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- 1 - FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS DE LAS EDUCACIÓN Grado en Psicología UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación La influencia de la música: Música y emoción desde una perspectiva psicobiológica Ana Isabel Domínguez Herrera Tutor/a: Dña. Ángeles Agüero Zapata Departamento de Psicología JULIO, 2017

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UNIVERSIDAD DE JAÉN

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Trabajo Fin de Grado

La influencia de la música:

Música y emoción desde una perspectiva psicobiológica

Ana Isabel Domínguez Herrera

Tutor/a: Dña. Ángeles Agüero Zapata

Departamento de Psicología

JULIO, 2017

Mayo, 2017

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ÍNDICE:

1. RESUMEN, ABSTRACT Y PALABRAS CLAVES……………..….......…3

2. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………...4

2.1 MUSICOTERAPIA……………………………………………………...5

3. JUSTIFICACIÓN……………………………………………………………9

4. MÚSICA, CEREBRO Y EMOCIÓN………………………...………..…..10

4.1. MÚSICA Y PLACER…………………………………………………17

4.2. MÚSICA, CEREBRO Y DEPRESIÓN………………………………..23

4.3. MÚSICA, CEREBRO Y ESTRÉS…………………………………….26

5. DISCUSIÓN………………………………………………………………..31

6. CONCLUSIÓN……………………………………………………………..34

7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………..34

8. ANEXOS…………………………………………………………………...38

6.1. SIGLAS UTILIZADAS EN EL TEXTO…………………………..….38

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1. RESUMEN

La influencia de la música en nuestro cerebro abarca una amplia evidencia

empírica. Este trabajo se centra en hacer una revisión compendio de artículos científicos

que han abordado la temática de música, emoción y cerebro. El procesamiento de las

emociones y su mecanismo cerebral subyacente ha sido objeto de interés en psicología

desde hace décadas. La capacidad de la música para evocar emociones y activar

diversas áreas cerebrales permite estudiar esta cuestión más a fondo. En concreto, este

trabajo plasma una perspectiva psicobiológica de la música en tres ámbitos de interés:

placer, depresión y estrés.

Palabras clave: música, emociones, cerebro y psicobiología.

ABSTRACT

There are many investigations about the influence of music in the human

brain. This review shows some articles that have studied the topic of music, brain and

emotions. The processing of emotions and their underlying brain mechanism has been

object of interest in psychology for many years. The music’s capacity for evoke

emotions and activate various brain regions allows us study this question deeper.

Specifically, this study shows a psychobiological view of music in three areas: pleasure,

depression and stress.

Key words: music, emotion, brain and psychobiology

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2. INTRODUCCIÓN

La música ha existido en la humanidad desde las sociedades prehistóricas.

Estudios de arqueología han encontrado instrumentos musicales creados en el

paleolítico por nuestros antepasados, lo cual supone una prueba a favor acerca de que la

música forma parte de nuestra maquinaria mental (Zatorre y Salimpoor, 2013).

Son numerosos los estudios que muestran como la música no pasa inadvertida

para nuestro funcionamiento cerebral, la percepción musical involucra una amplia red

bilateral de áreas frontales, temporales, parietales y del cerebelo, así como regiones

subcorticales relacionadas con la atención, memoria de trabajo, memoria episódica y

semántica, funciones motoras, velocidad de procesamiento de la información,

procesamiento de la semántica y sintaxis de la música, razonamiento y creatividad

(Pfeiffer y Sabe, 2015).

En líneas generales, se pueden diferenciar dos tipos de estudio. En primer lugar,

encontramos aquellos interesados en conocer qué ocurre en el cerebro del ser humano

cuando escucha música. La otra línea de investigación se centra en explorar qué

modificaciones cerebrales se han producido en las personas debido al entrenamiento

musical, englobando aspectos como aprender a tocar un instrumento, cantar, etc.

A modo de ejemplificación podríamos mencionar que se produce un

engrosamiento de diversas áreas debido a la práctica musical, como pueden ser: la

porción anteromedial del giro de Heschl, o la región anterior del planum temporale

(Justel y Abrahan, 2012; Luders, Gaser, Jancke y Schlaug, 2004) (véase Figura 1).

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Fig. 1: Sección horizontal del encéfalo: Giro de Heschl y Planum temporale.

(https://www.google.es/search?q=giro+de+heschl+Y+planum+temporale&rlz=1

C1EJFA_enES730ES731&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwjmgObz9K

PUAhUB6xQKHfajDEkQ_AUIBigB&biw=1366&bih=613#tbm=isch&q=giro+de+hes

chl+Y+planum+temporale+y+corteza+auditiva&imgrc=dhdEmG9UqjD26M:)

El eje central de esta revisión teórica gira en torno a la primera orientación

mencionada. Existe un amplio abanico de evidencia científica que muestra cómo la

escucha musical modula áreas cerebrales relacionadas con las emociones. Considerando

que la emoción es un fenómeno de índole psicológica se procederá a hacer una

descripción de algunas de las investigaciones que han abordado esta temática.

2.1. MUSICOTERAPIA

Antes de proceder a la descripción del papel que ejerce la música en las

emociones es preciso dedicar un epígrafe al rol que tiene la música como tratamiento en

diversos trastornos. La musicoterapia es un tipo de práctica terapéutica basada en la

evidencia que se lleva a cabo por parte de un terapeuta de música cualificado que forma

parte de un equipo multidisciplinar (Pfeiffer y Sabe, 2015). La música ha sido utilizada

como método terapéutico destinado a la rehabilitación física por su factor motivador, a

la rehabilitación cardiaca por su capacidad para favorecer la distracción y la calma del

paciente y, por último, en pacientes con lesiones cerebrales para favorecer la

restauración del habla (Shuman, Kennedy, DeWitt, Edelblute, y Wamboldt, 2016).

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De la musicoterapia se deriva una rama denominada: Musicoterapia neurológica

(NMT). Esta orientación comprende una serie de técnicas basadas en una comprensión

neurobiológica de cómo la música afecta al sistema nervioso humano y están diseñadas

para abordar los síntomas específicos causados por enfermedades neurológicas

(Pfeiffery Sabe, 2015). Un ejemplo de práctica relevante puede ser el caso de la

aplicación de musicoterapia en pacientes con Alzheimer. Aunque hace falta mucha

investigación en este campo, varios estudios demuestran la utilidad de la musicoterapia

en este tipo de enfermedades (Satoh., Yuba, Tabei., Okubo., Kida., Sakuma y

Tomimoto, 2015; Gómez Gallego y Gómez García, 2015). Un estudio basado en un

entrenamiento de canto mediante karaoke y un entrenamiento vocal (llamado Método

Yuba) mostró que la musicoterapia produce cambios cognitivos en pacientes con

Alzheimer que tienen un estadio leve o moderado de la enfermedad. Los autores parten

de la base de que en los pacientes con Alzheimer en una fase leve o moderada de la

enfermedad tienen aún conservada la memoria procedimental. Por ello, resulta

interesante aplicar musicoterapia con tareas (p.ej: karaoke) que involucran a dicha

función ejecutiva y que, además, es una intervención no farmacológica. Las

evaluaciones se realizaron mediante pruebas neuropsicológicas y resonancia magnética

funcional (RMf). El entrenamiento de musicoterapia se llevó a cabo durante 6 meses y

solo se aplicó en el grupo experimental. El grupo control era evaluado durante ese

periodo sin recibir tratamiento. Cabe destacar que se produjo una pérdida de muestra a

lo largo del experimento que no estaba prevista. Algunos pacientes no eran capaces de

comprender las tareas y otros olvidaban las instrucciones presentadas a los 10-15

segundos. Además, se encontró el caso de pacientes que rechazaron el experimento al

entrar en un sitio estrecho para la evaluación de RMf. Hubo dos pacientes que antes de

la intervención no eran capaces de realizar ninguna de las dos tareas (karaoke y

entrenamiento vocal), pero tras la intervención lograron hacerlas. Otro paciente no era

capaz de realizar ninguna de las dos tareas en la evaluación pre, pero al pasar los 6

meses realizó de manera correcta la tarea del karaoke. Por último, cabe destacar el caso

de otro paciente que antes del entrenamiento solo era capaz de llevar a cabo la tarea del

karaoke y tras la intervención realizaba las dos tareas de manera óptima. Los resultados

detectaron un cambio en el procesamiento cognitivo de los pacientes a los que se les

había aplicado musicoterapia, encontrando una mayor actividad en el giro angular

derecho y en la porción anterior del giro lingual izquierdo (véase Fig. 2 y 3). Esta

activación parece correlacionar, según los autores, con la tarea de karaoke ya que estas

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áreas están relacionadas con la lectura y el procesamiento musical. El giro angular es

conocido como el sitio de la integración sensorial multimodal. Un dato interesante es

que dicha activación se observó al comparar el antes y el después de la intervención,

pero en el periodo posterior a la intervención no se producía dicha activación. Los

autores explicaron que esto se debe a que después de la intervención los sujetos fueron

capaces de llevar a cabo la misma tarea utilizando regiones cerebrales más pequeñas

que las utilizadas anteriormente. Este fenómeno se conoce como “teoría de la eficiencia

neural” y defiende que las regiones activadas del cerebro durante una tarea se reducen

conforme el sujeto va dominando la tarea. Siguiendo esta línea, Satoh y col. plantean la

hipótesis de que los pacientes adquirieron una nueva estrategia cognitiva en la tarea del

karaoke (Satoh et al., 2015).

Fig. 2: Giro angular desde distintas perspectivas.

(https://image.slidesharecdn.com/basescerebralesdellenguajeyclculo-

140322131529-phpapp01/95/bases-cerebrales-del-lenguaje-y-clculo-35-

638.jpg?cb=1403612195).

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Fig. 3: Corte sagital del encéfalo: Giro lingual.

(https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/a/a1/Gray727_lingual

_gyrus.png/320px-Gray727_lingual_gyrus.png ).

Por otro lado, existe investigación acerca de los efectos que produce la música

en pacientes con epilepsia. Un estudio realizado en niños con epilepsia demostró que la

música de Wolfang Amadeus Mozart producía una disminución de las descargas

epilépticas de los pacientes. La investigación se llevó a cabo mediante evaluaciones con

electroencefalogramas y electrocardiogramas antes, durante y después de la escucha

musical. La música de Mozart generaba un aumento del sistema parasimpático en la

mayoría de los pacientes, lo cual se relacionó con el efecto obtenido. El efecto que

genera la música de este compositor puede extrapolarse a distintos campos, hasta el

punto que ha recibido el nombre de Efecto Mozart (Lin, Chiang, Lee, Mok, Yang, Wu,

Tsai, y Yang, 2013).

Con respecto al autismo, se ha demostrado una correlación entre la mejora de los

déficits atencionales y la activación de los sistemas de neurotransmisión implicados en

el proceso atencional (noradrenalina (NA) y dopamina (DA)) a causa de la música

(Cánovas, Estévez, Sánchez-Santed, 2008).

No obstante, aunque se hayan mencionado solo algunos casos clínicos en los que

se aplica musicoterapia cabe destacar que su campo de aplicación es muy amplio:

Parkinson, ataxia, esclerosis múltiple, esquizofrenia… (Mofredj, Alaya, Tassaioust,

Bahloul, y Mrabet, 2016). Habría que decir también que la música se utiliza cada vez

más como un instrumento para atenuar los sentimientos negativos asociados a algunas

enfermedades terminales (Cánovas et al., 2008).

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3. JUSTIFICACIÓN

A continuación se dará paso a una perspectiva psicobiológica que muestra como

la música influye en el procesamiento emocional y cuáles son las áreas cerebrales y

mecanismos neurales implicados en éste. Ser conocedor de los efectos emocionales de

la música puede ser ventajoso a la hora de realizar un uso más eficaz de ésta (Koelsch,

2010).

La música aparte de existir en todas las sociedades y desde hace millones de

años también resulta favorecedora en nuestro desarrollo desde que nacemos hasta que

nos convertimos en adultos. Ésta tiene efectos beneficiosos en la regulación emocional

de los niños y en el control de la atención. Además, promueve el afecto materno-filial.

Esto se debe a que el canto materno genera mucho más impacto en el bebé que un

discurso por parte del adulto. Este hecho está influido por factores como pueden ser: la

melodía, el ritmo y el contacto visual de la madre mientras canta a su hijo (Trehub,

Ghazban, y Corbeil, 2015).

Además, el estudio de la música ha servido como base de parte del conocimiento

que se tiene acerca del procesamiento emocional, lo cual se debe a la capacidad que

tiene ésta para modular áreas y provocar sentimientos en sus oyentes que son difíciles

de generar en un contexto experimental (p.ej: escalofríos al emocionarse por una

canción o la alegría producida por una canción placentera para el oyente) (Blood y

Zatorre, 2001; Zatorre2015). Por otro lado, Robert Zatorre hizo una revisión dónde

defendía que la música podía ser utilizada como herramienta para estimular la corteza

cerebral y obtener información en estudios de neuroimagen. Esta hipótesis se basaba en

la evidencia de que escuchar, crear y reproducir música involucra prácticamente todas

las funciones cognitivas. Este hecho podría aportar información acerca de los

mecanismos del oído, la plasticidad cerebral y el origen de las emociones (Zatorre,

2015).

En concreto, en este trabajo, se van a abordar cuatro apartados en relación con la

música y las emociones: placer, depresión y estrés.

En primer lugar, resulta interesante abordar la relación entre el circuito de la

recompensa y la música, ya que aporta más información a la neurociencia acerca del

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funcionamiento de dicho sistema (Zatorre, 2015). Por otro lado, otro aspecto interesante

es el uso de la música en contextos hospitalarios como medio para reducir el estrés, la

ansiedad, el dolor e incluso el consumo de analgésicos en pacientes quirúrgicos.

Además, se utiliza en pacientes psiquiátricos debido a su potencial motivador y a su

capacidad para favorecer la socialización y la calma del sujeto (Shuman et al., 2016).

Esta disminución de los sentimientos negativos y la potenciación de los positivos en los

pacientes se debe a la capacidad que tiene la música (agradable para el oyente) para

activar las áreas cerebrales de refuerzo. Esta activación genera la aparición de

emociones positivas (alegría, calma…) con la consiguiente modificación de ciertos

marcadores somáticos, como pueden ser: disminución del tono muscular que da lugar a

la relajación (Cánovas et al., 2008).

En segundo lugar, como se comentará posteriormente, la música sirve para

identificar mecanismos cerebrales que funcionan de manera disfuncional en pacientes

depresivos (Osuch, Bluhm, Williamson, Théberge, Densmore, y Neufeld, 2009;

Lepping, Atchley, Chrysikou, Martin, Clair, Ingram, y Savage 2016). Teniendo en

cuenta que la depresión es un trastorno mental bastante frecuente a nivel mundial, 300

millones de personas afectadas en el mundo aproximadamente según la organización

mundial de la salud (OMS) (OMS, 2017) está justificado dedicar un apartado a esta

temática.

Por último, el estrés elevado supone una problemática en la salud pública.

Resulta interesante conocer los efectos que tiene la música en este proceso, ya que

conocer distintas intervenciones efectivas en el manejo del estrés podría evitar efectos

perjudiciales en la sociedad (Linnemann, Ditzen, Strahler, Doerr, y Nater, 2015).

4. MÚSICA, CEREBRO Y EMOCIÓN:

Las emociones son una fuente de interés de la psicología. Son múltiples las

definiciones que se han establecido para dicho concepto, no obstante, haciendo un

compendio de todas ellas se puede afirmar que las emociones son: “la interacción entre

factores objetivos y subjetivos, que mediados por los sistemas nervioso y endocrino,

puede dar lugar a experiencias afectivas” (Cánovas, 2008).

El estudio del rol que ejerce la música sobre las emociones ha sido un tema de interés

desde hace años. Platón decía que “la música era para el cerebro como la gimnasia para

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el cuerpo” y Pitágoras intentaba por medio de la música atenuar las emociones

negativas de sus alumnos (Mosquera, 2013). La música evoca fuertes respuestas

emocionales en el oyente, incluso puede modular el estado de ánimo de las personas

(Koelsch, 2010; Koelsch, 2014; Zatorre 2015). En primer lugar, se explicará a grandes

rasgos en qué consiste la experiencia musical y qué áreas cerebrales están involucradas

en ella y de qué se encarga cada una. La experiencia musical está compuesta por la

evocación de emociones en el oyente: tristeza, alegría, sensación de escalofríos…En

esta experiencia están involucradas múltiples regiones cerebrales, entre ellas

encontramos regiones primarias y secundarias de la corteza cerebral que son necesarias

para tener una percepción consciente de la información sensorial (véase Figura 4)

(Altenmüller, y Schlaug, 2013). Es necesario hacer un inciso para explicar de manera

breve la diferencia existente entre las regiones primarias y secundarias. En primer lugar,

las áreas de la corteza primaria son áreas sensitivas que reciben información de los

órganos y áreas motoras que controlan a los músculos. Corresponden a las áreas: 1, 2, 3

(corteza somatosensorial), 4 (corteza motora primaria), 17 (corteza visual primaria), 41

y 42 (corteza auditiva primaria) de Brodman (véase Figura 4). Por otro lado,

encontramos las áreas secundarias que son regiones cerebrales que dan sentido a la

información que llega a las áreas primarias. Corresponden a las áreas: 2, 5, 7 (área de

asociación sensitiva), 6 y parte del 8 (zona premotora), 18, 19 (corteza visual

secundaria), 20 (área temporal inferior), 21 (gran parte de la corteza temporal lateral) y

22 (área temporal superior) (véase Figura 4).

Fig. 4: Áreas de Brodman.

(https://www.slideshare.net/ELILIGUAMAN/las-zonas-del-cerebro-1-23-por-

liliana-guaman-12856257 )

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Además, la música puede modular la actividad de regiones de integración

multisensorial y motora en los lóbulos frontal y parietal. El lóbulo frontal está

involucrado en la orientación de la atención, en la planificación y preparación motora,

en la integración de información auditiva y motora y en habilidades humanas

específicas como la imitación y la empatía que juegan un papel importante en la

adquisición de habilidades musicales y en la expresividad emocional de la música. Las

regiones de integración multisensorial en el lóbulo parietal y las regiones

temporooccipitales integran diferentes entradas sensoriales (véase Figura 5), desde el

oído, los ojos y los sensores táctiles hasta una sensación sensorial combinada

(Altenmüller, y Schlaug, 2013).

Fig. 5: Áreas de integración sensorial.

(https://image.slidesharecdn.com/nervioso-100620174310-phpapp01/95/nervioso-85-

728.jpg?cb=1277055924 )

Es esta impresión sensorial combinada la que constituye la típica experiencia

musical. El cerebelo es otra parte importante del cerebro que desempeña un papel crítico

en la experiencia musical, ya que se encargar de la coordinación motora y de diversas

tareas cognitivas (por ejemplo: el procesamiento del ritmo) (Altenmüller, y Schlaug,

2013).

Por otro lado, las conexiones entre la corteza auditiva y frontal son necesarias

para el mantenimiento de la información musical en la memoria de trabajo y para el

reconocimiento de regularidades estructurales en los patrones musicales, lo que da lugar

a la formación de expectativas acerca de la canción (Mavridis, 2015).

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La música es capaz de modular prácticamente todas las estructuras límbicas y

paralímbicas tanto en músicos profesionales como en sujetos no entrenados (Koelsch,

2010). Un estudio que mostró este hecho es el de Blood y Zatorre (explicado en el punto

3.1) en el que encontramos activaciones en estructuras como la amígdala o el

hipocampo en respuesta a la música (Blood y Zatorre, 2001). Stephan Koeslch en su

revisión “Towards a neural basis of music-evoked emotions” mostró la siguiente

ilustración que plasma de forma muy clara algunos autores que han trabajado este hecho

y qué áreas han encontrado activadas cada uno (véase Figura 6):

Fig. 6: Ilustración de algunas estructuras del sistema límbico / paralímbico. Los

colores representan cambios de actividad evocados por la música en las estructuras

señaladas. Obsérvese las repetidas activaciones de la amígdala, el núcleo accumbens y

el hipocampo, lo que refleja que la música es capaz de modular la actividad en las

estructuras esenciales de la emoción. (Koeschl, 2010).

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Dichas estructuras tienen un peso relevante en el procesamiento emocional, ya

que se encargan de la iniciación, generación, detección, mantenimiento, regulación y

cese de las emociones. Además, existe una amplia base empírica que muestra que

lesiones en estas zonas conducen a desórdenes de tipo emocional en los individuos. El

sistema principal donde residen las emociones es el llamado “cerebro emocional”,

formado por estructuras como pueden ser: la amígdala, el hipotálamo, el hipocampo y el

tálamo (Koelsch, 2010). Se podría decir que el “cerebro emocional” (véase Figura 7) es

una red neural que proporciona al individuo la motivación para escuchar o participar en

una actividad musical (Altenmüller y Schlaug, 2013).

Fig. 7: Corte sagital del encéfalo, “cerebro emocional”: cuerpo calloso, tálamo,

hipotálamo, amígdala e hipocampo.

(http://4.bp.blogspot.com/-

inQKbtXRnM4/UMCfkk2vwZI/AAAAAAAAAeI/CcmJjBJwsBw/s1600/sistema+l%C

3%ADmbico.jpg )

Algunas investigaciones separan los efectos de la música sobre las emociones en

dos bloques: emoción percibida y emoción sentida. Se habla de emoción percibida

cuando el oyente identifica de manera objetiva la emoción que sugiere el sonido que

está escuchando. Por otro lado, nos referimos a emoción sentida cuando se hace

referencia a las respuestas emocionales inducidas en la persona por la escucha musical.

Esta distinción se hace necesaria debido a que diversos estudios muestran que las áreas

cerebrales implicadas en cada uno de los procesos no son siempre las mismas. Un

estudio realizado con RMf en una muestra de 17 estudiantes de música, que cumplen los

perfiles de: sanos y diestros, ha mostrado que se produce una mayor activación del giro

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frontal inferior ante tareas de emoción percibida (véase Figura 8) y una mayor

activación del precuneus ante tareas de emoción sentida (Tabei, 2015) (véase Figura 9).

Fig. 8: Giros frontales de la corteza cerebral.

(http://www.auladeanatomia.com/neurologia/girosfrontal.jpg ).

Fig. 9: Corte sagital del encéfalo: Precuneus. (http://www.mybraintest.org/the-

happy-place-in-your-brain/ ).

Los sujetos debían realizar tres tareas:

a) Tarea de emoción sentida: El participante debía juzgar si sentía alegría,

tristeza o una emoción neutra. La instrucción dada en esta tarea era: “Por

favor, indique cuál de las tres emociones experimenta en cada fragmento

musical”.

b) Tarea de emoción percibida: Los participantes debían juzgar qué emoción

expresaba el fragmento musical. La instrucción en este caso era la siguiente:

“Por favor, indique cuál de las tres emociones reconoce en cada fragmento."

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c) Tarea de escucha pasiva: Se identificaba la emoción una vez acabado el

estímulo y no durante.

Los estímulos musicales seleccionados para el experimento fueron previamente

estudiados en una muestra mayor de 452 personas de la cuales ninguna participó en el

experimento posterior. Esta muestra fue dividida en dos grupos. Un grupo de 232

participantes realizaba la tarea de evaluación de la emoción sentida y 220 la tarea de

emoción percibida. Se utilizó un conjunto de 56 estímulos musicales (16 felices, 16

tristes, 16 asustadizos y 16 estímulos pacíficos de Vieillard et al. (Citado en Tabei,

2015) que fueron copiados en dos CDs en orden aleatorio, con 6 s de silencio entre

fragmentos. Ambas evaluaciones se hicieron en una escala del 1-10 en la que debían

valorar en qué grado sentían o percibían (dependiendo de la tarea) cada una de las

cuatro emociones. Tras calcular la media para cada escala se decidió utilizar estímulos

felices y tristes para el posterior experimento, ya que eran las dos emociones que les

resultaba más fácil diferenciar.

No obstante, cabe destacar que también se encontraron áreas comunes en ambos

procesos, entre ellas encontramos: la corteza prefrontal, auditiva, cingulada y parietal

posterior. La tarea consistía en la presentación de distintos estímulos musicales

mediante auriculares mientras se realizaba el escáner de RMf. Las conclusiones de los

autores apuntaron a que el precuneus era activado en la tarea de emoción sentida porque

está involucrado en tareas que involucran juicios auto-referenciales. En este caso se

demostraría que el precuneus también está implicado en la evaluación autorreferencial

de los propios cambios emocionales durante la escucha musical. Por otro lado, la

corteza prefrontal dorsolateral (donde se encuentra el giro frontal inferior) es activada

durante el juicio de la tonalidad, lo que sugiere que esta área podría estar involucrada en

el procesamiento de la tonalidad en las estructuras musicales. Los estímulos musicales

utilizados en el presente estudio también consistieron en música que involucra

tonalidades mayor y menor y puede explicar la activación del giro inferior frontal

(Tabei, 2015). Este estudio presenta una limitación, bajo mi punto de vista, ya que la no

toma de una medida psicofiológica de emoción reduce la validez interna del estudio.

Este aspecto será expuesto más ampliamente en el apartado de conclusiones.

Siguiendo esta línea, encontramos otros autores como Caballero-Meneses y

Menez (Caballero-Meneses y Menez, 2010, citado en: Mosquera, 2013) han defendido

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esta idea de que la emoción percibida y la emoción sentida involucran tareas cognitivas

distintas. En el primer caso, encuentra una detección de la intención del compositor,

mientras que, en el segundo caso, la tarea de emoción sentida la entienden como

emociones inducidas por la música en el oyente. (Caballero-Meneses y Menez, 2010,

citado en: Mosquera, 2013).

4.1 MÚSICA Y PLACER

La experimentación con humanos y animales (roedores y primates

principalmente) ha identificado un sistema compuesto por regiones cerebrales que dan

lugar a un sistema central de recompensas. Este sistema se denomina “circuito de la

recompensa” o “sistema dopaminérgico mesolímbico” y está formado principalmente

por núcleos dopaminérgicos del tronco encefálico (especialmente el área tegmental

ventral (ATV)), las cortezas prefrontales ventromediales y orbitales, la amígdala, la

ínsula y el núcleo estriado (contiene el núcleo accumbens (NAc) y el caudado) (Zatorre

y Salimpoor, 2013) (véase Figura 10).

Fig. 10: Corte sagital del encéfalo: Circuito de la recompensa.

(http://slideplayer.com.br/slide/363266/2/images/33/Motiva+a+repeti%C3%A7%C3%A

3o+do+ato+que+causa+o+prazer.jpg ).

El sistema dopaminérgico mesolímbico (circuito de la recompensa) tiene un

papel adaptativo en la supervivencia de las especies. En animales se ha demostrado que

el sistema mesolímbico se encarga de reforzar conductas que garantizan la adaptación

del animal a su entorno y, por tanto, su supervivencia. La liberación de DA y la

actividad hemodinámica en las áreas mesolímbicas refuerzan comportamientos

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biológicamente adaptativos (comer, sexo…) (Zatorre y Salimpoor, 2013). Escuchar

música, valorada por el oyente como agradable, genera una liberación de dopamina en

la vía mesolímbica. Específicamente, se produce una liberación de DA en el núcleo

estriado dorsal y ventral cuando se escucha música agradable. Además, la actividad en

estas estructuras codifica el valor recompensante del fragmento musical (Zatorre, 2015).

Un estudio realizado en la universidad de McGill fue de los primeros que

estudiaron la relación entre la música experimentada como agradable y el circuito de la

recompensa. El estudio fue realizado a 5 mujeres y 5 hombres con al menos 8 años de

formación musical. Se tuvo en cuenta esta característica partiendo de la base de que

estas personas tienen más sensibilidad a la música y es más fácil evocar emociones en

ellas (Blood y Zatorre, 2001), no obstante esta condición no es necesaria para que se

desencadenen las emociones (Montag, Reuter, y Axmacher, 2011; Mueller, Fritz,

Mildner, Richter, Schulze, Lepsien, y Muller, 2015). Lo primero que se realizó fue una

selección individual de aquellas canciones altamente agradables que provocaran la

sensación de escalofríos en el oyente. La canción seleccionada como agradable en un

sujeto se utilizaba como estímulo neutro en otro participante, de tal manera que los

estímulos de la tarea eran siempre los mismos. Antes de llevar a cabo la tarea se hizo

una presentación de los “estímulos neutros” de cada persona comprobando que

realmente lo eran (mediante una valoración de la intensidad de la emoción suscitada).

Posteriormente, los sujetos debían escuchar uno de los 4 estímulos: canción altamente

agradable, canción neutra y dos estímulos para medir la línea base: ruido y silencio.

Durante la escucha se realizó un registro mediante tomografía por emisión de positrones

(PET) y se realizaron mediciones de frecuencia cardiaca (FC). Después de cada

exploración de PET, los sujetos clasificaron sus reacciones emocionales a cada estímulo

usando distintas escalas: Intensidad de los escalofríos (0 a 10), intensidad emocional '(0

a 10), y agradabilidad (-5 a +5). Dicho estudio demostró que la sensación de escalofríos

evocada por la música correlaciona positivamente con el aumento de FC de los sujetos.

Además se produjeron variaciones del nivel de oxígeno dependiente (rCBF) en áreas

cerebrales relacionadas con el refuerzo: aumentos de rCBF en el estriado ventral

izquierdo y en el mesencéfalo dorsomedial. El aumento también se produjo en regiones

paralímbicas (ínsula bilateral, corteza orbitofrontal (OfC)) y en regiones asociadas con

procesos de excitación (tálamo) y motoras (área motora suplementaria (SMA) y

cerebelo). La disminución de rCBF con el aumento de la intensidad de los escalofríos se

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observó en la amígdala, el hipocampo y en la corteza ventromedial prefrontal (VMPF) y

en regiones neocorticales posteriores, particularmente en las regiones de cuneus y

precuneus.

Los autores comparan estos resultados con otros estudios en los que la

administración de drogas, como la cocaína, en personas dependientes generan un

aumento de la actividad en NAc, ATV, tálamo, ínsula y AC y, por otro lado, una

disminución de la actividad en la amígdala izquierda y en VMPF. Además, los estudios

en animales apoyan un papel crítico para el estriado ventral (NAc, en particular), varias

áreas del mesencéfalo (por ejemplo, ATV), amígdala, hipocampo y corteza prefrontal

medial en circuitos subyacentes a los procesos de recompensa. Aunque la resolución y

los métodos de registro del PET no nos permiten concluir específicamente que la

actividad del estriado ventral observada en el presente estudio está en el NAc, es muy

probable que se encuentre aquí. Además, se sabe que la amígdala está involucrada en el

miedo y otras emociones aversivas, así como en los procesos evaluativos asociados con

factores sociales y biológicos, mientras que el estriado ventral media los procesos

evaluativos asociados con la recompensa y la motivación y el comportamiento de

aproximación. Por lo tanto, la activación del sistema de recompensa por la música

puede maximizar el placer, no sólo activando el sistema de recompensa sino también

disminuyendo simultáneamente la actividad en las estructuras cerebrales asociadas con

las emociones negativas como se ha observado en la amígdala (Blood y Zatorre, 2001).

Montag y col. realizaron un estudio en el que pretendían estudiar la activación

del NAc y el núcleo caudado ante la música placentera para el oyente. Para ello, se

utilizó una muestra de 33 alumnos de psicología. Cada uno de ellos eligió cuál era su

canción favorita y la canción que más detestaban y se alternaba el orden en el que se

mostraba la canción agradable y la desagradable. Los participantes no sabían el orden en

el que estas aparecerían. En la tarea se observó, mediante RMf, que se producía una

activación significativa en el NAc, la ínsula, el núcleo caudado y el cuneus (véase

Figura 11) en la escucha de música agradable con respecto a la desagradable. Un dato

interesante que aporta este estudio es la activación de la ínsula en relación con la música

placentera para el oyente, ya que ésta se ha relacionado con emociones negativas como

el desagrado (Montag et al., 2011). Varios estudios llevado a cabo mediante RMf han

observado como la ínsula estaba implicada en el reconocimiento de expresiones faciales

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de asco (Von dem Hagen, Beaver, Ewbank, Keane, Passamonti, Lawrence, y Calder,

2009; Álvaro-González, 2014).

Fig 11: Corte sagital del encéfalo: cuneus.

(https://images.radiopaedia.org/images/25104712/07c0718c9aa35d35465c1d822

bc584_thumb.jpeg )

Como se ha comentado anteriormente, la actividad del estriado ventral está

relacionada con el valor recompensate de la música. Un estudio realizado en 13

mujeres, con audición normal, estudió como era la dinámica de esta respuesta cerebral,

y mostró que la actividad del NAc y el hipocampo era mayor en los primeros segundos

de presentación del estímulo musical. En el estudio se manipularon fragmentos de

canciones instrumentales agradables mediante un sofware creando cuatro tipos de

estímulos basados en estudios anteriores: canción original, canción original hacia atrás,

canción disonante (sonaban tres fragmentos musicales al mismo tiempo) y disonante

hacia atrás. Estos fragmentos se presentaron de manera aleatoria en los sujetos, después

de la presentación del estímulo, los participantes tuvieron que calificar la agradabilidad

del estímulo en una escala de dígitos entre 1 (muy agradable) y 4 (muy desagradable).

Al comparar la condición agradable (música original) con la condición desagradable

(disonante hacia atrás) se encontraron diferencias significativas en la activación del

NAc siendo esta mayor en la condición agradable y, además, se encontró que esta

activación tenía una respuesta inicial fuerte y posteriormente disminuía. Estos hallazgos

sugieren según los autores que la respuesta del estriado ventral, en concreto el núcleo

accumbens, durante la escucha musical agradable es más fuerte en los primeros

segundos y luego disminuye. Por otro lado, en la respuesta hipocampal se encontraron

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diferencias significativas cuando se comparaban las condiciones hacia delante y hacia

atrás siendo mayor la activación ante la condición hacia delante y, además, la respuesta

también era mayor al principio de la presentación del estímulo. Los autores creen que

esto se debe a la relación del hipocampo con la memoria. Su hipótesis es que los

procesos de recuperación de la memoria se activan más fuertemente ante los fragmentos

musicales que no estaban manipulados (hacia delante) (Mueller et al., 2015).

Por último, cabe destacar que se ha demostrado que hay personas que no

perciben el valor recompensante de la música. El desarrollo del cuestionario Barcelona

Musical Reward Questionnaire (BMRQ) ha permitido identificar diversos parámetros

asociados al placer musical, como por ejemplo: la evocación de emociones o la

regulación del estado de ánimo. Al aplicar este cuestionario a una muestra amplia se

descubrió que aproximadamente el 5% de la población con baja sensibilidad a la

recompensa musical en ausencia de anhedonia generalizada o depresión. Un estudio

reveló que hay individuos que responden normalmente tanto de forma conductual como

psicofisiológica a recompensas distintas de la música (por ejemplo, el valor monetario),

pero no experimentan el placer de la música a pesar de la capacidad normal de la

percepción de la música y la capacidad preservada de identificar las emociones previstas

en los fragmentos musicales. Esta anhedonia musical es objeto de estudio adicional, ya

que puede arrojar luz sobre la función y la disfunción del sistema de recompensa

(Zatorre, 2015). El estudio fue realizado en pacientes sanos sin ningún tipo de trastorno

emocional ni anhedonia generalizada. Se hizo uso del cuestionario BMRQ para

distribuir a la muestra en tres grupos de diez persona dependiendo el valor hedónico:

alto, promedio y bajo (anhedonia musical). Se tuvo en cuenta que todos los sujetos

tuvieran una sensibilidad a la recompensa (en general, no musical) similar y que las

funciones de percepción de la música no presentaran déficits. Los participantes

realizaron dos experimentos diferentes: una tarea musical en la que tenían que valorar el

grado de placer que estaban experimentando mientras escuchaban música agradable, y

una tarea en la que los participantes tenían que responder rápidamente a un objetivo con

el fin de ganar o no perder dinero real. También se les pidió a los participantes que

evaluaran el grado de placer que experimentan con diferentes tipos de recompensa

(comida, sexo, música, dinero, ejercicio y drogas) usando una escala analógica visual y

no se observaron diferencias entre los grupos en las calificaciones (sexo, comida,

dinero, ejercicio y drogas). Estos resultados apoyan la idea de que no hay diferencias

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entre los grupos en otros estímulos de recompensa diferentes de la música. Ambas

tareas, según han demostrado estudios anteriores, involucran redes neuronales

implicadas en la recompensa y conducen a liberaciones de DA. Para medir de manera

objetiva la excitación emocional ante la música se tomaron medidas psicofisiológicas:

registro de conductancia de la piel (SCR) y FC. Estas dos medidas son registros fiables

de la actividad de SNA. Tras un año se realizó una segunda evaluación (de seguimiento)

para comprobar dos aspectos: la consistencia de los datos y si estuviera influyendo un

sesgo entre los distintos grupos de familiaridad ante la canción. Los participantes

realizaron una tarea de reconocimiento de emociones musicales para comprobar que no

existían diferencias en ese reconocimiento y, efectivamente, no había diferencias

significativas. En la tarea tuvieron que identificar cuatro emociones distintas (alegría,

tristeza, miedo y calma) en 56 fragmentos musicales. Los resultados mostraron que los

sujetos que mostraban altas puntuaciones en el BMQR se acompañaban de medidas

psicofiosiológicas (SCR y FC) más intensas ante la música agradable y sensaciones de

escalofríos más intensas reportadas por las escalas de placer. En los sujetos con bajas

puntuaciones en el BMQR se obtuvieron menores puntuaciones en las escalas de placer

y relajación por la música. Además, en este grupo las medidas psicofiosiológicas de

SCR y FC no producían la activación que se ocasionaba en el grupo control. Algunos

participantes con anhedonia musical reportaron escalofríos y altas puntuaciones de

placer que no fueron acompañados por un aumento significativo de las respuestas

fisiológicas. Esos individuos, según los autores, pueden haber estado respondiendo a

una característica de la demanda (como las instrucciones experimentales indicaron que

cuatro diversos botones estaban disponibles), más bien que divulgar una respuesta

fisiológica verdadera. Por lo tanto, podrían suponer que el experimentador esperaba que

presionaran a los cuatro durante la sesión, y por lo tanto pueden haber alterado su

comportamiento para ajustarse a estas expectativas. A modo resumen, este estudio

muestra que hay sujetos que responden de forma natural a recompensas distintas de la

música, pero presentan anhedonia musical la cual se ve apoyada empíricamente por las

medidas psicofisiológicas utilizadas en el estudio (Mas-Herrero, Zatorre, Rodriguez-

Fornells, y Marco-Pallarés, 2014).

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4.2.MÚSICA, CEREBRO Y DEPRESIÓN

Resulta interesante hacer alusión a los efectos de la música en un trastorno

común en la actualidad como puede ser la depresión.

Un estudio realizado con pacientes con Alzheimer demostró que la

musicoterapia genera una disminución de los síntomas depresivos y de ansiedad

evaluados con la escala de Hamilton de ansiedad y depresión (HAD). El tratamiento (la

musicoterapia) se administró en dos grupos de ancianos con Alzheimer de dos

residencias distintas. Mediante la aplicación del cuestionario de preferencias musicales

se obtuvo una idea de qué canciones resultaban agradables para la muestra. Cada grupo

recibía dos sesiones semanales de musicoterapia de 45 minutos cada una, que incluía las

siguientes actividades: canción de bienvenida, actividades de acompañamientos rítmico

con palmas e instrumentos, movimientos con música de fondo, danzaterapia con aros y

pelotas, reconocimiento de canciones e intérpretes y canción de despedida. Se tomaron

medidas de los pacientes antes de la intervención con musicoterapia y después. Se

utilizó la escala HAD, el inventario de síntomas neuropsiquiátricos (NPI), el mini-

examen del estado mental (MMSE) y el índice de Barhel (IB) (explicación de qué

variables miden en anexos). Posteriormente, se utilizó la técnica estadística análisis de

la varianza (ANOVA) para comprobar que se habían producido diferencias

significativas entre las medidas pre y post. Los resultados de ANOVA mostraron que la

musicoterapia aumentó la puntuación en el MMSE, en concreto en; orientación y

memoria. Esto supuso una mejora de esas funciones en los sujetos a causa de la música.

Los síntomas de depresión mejoraron de forma significativa según la evaluación de la

escala HAD, pero no se produjo esta mejoría según el NPI. Según los autores, esta

contradicción se debe a dos factores. El primer factor hace referencia a quien rellena

cada escala, ya que la escala HAD es rellenaba por los pacientes y el NPI por los

cuidadores. En segundo lugar, aunque ambos miden depresión, se centran en aspectos

distintos. En la escala HAD se evalúa la anhedonia y su severidad y, en el caso de NPI,

se centra en la frecuencia e intensidad de los síntomas físicos. (Gómez Gallego y

Gómez García, 2016).

Otro estudio realizado en 15 pacientes sanos (grupo control) y 16 pacientes

deprimidos (grupo experimental) mostró que existen diferencias significativas en el

procesamiento de la música agradable. Todos los participantes completaron la entrevista

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clínica estructurada para DSM-IV, la escala de placer Snaith-Hamilton (SHPS) y la

Beck Depression Inventory (BDI). La tarea comenzaba con la selección de los

participantes de canciones que le resultaban agradables y neutras. Las canciones eran

valoradas por los participantes mediante una escala de disfrute tipo likert.

Posteriormente, escuchaban las canciones durante 3 minutos mientras se les realizaba un

escáner con RMf. Los resultados mostraron que durante la escucha de música agradable

los sujetos del grupo control (no depresivos) presentaban una mayor activación del área

prefrontal medial izquierda y del NAc con respecto al grupo MDD, ambas estructuras

correlacionaban positivamente con las puntuaciones de placer (Osuch et al., 2009).

Así mismo, existen investigaciones que abren paso a tratamientos en pacientes

depresivos a través de la música. Uno de los motivos es el funcionamiento anómalo que

se percibe en la corteza cingulada anterior (ACC) (véase Figura 12), mediante RMf, en

pacientes con trastorno depresivo mayor (MDD). Un estudio realizado por Lepping et

al. sustenta empíricamente la idea comentada anteriormente. El estudio constaba de un

grupo experimental formado por 19 pacientes con trastorno depresivo mayor (MDD) y

un grupo control de 20 sujetos que nunca habían estado deprimidos (ND). La tarea

consistía en escuchar una serie de sonidos y posteriormente dar una valoración subjetiva

acerca de si el sonido transmitía una emoción positiva (alegría) o negativa (tristeza, ira,

etc.). El arousal se medía durante la tarea mediante RMf. Los estímulos fueron

identificados y validados mediante un estudio previo. Había dos categorías: musicales y

no musicales. Ambas categorías se dividían a su vez según la valencia (positivo-

negativo) y según el arousal (excitación alta- excitación baja). Los resultados mostraron

que cuando todos los estímulos se comparaban en base a la valencia emocional (positivo

o negativo) encontraban más activación a los estímulos positivos en los participantes

ND. En pacientes ND la parte rostral de ACC mostraba una mayor activación ante los

estímulos positivos, con una disminución significativa, en comparación con la línea de

base, ante los estímulos negativos. Los participantes con depresión mostraron el patrón

opuesto: no hubo diferencias con respecto a los estímulos negativos, pero se producía

una disminución significativa de la activación ante los estímulos basales positivos. En la

parte subgenual del ACC (sgACC), los participantes ND tuvieron una mayor activación

para los estímulos positivos y ninguna diferencia en los estímulos basales negativos. En

los pacientes MDD había aumentado la activación de los estímulos negativos y no había

diferencia entre los estímulos basales positivos. Según los autores, esto representa tanto

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una hipoactivación positiva como una hiperactivación a estímulos negativos entre los

participantes deprimidos. Además, los autores señalan que sgACC ha demostrado ser el

sitio de estimulación más eficaz para la estimulación cerebral en pacientes en los que la

depresión es resistente al tratamiento. La ACC entera recibe proyecciones de las

neuronas dopaminérgicas del cerebro medio (áreas tegmentales ventrales) y está

involucrada en el procesamiento emocional de los pacientes depresivos. ) Por otro lado,

la parte dorsal y perigenual de ACC se activaba ante estímulos no musicales en los

sujetos del grupo MDD, distinguiéndose del grupo ND en el que dicha activación se

producía de manera más notoria ante estímulos musicales. Estos datos proporcionan una

comprensión más amplia de cómo los individuos con MDD procesan diferentes tipos de

estímulos auditivos. La música se utiliza actualmente para manipulaciones del humor en

entornos clínicos y de laboratorio, por lo que los resultados pueden, según los autores,

tener implicaciones clínicas significativas para tratar la depresión, o para el uso de la

música como forma para determinar el riesgo de desarrollar el trastorno. Cabe destacar

que, aunque este estudio aporta unos resultados interesantes en el campo de la

neurociencia, presenta una serie de limitaciones: el autoinforme utilizado para la

calificación emocional de los participantes no permite distinguir si las emociones son

realmente sentidas o solo percibidas. Este aspecto podría ser subsanado en futuras

investigaciones mediante la aplicación de registros psicofisiológicos (Lepping et al.,

2016).

Fig. 12: Corte sagital del encéfalo: Corteza cingulada.

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(https://www.google.es/search?q=corteza+cingulada+anterior&client=firefox-b-

ab&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwji9vnL5oXUAhUKcBoKHSqADX

UQ_AUICigB&biw=1366&bih=657#imgrc=6NML_R0k9ygIIM:).

4.3.MÚSICA, CEREBRO Y ESTRÉS

Diversos estudios muestran como la música es capaz de reducir el estrés en el

ser humano. Antes de hacer una revisión de estos estudios es necesario definir varios

conceptos. El término de estrés fue introducido en el ámbito de la medicina por parte del

científico Walter Cannon (1932).Se entiende por estrés “los cambios psicofisiológicos

que se producen en el organismo ante una situación de sobremanda”. La respuesta de

estrés es una respuesta adaptativa para nuestra supervivencia que se desencadena en

situaciones que suponen un peligro real. No obstante, cuando esta respuesta se

desencadena ante la anticipación de un peligro (independientemente de su probabilidad

de ocurrencia) estaríamos hablando de ansiedad. Por lo tanto, los conceptos de ansiedad

y estrés son similares. En lo referido al plano fisiológico cabe destacar dos sistemas que

median la respuesta de estrés: el sistema nervioso autónomo (SNA) y el sistema

hipotalámico-hipofisario-suprarrenal (HPA) (Vázquez, 2010) (Véase Figura 13).

Fig. 13: Sistema hipotalámico-hipofisario-suprarrenal.

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(http://1.bp.blogspot.com/-d_xxKf8kIAc/UxKLnUWMn-

I/AAAAAAAAAIE/ujfAv5rKYig/s1600/eje+hipotalamo-hipofisis-suprarrenal.png ).

Las bases psicobiológicas de la relación entre la música y el estrés no están

definidas claramente y, la mayoría de los estudios realizados se desenvuelven en

laboratorio con humanos. Algunos autores propusieron realizar experimentos en

contextos ecológicamente válidos (Skanland, 2013: citado en Linneman et al., 2015).

Este hecho llevó a Linnemann y col. a realizar un experimento con 55 estudiantes

universitarios, en su contexto habitual, en el que medía el efecto reductor del estrés por

la escucha musical, teniendo en cuenta índices subjetivos y objetivos de estrés. Los

alumnos fueron observados en dos momentos: al principio del semestre (condición de

control) y al final del semestre cuando tienen exámenes; durante 5 días consecutivos en

ambos momentos. Para medir el estrés subjetivo se utilizó el ítem: “En este momento,

me siento estresado…” y debían anotar en una escala tipo likert del 0 a 4. Las

puntuaciones bajas indican bajo estrés y las altas niveles elevados de éste. Por otro lado,

como índices objetivos de estrés se midió el cortisol salival (sCort) y la alfa amilasa en

saliva (AAs). SCort es un biomarcador objetivo de la actividad de HPA y, AAs es una

enzima de la saliva que puede considerarse un biomarcador de los cambios relacionados

con el estrés en la actividad del SNA. Para extraer datos sobre sCort y AAs, los

participantes debían extraer muestras de su saliva mediante el sistema SaliCap (IBL,

Hamburgo, Alemania) mediante el cual tenían que mantenerse la saliva durante dos

minutos sin tragar y posteriormente transferir la saliva acumulada a un tubo diseñado

para la actividad. El comportamiento musical se midió teniendo en cuenta la diferencia

entre escuchar música deliberadamente de forma activa y escuchar música de forma

pasiva (p.ej: al entrar en una tienda). Los sujetos debían evaluar su comportamiento

musical durante los días de evaluación en función de la premisa mencionada

anteriormente, clasificándolo en episodios musicales (deliberados) o no musicales (no

deliberados). Solo en aquellos sujetos que presentaron una escucha activa de música se

siguió con la evaluación. Se pidió a los participantes que evaluaran la música en una

escala analógica visual (0 a 100). La redacción de la pregunta era la siguiente: «La

música que has estado escuchando fue...». Los participantes indicaron la valencia

percibida (de 0 (triste) a 100 (feliz)) y la excitación (que variaba de 0 (relajante) a 100

(activación)) de la música que habían estado escuchando. Posteriormente, se les pidió

que indicaran las razones por las que escuchan música. Además, se utilizó el MPQ

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(Cuestionario de Preferencias Musicales) para conocer las preferencias musicales

habituales de los participantes y las situaciones en las que usualmente deciden escuchar

música. Por último, en una escala que va de 1 (no importante) a 5 (muy importante), los

participantes indicaron la importancia de la música en sus vidas. Los resultados

mostraron que la escucha musical es necesaria para reducir los niveles subjetivos de

estrés. La disminución del sCort se produjo cuando los sujetos escuchaban música como

medio de relajación. Por otro lado, AAs mostró una correlación con el nivel de

excitación de la música. Mostrando que en canciones consideradas como enérgicas por

los sujetos aumentaba y en las relajantes disminuían. Este estudio mostró que escuchar

música como medio de relajación puede tener efectos reductores del estrés (Linneman et

al., 2015).

La variación del nivel de cortisol debido a la musicoterapia se ha examinado en

otros contextos, como puede ser el de pacientes con ansiedad dental, tal como se ha

llevado a cabo en un estudio realizado por Mejía-Rubalcava y col. (2015), que

describiré a continuación. En primer lugar, cabe destacar que la selección de la muestra

interés de estudio fue extraída utilizando la Escala de Ansiedad Dental Modificada en

Español (MDAS), de esta manera se cercioraban de que los sujetos presentaban

ansiedad dental. Posteriormente, se asignaron al azar 34 sujetos en el grupo control y el

grupo experimental. En la primera medición (establecimiento de la línea base) la tarea

consistió en colocar al paciente en una silla del dentista y mostrarle una aguja de

anestesia local, de esta manera se pretendía desencadenar la respuesta de ansiedad ante

la odontología. El instrumento se mostraba durante 30s funcionando a alta velocidad

para que el paciente identificara el sonido distintivo. Posteriormente se les cambió de

silla y de posición y se realizaron la medición de los distintos parámetros mediante

instrumentos estandarizados. En la segunda medición se hizo exactamente lo mismo,

pero en el caso del grupo experimental se presentaron 20 minutos de música relajante

(mediante auriculares) mientras se producían las mediciones (musicoterapia). En cada

paciente se midieron varios parámetros: el sCort, la presión arterial, la frecuencia

cardiaca, la saturación de oxígeno y la temperatura corporal. La prueba t de Student y

Chi2 se aplicaron para analizar diferencias significativas entre las variables estudiadas

antes y después de la estimulación desagradable. En la línea base, todos los grupos

registraron el mismo nivel de ansiedad. En la evaluación post se encontraron diferencias

significativas en el grupo experimental con respecto al control: disminuciones de la

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concentración de sCort y variaciones en la presión arterial, la frecuencia cardiaca y la

temperatura corporal. Según este estudio se podría concluir que la musicoterapia es

capaz de reducir la ansiedad dental , lo cual se observa mediante variaciones en los

registros psicofisiológicos de los sujetos (como el nivel de sCort) (Mejía-Rubalcava,

Alanís-Tavira, Mendieta-Zerón, y Sánchez- Pérez, 2015).

Algunos investigadores han centrado su interés en estudiar cómo influye el

estado de ánimo en las reacciones ante el estrés. Debido a la capacidad de la música

para evocar emociones se utiliza como instrumento modulador del estado de ánimo de

los sujetos en la experimentación. En la actualidad existe un creciente interés por

comprender cuales son los sistemas neuroquímicos subyacentes al estrés que son

activados por la música, este aspecto es otro motivo por el cual se utiliza la música en

este tipo de estudios. Investigaciones de laboratorio con participantes sanos reportaron

reducciones de cortisol en respuesta a la música, en comparación con un grupo de

control. Por otro lado, la evidencia empírica muestra que se produce una disminución

del cortisol ante la escucha de música tranquilizante y una reducción del estado de

ánimo negativo (Koelsch et al., 2016). En el estudio realizado por Koelsch y col. (2016)

se administró estrés agudo mediante la inhalación de dióxido de carbono (CO2) en una

muestra de 143 sujetos. Posteriormente, se produjo la evaluación de los niveles de:

cortisol, hormona adenocorticotropa (ACTH), interleucina-6 (IL-6), NA, leptina,

Hormona Inhibidora de la Somatotropina u Hormona del crecimiento (SIH) y factor de

necrosis tumoral TNF-α. Para cuantificar estos niveles se extraía sangre a los sujetos, se

establecieron seis tramos de extracción: antes del estresante, después del estresante y

luego cada 15 minutos en el transcurso de una hora. La asignación de los participantes

en grupo control y equivalente se hizo de manera aleatoria y, además, se establecieron

tres horas para llevar a cabo el estudio y se distribuyó a los sujetos en estos tres

momentos temporales. De esta manera, se reduce el sesgo que podría ocasionar que los

efectos fueran debido a la hora del día en la que realizamos el estudio y no a la variable

independiente (la música) del estudio.

Tras la presentación del estresante se comprobó si la música era capaz de

modular el estado de ánimo de los participantes. Para ello, se administró música con una

valencia positiva (demostrada en otros estudios) en los participantes del grupo

experimental y un estímulo auditivo neutro en el grupo control. Los resultados

mostraron que el estrés agudo provocó aumentos en los niveles de NA, ACTH, sCort,

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IL-6 y leptina. NA y ACTH mostraron las respuestas de estrés más rápidas y fuertes,

seguidas del cortisol, IL-6 y leptina. La intervención musical se asoció con un estado de

ánimo más positivo y variaciones notorias en los niveles de sCort ante el estrés agudo

en el grupo experimental. Los datos mostraron que el estrés agudo (CO2) afecta las

funciones endocrinas, inmunes y metabólicas en los seres humanos, y muestran que el

estado de ánimo, el cual puede ser modulado mediante la música, juega un papel causal

en la modulación de las respuestas ante el estrés agudo. Una de las limitaciones de este

estudio es que los niveles de cortisol pueden verse afectados también por la extracción

de sangre, lo cual supone un acontecimiento estresante en muchas personas. Este hecho

afectaría a la validez interna del estudio al presentar una variable extraña no controlada

(Koeschl, 2016).

Otro estudio (Linnemann, Strahler, y Nater, 2016) demostró que el efecto

desestresante de la música era más prominente ante la presencia de apoyo social. La

investigación fue realizada en una muestra de 32 mujeres 21 hombres y se hizo uso de

autoinformes, registros de conducta y mediciones fisiológicas. Los participantes debían

registrar en su día a día preguntas sobre estrés percibido, sobre la compañía o no de

otros mientras escuchaban música y sobre si esta escucha se había realizado desde la

última evaluación, en caso afirmativo deberían registrar aspectos de la música

escuchada (agradabilidad, y excitación mediante escalas visuales analógicas (VAS) y

razón por la que escuchaban música). Las evaluaciones eran realizadas cinco veces al

día (30 minutos después de despertarse y a las: 11:00 h, 14:00 h, 18:00 h y 21:00 h)

durante 7 días consecutivos. Tras cada evaluación debían recoger muestras de saliva

para registrar los niveles de sCort y AAs siguiendo el procedimiento de SaliCap

(mencionado anteriormente). Para asegurar la mejor fiabilidad y validez posible de los

marcadores de estrés salivales obtenidos en el campo, se tomaron un enfoque de dos

vertientes. En primer lugar, se instruyó cuidadosamente a los participantes sobre qué

hacer y qué no hacer inmediatamente antes de recoger las muestras y se les pidió que

congelaran las muestras lo antes posible. En segundo lugar, se evaluó la hora del día, el

tabaquismo y la ingesta de alimentos como fuentes de varianza intraindividual. Los

resultados mostraron que escuchar música en presencia de otros condujo a niveles de

estrés subjetivos disminuidos, secreción atenuada de sCort y mayor actividad de AAs.

Al escuchar solo música, la música que se escuchaba por la razón de la relajación

predijo menor estrés subjetivo. No obstante, la escucha de música en soledad no

reflejaba disminuciones en los niveles de estrés. Al ser un estudio realizado en el

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contexto del sujeto permite aumentar la validez ecológica del estudio y observar

directamente la dinámica de las variables de interés. La limitación que encuentra el

estudio es que al no ser asignados al azar a los participantes en las condiciones

experimentales no se pueden extraer conclusiones causales con tanta fiabilidad

(Linnemann et al., 2016).

5. DISCUSIÓN

En los artículos recogidos en esta revisión se puede apreciar cómo la música es

capaz de influir en nuestro cerebro de diferentes formas.

En primer lugar, quiero hacer referencia al diseño experimental de Tabei (Tabei,

2015). Como se mencionó anteriormente, encuentro una limitación en este estudio, ya

que pienso que existe una reducción de la validez interna que podría ser subsanada si se

tomara una medida fisiológica de emoción que asegurara la distinción en la ejecución de

ambas tareas. Las diferencias observadas en el escáner de RMf, en ambas tareas, es una

forma de demostrar que los sujetos en las dos condiciones están realizando una tarea

cognitiva diferente, pero no nos aporta suficiente información acerca de si se están

realizando de manera correcta. Si en la tarea de emoción sentida se midiera que

realmente está sintiendo la emoción evaluada y, en la tarea de emoción percibida se

mostrara que no está sintiendo la emoción escogida se aumentaría la validez del estudio,

ya que se estaría realizando una correspondencia entre las valoraciones subjetivas de los

sujetos y los índices psicofisiológicos objetivos.

Por otro lado, esta revisión ha mostrado que la música es capaz de activar fácilmente

el circuito de la recompensa (Blood y Zatorre, 2001; Montag, Reuter, y Axmacher,

2011; Mueller, Fritz, Mildner, Richter, Schulze, Lepsien, y Muller, 2015; Zatorre,

2015). La liberación de DA en el estriado dorsal y ventral ante la escucha de música

agradable parece ser uno de los principales mecanismos que hace posible que el ser

humano perciba un valor reforzante en la música (Zatorre, 2015). No obstante, existen

diferencias individuales en el funcionamiento del circuito de la recompensa ante la

música, ya que al crear el cuestionario BMQR se obtuvo un porcentaje de población

sana en la que no se producía dicha activación y, posteriormente, se corroboró esto en

diversos estudios, entre el que encontramos el de Mas-Herrero y col. ( Mas-Herrero et

al. 2014).

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En lo referido a la música y la depresión me gustaría plasmar una propuesta para

investigaciones futuras. Partiendo de la base de que hay investigación acerca de la

disminución de los síntomas depresivos de los pacientes mediante la música (Gómez

Gallego y Gómez García, 2016) , de diferencias cerebrales en el procesamiento de la

música entre pacientes sanos y deprimidos (Osuch et al., 2009; Lepping et al., 2016) y,

que existe una amplia evidencia empírica de cómo la música es capaz de generar

emociones agradable en sus oyentes ( Blood y Zatorre, 2001; Koeschl, 2010; Koeschl,

2014 ) creo que sería útil elaborar un programa de intervención teniendo en cuenta todas

estas investigaciones como marco teórico y aplicando los principios de una psicoterapia

concreta. La propuesta que planteo en este trabajo es diseñar un programa de

intervención mediante musicoterapia y que se compruebe la eficacia de este no solo

como forma de validar el programa, sino también como forma de adquisición de más

evidencia empírica acerca de los efectos del tratamiento de la depresión con música.

Para ello, se podría seleccionar una muestra de pacientes depresivos (en la que se

determinarían distintos criterios de inclusión y exclusión) y se dividirían en dos grupos:

experimental y control. En el grupo experimental se aplicaría el programa de

intervención tal y como se ha diseñado y en el control se aplicaría la intervención

modificando aspectos que se cree que influyen en la eficacia del programa, por ejemplo:

si en el programa se cree que es importante el orden en el que cada actividad se presenta

se podría utilizar este factor (orden) como un aspecto a modificar en el grupo control y

experimental. Sería necesario realizar un diseño cuasiexperimental, ya que los pacientes

parten de tener una característica común: tener depresión. Otro aspecto a tener en cuenta

es realizar una evaluación pre, otra post e incluso sería recomendable una evaluación a

mitad de la intervención para intentar reducir al máximo la posible influencia de

variables extrañas en la eficacia del tratamiento. En este caso, se utilizarían

evaluaciones como la escala HAD o el inventario de Beck. Por otro lado, también sería

interesante usar RMf, ya que como han demostrado Lepping et al. (Lepping et al., 2016)

y Osuch et al. (Osuch et al., 2009) los pacientes depresivos presentan un

funcionamiento cerebral distinto ante la percepción musical y ante el valor

recompensante de esta en comparación con el grupo ND. Para comprobar si el

entrenamiento musical es capaz de modificar este funcionamiento anómalo se podrían

añadir en el programa tareas de procesamiento de estímulos como la realizada por estos

autores y observar si existen diferencias significativas en las áreas activadas antes y

después del programa. En el caso de que no se demostrara la eficacia del programa se

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podría inferir que la música es capaz de detectar cambios entre MDD y ND (Osuch et

al, 2009; Lepping et al. 2016), pero no es capaz de modificar estos cambios o, que el

programa diseñado no es efectivo. Esta propuesta se ha plasmado de forma muy

escueta, sería necesario tener en cuenta múltiples parámetros más para llevar a cabo una

buena elaboración y evaluación del programa de intervención con música que

permitiera su aplicación posteriormente. Si se demostrara la eficacia del programa se

obtendría diversos beneficios:

- Más evidencia empírica acerca de que la música es capaz de mejorar

síntomas depresivos.

- Se obtendría un tratamiento no farmacológico en estos pacientes, lo cual es

bastante más saludable para estas personas.

La selección de la muestra con pacientes depresivos es un ejemplo, se podrían

seleccionar pacientes con ansiedad o con cualquier característica de la que haya

investigación acerca de que la música es capaz de modular en ella. Lo que interesa es

utilizar los múltiples beneficios y efectos de la música en el cerebro humano para

diseñar programas de intervención no farmacológicos que sean capaces de mejorar el

bienestar físico y psicológico de las personas.

Además, profundizar en el conocimiento de la influencia musical no solo sirve para

tratar a pacientes con trastornos o enfermedades (Lepping et al., 2016), sino que

también aporta información acerca del funcionamiento cerebral de personas sanas

(Koeschl, 2014; Mas- Herrero et al., 2014)

Por otro lado, el uso de la música como estímulo relajante (Mejía-Rubalcava et al.,

2015; Linneman et al., 2015) creo que es un método que hemos utilizado la mayoría de

las personas. Resulta interesante contar con una base empírica que muestre estos efectos

incluso en contextos como el dentista (Mejía-Rubalcaba et al., 2015), pero creo que el

efecto relajante de la música es fácilmente apreciable sin necesidad de que la

investigación nos haga conocedores de dicho efecto. No obstante, contar con un abanico

de investigación acerca de los sustratos neurales de este efecto permite arrojar más

claridad acerca de nuestro funcionamiento cerebral ante la música, aparte de aportar

datos a la neurociencia sobre el sCort o AAs (Mejía- Rubalcaba et al., 2015; Linneman

et al., 2015; Linneman et al., 2016).

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Por último, aunque en este trabajo no se haya hablado de ello, cabe destacar que,

según lo analizado en los artículos revisados, creo que de aquí a uno años va a existir

más evidencia empírica acerca de la relación de la música y el establecimiento de lazos

sociales entre las personas. Así como acerca de si la música es capaz de interferir en el

sistema de neuronas espejo, el cual está relacionado con la empatía. Hoy en día, existen

algunas investigaciones que tratan este tema pero el abanico que he encontrado no es

muy amplio. La existencia de diversas propuestas acerca de cómo la música podría

influir en estos aspectos y como intervenir en diversos trastornos como el autismo

haciendo uso de ella es lo que me hace pensar que cada vez va a haber más

investigación acerca del tema para aportar una mayor evidencia empírica (Overy y

Molnar-Szakacs, 2009; Fukui y Toyoshima, 2014).

6. CONCLUSIÓN

En este trabajo se presentan diversos estudios que muestran como la música es

capaz de evocar emociones en el ser humano y de activar áreas cerebrales. Ser

conocedor de todo este sustrato neural permite no solo una amplia aportación a la

neurociencia acerca de nuestro funcionamiento cerebral, sino también, abrir paso a

múltiples propuestas de intervención para distintos trastornos mentales.

7. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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1. OMS (2017), Organización mundial de la salud. Disponible en:

http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs369/es/

8. ANEXOS

8.1. SIGLAS UTILIZADAS EN EL TEXTO:

1. AAS: Alfa-amilasa salival.

2. ACC: Corteza cingulada anterior.

3. ACTH: Hormona Adeno Corticotropa.

4. ATV: Área tegmental ventral.

5. BDI: Inventario de depresión de Beck.

6. BMQR: Cuestionario de recompensa musical de Barcelona.

7. CO2: Dióxido de carbono.

8. DA: Dopamina.

9. FC: Frecuencia cardiaca.

10. HAD: Escala de Hamilton para ansiedad y depresión.

11. HPA: Sistema hipotalámico-hipofisario-suprarrenal.

12. IB: Índice de Barthel.

13. IL-6: Interleucina 6.

14. MDAS: Escala de Ansiedad Dental Modificada en Español.

15. MDD: Personas con trastornos depresivo mayor.

16. MMSE: Mini-examen del estado mental. Valora orientación espacio-temporal,

atención, memoria verbal, lenguaje y praxias.

17. MPQ: Cuestionario de preferencias musicales.

18. NA: Noradrenalina.

19. NAc: Núcleo accumbens.

20. ND: Personas que nunca han sufrido depresión.

21. NMT: Musicoterapia neurológica.

22. NPI: Inventario de síntomas neuropsiquiátricos. Valora la presencia, severidad y

frecuencia de: delirios, alucinaciones, depresión, agitación, irritabilidad,

conducta motora aberrante, ansiedad, agresividad, apatía y desinhibición.

23. OfC: Corteza orbitofrontal.

24. OMS: Organización mundial de la salud.

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25. OT: Oxitocina.

26. OTR: Receptor de oxitocina.

27. PET: Tomografía por emisión de positrones.

28. rCBF: Nivel de oxígeno dependiente.

29. RMf: Resonancia magnética funcional.

30. SNA: Sistema nervioso autónomo.

31. sCort: Cortisol salival.

32. SCR: Registro de conductancia de la piel.

33. SgACC: Parte subgenual de la corteza cingulada anterior.

34. SHPS: Escala de placer de Snaith-Hamilton.

35. SIH: Hormona Inhibidora de la Somatotropina (u Hormona del Crecimiento).

36. TNF-α.: Factor de necrosis tumoral (liberada por células del sistema

inmunológico).

37. SMA: Área motora suplementaria.

38. VAS: Escala analógica visual.

39. VMPF: Corteza prefrontal ventromedial.