica de su género. Las Dos  olonesas O pus 40

    resultan compañeras perfectas; la primera, llamada Polonesa

    A la izquierda arriba : Acuarela de la villa Son Vent

    en Estábilmente (1838). Ab ajo: Dib ujo a lápiz de Mau-

    rice y Solange en el bosque de naranjas (183 9). A [a de-

    recha: Detalle de un aguatinta de la iglesia de la Cartu-

    ja de Valldemossa (1839), Todas estas pinturas fueron

    realizadas p or Mau rice Sand durante su estancia en

    Ma llorca. Colección C artuja de Valldemossa.

     MilUar

    viene caracterizada por una resplande-

    ciente atmósfera heroica, que acentúa el contras-

    te con las notas más oscuras de tragedia y tristeza

    que dominan la Segunda. Se dice que ambas re-

    presentan la grandeza y decadencia de Polonia, y

    de hecho todas las  olonesas  de Chopin resumen el espíritu

    polaco. Algunos musicólogos sostienen que las  Baladas de

    Chopin estaban inspiradas por la poesía de Mickiewicz. Sin

    duda, la Segunda Balada (como las otras tres) tiene un carác-

    ter marcadamente narrativo y contrastes típicos entre sus mo-

    mentos líricos y dramáticos. Jachimecki sugiere q ue los com-

    pases finales de la obra corresponden a las líneas finales del

    poema Su itezianka. "¿Quién es la doncella?/No lo sé". Otros,

    creen que reflejan tanto las tormentas emocionales como las

    inclemencias del invierno en Valldemossa.

    Habiendo vivido yo mismo varios tormentosos inviernos

    en Valldemossa en una hermosa casa sin calefacción y con

    goteras, me resultó casi inevitable pensar en los aconteci-

    mientos vividos por el enfermo Chopin en una celda fría y

    húmeda, con el viento soplando en un monasterio abando-

    nado y encontrar paralelos descriptivos con varias obras de

    alto poder evocativo compuestas en Mallorca. Estos senti-

    mientos y comentarios, por interesantes que pueden resultar

    al intérprete, investigador o al oyente, creo que no deben

    ser más que un ejercicio enriquecedor y es siempre impor-

    tante recordar que Chopin se negó a poner títulos descripti-

    vos a su obra, a pesar de todos los esfuerzos que hicieron

    sus editores para convencerlo. De cualquier manera, la últi-

    ma verdad, está escrita por Chopin mismo en sus partituras,

    una verdad c¡ue sigue siendo universal, inspiradora, conmo-

    vedora y vigente para d espen ar nuestras sensibilidades, des-

    pués de 150 años de su m uerte.

      an Rogoff