Hellmuth Dahms - La Segunda Guerra Mundial.pdf

Embed Size (px)

Citation preview

  • LA SEGUNDA GUERRA

    MUNDIAL

    por HELLMUTH

    GUENTHER DAHMS

  • EDITORIAL BRUGUERA, S. A. BARCELONA - BOGOT - BUENOS AIRES - CARACAS - MXICO

    Ttulo original: DER ZWEITE WELTKRIEG Copyright de la edicin en lengua original: Rainer Wunderlich Verlag Hermann Leins, Tubingen Copyright de la presente edicin espaola: Vctor Scholz - 1966 sobre la traduccin Camacho-Mataix - 1966 sobre la cubierta La presente edicin es propiedad de EDITORIAL BRUGUERA, S. A. Mora la Nueva, 2. Barcelona (Espaa)

    1. edicin: febrero, 1966 2. edicin: octubre, 1966 3. edicin: setiembre, 1967 4. edicin: agosto, 1969 5. edicin: noviembre, 1970 6. edicin: enero, 1972

    Printed in Spain - Impreso en Espaa

    Depsito Legal B 48.989 - 1971

    Impreso en los Talleres Grficos de

    EDITORIAL BRUGUERA, S. A. Mora la Nueva, 2 - Barcelona - 1972

  • INTERPRETACIN DE LAS ABREVIACIONES ABDA = American-British-Dutch-Australian AOK = Alto Mando de Ejrcito ASDIC = Allied Submarine Devices Investigation Committee AVNOJ = Antifasisticko Vijece Narodnog Oslobodjenja Jugoslavije BCRA = Bureau Central de Renseignements et d'Action BdU = Comandante en jefe del Arma submarina C. B. = Construction Bataillon CNR = Conseil National de la Rsistance CSR = Cesko-slovensk Republika DAK = Deutsches Afrika-Korps Div. = Divisin Do-Geraet = Dornberger-Geraet Do = Dornier FFI = Forces Franaises de l'Intrieur Flak = can antiareo FN = Frant National Gestapo = Polica secreta del Estado GKO = Gosudarstvennyi Komitet Oborony IFF = Identification Friend of Foe IRA = Ejrcito republicano irlands Jabo = caza-bombardero JAP = Agencia de Prensa japonesa Ju = Junkers KPD = Kommunistische Partei Deutschlands Kripo = Polica criminal KZ = Konzentrationslager NKWD = Narodny kommissariat wnutrennich diel NSDAP = Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter-Partei NSV = Nationalsozialistische Volkswhlfahrt OCM = Organisation Civile et Militaire OKH = Alto Mando del Ejrcito OKL = Alto Mando de la Luftwaffe OKM = Alto Mando de la Marina de Guerra OKW = Alto Mando de la Wehrmacht OT = Organisation Todt OUN = Organizacin nacionalistas ucranianos RADAR = Radio Detecting and Ranging RAF = Royal Air Force RKFDV = Comisariado del Reich para la defensa de la raza germana RSHA = Oficina central del Servicio de Seguridad del Reich SA = Seccin de Asalto SD = Servicio de Seguridad SHAEF = Supreme Headquarters, Allied Expeditionary Force SS = Secciones de Seguridad Stuka = bombardero en picado SVG = Stawka verchownaglo glavnokomandovanija (Cuartel general sovitico) TASS = Telegrafnoje Agentstwo Sovjetskowo Sojusa WNVFu = Wehrmacht-Nachrichten-Verkehrs-Funk WW-SA = Wojennyje Wosduschnyie Sily MVHA = Oficina Central de Economa y Administracin

    De esta obra existe una edicin encuadernada en tela, publicada por Editorial Bruguera, S. A., en su Coleccin "Crculo Azul", cuyo texto hallar el lector enriquecido con 17 mapas y 48 pginas de fotografas, ms un ndice bibliogrfico y un completo ndice onomstico.

  • P R O L O G O

    Este libro no pretende remplazar las exposiciones escritas que hacen referencia a la historia de la Segunda Guerra Mundial, sino recopilarlas y complementarlas. El autor ha procurado presentar en un primer plano todas las tendencias, circunstancias y acontecimientos que se sucedieron de 1939 a 1945. En ningn momento ha tomado partido por un bando u otro. Ha consultado para su trabajo las ms modernas publicaciones editadas en los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Dinamarca, Noruega, Suecia, Finlandia, Espaa y Brasil.

    Gran cantidad de estas publicaciones fueron puestas a disposicin del autor por la Universitaetsbibliothek Tuebingen, el Institut fuer Osteuropaeische Geschichte (Tuebingen), la Weltkriegsbuecherei (Suttgart), el Institut fuer Zeitgeschichte (Munich), el Institut zur Erfoschung der UdSSR (Munich), el Militaergeschichtliche Forschungsamt (Freiburg i. Br.), The War Office (Londres), The Society of Military History (Dubln), The Library of Congress (Washington), The Library of The Harvard University (Cambridge, Massachusetts), The Library of the University of Virginia (Charlottesville, Va.), Det Kongelige Bibliotek (Copenhague), Le Ministre de la Defnse Nationale, Information et Documentation (Bruselas), el Instytut Historyszny Im. Generala Sikorskiego (Londres), la Biblioteca Romana (Freiburg i. Br.), el Instituto Hans Staden (So Paulo), los agregados de Prensa y militares de la Gran Bretaa, Francia y Unin Sovitica, Japn e Italia, Dinamarca, Noruega y Pases Bajos, la Misin militar blgara (Berln), la Asociacin de Antiguos Combatientes de Estonia Voitleja (Heidelberg) y la Redaccin de la revista lituana Karys (Nueva York).

    Por sus valiosos consejos e informacin, el autor desea expresar su especial reconocimiento a los siguientes caballeros: antiguo ministro del Reich L. Graf Schwerin von Krosigk, mariscal de campo en situacin de retiro E. von Manstein, general Dr. H. Speidel, general H. Staedke, general W. Lange, general W. Melzer, coronel en situacin de retiro R. Boehmler, coronel en situacin de retiro, profesor Dr. F. A. Freiherr von der Hegde, profesor Dr. W. Hubatsch, profesor Dr. F. Lenz, profesor Dr. H. Roessler, consejero gubernamental Dr. H. Thuemmler, Dr. H. Roesch, doctor J. Rohwer, pastor J. Schmidt-Wodder, capitn en situacin de retiro J. W. Eppler, Dr. E. Klink, Dr. H. R. Kurz, Dr. F. H. Ryssel, Dr. K. D. Seeman, profesor Dr. W. L. Langer, M. M. (Estados Unidos), profesor Dr. A. M. Schlesinger, junior (Estados Unidos), profesor Dr. E. A. May (Estados Unidos), profesor Dr. R. Rie (Estados Unidos), coronel W. L. Palmer (Estados Unidos), comandante H. S. Agnew (Estados Unidos), director R. D. Chapman (hoy en Alemania), profesor Dr. V. Mihailescu (hoy en Alemania), Dr. I. Emilian (hoy en Alemania), teniente coronel en situacin de retiro. H. Achminow (hoy en Alemania), coronel en situacin de retiro. W. Horn (Finlandia), profesor Dr. P. Tilvis (Finlandia), coronel en situacin de retiro J. Jacobsen (hoy en Alemania), A. Joonsen (hoy en Alemania), Dr. O. Brueckl (Unin Sudafricana), general A. Le Ray (Francia), profesor E. Dumousseaux (Francia), comandante J. Delattre (Blgica), general en situacin de retiro A. Zaremba (hoy en Estados Unidos), capitn de navo E. Laerum (Suecia), capitn de navo P. C. Florian-Larsen (Dinamarca), A. Baranauskas (hoy en Alemania) y D. Murtagh M. A., LL. B. (Irlanda).

    Tuebingen, mayo de 1960 Hellmuth Guenther Dahms

  • HISTORIA PREVIA

    L A S C A U S A S

    Las guerras no empiezan por casualidad. Frecuentemente son provocadas por el deseo de notoriedad o afn de poder de inquietos gobiernos o pueblos, y sus causas ms profundas radican en fondos histricos en donde tienen su origen aquellas energas que, lentamente, pero de forma avasalladora van abrindose camino y condicionan esencialmente el curso de los acontecimientos. Tampoco la Segunda Guerra Mundial fue, solamente, el resultado de unas decisiones precipitadas. Su material inflamable ya haca mucho tiempo que se haba ido acumulando. Hemos de retroceder varias generaciones para comprender cmo pudo llegarse a esta crisis.

    Durante este perodo de tiempo cambiaron fundamentalmente las condiciones de vida de la humanidad civilizada. La ciencia y la tcnica haban ampliado el escenario geogrfico de la historia, pero, al mismo tiempo, ste resultaba mucho ms limitado para todos aquellos que podan utilizar los modernos medios de locomocin y transmisin de noticias. Con ello se multiplicaban las relaciones de dependencia mutua entre las ciudades, las tendencias y las circunstancias. Al mismo tiempo incitaba el fanatismo al progreso, la ambicin de los pueblos, y sus ansias de salvacin ya no se correspondan con las antiguas creencias religiosas, sino que buscaban y encontraban nuevos valores que no proporcionaban un consuelo para la vida en el ms all. Las ideologas seudo-cientficas dejaban a un lado las religiones.

    El progreso de la ciencia y de la tcnica se vio acompaado por un inusitado aumento de la poblacin. El nmero de habitantes en Occidente se haba mantenido hasta 1815 siempre por debajo del lmite de los 150 millones, mientras que en 1910 ya contaba Europa con casi 400 millones de habitantes. Pero an aumentaba mucho ms rpidamente la poblacin de los pueblos no incluidos en el Viejo Mundo: los Estados Unidos contaban en 1910 con 92 millones de habitantes frente a los 53 millones de alrededores de 1800; el Japn presentaba durante las dos primeras dcadas de nuestro siglo un incremento anual de 10 a 15 millones. Estas nuevas masas haban de ser alimentadas y englobadas en el proceso y desarrollo econmico con el fin de que pudieran colaborar en la conquista de nuevos mercados.

    Desde el punto de vista poltico, la Europa del siglo XX apenas haba sabido seguir el ritmo de estos enormes cambios. Su sistema estatal estaba todava bajo la influencia de la transicin de la poca de la Edad Media a la Edad Moderna, cuando se abandon la idea de una comunidad basada en la fe cristiana que abarcara a todo el mundo. El poder fue repartido entre los Estados nacionales, soberanos, y cuyas relaciones de dependencia mutua tan llenas de tensiones unas relaciones regidas por el principio del equilibrio entre el peso y contrapeso (poids et contrepoids) se corresponda plenamente al modo de pensar del hombre moderno. Estos poderes estaban continuamente en jaque. Cuando el equilibrio era alterado, entonces reaccionaban todos los afectados con exigencias de compensacin, la firma de alianzas, tratados subsidarios o la guerra.

  • Un papel especial lo desempeaba en este sistema de equilibrio la potencia que sostena las balanzas. Esta funcin fue ejercida desde principios del siglo XVI por Inglaterra. nicamente este Estado insular se demostr capacitado, partiendo siempre, como es natural, de sus intereses propios, para reanimar con su apoyo el bando que haba sido sometido. La supremaca y el equilibrio no constituan, por lo tanto, una oposicin, sino que se complementaban. Estas dos tendencias eran contrarias a un dominio universal, enemigo mortal de la individualidad de los Estados nacionales. Despus de haber sometido Napolen transitoriamente el continente europeo, todos se oponan a que pudieran repetirse estas circunstancias. Lleg incluso a surgir el temor de que una gran potencia pudiera dominar todo el globo terrqueo, y este temor condicion, en gran manera, el ambiente que reinaba en la era del imperialismo.

    Tras este recelo general se ocultaba, en la mayora de los casos, la ambicin y la envidia de las masas modernas. Ya no eran ahora Estados feudales al estilo antiguo, que teman por su supervivencia, sino naciones impulsadas por fuertes necesidades, sentimientos y pasiones. Las necesidades y el darwinismo les ensearon la lucha por la existencia. Preocupados, sus dirigentes estudiaban los problemas del rpido crecimiento de la poblacin y de la economa. Al mismo tiempo el continente europeo se vio dominado por un sbito temor al comprobar que los Estados Unidos se extendan desde la costa del Atlntico hasta el Pacfico y Rusia conquistaba su hinterland asitico. Acaso no vean nacer dos grandes potencias mundiales de una dimensin desconocida hasta entonces, que amenazaba con hundir el Occidente por ambos lados? Urgentemente el Viejo Mundo se lanz a una expansin en ultramar. Todos opinaban que slo una atrevida conquista de los territorios de ultramar garantizaran las crecientes necesidades en materias primas, nuevos mercados y puntos de apoyo.

    Mientras naca as el imperialismo en el sentido ms limitado, se acumulaban nuevos peligros. No solamente esos afanes de poder eran condicionados por el afn de las masas en busca de un nivel de vida ms elevado, sino que, precisamente por las mismas causas, el movimiento social experimentaba un nuevo impulso. Carlos Marx y Federico Engels profetizaban una era de guerras imperialistas cuya principal caracterstica sera la ntima unin entre el capitalismo y el pensar nacional, pero que, al final, sera superada por la dictadura del proletariado que se realizara en el marco de la revolucin mundial. All donde el marxismo aceptaba ciertas alianzas con la democracia progresiva, se apilaba infinidad de material inflamable que haba de arder si los antiguos Estados, que no eran regidos por un Parlamento, eran arrastrados por los torbellinos de una guerra material de larga duracin. Una catstrofe nacional, con regocijo de los marxistas, traera consigo el ocaso de los dioses para aquellas grandes potencias que hasta entonces haban sido regidas por la nobleza y la rica clase burguesa.

    Mientras, el sistema de las grandes potencias que se aferraban a este equilibrio, la Gran Bretaa, Francia, Alemania, Austria-Hungra y Rusia, era sustituido por dos coaliciones perfectamente delimitadas cuyos frentes se iban afirmando continuamente. Cada uno de los Estados perteneciente a estos dos bloques pensaba egosticamente en la conservacin de su rango, dado que en caso contrario corra peligro de perder el respeto que le tena su aliado y, con ello, la relativa seguridad de que gozaba. Rusia y Austria-Hungra haban de evitar cuidadosamente cualquier debilidad en su poltica exterior, debido a la oposicin que remaba en su interior, puesto que determinadas minoras nacionales, adems de los demcratas y socialistas revolucionarios, slo esperaban la ocasin propicia para arrojarse sobre ellas. La actitud de estos Estados amenazados se

  • hizo cada vez ms violenta y virulenta. El peligro de una reaccin de corto circuito aumentaba a cada crisis. Y, finalmente, sin quererlo, las potencias europeas se lanzaron a la Primera Guerra Mundial.

    A las potencias centrales, Alemania y Austria-Hungra, a las que pronto se unieron Turqua y Bulgaria, se opusieron Rusia, Francia, la Gran Bretaa con sus Dominios, Blgica, Servia, Portugal y el Japn, y ms tarde Italia, Grecia, Rumania, Estados Unidos y otros pases de ultramar. La mayora de los Estados dirigentes luchaban por afianzar su poder y por aumentar su derecho de voz y voto, unos conceptos que en ninguno de los casos pueden considerarse vacos, sino que representaban las condiciones previas indispensables de su posicin internacional. La poltica de alianzas y las necesidades de materia prima de la economa de guerra que haba sido llevada hasta su punto de tensin mximo, las consideraciones sicolgicas y los deseos de compensacin, produjeron muy pronto deseos de conquista, incluso planes de reparto que hallaron su expresin por parte de las potencias centrales en los tratados de paz con Rusia y Rumania y por los Aliados en los tratados secretos para la desmembracin de Alemania, Austria-Hungra, Turqua y Bulgaria.

    La actitud de las naciones revela de un modo todava ms claro el desarrollo que condujo a las guerras de destruccin. Muy acertadamente, George F. Kennan ha dicho que la democracia del siglo XX hace gala de un patente pacifismo, pero dispuesta siempre a transformarlo en un conflicto militar, cuando ste ya ha estallado. En la propaganda se presenta entonces al enemigo como la encarnacin de todo lo malo. Las propias ansias de poder son encubiertas entonces con declaraciones morales. Por ejemplo, el Gobierno britnico trat de justificar su intervencin en la guerra del ao 1914 por su enojo y aversin a la violacin de los tratados. Ms tarde combatieron los Aliados con parecidos argumentos la nueva estructuracin estatal europea. El sistema de equilibrio que haba dominado hasta entonces fue abandonado como restos de una poltica autocrtica. La intervencin de los Estados Unidos (1917) dio a la declaracin de los objetivos blicos del Occidente esta justificacin moral-legal.

    El presidente americano Woodrow Wilson expuso en 1918, en su Programa de los Catorce Puntos, los pensamientos bsicos de una nueva ordenacin mundial que entraaba grandes promesas. Deseaba una paz sin vencedores ni vencidos. No sera necesario restablecer el equilibrio entre las potencias, ya que una jerarqua desconocida hasta entonces el santo Covenant de la Sociedad de las Naciones solucionara todas las diferencias en un nivel superior, no slo como medio de la estabilizacin, sino tambin para revisar cualquier error que hubiera podido deslizarse. Arrastrada por la voluntad organizada de la humanidad habra de serle posible instaurar el reino del derecho y de la justicia. Anulando de una vez para siempre la diplomacia secreta y creando ciertas medidas para estimular la unidad econmica, una compensacin colonial, la libertad de los mares, el reconocimiento del derecho de autodeterminacin de los pueblos y por medio del desarme podra llegarse a alcanzar este sublime objetivo.

    El programa de Wilson, que se convirti en el eco del llamamiento a la paz por parte de los bolcheviques que, mientras tanto haban llegado al poder en Rusia, encontr fuertes objeciones en todas partes. Los expertos lo consideraban con gran escepticismo, pues el derecho de autodeterminacin de los pueblos no slo amenazaba a las antiguas monarquas militares, sino que haba de provocar asimismo un violento nacionalismo entre los pueblos de color dominados por el Occidente. Los buenos fines no eran obstculo para que Wilson aplicara su programa de un modo injusto y desigual,

  • y, por ejemplo, calificara de injusticia la nueva anexin de Alsacia-Lorena, en 1871, a Alemania, pero s daba por vlidas ciertas reclamaciones de los polacos y checos que an no contaban con un Estado propio. El presidente no mostraba la menor comprensin por aquellas relaciones de dependencia mutua en que se basaba la Historia. Deca que el viejo continente haba sido democratizado tan profundamente por la guerra y la intervencin americana que sus naciones y sus pueblos deban ser congregados en una unin como antao los pequeos grupos de los padres peregrinos.

    Pero para ello faltaban las condiciones previas. Cuando el canciller alemn se declar dispuesto a negociar la terminacin de la guerra sobre la base de los Catorce Puntos, exigieron, en primer lugar, que Alemania entregara todas sus armas. Y ya no se volvi a hablar de una paz justa sin vencedores ni vencidos. Cuando fue redactado el tratado de paz fueron dejados a un lado o tergiversados casi todos los principios que, segn Wilson, haban de contribuir a crear un mundo mejor. Con amenazas, los vencedores lograron imponer sus duras condiciones. Alemania, que haba puesto fin a la lucha confiando plenamente en las proposiciones conciliadoras del presidente americano y que ahora se vea engaada, protest sin xito contra este dictado. Y tampoco fueron tenidas en cuenta las objeciones y protestas por parte de Austria, Hungra, Bulgaria y Turqua. La Entente no supo comprender que a la larga haba de resultar imposible arrebatarles a un grupo de naciones europeas su derecho de igualdad.

    El resultado de la Conferencia de Pars fue muy doloroso para los vencidos. Por decisin del Tratado de Versalles, Alemania hubo de ceder Alsacia-Lorena a Francia y las provincias de la Prusia occidental y Posen, as como parte de Pomerania al recin creado Estado polaco. Danzig fue convertida en Ciudad Libre y, lo mismo que la regin de Memel, las colonias alemanas, colocadas bajo mandato de la Sociedad de las Naciones. Los plebiscitos haban de decidir nica y exclusivamente sobre el destino del norte de Schleswig. La Prusia oriental meridional, la Alta Silesia y una franja a lo largo de la frontera belga. En Versalles fue creado igualmente el llamado Territorio del Sarre. Las minas fueron cedidas a Francia, mientras que la regin del Sarre quedaba durante quince aos bajo el fideicomisado de la Sociedad de las Naciones. Durante el mismo perodo, la orilla izquierda del Rhin, as como tambin determinadas cabezas de puente al este de dicho ro haban de continuar ocupadas por las tropas aliadas. El Tratado prevea la evacuacin nica y exclusivamente en el caso de que fueran cumplidas al pie de la letra, todas las otras condiciones (desarme, reparaciones, entrega de bienes y material, etc.).

    Las condiciones de paz impuestas a los antiguos aliados de Alemania superaban, en parte, en dureza a las de sta. La antigua Austria-Hungra una estructura estatal sumamente compleja cuya artificiosa administracin ya haba resultado muy difcil en la poca del nacionalismo debido a la existencia de grupos raciales tan entrelazados entre s como diferenciados por sus problemas sociales se haba derrumbado en el ao 1918. A los alemanes austracos les fue prohibida la reunin con el Reich en contra de la libertad de opcin, un deseo de reunificacin que se fue agudizando a medida que aumentaban las dificultades econmicas. Hungra se vio reducida a slo una fraccin de sus antiguos territorios de soberana. Austria fue aislada del mar y desarmada casi de un modo absoluto. La moderna Turqua una fraccin del tambin desaparecido Imperio otomano haba de abarcar ya nica y exclusivamente Asia Menor. Bulgaria perdi Macedonia occidental, la Dobrudja meridional y su salida al Egeo.

  • El fin del zarismo, el hundimiento de la monarqua de los Habsburgo y la derrota de Alemania fueron como si se abriera una caja de semillas. La consecuencia fue el nacimiento de una serie de minoras nacionales. En tanto que Alemania haba de ceder unas minoras nacionales relativamente pequeas compuestas por polacos, lituanos y daneses, del Imperio zarista se deslig la masa de los polacos, finlandeses y de los pueblos blticos. Con el hundimiento de Austria-Hungra conquistaron su independencia, conjuntamente con una tercera minora de los polacos residentes en Galitzia, el pueblo de los magyares, los checos y los eslovacos, los rumanos de Transilvania, los eslovenos, los croatas, los bosnios y tambin los italianos residentes en el sur del Tirol e Istria. Una parte de las naciones del este de Europa fue mezclada en el drama de la guerra civil rusa. Casi todos esos pueblos se enfrascaron en violentas luchas para la conquista de nuevos territorios.

    Los polacos se apoderaron de extensos territorios de la Alemania Oriental, de Ucrania y de la regin del Vilna. Los nacionalistas lituanos invadieron el pas de Memel. Los checos se anexionaron Hungra septentrional, el pas de los sudetas, la Carpato-Ucrania. Las tropas rumanas ocuparon las franjas costeras de la Dobrudja, Besarabia, la Bucovina y Transilvania. El reino de los servios y croatas, la futura Yugoeslavia, proclamada en Belgrado, abarcaba, adems de los pases de los dos pueblos eslavos del sur ms grandes, tambin a Eslavonia, Bosnia, Hercegovina, Montenegro y la regin de Macedonia occidental cedida por Sofa, mientras que sus gobernantes dirigan a sus masas armadas a Karintia y Albania con la pretensin de anexionarse toda Bulgaria. Casi siempre que se hizo uso de la fuerza en estos cambios del mapa, fue derramada la sangre, se cometieron injusticias y minoras enteras cayeron bajo el yugo de un dominio extranjero. Los nuevos Estados sucesores de la antigua monarqua de los Habsburgo eran ahora un plido reflejo de aquella Austria-Hungra que hasta haca muy poco todava haba sido calificada como la prisin de los pueblos.

    En estas circunstancias el fracaso de la Sociedad de las Naciones result ms grave todava. Wilson haba tenido la mala ocurrencia de acoplar la Liga de las Naciones al Tratado de Versalles, dado que quera convertirla en la. parte integrante del recin creado sistema de paz y de esta forma facilitar posibles revisiones. Lo que sucedi en realidad, fue muy poco adecuado para la posterior realizacin de una paz justa. Fue creado el Parlamento mundial en Ginebra, conservando su plena soberana los Estados miembros y precisando de la unanimidad en todas las resoluciones de importancia. Su imperfeccin quedaba patentizada por la ausencia de las tres naciones ms extensas territorialmente (los Estados Unidos, la Unin Sovitica y China). Y, finalmente, el hecho de que fueran postergados los vencidos arrojaba una luz muy desfavorable sobre la Sociedad de las Naciones. Todo haca sospechar que los Estados vencedores queran convertir la Liga de Ginebra en un instrumento de su poltica particular. En realidad, la Sociedad de las Naciones logr resolver muy pocos pleitos. A pesar de los debates, que se fueron alargando durante muchos aos, no se lleg a ningn acuerdo concreto sobre el desarme y tampoco fue solucionado a tiempo el problema de las reparaciones.

    Precisamente, la cuestin del desarme estaba ntimamente ligada a la poltica de la Sociedad de las Naciones. Se haba procedido al desarme del Reich alemn hasta el lmite de las posibilidades, o que pareca autorizar la seguridad interior de la Repblica de Weimar con vistas a los intentos de rebelin de los espartaquistas. No queran que el Reich pudiera contar con un sistema defensivo hacia el exterior. El

  • Tratado de paz fijaba que Alemania se comprometa al desarme con el nico fin de facilitar de esta forma un lmite de armamentos para todas las restantes naciones. Esta frmula iba a tener graves consecuencias en el futuro, puesto que los restantes Estados no desarmaron, ni tampoco confirieron a Alemania un derecho moral y legal de restablecer su soberana e igualdad. En ninguno de los casos poda tomarse en serio a una Sociedad de las Naciones asentada sobre los fundamentos democrticos que no pudiera solventar el problema del desarme.

    Un grave obstculo lo representaba asimismo el problema de las reparaciones y deudas de guerra. Ambos formaban parte del complejo del castigo que haba sido impuesto en el ao 1919 en contra del parecer de los ms prudentes. El Artculo 231 del Tratado de Versalles, deca que Alemania y sus antiguos aliados eran declarados responsables de todos los daos ocasionados como consecuencia de su ataque. Se ha discutido a fondo lo que quera significar esta frmula, pero el resultado de la discusin es menos importante que sus consecuencias sicolgicas: a un lado y otro de las fronteras fueron aumentando los desengaos y amarguras. A este lado del Rhin reconocieron muy pronto que Francia, por medio de la Comisin de Reparaciones que era controlada por ella, pretenda conservar, durante el mayor tiempo posible, a Alemania como un pas tributario y, por este motivo, insista en la responsabilidad en la guerra de su vecino pas, a pesar de que los historiadores ms serios, en todo el mundo, la haban desechado ya. Los franceses teman que Alemania pudiera liberarse de sus obligaciones jurdicas. Mientras que Francia logr imponer duras medidas contra el Reich, se fue transformando la poltica de las reparaciones en una feroz guerra comercial. Las impresionantes cantidades que Alemania deba pagar, fueron hechas efectivas gracias a los emprstitos americanos y a la inflacin. Este fue el origen del tristemente clebre Dumping, que obstaculiz tan vivamente la reconstruccin de la economa mundial, que provoc la crisis del ao 1929 y prepar el camino a la revolucin social.

    Los franceses no podan actuar de otro modo frente a Alemania, pues Francia haba accedido a apartarse de su verdadero objetivo en la guerra, la completa desmembracin del Reich, y se haba tenido que conformar, bajo la presin de los anglosajones, con situar la frontera en el Rhin, a base de que los Estados Unidos y la Gran Bretaa le garantizaran la seguridad, pero ni los Estados Unidos ni la Gran Bretaa le haban dado esta importante garanta, dado que una mayora del Senado americano se negaba a ratificar los acuerdos de paz de Pars. Los Estados Unidos se retiraron de Europa, as como Inglaterra que, desde la guerra, llevaba a cuestas una pesada carga de deudas y rehua todo compromiso militar en el Continente. Por este motivo, incumba la posicin de hegemona nica y exclusivamente a Francia. Pero tambin en el Quai d'Orsay se daban cuenta de lo absurdo de esta situacin. Los estadistas franceses saban que Alemania, a pesar de la terrible derrota que haba sufrido, contaba con veinte millones ms de habitantes que Francia, y en estas circunstancias, Clemenceau y Poincar haban de temer la venganza alemana, del mismo modo que Bismarck, despus del ao 1871, haba temido la venganza francesa.

    Pero, a diferencia del canciller alemn, que gracias a su hbil poltica haba sabido aislar a los franceses, Francia no vea por ningn lado a la gran potencia con la que pudiera contar como aliada en plan de igualdad. Los tratados militares firmados en 1920 y 1921 con Bruselas, Varsovia y Praga representaban un dbil sustituto de la vieja Entente. E incluso podan resultar perjudiciales para Francia, dado que los problemas fronterizos y de minoras de estos pases del centro de Europa eran sumamente

  • delicados, y Praga, y temporalmente tambin Varsovia, formaban parte de una Pequea Entente, lo que les proporcionaba nuevas obligaciones frente a otros dos Estados sucesores del antiguo Imperio de los Habsburgo, es decir, Yugoeslavia y Rumania. Si el Reich alemn y Rusia volvan a ocupar el puesto que les corresponda, teniendo en cuenta su nmero de habitantes, su situacin geogrfica y su potencial econmico, entonces la existencia de los aliados orientales de Francia sera sumamente dudosa y su propia posicin de hegemona completamente insostenible.

    Estas perspectivas haban de resultar insoportables para los franceses. Y, por este motivo, se lanzaron a la gigantesca empresa de debilitar al mismo tiempo a Alemania y a Rusia. Francia no solamente estimul el separatismo renano, las rencillas internas en Baviera y las acciones armadas en las regiones fronterizas de Alemania, sino que aument sus exigencias en lo que haca referencia al pago de las reparaciones y prohibi la unin de Austria y Alemania. Al mismo tiempo apoyaba el general Maxime Weygand en la lucha de los polacos contra el Ejrcito Rojo, mientras que la Flota francesa pona rumbo a Odesa para intervenir en la guerra civil rusa. Pero esta poltica de largo alcance proporcion un grave desengao. Como consecuencia de las pretensiones econmicas francesas a Alemania, se estableci un primer contacto entre Berln y Mosc, el Tratado de Rapallo (1922). Irritada por sus fracasos, Francia se lanz a acciones armadas como, por ejemplo, la ocupacin de la regin del Ruhr (1923). Un momento de respiro concertado por Briand y Stresemann, no dur mucho tiempo. El espritu de Locarno revivi muy pronto los antiguos recelos.

    La inseguridad de Francia era aumentada tambin por la forma de proceder tan arbitraria de los italianos y japoneses. Estas dos naciones haban participado en la lucha contra las Potencias centrales y, sin embargo, no queran figurar como puntos de apoyo del nuevo orden mundial. En primera instancia, entre estos dos pases y los pases recin vencidos no exista una enemistad profundamente enraizada y, en segundo lugar, se consideraban a s mismos como vencidos, dado que sus antiguos aliados no estaban dispuestos a pagar el precio de su intervencin en el conflicto armado. Italia slo recibi, durante la Conferencia de la Paz, en Pars, el Tirol meridional, Trieste, Istria y la regin alrededor de Zara, el Japn la mayor parte del archipilago de Bismarck. Otras regiones que ya haban sido ocupadas, como, por ejemplo, Fiume y Albania, respectivamente, Tsingtao y los ferrocarriles chino orientales, deban ser nuevamente evacuadas.

    A Italia le fue negada la solucin del Adritico, tan importante para este pas en cuanto a su seguridad y poder. No fue autorizada a ocupar cabezas de puente en las costas dlmato-albanesas, y tampoco tuvieron en cuenta los deseos coloniales italianos, a pesar de que Italia contaba con pocos recursos en lo que se refiere a materias primas, y debido a su elevado ndice de nacimientos presentaba con sus cincuenta mil emigrantes, la cuota ms elevada de emigrantes en toda Europa. Mientras que Inglaterra y Francia hacan que la Sociedad de las Naciones les confiara la administracin de las antiguas colonias alemanas en frica y, de restos del Imperio otomano, las provincias de Palestina y Siria como territorios mandatarios, Italia, que era el pas ms necesitado, apenas recibi nuevos territorios para destinar a los mismos el excedente de su poblacin.

    Al igual que Italia, el Japn tambin sufri un gran desengao. Durante la guerra haban concertado los Estados de la Entente y el Japn, tratados secretos que reconocan sus intereses especiales en el Lejano Oriente. Pero apenas termin la guerra, los

  • Estados Unidos e Inglaterra empezaron a discutir las concesiones que haban hecho. Los anglosajones exigieron para China el principio de puerta abierta, y Amrica prohibi al Japn intervenir en contra de los bolcheviques en el ao 1920. En el ao 1922, el Imperio nipn se vio obligado incluso a firmar un tratado de limitacin de potencial naval cuyas ventajas slo quedaban del lado de los angloamericanos.

    Todo esto defraud al Japn, puesto que la conquista del continente chino y su proteccin mediante una fuerza naval representaba la condicin previa de su expansin econmica. Dado que el exceso de poblacin en las islas japonesas amenazaba con adquirir proporciones catastrficas, el Imperio nipn precisaba de una floreciente industria, de un seguro suministro de primeras materias y de mercados. El Japn careca de las divisas necesarias para la compra de vveres y materiales. Mientras Europa, la Mancomunidad britnica y los Estados Unidos se refugiaban contra los baratos artculos de exportacin tras los muros arancelarios, el mercado chino quedaba cerrado debido a las convulsiones internas y las guerras civiles, la economa nipona se vea amenazada a morir por asfixia. El Japn deba sucumbir o pacificar la China.

    La Primera Guerra Mundial dej muchos problemas sin resolver, y a cada momento que pasaba podan conducir a nuevos y graves conflictos, sin que este latente peligro pudiera ser contrarrestado por un equivalente equilibrio de fuerzas. En lugar del poids et contrepoids, no haba sido creado un orden mejor. En vano se esforz la Sociedad de las Naciones en conseguir un estado de paz y armona entre aquellos Estados y aquellos pueblos que se odiaban. Pero sus bienes liberales y humanitarios no bastaban para domar las fuerzas masivas del siglo XX. La Sociedad de las Naciones haba de fracasar, necesariamente, tan pronto como los pases vencidos, o aquellos que se sentan engaados, renacieran con nuevas energas y se lanzaran a hacer poltica de gran potencia de estilo propio.

    L O S M O T I V O S

    La era de las masas transform a los seres humanos. La peligrosa densidad de las ciudades industriales, los procesos de trabajo mecanizado provocaron nuevas costumbres y conceptos de la vida. La guerra haba acostumbrado a millones de hombres y mujeres a unas formas de vida muy severas, pero fueron precisamente los nuevos mtodos de organizacin los que ms poderosamente influyeron sobre los ejrcitos de obreros industriales y pequeos empleados. El derecho de voto, ampliado nuevamente durante los aos 1917 a 1919, haba aumentado la influencia poltica de estos estratos sociales. A izquierda y derecha de los partidos burgueses surgieron movimientos radicales cuyo sueo era un Estado poderoso para facilitar la organizacin planeada de un nivel de vida en continuo aumento. Los demagogos del siglo XX, los fanticos del poder, se comportaban como Lenin y Stalin en sus manifestaciones marxistas o hacan gala, al estilo de Mussolini e Hitler, de un nacionalismo intransigente.

    Bajo la presin de las masas fue cediendo la democracia de la pequea burguesa. Sus fundamentos liberales y sus principios jurdicos fueron expuestos a graves pruebas. Los partidos del centro de la burguesa se fueron reduciendo, mientras que los grupos radicales conquistaban cada vez mayor nmero de entusiastas partidarios. Aqu y all lograban concertarse compromisos que hacan posible, en el marco de las constituciones

  • an vigentes, proceder a implantar una economa dirigida, programas de beneficencia y gigantescos procesos de trabajo. Pero lo ms frecuente era que las masas obreras conquistaran el poder sin haberse podido conseguir antes esta situacin de equilibrio. Surgieron los Estados totalitarios, dirigidos por hombres fuertes y partidos unificados que hacan gala de una disciplina militar y que pronto abarcaron todos los campos de la vida pblica tratando de rejuvenecer a sus pueblos. Una hbil propaganda junto con un frreo control policaco y una disciplina militar hizo que estas nuevas ideas ganaran una poderosa fuerza de accin.

    Sea como fuere, la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias social-econmicas se revelaron como las condiciones previas de la revolucin. Despus del hundimiento del zarismo, Rusia cay en manos del bolchevismo de Lenin (1917). Pocos aos ms tarde Mustaf Kemal Pasch fund la moderna Turqua (1921); y Benito Mussolini emprenda con sus fascistas la marcha sobre Roma (1921), Polonia era gobernada por el mariscal Jozef Pilsudski (1926), Lituania fue regentada por Augustin Voldemaras (1926), Portugal fue testigo de la subida al poder de Oliveira Salazar (1928 a 1932), mientras Espaa oscilaba todava entre una dictadura militar y un sistema de gobierno anarcosindicalista. Casi todos los Estados del sureste de Europa volvieron a la monarqua. El Japn, bajo los violentos esfuerzos para asegurarse sus derechos e inversiones en China, cobr unas caractersticas muy autoritarias (1929 a 1937).

    En parte, estos cambios se deban a la crisis econmica mundial que desde 1929 prepar el camino a una segunda ola de regmenes dictatoriales. Las revoluciones en el Brasil (1930) y en China (1932), la cada de Alfonso XIII, en Espaa (1931); la regencia de un solo partido de los jefes de Gobierno en Hungra y Austria (1932 a 1933), en Estonia y Letonia (1934), y el nombramiento del nuevo canciller alemn Adolfo Hitler (1933), tienen su origen en aqulla. Y tampoco Francia, los Pases Bajos, Blgica e Irlanda eran ajenas a estos cambios, e incluso los Estados Unidos de Amrica experimentaron, durante la Administracin de Franklin Delano Roosevelt, a partir del ao 1933, un profundo cambio, representando en Huey Long, el gobernador de Luisiana, el tpico demagogo y dictador.

    Todos los grandes Estados autoritarios de la postguerra pecaron conscientemente contra los principios liberales de los Tratados de Pars. La Unin Sovitica se neg a reconocer una serie de obligaciones del Imperio zarista. Miguel Primo de Rivera anunci que Espaa se separaba de la Sociedad de las Naciones cuando sta apoy protectora su mano sobre Tnger. Italia se vio enfrascada en nuevos conflictos con Albania, Korf y el Dodecaneso con Grecia, y a partir del ao 1925 se lanz al reparto de Abisinia como zona de influencia nacional. Japn hizo caso omiso del Acuerdo naval de Washington, conquist la regin de Jehol y la Manchuria, de la cual cre posteriormente un Estado vasallo: el Imperio de la Manchuria. Bast una protesta de la Liga de Ginebra para que el Japn se desentendiera definitivamente de esta institucin.

    En tales circunstancias, la subida al poder de Hitler no fue tomada, en un principio, muy en serio o de forma trgica por gran nmero de personas. Desde 1919 estaban acostumbradas a otras situaciones mucho peores. El apasionado odio que predicaban los nacionalsocialistas contra Versalles, no poda impulsar a ninguna intervencin por parte de los vecinos de Alemania. Algunos se decan que ya haban sido superados los peores inconvenientes e injusticias del Dictado de paz despus de haber conseguido los estadistas de la Repblica de Weimar algunas importantes revisiones, como, por ejemplo, el ingreso de Alemania en la Sociedad de las Naciones, el prematuro fin de la

  • ocupacin, un acuerdo sobre las reparaciones y el fundamental reconocimiento de los derechos de igualdad alemanes. El nuevo canciller del Reich afirmaba incesantemente sus deseos de paz y esto influy, de un modo muy favorable, en los crculos liberales y conservadores de la Gran Bretaa. Todo daba a entender que sera posible llegar a un entendimiento en gran escala. Alemania, la Gran Bretaa, Francia e Italia se comprometieron mutuamente a colaborar en el marco de la Sociedad de las Naciones y del Tratado de Locarno (1933).

    El hecho de que las potencias occidentales, a pesar de este acuerdo y de haber sido reconocida fundamentalmente la igualdad de derechos de Alemania ya en el ao 1932, limitaran el rearme de Alemania cuando slo haban pasado algunos aos y no quisieran comprometerse en este sentido en Ginebra, proporcion a Hitler el pretexto para abandonar la Sociedad de las Naciones. Sin embargo, quedaba abierta todava la puerta para futuras negociaciones. El canciller del Reich propona la supresin de determinadas armas ofensivas y unos controles de inspeccin, pero Pars y Londres ya no lograban ponerse de acuerdo para actuar sobre una misma lnea. Algunos ingleses se tranquilizaron cuando Hitler afirm que pensaba aumentar las fuerzas armadas alemanas de cien mil a solamente trescientos mil hombres, e incluso crean ver en la nueva Alemania una defensa contra el peligro bolchevique. En cambio, el ministro de Asuntos Exteriores francs, Louis Barthou, insista en mantener la posicin de hegemona de su pas. En lugar de aceptar la palabra de Hitler, acus a Alemania de haber violado el Tratado de Versalles. Las consecuencias de su note verbale fue el fin de las negociaciones que se estaban celebrando. Desde aquel momento, Hitler se rearm sin control de ninguna ndole.

    Mientras tanto, y preocupado por el robustecimiento del Reich, Barthou se lanz a una activa poltica en el Este. Pretenda cercar a Alemania, tal como ya haba ocurrido entre los aos 1894 a 1914 por el tratado militar entre Francia y Rusia, pero esta vez englobando a otros Estados. Pero Hitler hizo fracasar los intentos franceses. El Tratado de No Agresin y Amistad que firm con el Gobierno de Pilsudski impidi a los polacos ceder a los soviets la libertad de movimientos militares en su regin. Sin la posibilidad de un avance libre de obstculos del Ejrcito Rojo hasta la frontera oriental de Alemania, el Pacto de ayuda mutua francosovitico firmado en mayo de 1935, despus del ingreso de Mosc en la Sociedad de las Naciones, no ofreca grandes ventajas. Este Pacto aument la inseguridad entre los Estados de Europa oriental y proporcion un nuevo pretexto a Hitler para librarse de las limitaciones que en cuestiones de armamento haban sido impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles e implantar nuevamente el servicio militar obligatorio en Alemania.

    Pero an mucho ms efectivo que el Pacto de ayuda mutua francosovitico fue el Frente de Stresa. Francia, la Gran Bretaa e Italia se haban comprometido, en abril de 1935, a oponerse a la firma de un tratado bilateral. Pero dos meses ms tarde firmaba la Gran Bretaa, con gran enojo por parte de los franceses, un Tratado naval con Hitler que, hasta cierto punto, permita el rearme de las fuerzas navales alemanas y confirmaba, aunque en silencio, el fin del Tratado de Versalles. Poco tiempo despus, Mussolini mand a las tropas italianas ms all de las fronteras de Abisinia. Previamente, haba sido informado de esta accin el ministro de Asuntos Exteriores francs, Pierre Laval, que no haba hecho ninguna objecin. Sin embargo, tanto Francia como la Gran Bretaa se unieron a las sanciones contra Italia. La consecuencia fue un primer contacto entre Mussolini e Hitler, puesto que los italianos slo podan vencer en

  • Abisinia si Italia contaba con el suministro de determinadas materias primas de un Estado independiente, como era Alemania.

    La desunin entre las potencias occidentales y la guerra de Abisinia allanaron el camino a Hitler para sus nuevos xitos en la poltica exterior. Despus del hundimiento del Frente de Stresa, ahora poda, impunemente, declarar caducados los Tratados de Locarno. El 7 de marzo de 1936, Hitler mand a las tropas alemanas a ocupar la zona desmilitarizada de la regin renana. La consecuencia fue una ola de indignacin en Francia y durante algn tiempo todo dio a entender que Pars adoptara medidas militares. Comenzaron las conversaciones entre los Estados Mayores francs, ingls y belga. Pero, finalmente, Londres calm aquellos nimos tan excitados. La Gran Bretaa no deseaba ni una nueva Entente Cordiale ni participar tampoco en sanciones financieras o econmicas dictadas por la Sociedad de las Naciones contra Alemania.

    No cabe la menor duda de que el ao 1936 fue el momento culminante en la carrera de Hitler. Con gran habilidad se haba librado de algunas de las cadenas del Tratado de Versalles y proporcionado nuevamente a Alemania un lugar destacado en el concierto de las naciones. A pesar de su forma de actuar, eran muchas las personalidades extranjeras que le expresaban su respeto, mientras que Hitler slo senta desdn hacia las formas de gobierno occidentales. No crea que Francia e Inglaterra pudieran representar un serio obstculo para sus futuros planes. Albergaba ya nuevos proyectos de gran alcance. El llamado Protocolo de Hossbach, el resumen de las declaraciones expuestas por Hitler a sus ms ntimos colaboradores el 5 de noviembre de 1937, pero que no fueron conocidas hasta despus de terminada la Segunda Guerra Mundial, revelan claramente cules eran sus intenciones: la conquista de espacio vital para albergar a ochenta y cinco millones de alemanes... como mximo de 1943 a 1945. Hitler anunci que esta solucin de la cuestin alemana slo poda conseguirse por la violencia y corriendo graves riesgos. Al mismo tiempo, afirmaba que era necesario atacar esta cuestin por urgentes consideraciones econmicas.

    Que la situacin econmica de Alemania, a pesar del sorprendente auge que haba tenido lugar a partir de 1933, fuera juzgada de forma tan pesimista por Hitler, arroja una luz muy peculiar sobre la situacin antes de la guerra. Prcticamente se haba conseguido para el Reich alemn, merced a las osadas medidas dictatoriales en su poltica de divisas, sus programas de lucha contra el. paro obrero, el intercambio de mercancas con los pases de ultramar y el rearme, slo un breve momento de respiro. El gran problema de la existencia, que pesaba desde fines del siglo XIX para todos los pases con aumento de la natalidad e industria, no haba sido tampoco resuelto en Alemania. El pueblo alemn se alimentaba slo en una mnima parte de su propia agricultura, pues su fuente ms importante de ingresos era su industria, y sta precisaba de una serie de primeras materias que no se producan en el pas. Alemania, por tanto, se vea en la necesidad de importar tanto productos alimenticios como primeras materias, para cuya adquisicin no contaba con suficientes divisas internacionales.

    Para Hitler la eliminacin de todas las dificultades estaba en la cuestin del espacio vital. Ya en anteriores ocasiones se haba manifestado en este sentido y declarado contrario a la conquista de territorios tropicales, puesto que, en su opinin, las colonias alemanas estaban en el Este. Este modo de pensar no fue obstculo, sin embargo, para que ordenara a Hjalmar Schacht y a otros, que iniciaran contactos diplomticos con relacin a las antiguas colonias germano-africanas, y a fines del ao

  • 1937 habl incluso personalmente con el ministro de Asuntos Exteriores ingls para la devolucin de las antiguas colonias alemanas. En lo que hace referencia a Austria y Checoeslovaquia, situadas ambas en el Este y que eran consideradas por Hitler como territorio de expansin, su incorporacin al espacio vital alemn era slo condicionada, ya que estas dos Repblicas estaban densamente pobladas y padecan sus propios problemas econmicos que eran muy semejantes a los alemanes. La reunificacin de Austria con el Reich era, desde ya haca muchas dcadas, el ansiado sueo de todos los nacionalistas alemanes.

    El hecho de que Hitler declarara, el 5 de noviembre de 1937, que Austria y Checoeslovaquia eran los primeros objetivos para la solucin del problema del espacio vital, se debi principalmente a una serie de consideraciones estratgicas. La anexin de Austria representaba el cerco de Bohemia y esto deba ayudar a la futura eliminacin de la Repblica checoeslovaca. De estos dos pasos, para Hitler, en el conjunto de sus planes, el ms importante era poner fin a la independencia del Estado checoeslovaco. Checoeslovaquia, que estaba aliada con Francia y la Unin Sovitica, penetraba como un portaaviones enemigo en territorio alemn, en donde, con. su sola presencia, dificultaba la posicin de gran potencia del Reich y forzosamente haba de representar un obstculo en toda futura expansin hacia el Este.

    Los planes de Hitler eran tan osados que casi todos los hombres ante los que habl el 5 de noviembre de 1937, expusieron graves objeciones. A los ojos de los antiguos diplomticos profesionales y los generales, Alemania, que slo se haba rearmado de un modo deficiente, no poda atreverse a iniciar ningn conflicto. Adems, la, al parecer, favorable evolucin de la situacin en la poltica mundial, no permita unas predicciones seguras. Es cierto que la guerra civil espaola, que empez en el ao 1936, haba proporcionado la creacin del Eje Berln-Roma, un mayor acercamiento entre Alemania e Italia, y an ms el Pacto Antikomintern firmado pocas semanas ms tarde (25 de noviembre de 1936) con el Japn, que desconcert profundamente a la Unin Sovitica y al mundo occidental. Sin embargo, todo el mundo dudaba de que Mussolini, que se haba erigido en el protector de Austria, permaneciera cruzado de brazos cuando Hitler pretendiera anexionarse este pas. En lo que hace referencia a Francia y la Unin Sovitica, no estaban ms mezclados en la guerra espaola de lo que estaban Alemania e Italia y, por tanto, estaban en disposicin de hacer honor a sus compromisos con Praga.

    Despus de haber destituido Hitler a todas aquellas personalidades que, el 5 de noviembre de 1937, haban presentado objeciones a sus planes y haber nombrado a Joachim von Ribbentrop en lugar de Neurath como nuevo ministro de Asuntos Exteriores alemn, conquist nuevos y relevantes xitos en su poltica exterior. El 11 de marzo de 1938, las tropas alemanas ocupaban, bajo el jbilo de los austracos, la Repblica vecina, sin que Italia interviniera. Poco despus, Berln apoyaba ciertas reclamaciones del Partido de los sudetas alemn, a lo que Checoeslovaquia contest, ordenando la movilizacin, y el jefe de Estado checoeslovaco, Eduardo Benes, lleg a irritar lo indecible a Hitler con su obstinacin. Se revel claramente que las potencias europeas no estaban dispuestas a ir a una guerra a causa de los sudetas. Y por lo que respecta a una intervencin rusa, sta slo tendra lugar si, al mismo tiempo, Francia ayudaba a Checoeslovaquia y Polonia y permita el paso de las tropas rusas por sus territorios de soberana. Pero tambin Varsovia presentaba reclamaciones sobre territorios checoeslovacos. Los franceses, que tenan pleno conocimiento de las

  • limitaciones de su sistema de pactos con el Este, se sentan muy pesimistas. El primer ministro ingls, Neville Chamberlain, se apresur a aplacar las iras de Hitler.

    Fue salvada una vez ms la paz, cuando Chamberlain consigui que el jefe del Gobierno italiano actuara de intermediario, e Hitler se declar dispuesto a celebrar una conversacin en Munich, entre el 29 y el 30 de setiembre de 1938, con Chamberlain, el presidente del consejo de ministros francs, Edouard Daladier, y Benito Mussolini. El espritu de conciliacin de las democracias occidentales alcanz all su punto culminante. Sin permitir la intervencin de los delegados checoeslovacos, los participantes en la conferencia decidieron ceder todas las regiones de los sudetas alemanes al Reich. Alemania haba de garantizar las fronteras de la Checoeslovaquia mutilada, tan pronto como hubieran sido satisfechas igualmente las reclamaciones territoriales de Polonia y Hungra sobre la Repblica checoeslovaca. De esta forma se logr impedir que Hitler destruyera toda Checoeslovaquia, pero ahora resultaba evidente que este Estado nacido de la Primera Guerra Mundial, caminaba a pasos agigantados hacia su desintegracin total. La Pequea Entente dej de existir prcticamente desde aquel momento. Hungra se libr de las cadenas de Triann, y no par hasta que el Gobierno de Praga le cedi importantes franjas de terreno, y Polonia ocup la regin de Teschen.

    Cuando Chamberlain regres a Inglaterra estaba convencido de que el Pacto de Munich representaba la paz en nuestros tiempos, pero no todos los ingleses compartan este optimismo. Winston Churchill, Anthony Eden y Duff Cooper elevaron sus voces y exigieron un rpido rearme. Tambin Daladier calific, en sus conversaciones con el embajador americano William C. Bullit, el Pacto de Munich como una grave derrota a la que seguiran nuevos avances del canciller alemn. Graves recelos, e incluso medidas de seguridad militar, fueron tomadas, cuando a fines del mes de octubre circularon rumores sobre preparativos de ataque alemanes contra Ucrania. El desencadenamiento de un progrom contra los judos, el 9 de noviembre, y la indignacin no disimulada de Hitler contra la continuacin de una Repblica checoeslovaca, fueron nuevos signos de alarma. El ministro de Asuntos Exteriores italiano, Galeazzo Ciano, reclam, en un discurso en el Senado, la cesin de Djibuti, Tnez, Niza y Crcega por parte de Francia.

    En tales circunstancias, la visita que realiz Joachim von Ribbentrop a principios de diciembre de 1938 a Pars, no poda contar con perspectivas favorables. El ministro de Asuntos Exteriores del Reich expuso su intencin de llegar a un entendimiento global, pero se present con las manos vacas, exigiendo adems, nuevas concesiones a los franceses, duramente afectados ya por el resultado del Pacto de Munich: Francia haba de declarar que no estaba interesada en el este de Europa y apoyar la devolucin de las colonias alemanas. El ministro de Asuntos Exteriores francs, Georges Bonnet, no permiti en ningn momento la discusin de estos temas, y las negociaciones acabaron con una vaga declaracin. Las dos partes declararon que el curso de las fronteras entre Francia y Alemania era definitivo y convinieron, a reserva de sus... relaciones con terceras potencias, consultarse mutuamente.

    Este mismo acuerdo de consultarse mutuamente, ya haba sido tomado tambin el 30 de noviembre entre Hitler y Chamberlain. A pesar de ello, fue aumentando el recelo de Occidente. Francia y la Gran Bretaa se vean obligadas continuamente, por culpa de la poltica exterior de Hitler, a hacer frente a las ansias de hegemona germano-italianas, sobre todo en Espaa. A pesar de que la gran masa de los voluntarios alemanes e

  • italianos ya haban abandonado este pas, el general Franco segua logrando victorias. Los republicanos lograron hacerse fuertes en Madrid y en las regiones de Levante. Por miedo a que la Espaa falangista pudiera convertirse en un nuevo aliado de las Potencias del Eje, cambiaron Pars, Londres y Mosc de rumbo. Francia se desentendi por completo del presidente del consejo de ministros Juan Negrin, al que haba apoyado hasta aquel momento, y mand a su hroe nacional, el mariscal Philippe Ptain, como embajador especial al Cuartel general de Franco. Igualmente, la Gran Bretaa rompi sus relaciones con el Gobierno de Valencia, y Stalin puso fin al suministro de armas a la Espaa roja.

    La consecuencia inmediata de estas decisiones fue el hundimiento del rgimen republicano en Espaa. Posteriormente, la Gran Bretaa, debido a esta jugada hecha a tiempo, logr influir en el curso de la guerra durante los aos 1940 a 1943. Sin embargo, el punto de gravedad de la poltica internacional continuaba en el Este, en donde Hitler apresuraba la desintegracin de la Repblica checoeslovaca procurando, al mismo tiempo, destruir el prestigio de Francia e Inglaterra.

    Desde la Conferencia de Munich los eslovacos y los carpatoucranianos, que continuaban bajo el dominio de los checos, se haban dirigido repetidas veces a Hitler solicitando su ayuda. Poco despus, Hungra present nuevas reclamaciones territoriales que fueron apoyadas por Polonia. Alemania estimul en todo momento estas reclamaciones. El 14 de marzo de 1939, proclam un grupo de revolucionarios la independencia de Eslovaquia, mientras que las tropas hngaras ocupaban, despus de corta lucha, la Carpato-Ucrania. Pocas horas ms tarde firmaban el jefe de Estado checoeslovaco y su ministro de Asuntos Exteriores, a instancias de Hitler, una declaracin en la que ponan el destino del pueblo y pas checo confiadamente en manos del Fhrer del Reich alemn. La Repblica checoeslovaca fue eliminada sin la menor resistencia. Al da siguiente, Hitler cre, con sus fragmentos, el Protectorado de Bohemia y Moravia, cuya administracin, economa y poltica exterior fue dirigida por Alemania.

    El fin de Checoeslovaquia signific un golpe terrible para las democracias occidentales. A los sentimientos de duda y arrepentimiento, que haban ensombrecido la opinin pblica desde la Conferencia de Munich, se aada ahora la certeza absoluta de que Hitler se haba lanzado a planes imperialistas. El Rubicn haba sido cruzado y Alemania no haba cumplido sus promesas de consulta con Francia y la Gran Bretaa. El golpe de Praga no estaba, en modo alguno, en consonancia con el principio de autodeterminacin de los pueblos que haba sido proclamado tan solemnemente durante la crisis de los sudetas. En contra de sus repetidas declaraciones de querer eliminar, nica y exclusivamente, las injusticias de Versalles, pero jams menguar los derechos vitales de otras naciones, Hitler ocupaba ahora un pas no alemn, con los seis millones y medio de habitantes, enemigos fundamentalmente de su rgimen.

    Este cambio de rumbo en la poltica alemana, representaba una derrota personal de los jefes de Gobierno de la Gran Bretaa y de Francia. No slo a los ojos de sus enemigos polticos, sino tambin a la vista de muchos observadores neutrales, aparecan ahora como unos fracasados y los principales culpables de que un pueblo inocente cayera vctima de los manejos de Hitler. Chamberlain y Daladier no podan, en modo alguno, continuar el camino que haban iniciado en Munich. Hitler estaba en un profundo error cuando el 18 de marzo declar, en el castillo del Hradschin, en Praga, que a los quince das ni una sola persona hablara ya de la desmembracin de

  • Checoeslovaquia. Chamberlain pronunci un discurso en Birmingham que significaba el fin de la poltica inglesa tal como haba sido llevada hasta aquel momento y anunci nuevos contactos internacionales destinados a mejorar las condiciones de seguridad. El 20 de marzo, el ministro de Asuntos Exteriores britnico, lord Edward Halifax, declar en la Cmara de los Comunes: El Gobierno de Su Majestad, en ningn momento ha dejado de sacar las debidas consecuencias de los ltimos acontecimientos....

    Mientras tanto, Hitler reforzaba el recelo ya existente. Inmediatamente despus del golpe de Praga coloc en un primer plano la cuestin del pas de Memel y el problema de Danzig. En otro momento esta medida no hubiera afectado en lo ms mnimo el estado de nimo de las potencias occidentales. En amplios crculos de la opinin pblica mundial, se hablaba de las grandes injusticias que se haban cometido cuando en el ao 1923 grupos de voluntarios armados haban invadido el pas de Memel y lo haban anexionado al Estado lituano, y consideraban igualmente como una grave injusticia el desprecio hacia el derecho de autodeterminacin de los cuatrocientos mil alemanes que residan en Danzig que, a partir del ao 1919, haba sido declarada Ciudad Libre, una organizacin estatal sumamente compleja. Pero como consecuencia de la ocupacin de Bohemia y Moravia ya nadie crea, sinceramente, que la intencin de Hitler fuera libertar a las minoras alemanas. Numerosos observadores ya contaban con medidas para la sumisin de Lituana y Polonia y en donde Memel y Danzig representaran el mismo papel que algunos meses antes el pas de los sudetas.

    La proteccin y garanta de los derechos de las minoras raciales alemanas, ms all de las fronteras del Reich, eran, de rigor, para la poltica exterior de Hitler slo conceptos de importancia tctica. Cuando as lo consideraba conveniente en la firma del Pacto de No Agresin germano-polaco (1934) y el Eje Berln-Roma (1937), haba renunciado en silencio a las mismas. Y tambin en lo que hace referencia al pas de Memel y la ciudad de Danzig deban someterse los puntos de vista de la poltica nacional a otros objetivos ms amplios y superiores. Momentneamente, Hitler no pensaba en una liquidacin de Lituania y Polonia. A diferencia de Checoeslovaquia, que acababa de ser desintegrada y que haba estado aliada desde el punto de vista militar con la Unin Sovitica, estas dos Repblicas representaban una zona neutral entre Alemania y los bolcheviques. Esta zona deba servir de campo de despliegue para cuando Hitler iniciara su cruzada contra los soviets tal como repetidamente haba expuesto a los polacos. Polonia podra actuar entonces de aliado alemn. Cualquier divisin polaca le haba declarado Hitler al embajador Walter Hewel tiene para m el mismo valor de una divisin alemana....

    La artificiosa fraternidad entre Alemania y Polonia haba empezado paulatinamente a cambiar de signo desde el 24 de octubre de 1938. Por aquel entonces, el embajador polaco, Jozef Lipski, se haba trasladado a Berchtesgaden para recibir, de manos de Ribbentrop, una serie de proposiciones que representaban, por as decirlo, el precio de la participacin de Polonia en la desmembracin del antiguo Estado checoeslovaco y prevean una estrecha colaboracin entre los dos Gobiernos. Se trataba, como seal Ribbentrop, de una solucin global. Polonia deba dar su consentimiento al regreso de Danzig a la patria, aceptar una va de comunicaciones extraterritorial entre el llamado Corredor y entrar a formar parte del Pacto Antikomintern. Estos deseos tenan que aparecer como una moderada reanudacin de los objetivos del ministro de Asuntos Exteriores alemn Gustav Streseman. Polonia observ que Hitler no haca mencin de la Alta Silesia, ni de Possen y que le garantizaba un libre acceso al mar.

  • A pesar de ello, la solucin global no fue del agrado del Gobierno polaco. Crea no poder renunciar a los derechos especiales sobre el territorio de soberana de Danzig debido a la actitud chauvinista de algunos amplios crculos de su propio pas. Varsovia tema, adems, las consecuencias de una alianza demasiado ntima con Alemania. No caba la menor duda de que el ingreso en el Pacto Antikomintern comprometa a Polonia a los ojos de los gobernantes en el Kremlin. En el caso de una guerra entre Alemania y la Unin Sovitica se convertira en el botn de los bolcheviques o haba de depender, atado de manos y pies, de Hitler. Y en cualquiera de los dos casos, esto iba en contra de los intereses nacionales polacos. El ministro de Asuntos Exteriores polaco, coronel Jozef Beck, rechaz, por tanto, las proposiciones de Ribbentrop. Slo con grandes dificultades logr el embajador alemn, Hans Adolf von Moltke, concertar el 5 de enero una entrevista entre Beck e Hitler, y tres meses ms tarde, la correspondiente devolucin de visita del ministro de Asuntos Exteriores del Reich, en Varsovia.

    La negativa polaca se hizo ms firme an despus del golpe de Praga, motivada tambin por el ms rpido entendimiento entre Alemania y Lituania. El trato de que haba sido objeto el ltimo jefe de Estado checoeslovaco hizo temer a Beck durante sus entrevistas en Berln, ya que en las mismas, Hitler amenaz con la guerra y con mandar sus tropas a Danzig. Polonia haba de temer igualmente que Alemania apoyara las reclamaciones de Lituania sobre la regin de Vilna, que haba sido ocupada por los voluntarios polacos. Cuando Hitler, el 21 de marzo de 1939, apenas transcurridas veinticuatro horas de la firma del tratado germanolituano para la devolucin de la regin de Memel, repiti, en un ultimtum sin plazo, las proposiciones de Ribbentrop a Polonia, el Gobierno de Varsovia procedi a una movilizacin parcial de sus fuerzas armadas. El 26 de marzo, Beck rechaz, de forma definitiva, las pretensiones alemanas y cuatro das ms tarde, Varsovia acept las declaraciones de garanta de Londres y Pars, lo que inst a Hitler a despachar instrucciones secretas a la Werhmacht para el Caso Blanco: el ataque contra Polonia.

    Los frentes adquirieron unos contornos ms claros. Llama especialmente la atencin que Inglaterra, a diferencia de su poltica anterior a la Primera Guerra Mundial, ya se comprometiera, de un modo tan prematuro, con su garanta a Polonia y colocara en manos de Varsovia la decisin final. Lo mismo ocurra quince das despus, a favor de Rumania y Grecia. Lo que ms despert la atencin, mientras tanto, fue la implantacin del servicio militar obligatorio. Los ingleses ya lo haban implantado durante los aos 1916 a 1918, pero en tiempo de paz siempre haban considerado innecesario el servicio obligatorio. Los laboristas, que estaban en la oposicin, los sindicatos y los grupos religiosos protestaron airadamente contra la decisin del Gobierno Chamberlain. Pero cuando el proyecto del Gobierno se convirti en ley, desapareci la oposicin y la Gran Bretaa present un cuadro de firme decisin que hubiese debido prevenir a Hitler.

    Se hizo evidente la poltica de contencin inglesa, apoyada en secreto por Franklyn Delano Roosevelt. El presidente americano albergaba, desde haca tiempo, la sospecha de que el Pacto Antikomintern contena una clusula secreta que estimulaba al Japn, sin temor ya a las amenazas de intervencin rusa, a lanzarse de nuevo a la guerra contra China en perjuicio evidente de los intereses de los Estados Unidos en el Lejano Oriente. Segn informes fidedignos facilitados por el embajador americano Joseph C. Grew, desde Tokio, el Pacto Antikomintern haba de ser transformado muy pronto en una autntica alianza militar entre el Japn, Alemania e Italia. En este caso, Amrica se

  • enfrentaba con un aislamiento que Roosevelt consideraba muy peligroso. Por este motivo, decidi actuar. Despus que los envos de material americano a China haban frenado ya el avance de los japoneses, Roosevelt busc otros medios y caminos para limitar las posibilidades de agresin de Hitler y Mussolini.

    Un acta de neutralidad del ao 1935 y la mayora en el Congreso, impidieron al presidente un apoyo directo a la Gran Bretaa, Francia y Polonia. Fracas en su intento de revisar esta molesta ley, pero Roosevelt logr, con ayuda de William C. Bullit (Pars), Joseph P. Kennedy (Londres), Joseph E. Davies (Bruselas), Thomas Biddle (Varsovia) y Laurence A. Steinhardt (Mosc), influir personalmente en la poltica de hasta aqu y no ms. Es evidente que influy en las garantas que dieron Francia y la Gran Bretaa y en la implantacin del servicio militar obligatorio en Inglaterra. Sus diplomticos trabajaron activamente para hacer desaparecer los recelos de los ingleses y polacos contra una poltica de seguridad colectiva.

    Cuando los italianos se apoderaron, el 7 de abril de 1939, de Albania y provocaron con ello una nueva ola de inquietudes y recelos en todo el continente europeo, Roosevelt se dirigi personalmente a Mussolini e Hitler. Present una relacin de treinta y una naciones y exigi una declaracin, segn la cual Italia y Alemania se comprometan a respetar los territorios de soberana de estos pases durante los siguientes quince o veinticinco aos. Los dictadores contestaron con aguda irona a esta intervencin. Mussolini calific el mensaje del presidente de un caso de parlisis cerebral. Hitler mand preguntar a los Gobiernos de todos los pases mencionados si realmente se sentan amenazados. Siria y Palestina no pudieron responder, porque estaban ocupadas por franceses e ingleses, lo que proporcion una nota tragicmica a la respuesta a Roosevelt. La contestacin de Hitler revel claramente lo molesto que se senta por las ltimas decisiones de los ingleses y franceses. En su discurso ante el Reichstag, el 28 de abril de 1939, calific inesperadamente como carente de toda utilidad el Pacto de No Agresin germano-polaco y el Acuerdo naval germano-ingls.

    Roosevelt gozaba de una influencia mayor que la del canciller del Reich alemn. El hecho de que la crisis de Albania uniera muy poderosas fuerzas navales anglofrancesas en el Mediterrneo, hasta el punto que Londres y Pars empezaron a temer por sus posesiones en el Lejano Oriente, favoreci enormemente sus planes. Traslad las maniobras de las unidades de alta mar americanas del Atlntico al Pacfico con el fin de prevenir al Japn. Las consecuencias no se hicieron esperar, pues las medidas de Roosevelt proporcionaron nuevos argumentos al Gobierno de Kiichiro Hiranuma para rechazar las invitaciones de los polticos y generales amigos del Eje para la firma de una alianza militar entre el Japn, Alemania e Italia. Por este motivo, Hitler tuyo que renunciar, momentneamente, a la firma del ansiado tringulo Berln-Roma-Tokio. El 22 de mayo de 1939 fue firmada, sin embargo, la alianza germano-italiana, el llamado Pacto de Acero.

    Hitler hizo caso omiso de la nueva situacin que se haba creado. Una Amrica juda, negroide y azotada por las huelgas no poda, en su opinin, desempear un papel importante. Sin embargo, se le antojaba necesario solventar la cuestin del espacio vital alemn antes de que Roosevelt pudiera conseguir la revisin de la Ley de neutralidad. Lo que impuls a Hitler a ocuparse seriamente de los planes de ataque contra Polonia, no fue el Pacto de Acero, sino la posibilidad, ya reconocida durante los aos 1934-1935, de un entendimiento temporal entre Berln y Mosc. El 10 de marzo, Jos Stalin haba abierto prudentemente, durante el XVIII Congreso del Partido

  • Comunista ruso, con palabras cuidadosamente estudiadas, una rendija en la puerta por la que posteriormente podan deslizarse los negociadores alemanes. A mediados de abril, se haba entrevistado el diplomtico sovitico Alexej Merekalov, en Berln, con Ernest von Weizsaecker para darle a entender que la oposicin ideolgica, que separaba a Alemania de la Unin Sovitica, no haba de ser un obstculo para unas relaciones normales. A principios de mayo mand sustituir Stalin, inesperadamente, al comisario del pueblo, Maksim Litwinov, durante tantos aos difamado por la propaganda de Hitler. Dos semanas despus, Wjatscheslav Molotov, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores de Stalin, sostuvo por vez primera una larga conversacin con el embajador alemn Friedrich Werner von der Schulenburg.

    Hitler qued tan impresionado por este contacto, que dej a un lado sus instrucciones del 3 de abril de 1939, y el 23 de mayo, y sin previa consulta, pronunci un discurso ante los altos jefes de la Wehrmacht para informarles de los objetivos concretos de guerra. Alemania, declar Hitler, haba de resolver, sin prdida de tiempo, sus problemas econmicos. Y esto era completamente imposible sin invadir pases extranjeros. Danzig no era, de ningn modo, el objetivo, pero lo que s importaba era una ampliacin del espacio vital hacia el Este, asegurar la alimentacin. A la primera oportunidad que se le presentara atacaran a los vecinos orientales para someterlos. Pero antes era necesario aislar Polonia, lo que caba dentro de lo posible debido a la falta de inters ruso-sovitico. Sea como fuere deba evitarse, por el momento, un conflicto con el Oeste (Francia e Inglaterra). Por este motivo se reservaba la orden definitiva para pasar al ataque.

    La Unin Sovitica se encontraba, por todo lo expuesto, en una posicin clave. Como nica gran potencia europea todava no haba adoptado una posicin concreta y definitiva y, por este motivo, poda negociar al mismo tiempo con ambos lados y averiguar quin estaba dispuesto a ofrecer ms por su amistad: Alemania o el Oeste. Mientras los intermediarios de Stalin e Hitler se tanteaban los unos a los otros, con suma prudencia, proponan insistentemente, los embajadores franco-britnicos sir William Seeds y Paul Naggiar, al comisariado de Asuntos Exteriores sovitico, durante casi cuatro meses, la firma de un pacto de asistencia mutua, mientras Chamberlain y lord Halifax teman que Stalin, en secreto, ya se hubiese decantado por una no santa alianza con Hitler. Pero tampoco William Strang, el jefe de la Seccin para la Europa oriental, a quien mandaron a entrevistarse con Molotov, logr obtener una seguridad a este respecto. Molotov no ense sus cartas. Mencion Polonia, Rumania, Lituania, Letonia y Estonia, as como tambin Finlandia y Turqua como Estados que necesitaban ser protegidos y reclam el derecho de Mosc para intervenir, si as lo crean conveniente.

    Lord Halifax y Bonnet mandaron preguntar a varios de esos Gobiernos si estaban dispuestos a dar su conformidad a las proposiciones rusas. Result, sin embargo, que todos los Estados de la Europa oriental consideraban a la Unin Sovitica como enemigo hereditario y no tenan la menor intencin de abrir sus fronteras al Ejrcito Rojo. Teniendo en cuenta estas circunstancias, las potencias occidentales no podan llegar con Rusia ms que a un vago acuerdo poltico, que obligara a unas conversaciones a fondo entre los respectivos Estados Mayores para ser de algn valor. Una misin militar occidental que presidi el general francs Joseph Edouard Doumenc, se enfrent muy pronto con nuevas dificultades a su llegada a Mosc. El mariscal sovitico Kliment Woroschilov plante el problema de una amenaza indirecta contra

  • la Repblica polaca y exigi para Rusia el libre paso y derecho de ocupacin del territorio de soberana polaco. Intilmente, Bonnet intent hacer que el coronel Beck tomara en consideracin esta proposicin sovitica. Y slo cuando Daladier mand un ultimtum a los polacos, el Gobierno de Varsovia declar que daba su conformidad.

    Mientras tanto, el Kremlin ya haba decidido decantarse a favor de Hitler. En secreto haban sido continuadas las conversaciones preliminares entre el consejero de embajada sovitico Georgij Astachov, que poco despus eran reanudadas entre Molotov y Schulenburg. Desde fines de junio se dibujaban cada vez ms claramente los contornos de un pacto ruso-germano. A principios de agosto, ambas partes dejaron de lado todos los abstculos. El 19 del mismo mes, Alemania y la Unin Sovitica firmaron un importante acuerdo comercial. Pocas horas ms tarde, Molotov anunciaba al conde Von der Schulenburg que vera con agrado la visita del ministro de Asuntos Exteriores del Reich. Ribbentrop lleg a la capital rusa la maana del 25 de agosto de 1939, en donde fue recibido por Stalin y Molotov con los que rpidamente se puso de acuerdo.

    El Pacto germano-sovitico sealaba que ninguna de las dos partes participara en una concentracin de fuerzas que fuera dirigida contra la otra parte. Una clusula adicional secreta fijaba para el caso de una reestructuracin territorial-poltica las fronteras de intereses entre Alemania y la Unin Sovitica. Esta frontera corra desde el rtico hasta la desembocadura del Danubio. Finlandia, Estonia y Letonia, aunque no Lituania y la regin de Vilna, quedaban dentro de la esfera rusa. Polonia, sin especificar si conservara o no su independencia, era dividida por una lnea que segua el curso de los ros Narew, Vstula y San. Finalmente, insista el Kremlin en su inters especial por la provincia rumana de la Besarabia, en donde el Reich alemn le prometa igualmente plena libertad.

    Las potencias europeas reaccionaran de forma distinta ante este pacto. Hitler pronunci, ya el da de la partida de su ministro de Asuntos Exteriores, un nuevo discurso secreto ante sus comandantes en jefe de las fuerzas armadas y declar que Polonia se encontraba ahora en la situacin que l haba deseado. Inglaterra y Francia no podran hacer honor a la garanta que haban dado, y ni siquiera haba que temer un bloqueo por mar por parte de los ingleses puesto que el Este suministrara al Reich alemn trigo, ganado, carbn, plomo y zinc. El camino quedaba libre para los soldados. Varsovia mostraba, mientras tanto, una gran indiferencia hacia el exterior. Pero los nacionalistas ms fanticos incrementaban sus acciones de terror contra los miembros de las minoras alemanas en el pas y las bateras antiareas polacas atacaban a los aviones de pasajeros extranjeros hasta el punto que Ribbentrop se vio obligado a abandonar la capital rusa con una escolta de caza y uno de sus aviones tuvo que buscar refugio sobre el Mar Bltico.

    Pars fue la ciudad que ms profundamente fue afectada por este entendimiento entre Alemania y los soviets El ministro de Asuntos Exteriores francs, Georges Bonnet, no pudo ocultar sus preocupaciones y durante muchos das temi un nuevo Munich. Chamberlain y lord Halifax, por el contrario, conservaron una sorprendente sangre fra. Durante el viaje de Ribbentrop hicieron enviarle a Hitler, por medio de su embajador sir Neville Henderson, una carta en la que Chamberlain declaraba que nada cambiara en las obligaciones inglesas ante Polonia. Despus de la firma del Pacto germanosovitico, el Gobierno ingls dio un nuevo paso: como complemento a la

  • promesa de garanta dada a Polonia firm con Varsovia un autntico Pacto de Asistencia Mutua.

    Hitler se enter de esta alianza pocas horas despus de que, envalentonado por la buena disposicin de Stalin, ya haba dado rdenes para que el Caso Blanco fuera iniciado a primeras horas de la maana del 26 de agosto de 1939. Aquel mismo da recibi una carta de Mussolini en la que ste le comunicaba que, a pesar de los acuerdos firmados entre los dos pases, Italia no estaba en condiciones para ir a la guerra. La inflexibilidad de los ingleses y las dudas y vacilaciones de su aliado italiano, no encajaban dentro de los planes de Hitler. A las 18'15 horas retir la orden de ataque. El capitn general Wilhelm Keitel, jefe del Alto Mando de la Wehrmacht, hubo de dar la orden de alto a las tropas, ya dispuestas al avance. Los ejrcitos se detuvieron sin que se originaran incidentes fronterizos. Tranquilizados, muchos jefes militares respiraron. Cada semana de negociaciones que pasara haca menos factible lanzar una campaa relmpago contra Polonia, debido a las previstas malas condiciones meteorolgicas.

    Tambin Hitler estaba al corriente de este problemtico plazo de tiempo para lanzar el ataque y, por tanto, se encontraba bajo una fuerte presin exterior. Al parecer, su decisin de atacar Polonia era irrevocable. Le quedaban muy pocos das para evitar la gran guerra engaando a las potencias occidentales. Un entendimiento general entre los Gobiernos de Berln, Londres, Pars y Varsovia supona unas negociaciones que duraran muchas semanas y meses, por no decir aos. Las probabilidades de xito en este caso no eran malas. Sir Horace Wilson, uno de los ms ntimos colaboradores de Chamberlain, ya le haba sugerido al embajador alemn, Herbert von Dirksen, celebrar conversaciones sobre una divisin de zonas de intereses econmicos germano-britnicos, una alianza defensiva y la sucesiva devolucin de las colonias. Pero la condicin previa era que Alemania renunciara desde un principio a toda accin por la fuerza.

    Hitler, sin embargo, someti a la consideracin del Gobierno ingls unas proposiciones sorprendentes. Se comprometa a defender la Mancomunidad britnica contra cualquier agresor y garantizar tambin las fronteras polacas si Inglaterra colaboraba en la solucin del conflicto haciendo que Polonia se sentara a la mesa de los negociadores. Este modo de pensar, que Hitler calific de generoso, fue rechazado por el Gabinete ingls, pues Inglaterra no quera ejercer la menor presin sobre Polonia por temor a que su aliado pudiera reprocharle algn da el haber sido tratado de un modo tan prfido como Checoeslovaquia. Chamberlain rechaz el ofrecimiento de Hitler y exigi unas negociaciones directas entre Berln y Varsovia. Con gran sorpresa por parte de todos, Hitler dio, inmediatamente su consentimiento. Nunca, asegur, haba sido la intencin alemana atacar intereses vitales o poner en duda la existencia de un Estado polaco y precisamente por este motivo, Alemania deseaba la intervencin de la Gran Bretaa como intermediario. Invitaba a Londres que hiciera todo lo que estuviera en sus manos para que el 30 de agosto de 1939 un plenipotenciario polaco se presentara en Berln.

    Sir Neville Henderson fue de la opinin que esta nota era muy semejante a un ultimtum. Sin embargo, sin prdida de tiempo, la transmiti a Londres. El embajador estaba convencido de que su Gobierno, en el acto, avisara a Varsovia. Pero el Gabinete britnico tom otra decisin. Cuando Birger Dahlerus, un ingeniero sueco que actuaba de intermediario entre Alemania y Londres, en nombre del ministro y mariscal de campo Hermann Goering, lleg, la maana del 30 de agosto, otra vez a la capital

  • inglesa, comprob que all acababan de rechazar las ltimas proposiciones de Hitler. Poco despus, Henderson recibi nuevas instrucciones en el sentido de invitar a Alemania a seguir los caminos diplomticos normales. Hacia medianoche sostuvo el embajador una excitada conversacin con el ministro de Asuntos Exteriores del Reich. Ribbentrop le ley una serie de justas proposiciones de negociacin que haban sido estructuradas por una seccin de su Ministerio y que hacan referencia a todos los problemas de Danzig y del Corredor. Se neg, sin embargo, a entregarle al embajador una copia por escrito de estas proposiciones, alegando que al no haber hecho acto de presencia el plenipotenciario polaco, y sabiendo que en Varsovia haban decretado la movilizacin general, aqullas carecan ya de toda utilidad.

    Sin embargo, todava existan algunas probabilidades para evitar la guerra. Hitler haba aplazado por segunda vez su orden de ataque. Henderson se enter, pocas horas ms tarde, por medio de Dahlerus, que le llam con el consentimiento de Goering, de nuevos detalles sobre aquellas proposiciones alemanas que no le haban sido entregadas por escrito. Los detalles que ahora obraban en poder del embajador podan ser, en determinadas circunstancias, un fundamento muy valioso para las negociaciones germano-polacas. Alemania insista en la devolucin de Danzig, pero estaba dispuesta, en relacin con el Corredor, a esperar el resultado de un plebiscito popular y la parte que perdiera gozara de un paso libre entre Pomerania y la Prusia oriental, en el caso de Alemania, y entre Polonia y Gdingen en el otro caso, y la proteccin de las minoras sera confiada a una Comisin internacional. Nuevamente, Henderson inform a su Gobierno y a los embajadores de Francia y Polonia en Berln. Las actividades diplomticas experimentaron su ltimo febril punto culminante. Mientras el Quai d'Orsay casi suplicaba, tembloroso, al Gobierno de Varsovia que tomara en consideracin las proposiciones de negociacin alemanas, tambin deseaba Downing Street que los polacos se mostraran dispuestos a negociar.

    Varsovia no haba dado hasta el momento un paso concreto para poner fin a los sangrientos desmanes de aquellos grupos semioficiales de patriotas que haban aniquilado de tres a cuatro mil miembros de las minoras alemanas. No puso fin a estos desmanes, sino que continu en sus odiosas propagandas periodsticas que no tenan nada que envidiar a las alemanas. El coronel Beck haba estado dispuesto a una negociacin; pero, finalmente, con el pensamiento fijo en Munich y Praga se haba decidido a rechazar todas las proposiciones alemanas y cualquier presin exterior sobre Polonia. A esto se debe que el embajador polaco Jozef Lipski, a pesar de todos los argumentos esgrimidos por las potencias occidentales, no recibiera personalmente plenos poderes, sino que fuera comisionado nica y exclusivamente a establecer contacto cuando fue enviado, el 31 de agosto, a presencia de Ribbentrop.

    Lipski ley una corta nota, segn la cual Varsovia haba accedido a la invitacin britnica de entablar negociaciones directas y dentro de poco dara su contestacin a las ltimas proposiciones alemanas. Ribbentrop se mostr muy descontento.

    Est provisto de plenos poderes para negociar ahora mismo con nosotros? pregunt.

    Lipski contest en sentido negativo. En este caso, no merece la pena que continuemos hablando replic el ministro

    de Asuntos Exteriores del Reich. Haba sido tomada la ltima decisin. Poco antes de la conversacin entre

    Ribbentrop y Lipski, Hitler ya haba dado su orden definitiva para la invasin de

  • Polonia por las fuerzas armadas alemanas. Al propio tiempo, Reinhard Heydrich, el jefe de la recin creada Oficina Central de Seguridad del Reich, orden al SS-Standartenfhrer Alfred Helmut Naukocks, que el 31 de agosto de 1939, a las veinte horas, fingiera un ataque de los voluntarios polacos contra la estacin de la emisora de radio de Gleiwitz situada muy cerca de la frontera. Este ataque fue llevado a la prctica e Hitler tuvo as un pretexto para desencadenar la guerra el da siguiente por la maana.

    L A G U E R R A

    1

    LA CAMPAA DE POLONIA, 1939

    La decisin del ataque contra Polonia la tom, nica y exclusivamente, Hitler. Ni el Gobierno, cuyos ministros desde el ao 1937 no haban vuelto a asistir a una reunin del Consejo de ministros, ni el Reichstag haban sido consultados previamente por l. La repeticin de la palabra yo en su discurso del 1. de setiembre de 1939, es demostrativa del carcter egocntrico de aquella decisin irrevocable: Yo he dicho..., yo he comprobado..., yo he decidido... Yo dirigir esta guerra contra quien sea..., y, finalmente, sealando el gris de su propio uniforme, remarc sus obligaciones personales: Yo me he vuelto a poner esta guerrera que siempre ha sido la ms amada y sagrada para m. Y yo no me la volver a quitar, hasta haber alcanzado la victoria, o..., yo no sobrevivir al final!.

    El discurso de Hitler fue seguido por las habituales manifestaciones de aprobacin del Reichstag. Pero la gente de la calle no expresaba jbilo. Si slo se hubiera tratado de una campaa contra Polonia, que no provocara luego una guerra mundial, muchos alemanes, al recordar las injusticias cometidas durante los aos 1919 a 1920 y los desmanes ms recientes contra los miembros de la minora alemana que resida en este pas, no hubieran osado hacer objeciones de ndole moral. Pero miraban llenos de preocupacin hacia Francia e Inglaterra. El recuerdo de la guerra de los dos frentes, la pesada carga de los aos 1914-1918 haba renacido. Eran pocos los que consideraban necesario un nuevo contraste de fuerzas con las potencias occidentales. Sin embargo, bajo los efectos de la propaganda, algunos observadores superficiales crean que esta vez Alemania no tendra necesidad de pasar por pruebas tan severas, puesto que el intento de cerco britnico y, con toda probabilidad, el previsto bloqueo de hambre quedaba descartado por la conclusin del Pacto germano-sovitico.

    Pero la Wehrmacht estaba todava menos jubilosa que el pueblo por la declaracin de guerra, dado que tena plena conciencia del lmite de sus posibilidades. Casi todos los militares de alta graduacin saban que el armamento del Reich era de carcter defensivo y que no podra ser terminado hasta el ao 1943. El Ejrcito no poda llamar a filas ms que a cinco remplazos completos y a diferencia de las 98 divisiones de combate del ao 1914, slo dispona de una primera ola de 52 grandes unidades. Y tambin la Luftwaffe, aunque numricamente muy poderosa, presentaba muchos fallos.

  • La falta de reservas de combustible y municin, as como de submarinos listos para hacerse a la mar y paralizar el comercio martimo ingls, demostraban an con mayor claridad hasta qu punto Hitler baladronaba al desencadenar una guerra que no haba de limitarse al conflicto germano-polaco.

    El Ejrcito del Reich no iba a impresionar a sus enemigos. Los dirigentes militares, que estaban perfectamente al corriente de sus posibilidades y vean que detrs de las fortificaciones no terminadas del Westwall, momentneamente, slo ocupaban sus posiciones 8 divisiones activas y 25 divisiones de la reserva con municin para slo tres das de lucha frente a unas 90 grandes unidades francobritnicas, mientras que en el Este, 44 divisiones activas, varias unidades de la reserva y algunos regimientos eslovacos haban de derrotar en un plazo de tiempo muy breve al Ejrcito polaco, numricamente casi igual, no podan creer en una victoria, o haban de llegar a la conclusin de que Hitler, por motivos an desconocidos, tena la certeza de una inaccin por parte del campo occidental. Al parecer, el canciller no haba informado debidamente a los generales, y, por este motivo, durante el primer da ya surgieron una serie de divergencias en las relaciones entre los polticos y los dirigentes de la guerra. Estas relaciones haban de ser mucho ms problemticas en el curso de los aos siguientes, en parte por la actitud dictatorial de Hitler y, en parte, porque el mando de la Wehrmacht no estaba organizado como hubiera sido necesario.

    Hitler, que ostentaba el cago de Fhrer y Canciller del Reich, era, al mismo tiempo, comandante supremo de la Wehrmacht. Sus instrucciones militares eran avaladas desde el 4 de febrero de 1938 por el capitn general (futuro mariscal de campo) Wilhelm Keitel. Este ocupaba el cargo de ministro del Reich y en su calidad de jefe estaba al frente del Alto Mando de la Wehrmacht (OKW). Este Alto Mando tena a sus rdenes directas una serie de oficinas, de las cuales las ms importantes eran la Wehrmachtsfuehrungsamt (Direccin de las Fuerzas Armadas) (Jodl), a partir del 8 de agosto de 1940 llamada Wehrmachtsfuehrungsstab, la Abteilung Landesverteidigung (Warlimont), transformada durante el invierno de 1941 a 1942 en la oficina del Stellvertretenden Chefs des Wehrmachtsfuehrungsstabes, y el Abwehr (Canaris). Dependan directamente de aquel Alto Mando (OKW), el Alto Mando del Ejrcito (OKH), Alto mando de la Luftwaffe (OKL) y Alto Mando de la Marina de Guerra (OKM).

    Al frente del A