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Teatro Alemán
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Philipp Löhle
ALIAS GOSPODIN
GENANNT GOSPODIN
Spanisch von Olga Sánchez Guevara Havanna 2008
Alle Rechte vorbehalten, insbesondere das der Aufführung durch Berufs- und Laienbühnen, des öffentlichen Vortrags, der Verfilmung und Übertragung durch Rundfunk und Fernsehen. Das Recht der Aufführung ist rechtmäßig zu erwerben vom: All rights whatsoever in this play are strictly reserved. No performance may be given unless a licence
has been obtained. Application for performance etc., must be made before rehearsals begin, to:
Autoren Agentur Verlag Autorenagentur Gmbh
Neue Schönhauseer Str.20, 10178 Berlin
Teléfono 030/28 49 760 . Fax 030/28 49 76 76
Ansprechpartner: Bastian Häfner E-Mail: [email protected]
Die Rechte an der Übersetzung liegen bei Olga Sánchez Guevara , Coyula No.18742
e/ Primera y Segunda; Reparto Monterrey, San Miguel del Padrón 13100 C. Habana, Cuba
Förderung der Übersetzung durch: / This Translation was sponsored by:
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Philipp Löhle
ALIAS GOSPODIN
Autoren Agentur
Verlag Autorenagentur Gmbh
Neue Schönhauseer Str. 20
10178 Berlin
Teléfono 030/28 49 760 . Fax 030/28 49 76 76
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Copyright Verlag Autorenagentur GmbH
Todos los derechos reservados, en especial los de traducción, representación
por grupos teatrales profesionales y de aficionados, lectura pública, fi lmación
y transmisión por radio, televisión y otros medios audiovisuales, también si se
trata de fragmentos aislados.
De este manuscrito no vendible sólo podrá hacerse uso sobre la base de un
contrato escrito específico con la editorial, en especial s i se pretende
reproducirlo o pasarlo a terceros, ya sea en forma pagada o gratuita. Una
violación de este compromiso tiene consecuencias de derecho civil y penal, en
especial las de la ley de derecho de autor.
Si la obra no es aceptada para su representación, solicitamos que el libro sea
devuelto a:
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10178 Berlin
Teléfono 030/28 49 760
Fax 030/28 49 76 76
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“Sucede que alguien osa ser totalmente él mismo, un ser humano individual,
este determinado ser humano individual.”
Soren Kierkegaard
3 actores representan a:
Ella
Él
Gospodin
Anette
Andi
Norbert
Sylvia
Hajo
Karl Engerling
El hombre del supermercado
Madre
2 comisarios
5
Ella:
Así, entonces él se despertó en un área de juego. Yacía de espaldas en el
banco y así había dormido. Incómodo. Y la cabeza colgaba al extremo del
banco. Colgaba así . Sí, su… mundo estaba de cabeza. Y después él se puso de
pie y apenas se fijó en los niños que jugaban allí, aunque uno tenía un auto de
policía así, con una sirena. Eso enloquece a uno, de veras. Los niños son tan
ruidosos y encima un juguete así . En verdad, ¿quién inventa semejante cosa?
Deben de ser sádicos.
Así fue y entonces él salió corriendo del área de juego y en realidad
sólo se preguntó cómo había llegado allí . Al área de juego. Al banco. Y tenía
hambre y fue a un puesto de comidas rápidas, a buscar algo de comer.
Una salchicha al curry tal vez, o un döner1. El döner bien te pone.
Probablemente me alteré, pensó. Incluso estuvo seguro, en algún
momento, de que se había alterado, porque eso es así, cuando Gospodin se
altera, cuando se altera de verdad, ah sí , entonces se queda dormido. No al
momento, pero bastante rápido. Entonces se siente increíblemente cansado y
bosteza y se recuesta y se arrellana, y en algún momento se adormece, aunque
se altera de verdad, aunque en realidad quisiera discutir. Se adormece, duerme
a pierna suelta, no ronca, pero duerme como un niño pequeño. Y eso es lo que
pensó que probablemente le había ocurrido. Conoce eso. Se conoce. ¿Quién se
conoce en realidad?
Pero hasta ahora nunca le había ocurrido no saber después por qué se
había alterado. Y así fue. Entonces. Al principio. Al final.
Y por eso mira en su cerebro, mira lo que todavía recuerda y sabe: cómo
por último se despertó en casa y desayunó en casa. Cómo comió en la cocina
ante la vacía pared pardo-grisácea, ante la cual se pregunta cada mañana qué
sería mejor colgar en ella. Y en realidad cada día decide que lo mejor es que
no haya nada colgado allí. Porque entonces puede imaginarlo todo. Igual.
1 Plato turco que consiste en lonjas de carne asada.
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Así pues, se acuerda de lo que hizo, pero de alguna manera es como si
no fueran sus propios recuerdos, como si alguien se lo hubiera contado.
También cómo después del desayuno salió de la casa y correteó de un lado a
otro. De eso se acuerda todavía, pero sólo a medias. Y en algún momento
desaparece en una esponja, en un pote de engrudo, en una masa opaca y
tremolante.
Entonces se fue del puesto de comidas rápidas, porque pensó, lo mejor
es que empiece el día una vez más por el principio. Pensó. Sencillamente
regresar y levantarse de nuevo, mirar una vez más a la pared de la cocina y
sencillamente olvidar cómo había sido el día hasta ahora.
Al caminar miraba al suelo ante sí, para no tener que notar demasiadas
cosas.
Casi lo hubiera logrado. No estaba muy lejos de casa, pero entonces se
encontró con la vendedora de la tienda “bio” al doblar la esquina. Igual. Y
ella lo saludó como si él fuera nieve en el verano, y luego dijo: “¿Ajá?
¿Caminando tan soli tario?” ¡Exacto! Eso dijo ella: “¿Ajá? ¿Caminando tan
solitario?” Sí sí . Y por una parte fue bueno, pero también fue malo. Porque:
ella dice eso, y eso afecta a Gospodin como un rayo al cagar, como al clavo en
la cabeza, como Robin Hood a la flecha del otro tipo: justo al medio, justo en
el punto, como culo en orinal, ¡y ahí estaba todo otra vez!
Eso puede ser muy estúpido, cuando todo está otra vez ahí, y fue
estúpido. Todo el día, todo el estrés, toda la enorme porquería. De pronto le
vino todo otra vez a la mente. ¡Toda la niebla y el engrudo simplemente se
habían ido de nuevo! ¡Zas! ¡Puf! Y Gospodin lanza a un lado a la mujer de la
t ienda “bio” y corre, corre como un loco, porque no puede hacer otra cosa que
correr. Corre por un largo túnel, corre como Superman con una cola así detrás,
y ahora sólo quiere ir a casa y contárselo todo a Anette. Eso que hasta hacía
un momento no sabía ya. Eso que hasta hacía un momento se había ido por
completo, como un DVD en la videoteca, ahora estaba de pronto en la
grabadora de su cerebro y sonaba y sonaba. A repetición. Repeat all! Tenía
rabia de verdad. La tenía. Rabia de verdad.
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Escena 1
Anette y Gospodin
Gospodin: Hoy me la han… Se la han l levado.
-
Era mi medio de subsistencia.
-
Gospodin: ¿Anette?
Anette: Hermann estuvo aquí. Preguntó si podía llevarse prestado tu
amplificador.
Gospodin: ¿Entiendes? Me han quitado mi medio de subsistencia.
Anette: Le he dicho que seguramente no te molestaría. Hermann es muy
decente.
-
Anette: ¿Te acuerdas cómo limpió la tienda entonces, en España, porque
habíamos dormido bajo una cigarra resinosa?
Gospodin: Era un ciprés.
Anette: Pero él limpió la tienda con su propia manopla de baño.
Gospodin: Una cigarra es un insecto.
Anette: Con lo mismo que se restregaba la piel .
Gospodin: Además la tienda era suya. Todo el mundo cuida de sus propias
cosas.
Anette: No pudo volver a lavarse la cara en las dos semanas restantes.
Gospodin: Pero podía.
-
Gospodin: Usó también mi manopla de baño.
Anette: No lo creo.
Gospodin: No quería que ustedes lo supieran, porque estaba muy
impresionado por la forma en que ustedes habían admirado su
“desprendimiento”.
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Anette: Eso es otra vez típico de ti .
Gospodin: En realidad quiero contarte otra cosa.
Anette: Chivato. Tu amigo te confía un secreto, y tú sales por ahí
cotorreándolo.
Gospodin: Hace t res años de esas vacaciones.
Anette: ¿Y qué? ¿Ya ustedes no son amigos?
Gospodin: Por supuesto. Incluso muy buenos. Pero eso no es ningún gran
secreto. No es nada personal. No se trata de su rabo.
Anette: Eres asqueroso. Él piensa devolver el amplificador el domingo.
Hará una pequeña fiesta para su departamento de la firma.
-
Gospodin: Se han llevado mi l lama, Anette.
¡Anette!
Greenpeace se ha llevado mi llama.
¡Greenpeace!
Anette: ¡Hermann es muy querido en su departamento!
Gospodin: Dijeron que querían llevar a la llama al zoo. ¿Has visto alguna
vez el zoo? Allí hay animales que necesitan libertad de
movimientos, encerrados en celdas de dos metros cuadrados. ESO
es tortura.
Anette: Hermann tutea a su jefe.
Gospodin: ¡Las l lamas también necesitan libertad de movimientos!
Anette: Los colegas de Hermann ni siquiera tienen que llevar algo.
Ensalada o algo así.
Gospodin: Pero quieren proteger al mundo y eso. Cómo es que se
encapricharon con mi llama.
Anette: Dijo que él lo haría todo.
Gospodin: Mi llama estaba bien. Puedo decirlo. ¿No estaba bien, Anette?
Estaba bien. Tenía libertad de movimientos. Y también era
acariciada. No me asombraría si ahora estuviera peor. Tal vez el
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sótano sea muy pequeño, OK, pero ella tenía libertad de
movimientos. Y yo también.
Anette: Hermann compró CDs extra para la velada.
Gospodin: Yo también tenía libertad de movimientos. Necesitamos eso, creo.
Necesitamos libertad de movimientos, exactamente igual que una
llama.
Anette: Y también compró un disco de acetato. Hermann, a causa de la
nostalgia.
Gospodin: ¡Anette! Ahora lo he entendido:
¡Hermann!
¡Departamento!
¡Amigos de su misma profesión!
¡Da una fiesta!
Me da igual. Hermann no es decente, es un mezquino burgués de
mierda. Y si tiene un departamento tan bueno y dentro de éste
tantos amigos, qué tal si hubiera pedido prestado un amplificador
allí.
Anette: Yo pensaba que él era tu amigo. Entonces puede pedirte prestado
el amplificador.
Gospodin: No soy su amigo.
Anette: Además, normalmente no oye música nunca, porque eso daña los
oídos. Tú lo sabes.
Gospodin: Ah. Ese completo idiota. Ese gran… burgués esotérico.
Anette: No quisiera decir nada sobre eso.
Gospodin: Me quitaron mi llama, Anette.
¿Me estás escuchando?
Anette: No quisiera referirme a eso.
-
Anette: Sí, te escucho, no se puede evitar.
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Gospodin: Tengo que buscarme algo nuevo. O los acuso. Les saco el jugo.
Llevaré a Greenpeace a la ruina, para que aprendan que mi llama
no necesita su organización de mierda. Millones les voy a sacar.
Anette: Eso seguramente te hará popular. Es una idea grandiosa: mi casa,
mi auto, mi yate. Pude comprármelo todo porque acusé a
Greenpeace. Ustedes saben: los protectores de animales. En
realidad salvan a las pequeñas crías de foca de los ganchos de
hierro de los rusos, ¡pero ahora ya no tienen más dinero para eso,
porque ahora lo tiene Gospodin!
Gospodin: No se trata de dinero. Mi nueva forma de vida está… anulada.
Sería amable de tu parte si respetaras un poco más mis agresiones
al respecto.
-
Gospodin: Ellos ni siquiera me dieron algo a cambio de la llama. Sólo
dijeron que mantener una llama en estas latitudes era maltrato a
los animales. Una llama pertenece al Perú. Sólo se siente bien a
partir de los 2000 metros sobre el nivel del mar, y ganar dinero
mediante ella sería explotación y esclavitud! ¿Has oído eso,
Anette? Explotación y esclavitud. Como si una llama fuese una
persona o un negro como antes.
Anette: Di al menos “de color”.
Gospodin: Pero no se trata para nada de dinero. Traté de explicárselo a el los,
pero no entienden absolutamente nada.
Y ahora tenemos aquí en el sótano todo el forraje y el heno
todavía. Pero te lo digo: mejor me lo como yo mismo antes que
ellos se lo lleven.
Anette: No hablaré de eso.
Gospodin: “No hablaré de eso”. Be be bee. Entonces no hables. Pero yo
quiero hablar de eso
Tú me conoces.
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Gospodin quiere poner música. No puede, porque falta el amplificador.
Grita.
Anette: ¿Qué es lo que pasa?
Gospodin: ¡Yo quería oír música!
Black
12
Él:
Después él se fue de nuevo. No resistió más aquello con Anette. Ella no
le prestó atención, y por eso él tuvo que caminar, tuvo que caminar para
curarse. Y él camina y piensa en muchas cosas, en casi todo, pero no puede
concebir ninguna idea clara ni sacar conclusiones.
Ve a una mujer mayor con pañuelo en la cabeza, que lleva una mochila
escolar de un color chillón y fosforescente. Atlas, piensa Gospodin, el mundo
sobre los hombros.
Y ve a una gorda con mucho papel sanitario bajo el brazo, y una cara
como si padeciera de estreñimiento crónico.
Y en un patio hay tres jóvenes y comparten un porro, se sonríen unos a
otros cuando uno de ellos tose, y fuman como si alguien los obligara a
hacerlo. Y él camina y ve a un hombre mayor calvo, con patil las grises, que da
brazadas en el aire como si allí fuera a atrapar letras colgadas en una
tendedera. ¡Para seguridad!
Y él camina y ve una tienda que sólo vende cinturones, junto a una
t ienda que sólo vende si llas.
Y en una registro de electricidad hay un letrero que dice “Todo cae”, y
delante yace acurrucado un mendigo a cuyo lado se ensancha un charco que
sale del cierre de su pantalón.
Y él camina y en una ventana al otro lado de la calle ve a alguien hacer
señas, y espera que tal vez sea con él y al acercarse se da cuenta de que es un
l impiador de ventanas que hace así .
Y ve publicidad para leche, “La leche es mi fuerza”, y piensa: pobre del
país que necesita publicidad para la leche, allí sencil lamente algo anda mal.
Y ve una manzana que rueda desde un puesto de frutas por la acera y
medita si la debe chutar hacia el otro lado de la calle o recogerla, y después
ve al frutero recoger la manzana, limpiarla en su camisa y volver a colocarla
en la caja, y piensa si las peras no serán mejores para la salud que las
manzanas.
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Y así él camina y ve todo eso y piensa lo suyo y no puede detenerse.
Porque simplemente tiene que caminar. Porque quiere caminar para curarse.
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Escena 2
Andi y Gospodin
Andi: Eso durará media hora cuando mucho. Eso… eso lo pasas sentado
en una nalga.
Gospodin: Pero no la conozco. Qué voy a hacer entonces. Después le diré
“mis condolencias” a alguien que no tiene nada que ver.
Andi: Pero eso casi siempre sirve en el cementerio. Además, sólo tienes
que poner mi nombre en la lista de condolencias. Después ellos
verán que estuve allí .
-
Andi: Por favor, hazlo por mí. Ya les he preguntado a Hermann y a
Norbert , pero ellos no tienen t iempo.
Gospodin: Probablemente Hermann esté con su departamento en Legolandia.
Andi: No, fueron a una degustación de vinos. A Düsseldorf.
-
Andi: También te daré algo a cambio. Y pongo el traje.
Gospodin: ¿Parezco uno que no t iene traje?
Andi: Sólo conozco el que me prestaste para aquella fiesta.
Gospodin: Entonces. ¿Ese no es un traje?
Andi: ¡¿Era amarillo?!
Gospodin: Me parece una mierda que a los entierros siempre haya que ir de
negro.
Andi: Este no es el momento para romper esa tradición.
Gospodin: Pero el traje amarillo es bonito, tú mismo lo dijiste.
Andi: ¡Gospodin! Te pido que vayas. Bajo mis condiciones. No con ese
traje amarillo. Le da dolor en los ojos a uno.
Gospodin: Entonces deja también la nevera ahí. ¿O no te duelen los ojos?
Andi: Eso es algo completamente distinto. Y tú también lo sabes.
Era una bad taste party , Gospodin.
15
Llevé tu traje amaril lo a una bad taste party . ¿Entiendes? Tu
nevera la pongo dentro de mi casa y enfrío en ella ese mierdero
asado de ganso.
Eso no lo ve nadie.
Gospodin: Entonces tampoco te gusta. La nevera.
Igual que el traje. Del que siempre dijiste que estaba “genial”.
Andi: Traje-nevera. Son dos cosas distintas, dos pares de botas. Con la
nevera no voy a un entierro.
Gospodin: No. Tú no vas al entierro de ninguna manera.
Poco a poco me pregunto quién es aquí el que quiere algo de
quién.
Andi: Gospodin, por favor.
-
Andi: No se me ocurre ninguna otra persona capaz de hacerlo, Y yo no
puedo ir . No puedo con eso. Lo sé. Me hago pedazos.
Gospodin: Entonces ponte bajo tratamiento.
Y a tu nevera también.
No puedo ir siempre a los entierros en tu lugar. O qué te
imaginas. ¿Qué pasa si Claudia muere? ¿También tengo que ir en
tu lugar?
Andi: ¿Eso quiere decir que lo vas a hacer?
¿Gospodin?
-
Gospodin: ¿Qué fue lo que pasó entonces? ¿Con el piloto Jochen Zeiser?
Andi: Jürgen Zeiser. Se llamaba Jürgen Zeiser. 13 horas. Cementerio
Central. Tumba 856d.
Gospodin: Jürgen. OK.
¿Y entonces?
Andi: Era un vuelo de rutina. Cuatro personas a bordo. Y todo iba bien.
Una vuelta a la Torre de Televisión. Afuera por sobre los lagos,
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luego por encima de la ciudad y de vuelta. Y después de repente
cayeron desde una altura de 15 metros, como una piedra.
Gospodin: ¿15 metros?
Andi: Sí. Eso… Locura. Ya estaban sobre la pista de aterrizaje.
Gospodin: ¿Puede uno caer en un avión desde una altura de 15 metros y
morir? Entonces hasta yo tendré que reírme en el entierro. No lo
puedo creer.
Andi: Es al revés. Esas son las caídas realmente peligrosas. Desde poca
altura. Porque ya no puedes reaccionar. Y luego las alas se
partieron, y todo se lo l levó el viento.
Gospodin: ¡Hombre, qué mierda!
Andi: Sí. Cierto. Tampoco hay cadáveres.
Gospodin: ¿Cómo?
Andi: Así enteros.
Gospodin: ¿Y detrás de qué voy a caminar?
Andi: Lo que se entierra es sólo un brazo o algo así . Más no tienen. De
los otros tres tienen todavía menos.
Gospodin: ¡Hombre, qué mierda!
Andi: No puedo caminar detrás de un ataúd que tiene dentro el brazo de
un piloto que ha caído desde una altura de 15 metros. Sin reírme.
No puedo.
Gospodin: ¡Entiendo!
Andi: Especialmente si se trata de un piloto que tenía el certificado
Jumbo. Y luego se cae con un Cessna tan pequeño.
Gospodin: Si sigues hablando más t iempo, también yo tendré que reír.
Andi: OK. Sorry.
Te daré algo a cambio.
Gospodin: Pero sólo acepto productos naturales.
Andi: Está claro. Puedes comer de mi ganso asado. Te traeré un poco.
Gospodin: Está bien, sí .
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Andi: Naturalmente. En todo caso. También a causa de la nevera. Quiero
decir, hey: salvas mi asado y mi honor profesional.
Black
18
Ella:
De alguna manera él se da cuenta de que sería mejor largarse rápido. Ya
todos ellos miran de una forma muy rara. Como autos. Y él corre como flecha.
Corre entre tumbas y cruces de madera transitorias. Su aspecto es algo
parecido al de un cazador de vampiros del siglo XIX. Y pasa corriendo junto a
tumbas floridas y tumbas abandonadas. Llega a la puerta del cementerio, dobla
a la derecha y sólo ahora nota que ya no t iene puesto su zapato izquierdo.
Huye bordeando el muro del cementerio, en algún momento l lega a la esquina
del área y allí se vuelve por primera vez. Un botón de su chaqueta se
desprende, estalla, se dispara sobre la calle, como un ovni en pequeñas
dimensiones. Él no se fija, trata de distinguir si alguien le sigue, pero zas: ahí
está un tipo así. Y él se le encima corriendo, casi lo atropella, entierra su
nariz en el ramo de flores que lleva el otro con banda luctuosa. Y tras
Gospodin cuelgan en el aire flores arrancadas y sonidos y palabras poco
amistosas, estallan como pompas de jabón, sin ser oídas.
Y Gospodin corre, estornuda mientras corre, a causa del polen y el
polvillo de flores que aún tiene en la nariz. Corre ahora por la acera, que cada
vez se anima más; sus hombros tropiezan con los hombros de otros, pero sigue
corriendo, se mete entre los autos, oye claxons, después el timbre de una
bicicleta, siente un suave tirón en su chaqueta, luego un restregón y un
rasguño, y luego algo hace ruido y alguien grita y huye. Y a la chaqueta le
fal ta una tira.
Y Gospodin corre y desea tener una bicicleta, después piensa, si tuviera
una bicicleta seguro que hace rato me hubiera caído, y luego corre más
conforme.
Irrumpe en un patio trasero, observa las al tas paredes y teme estar
preso, y al final del tercer patio trasero ve una puerta abierta, entonces corre
hacia ella y se encuentra con dos hombres de pelo largo que cargan una
lavadora y uno de ellos dice: “Las manifestaciones. Todo eso es fake2. Las
manifestaciones las organiza el estado. Son todos actores. Ya no hay
2 En inglés: fraude, fraudulento.
19
manifestaciones auténticas.” Y a todo correr él da una vuelta de honor en el
tercer patio trasero, para darles la posibil idad a los del pelo largo de que
dejen la puerta libre. Con su estúpida lavadora. Y en realidad quiere parar y
hablar con los del pelo largo sobre las manifestaciones y preguntarles si eso
es una tesis o si tienen pruebas, pero no puede detenerse, aunque los del pelo
largo lo tengan por chiflado. Lo impulsa una onda de presión en el interior de
su pecho. Lo empuja, ¿o lo hala?
Y da traspiés en el patio entre los canteros sin deshierbar, arranca tras
de sí algo con espinas, se desliza con rapidez por la puerta antes que ésta se
cierre de nuevo, y sube corriendo por la escalera, piso tras piso, todavía con
un gajo espinoso enganchado en su chaqueta.
Ve pequeñas flores secas y bolsas de basura que la gente piensa botar en
la próxima bajada y siempre lo olvidan o es muy tarde para hacerlo, porque
todo es siempre agitación. Y ahora la escalera apesta a bolsas de basura.
Y ve l impiapiés de Ikea con las inscripciones “Home sweet home” o
“Entrar da suerte”, y botas de goma, paraguas, cuadros en las ventanas,
guirnaldas trenzadas, placas de puertas de Fimo, hombrecitos de masa de pan
salada y ceniceros de diversas formas, medio llenos.
Y él corre y llega hasta el último piso, ve una escalera apoyada contra
la pared y sube por ella hacia la claraboya y sale a la azotea sin barandales.
Ahora está muy arriba, de nuevo al aire libre.
Ahora ya hace rato que no cree que lo persigan, t iene por imposible que
así sea, y sin embargo corre.
Corre saltando de techo en techo, pasa corriendo junto a antenas y
chimeneas, corre tras la onda en su pecho (así arrastrado) y desaparece como
pequeño punto oscilante en la oscura línea entre las nubes y los techos de las
casas.
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Escena 3
Norbert y Gospodin
Gospodin: Está bien. Llévatelo sin preocupaciones.
Norbert: Eso sería realmente un fino gesto de tu parte. Ya tengo el de Andi
y el de Hermann, y yo mismo tengo dos más. También tengo uno
de un amigo que trabajó conmigo en Schmakkel. Y con el tuyo ya
tengo seis. En realidad quería que fueran ocho, pero es difícil
recolectar tantos televisores. Puedes ir adonde el “Médico” si
quieres seguir viendo tanto deporte. O al cine. La televisión es
como quien dice una mierda.
Gospodin: Sí. Tienes razón.
Norbert: ¿Pero no conoces a nadie más que quiera prestar un televisor
durante un tiempo?
Gospodin: No.
Norbert: ¿Te he contado lo que quiero hacer con ellos?
Gospodin: No.
Norbert: Quedará genial de verdad. Voy a colocar simples tachos de
basura, uno sobre otro, y entre el los pegaré con poliespuma todos
los televisores. Y algunos estarán de medio lado o de cabeza, y
entonces proyectaré esas imágenes. He recopilado sólo catástrofes
naturales. Ciclones y la inundación y el tsunami y la nieve en
Norteamérica y Katrina. Lo he editado todo así rápido y también
he trastocado los colores, y ahora todo está revuelto. Y delante
oscilará un gigantesco péndulo. Lo soldaré con acero fino. Y
oscilará constantemente a un lado y otro, y llevará esta
inscripción: “Tempus fuck it”. ¿Entiendes? No fugit, sino fuck it.
Es un juego de palabras. Lo encuentro barbarísimo, super. Eso
significa, por una parte, que no se puede detener el tiempo, y por
21
otra parte también que no debe uno romperse la cabeza. Eso es
realmente bueno.
Gospodin: Ajá.
Norbert: Y como banda sonora me he construido una alfombra de sonidos.
Un cluster. Eso es… Lo he metido todo allí, desde el balido de
una oveja hasta… realmente todo, y con Andi pude grabar sonidos
así de la tower: “Delta Alpha please. Delta Alpha please. Can you
hear me?” Eso de verdad es genial , y por supuesto, totalmente
recargado. Pero he atrapado de verdad nuestro tiempo y nuestros
problemas, ¿entiendes?
Gospodin: Ya lo creo.
Norbert: Y si todo marcha bien, entonces continuará. Entonces tal vez iré
con mi “Tempus Fuck it 05”, de alguna manera, a Munich o
Berlín. Eso sería realmente… y después waoooooh.
Gospodin: Sí. Claro. Llévatelo sin preocupaciones. Realmente puedo ir
adonde el “Médico”. Tienes razón.
Norbert: Hey. Viejo. Tú eres suave. De verdad yo sé valorarlo. Tú eres
suaaaave. Quiero decir, para el arte y eso.
Gospodin: Está bien.
Norbert: Andi me contó lo del entierro. Naturalmente aquello fue una
mierda. De todos modos. Pero me parece que no puedes con eso.
Tú tenías la mejor intención. Querías complacerlo. En realidad él
no puede quejarse. Se lo he dicho también a él. Pero todavía está
como a ciento ochenta. Eso se va calmando.
Gospodin: Está bien, Norbert .
Norbert: Pero precisamente eso es lo que quiero decir con mi “Tempus fuck
it”. Es precisamente eso. En un par de semanas ustedes volverán a
hablarse, y entonces todo estará bien otra vez y por eso: fuck i t.
Sí, cágate en eso. Ya volverá. Precisamente eso quiero decir con
el péndulo y esas cosas. De verdad es bueno.
Gospodin: Tal vez eso sea cierto.
22
Norbert: Claro, puedes creerme. Y luego también tendrás de vuelta tu
nevera. Ahora, naturalmente, esto es un poco tonto. También creo
que está un poco mal que él se comporte así. Pero puedes comer
donde el “Médico”. O ven otra vez a Schmakkel. Come allí.
Gospodin: Tal vez tengas razón.
Norbert: Claro. Lo sé. He hablado con Andi. Y también te he defendido. Le
he dicho: entonces ve tú mismo a tus entierros. No mandes a otra
gente, sino arréglatelas tú mismo. A mí también me había hablado
para que fuera. Pero yo tenía demasiadas cosas encima con la
exposición. Eso era fuerte de verdad. Y por eso me parece de
verdad super que hayas hecho eso. Todo mi respeto. Y también le
conté que a t i te saca de quicio lo del zapato, que ahora tienes uno
solo, y que la chaqueta está rasgada. Era cara también, ¿no? Y
Hermann la prestó de mala gana. Y… tú ya no tienes la llama, ¿no
es cierto?
Gospodin: Es cierto.
Norbert: Me lo dijo Andi. Su opinión es que te está bien empleado.
Gospodin: Andi es un mezquino burgués.
Norbert: Precisamente ahora su comportamiento es bastante miserable. Eso
está claro. No te rompas la cabeza, eh. Tempus fuck it, sólo digo
eso. ¿Y qué pasó con tu l lama?
Gospodin: ¡Greenpeace! Ellos me la quitaron.
Norbert: Mierda. De verdad. Greenpeace. Sí, esos han sido siempre unos
nazicomunistas, esos protectores del medio ambiente, los
radicales, de verdad son cerdos. Hombre, hombre, hombre. Quiero
decir, ¿qué es lo que protegen? ¿Eso también tiene que ver con mi
“Tempus fuck it”, los ciclones y todo, hey y Greenpeace? Quieren
evitar algo así . Mierda, hombre. Pondría mis manos en el fuego
por ti y por tu l lama. De verdad eso era… No creo que nadie
pueda tratar mejor a una llama, y te mantenías a flote gracias a
ella. Era prácticamente tu medio de subsistencia, ¿no?
23
Gospodin: Déjalo así, Norbert. Puedes llevarte el televisor. No lo necesito.
Cuando haya terminado tu exposición, me lo traerás de nuevo. Así
está bien.
Norbert: Gospodin, de verdad tú eres suave. Eres suaaaaave. Lo lamento
por Andi y tu llama. Pero “Tempus fuck i t”, ya sabes.
Gospodin: Déjalo así, Norbert.
Black .
24
Él:
Y entonces Gospodin se va de compras. Porque lo del televisor lo ha
sacado de quicio. Sólo de mala gana accedió a prestarlo, y ahora quiere
aprender a separarse. Cree que separarse es bueno.
Entonces toma un carro con una de esas monedas de plástico que se
pueden colgar en el l lavero, y piensa que quien hace tales cosas en serio es
perverso. También le parece que él mismo es un mezquino burgués con el
carro de compras, pero no hay otro modo. Y comienza justo a la entrada, con
los vegetales. Echa en el carro zanahorias, cebollas y zucchini . Enfrente el
pan empaquetado, luego las golosinas, productos precocinados, en medio,
totalmente inoportunos, DVDs y revistas, igual, Gospodin agarra, echa todo en
su carro, sigue, coge mermelada, aceite, especias y salsas preelaboradas. Echa
en el carro pimientos escabechados y alcachofas, coge dos tetrapacks y una
botella de leche descremada, pobre en grasa, y una leche entera. Piensa, qué
clase de país donde se puede comprar leche con tres grados distintos de grasa,
y todavía se encuentra una leche minus L, libre de lactosa. ¡Ahí bostezó!
Coge tres tipos de embutido de hígado, dos bolsas de embutido de carne,
coge del papel sanitario más caro, el de tres capas, coge pizza preelaborada,
lenguado congelado, panga y salmón, 3 kilogramos de vegetales mixtos,
albóndigas, picadillo y frutas congeladas y pastel de manzana, tapas
congeladas, masas mixtas de pescado y croquetas en forma de balones de
fútbol.
Agarra con ambas manos las latas de tomates pelados, coge también
varias latas de tomates bien picaditos, coge maíz, atún, sardinas de los
entrepaños más altos del estante, harina para empanizar, albóndigas de miga
de pan, puré de papas, y al lado cuelgan batas de baño y coge dos.
Así conduce por los pasillos y levanta con ambas manos los paquetes
multicolores para echarlos en su carro. Col agria, col roja, harina, cornflakes,
también frosties, aunque siempre los ha encontrado tontos, demasiado dulces.
Igual los coge. De la gran malla con las pastas coge varias bolsas de cada
t ipo, y de al lado, del estante con las salsas, coge chile y mayonesa y ketchup
25
con curry, mango-chutney, salsa cocktail y barbecue, casi de cada salsa una
botella. Y su carro sigue llenándose, pronto está lleno hasta los bordes. Le da
igual, coge cepillos de dientes, dentífricos, gel para lavarse las manos, crema
de afeitar, OB y almohadillas de maquillaje, coge crema, creme fraiche y
cuajada, varios tipos de yogur, los más diversos tipos de queso, encuentra un
lote de guisantes en oferta especial y coge todo el lote, llega al departamento
de “picar” y echa todas las bolsas posibles en su carro: chips, flips, rosquillas
de manteca y palitroques extrafinos con sal, que ahora se llaman salzlettes o
saltlets y tienen aroma de ajo o son extrapicantes.
Por último coge varias botellas de vino, aguardiente, cherry y coñac,
sidra, champaña y una botella pequeña de licor. Luego conduce hasta la caja
siete y se pone en la fila. Una mujer mayor con un niño le pregunta si le
permite pasar delante de él , pues ella lleva muy poco. Él asiente.
Finalmente pasa varios minutos echando las cosas desde su carro repleto
en la estera transportadora, oprime varias veces el botón de la máquina que
escupe cajas de cigarrillos, vacía toda una caja de chiclets y coge un huevo
sorpresa. La cajera le sonríe, lo saluda amablemente, porque así debe hacerlo,
y comprueba su carro por el espejo oblicuo en el techo. Y después va pitando
sin cesar el contenido de su carro sobre el láser que tiene delante.
Mientras Gospodin trata de encontrarle un ritmo al piar del láser,
empuja su carro hasta el otro lado de la caja y va echando todo de nuevo en el
carro. Le parece que está en el campeonato mundial de Tetris, es tan difícil
que todo vuelva a caber. Pero puede observar todo de nuevo con exactitud y
está asombrado de no poder recordar que cogió panes mixtos: pan mixto de
centeno. Realmente es muy difícil volver a cargar el carro, y eso lo asombra, y
la cajera dice “503,57 euros”.
Esa es la señal para él. Ahí quería llegar. Mira una vez más al carro, a
los paqueticos multicolores con las inscripciones gruesas o en arabescos, que
todas quieren sugerirle lo fantástico y sabroso que es su contenido, y siente
debilidad en el estómago. De verdad casi tiene que vomitar. ¿Quién necesita
todo eso?, se pregunta, y: ¿Quién compra esas cosas? Yo no.
26
Y levanta la vista del carro, mira a la cara de la cajera que masca
chiclets mientras espera por él, mira a los compradores que esperan tras él y
ve sus carros de compras repletos, y se vira los bolsillos hacia fuera y dice:
“No tengo monedero. No tengo absolutamente ningún monedero.”
27
Escena 4
Sylvia y Gospodin
Sylvia: Ella dice que no es posible. Ya no puede hablar más contigo.
Gospodin: Esas son palabrerías. Siempre hemos podido hablar
fenomenalmente bien uno con el otro. Eso era lo mejor de la
relación. Pienso que es de una lentitud exagerada.
Sylvia: Ella ha pensado que era una mentira.
Gospodin: ¿Mentira? Es probable que la mentira se l lame Heinz-Peter y
maneje un Porsche.
Sylvia: Gospodin. No seas injusto.
Gospodin: Yo no sé quién es injusto aquí. Ustedes tienen cinco camas en la
casa, ¿y qué hace ella? Se lleva nuestro único colchón. Así. A
escondidas. Mientras estoy donde el “Médico”, y cuando regreso,
ya no tengo cama. Injusto.
Sylvia: Anette duerme mal en camas ajenas. En realidad tú deberías
saberlo.
Gospodin: Sí, por supuesto que lo sé. Anette es una mezquina burguesa. Eso
digo. Puedes ir y contárselo sin problemas. Y después le dices
también que es supercobarde de su parte enviar a su amiga para
que recoja las cosas.
Sylvia: No me meto en eso.
Ella me ha contado muchas cosas y lo de la llama y el entierro del
colega de Andi y que fuiste de compras y no compraste nada, y
opinó que eso es típico de ti , y que tú habías cambiado mucho.
Gospodin: Yo. Por supuesto que he cambiado. Sería mejor si uno siempre se
quedara igual. Qué pasaría entonces.
Sylvia: Ella opinó que tú sólo te ocupas de tu nueva forma de vida, y que
en ésta no planeaste ningún lugar para ella. Y que pasas más
tiempo donde el “Médico” que en tu casa.
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Gospodin: Esas son personas que me escuchan, que tampoco tienen que
prosperar todo el tiempo. Y sin televisor. Norbert tuvo que
embadurnar tanto mi televisor con poliespuma para su exposición
de mierda, que ahora no se ve ninguna imagen. Es probable que
por dentro esté lleno de poliespuma hasta el tope.
Sylvia: No puedes echarle la culpa a Norbert por tu relación fracasada. Él
es un artista.
Gospodin: No le echo la culpa. Le he dicho que no hace falta que me traiga
otro televisor. Él tampoco tiene plata. Pero lo cierto es que yo
tampoco, y así no puedo comprarme un televisor nuevo, y
entonces tengo que ir a ver televisión adonde el “Médico”.
Maldición. Que eso no se entienda.
Sylvia: Ella no lo entiende. Yo tampoco lo entendería.
Gospodin: Ustedes tampoco tuvieron nunca un televisor. Ni siquiera tienen
un equipo estéreo. Hermann siempre me pide prestada esa mierda.
Sylvia: Y él te prestó su chaqueta, y ya sabemos lo que pasó con ella.
Gospodin: Yo sólo quería irme rápido, y entonces se me atravesó ese ciclista
y… Todo eso es tan estresante.
Sylvia: Él conserva el equipo sólo por principio.
Gospodin: ¿Principio? ¿Y entonces ni siquiera debo ir adonde el “Médico”?
Ese es mi principio.
Sylvia: Ver televisión entontece, por eso no tenemos televisor.
Gospodin: Sí, y la música ensucia los oídos.
-
Sylvia: Seguro que esa fue la gota que hizo derramarse la copa. Esa no
puede ser la única causa. Sabes lo que quiero decir.
Gospodin: Ahora coge la mierda de microondas y lárgate. Dale saludos
además.
Sylvia: Gospodin. Sabes lo que quiero decir.
-
29
Sylvia: Gospodin. Ni siquiera tienes que buscar un trabajo, si lo de la
publicidad no te viene bien.
Gospodin: Mezquinas burguesas.
Sylvia: Claro que no te fue bien en las conversaciones de presentación,
uno puede estar muy decepcionado.
Gospodin: Mezquinas burguesas.
Sylvia: Eso lo entiende ella también. Y que ahora te reorientes. Eso es
genial . Todos, todos nosotros lo encontramos genial . Ella sólo
quiere que tú te reportes como desempleado. Que tú te mantengas
en eso. Hazlo. Entonces también te irá mejor financieramente.
Entonces tendrás toda la libertad y podrás trabajar en lo que
sueñas.
Gospodin: Ustedes todavía no han entendido nada, nunca.
Cuando llegué con la llama y dije que ahora yo era independiente,
todos ustedes se rieron. ¿Y qué era?
Yo era independiente. Yo me busqué un medio de subsistencia que
me permitiera sobrevivir de una manera independiente,
agradablemente anticapitalista, fuera de cualquier molino de
trabajo. Sin estrés. Que me diera la sensación de no trabajar y sin
embargo sobrevivir. Entonces yo no tenía que decidir nada y era
mi propio jefe. Ahí estaba yo. Primero yo y después la llama – en
un nivel.
Sylvia: ¡Agarrar al capitalismo por los huevos!
Gospodin: Exacto. Así es.
Sylvia: Ahí va de nuevo.
Gospodin: Y lo hice. Lo agarré por los huevos. Con las dos manos. Y con
una llama. Con un camello sin joroba. ¿Sabías eso? ¿Que las
llamas son camellos sin joroba? Casi nadie lo sabe. Pero tres t ipos
de leche con diferentes grados de grasa. Hay algo que anda mal,
Sylvia. Y ustedes no lo entienden. Colaboran. Beben leche pobre
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en grasa, conservable hasta el 2512, y las manifestaciones las
organiza el estado.
Sylvia: ¡Gospodin!
Gospodin: Ustedes son mezquinos burgueses, y los de Greenpeace son
mezquinos burgueses. Y desde que mi llama no está…
-
Sylvia: Es un chasquear los dedos, y todo es otra vez normal. Repórtate
como desempleado, después tendrás dinero, después podrás
comprarte otro televisor, y después Anette regresará. Podría ser
tan simple. Eso es todo, sólo tienes que acceder.
Gospodin: Por favor, ahora coge el microondas y vete. Y dile a Anette que ya
puede volver a cocinar las cucharas de plata.
Sylvia: No seas injusto.
Black
31
Ella:
Así, Gospodin coge el heno del sótano. La casa está totalmente vacía
desde que Anette se fue, y con el heno él construye una especie de nido en la
habitación que antes fuera la sala. Y duerme sobre el heno. Duerme inquieto.
Cuando despierta está todavía oscuro. Le duele el hombro. Ha dormido
de lado y sin almohada, y se le contrajo un músculo. Y se pregunta si lo está
haciendo todo como debe. Si este es realmente su camino. “¿O tienen razón
los demás?”, se pregunta. “He fracasado en realidad tratando de buscar mi
forma de vida, estoy en el camino equivocado y todos los demás en el
correcto? ¿No estoy capacitado para ser feliz? ¡Agarrar al capitalismo por los
huevos!” Lo dice dos veces, porque lo piensa en serio. Muchos se han reído de
eso. Para él es un dogma, un programa de vida, un oficio, casi una vocación.
Como la Yijad para los musulmanes fanáticos. Piensa con rapidez si tal vez
debería volar por los aires en un atentado suicida, y qué edificios tomaría en
consideración. Encuentra estúpido causar daño físico a otras personas, pero no
rechaza de inmediato la idea de poner un punto final, de descargarse,
aliviarse. La mira desde todos lados, la rumia, la mueve aquí y allá dándole
con el dedo, la lanza hacia arriba, la atrapa otra vez. De pronto se da cuenta
de que está cavilando precisamente sobre el suicidio, y queda aterrado. No, el
suicidio es burgués. El suicidio significaría darles la razón a todas las Anettes
y Sylvias de este mundo, y el suicidio significaría haber fracasado.
Va al sótano, al cuarto dende estaba la llama y de donde sacó el heno, y
coge una canistra de leche con la que daba de beber a la llama. Lleva la cosa a
la cocina, ante la pared frente a la que siempre ha desayunado. Ante la pared
en la que siempre dio por bueno que no hubiera nada, que la pared vacía lo
hiciera reflexionar. Así pues, pone la canistra a un lado, la destapa y escribe
con la mano, con leche fluida apenas legible, su dogma, tal como brota de él
en ese momento.
“Nº 1: Hay que descartar una escapatoria.”
Qué sentido tendría crear un nuevo modo de vida si él simplemente
abandonara el país. Eso sería demasiado sencillo. Suponiendo que él se fuera a
32
Sudamérica, se comprara un rancho y viviera all í de manera totalmente
autárquica, con frutas y animales que él mismo cosechara y criara. ¿Les habría
mostrado algo a todos? ¿Era eso lo que él entendía por agarrar al capital ismo
por los huevos? Claro que no, de ahí el punto uno.
Y sin titubear continúa escribiendo enseguida, escribe: “Nº 2: El dinero
no puede ser necesario.” El capitalismo se construye sobre el sistema
monetario. Si él quiere ser anticapitalista en verdad, debe desprenderse
totalmente del dinero, si no es que debe desprenderse también de toda
propiedad. La palabra le gusta, lo lleva a continuar: “Nº 3: Hay que abstenerse
de toda propiedad.” También la palabra abstenerse le gusta. Materializa una
especie de resistencia pacífica. Sólo sin poseer nada se puede ser realmente
l ibre. La libertad es carencia de posesión. Si algo le han enseñado las últimas
semanas es a eliminar cualesquiera emociones con respecto a los objetos.
Gospodin tiene la palabra libertad por muy importante. Es imprescindible que
el punto cuatro tenga algo que ver con libertad. Arranca, se detiene, rechaza la
frase pensada, le da vueltas, ha levantado ya la mano, la leche corre por su
brazo y le hace cosquillas en la axila; después él escribe: “Nº 4: Libertad es
no tener que tomar ninguna decisión.” La verdadera imposición consiste para
Gospodin en sopesar, preferir o no, mediar, suponer, ceder, en fin, decidir. La
verdadera libertad debe consistir en no tener que decidir nada, no porque otros
decidan, sino porque sencillamente no exista una necesidad de decidir, porque
uno es sencillo.
Observa su dogma y está orgulloso. Se echa sobre el heno y duerme
como un niño pequeño.
33
Escena 5
Hajo con bufanda azul y Gospodin .
Gospodin: Que sea así tan pequeña es una cosa loca. Creo que uno se
imagina mucho dinero siempre como mucho. Yo había esperado
una cartera gigantesca. Y ahora resulta que es así de pequeña.
Ponla ahí.
Hajo: Si los billetes son lo bastante grandes, no se necesita una cartera
grande. Eso tiene casi algo de fi losófico. Mientras más grandes
los billetes, más pequeña es la cartera.
Gospodin: El universo en la cáscara de nuez, ¿no?
Hajo: De verdad te estoy agradecido por permitirme dejarla aquí.
Volveré dentro de tres días a más tardar, y entonces te diré
cuándo la recojo.
Gospodin: Claro. Puedes confiar en mí. Ni me fijo en ella.
Hajo: Pienso que has dicho que no te importa para nada el dinero, eso.
Eso crea confianza.
Gospodin: ¡El dinero no puede ser necesario!
Hajo: Sí. Eso sería algo. Está bien. ¿No tienes más muebles?
Gospodin: Claro. Pero he… He botado mi cama y he pensado que así me
hago libre.
Hajo: ¿Y ahora duermes ahí sobre el heno?
Gospodin: Sí, en realidad es muy cómodo, y el heno lo tenía de sobra. A
veces pica un poquito.
-
Hajo: Tener tan pocos muebles es bueno. Uno disfruta de más espacio.
Gospodin: Sí, tienes razón, uno lo nota sólo cuando toda esa porquería ya
está fuera. Yo recomendaría simplemente botarlo todo. Zas, fuera.
34
Hajo: Seguro que todavía puedo aprender algo de ti , Gospodin. También
eso que me has contado del capital ismo. Pienso que tienes razón.
Son mezquinos burgueses.
Gospodin: ¡Sí! ¡Mezquinos burgueses!
-
Hajo: Entonces nos vemos donde el “Médico”, diría yo.
Gospodin: Casi siempre ando por allí . Aquí me cae el techo en la cabeza.
Hajo: Para entonces ya sabré con más precisión cuándo recogeré la
cartera.
Gospodin: Nada de estresarte. Conmigo estará bien.
Black
35
Él:
Ella le dejó 7 l ibros. En realidad a él no le gustan los libros, y tampoco
ha tenido ninguno en realidad, apenas ha leído, y eso tampoco va a cambiar.
Entonces él tiene otra idea, piensa, ahora vivo mi nueva forma. Lo hago como
antes: intercambio. Tengo hambre, pues cojo algo y lo cambio por comida. No
lo admite, pero su cuenta donde el “Médico” no está exenta, bueno.
Entonces él coge los 7 libros, se los coloca bajo el brazo y sale. Camina
por la ciudad y airea su cerebro, como dice cuando alguien pregunta. Se siente
filosófico, unido consigo mismo, en sus pensamientos utiliza con frecuencia la
palabra armonía.
Y entonces él tiene los 7 libros y está delante de la panadería, que por
cierto pertenece (por herencia) a una antigua compañera de escuela, de la que
sabe que tiene una niña pequeña.
Gospodin entra en la panadería, pregunta a la joven mujer tras el
mostrador por su compañera de escuela, espera un breve tiempo y es saludado
a gritos. Ella siempre fue tan tremendamente gritona, piensa Gospodin. La
encuentra regordeta pero atractiva, la encuentra madura, y sin embargo no
logra imaginarse una vida en común con ella. A causa de su estruendoso
volumen. Lo intenta hasta que ella dice: “¿Qué me miras?”, y él dice:
“Quisiera cambiar estos 7 libros por un pan.” Sostiene en el aire todo ese
papel y dice aún: “Tu hija. Ella debe aprender algún día.”, y: “Ya no los
necesito.”
Por un breve momento la panadera se queda tranquila, mira los libros,
los agarra y grita: “¿Sabes que tengo una hija?”, y dice, más bajo porque
Gospodin se ha estremecido de aquel modo: “Van a ser dos.” Y ella rebusca y
se ajetrea tras el mostrador, aparta hacia un lado a su empleada, pone sus
pechos en el pequeño tablero de servir ante la vidriera y agarra dos panes
grandes, redondos. Gospodin se percata del paralelo entre los panes y los
pechos y formula una frase, un cumplido, algo relacionado con leche, que
t iene que ver con ambas cosas y sin embargo debe ser halagador. No le sale
36
bien, y pocos gritos después está en la acera, ante la panadería, y sostiene dos
panes en las manos.
Y camina sosteniendo los panes y reflexiona sobre la palabra acera,
acera en alemán es “Bürgersteig” o vía para burgueses–ciudadanos, hasta que
determina no caminar nunca más por la acera, sino por la calle. La acera es
para burgueses. Yo no soy un burgués, soy independiente. No soy parte de
esta sociedad, yo intercambio, soy negociante intercambista, los
intercambistas no pertenecen a la burguesía, estoy por encima de todo eso y
por el lo no quisiera tener nada que ver con la acera.”
Y mientras va sumido en estos pensamientos, suenan claxons en torno
suyo y lo insultan desde los autos. Un ómnibus pasa casi rozándolo, y un
motociclista le da una palmada en la nuca. Y luego viene ese BMW o tal vez
un Mercedes, casi lo atropella pero no, pasa sobre un charco y el agua sucia
salta en todas direcciones, y alcanza a mojar uno de los panes de Gospodin.
Entonces aprovecha el próximo espacio l ibre entre dos autos aparcados
y regresa a la acera. “La llamaré senda peatonal”, piensa, y relajado corre
hacia su casa.
37
Escena 6
Gospodin y Karl Engerling
Gospodin: He encontrado esta nota donde dice que debía venir aquí.
Engerling: ¿Mi mensaje?
Gospodin: ¿Mensaje? Sabe usted, yo me había imaginado que un mensaje era
otra cosa. Esto que tengo aquí no es un mensaje, en todo caso es
una orden, y en realidad lo es, bien: una dirección y una hora.
Engerling: Quise l lamarlo a usted.
Gospodin: No tengo teléfono.
Engerling: Precisamente. Por eso el. . . tal vez algo anticuado pero a pesar de
todo razonable.
Gospodin: Anette se llevó el teléfono. En realidad yo nunca hablaba por
teléfono. ¿Sabe cómo veo la cosa? Digo: quien tenga algo que
decir, que pase por aquí.
Engerling: Y ahí está usted. ¿Tiene algo qué decir?
Gospodin: Quien habla mucho, miente.
Vine a causa de la nota.
Engerling: Yo la escribí .
Gospodin: ¿Por qué?
Engerling: Pienso que ambos lo sabemos.
Gospodin: Hajo. Es a causa de Hajo.
Engerling: ¿Ese es el otro tipo que siempre está con usted donde el
“Médico”?
Gospodin: La escribió por Hajo. Hasta pensé que el mismo Hajo la había
escri to. Pensé, Hajo tiene problemas y ahora quiere su dinero de
vuelta.
Engerling: Eso no me importa.
Gospodin: El tiempo se acorta. Él no puede dejarse ver por mi casa, o no
tiene t iempo para sentarse en la escalera y esperar por mí. No me
38
quiere involucrar en nada. Un gran tipo, ese Hajo. ¿Qué hace? Se
mueve, coge el papel y un lápiz y anota este encuentro. Pensé.
Pero era usted. Usted la escribió. Usted es el intermediario. Su
tienda parece la tienda de un intermediario. “Quincalla
Engerling”. En todo caso no puedo imaginarme que usted se gane
su dinero con esto.
Engerling: No sé qué quiere decir, Gospodin.
Gospodin: Usted lava aquí, ¿no? ¿Usted lava dinero aquí, pasta, plata? ¿Es
así? Usted es una especie de lavandera.
Engerling: Siempre digo que compro viejos cachivaches y vendo valiosas
antigüedades.
Gospodin: ¡Ah!
Engerling: Un viejo chiste de quincallero.
Gospodin: Sí, los quincalleros. Oiga usted, no tengo la cartera conmigo. No
sabía que usted quería la cartera. Quise cogerla, claro, pensé, aquí
me encuentro con Hajo. Hajo quiso que la cartera permaneciera en
mi casa. Soy hombre de honor, cuando prometo algo…
Engerling: Usted va a menudo adonde el “Médico”.
Gospodin: Sí he ido. Yo… En los úl timos tiempos voy con menos frecuencia.
Engerling: Chef me lo ha contado.
Gospodin: Oh, ¿usted conoce a Chef?
Engerling: Es un buen amigo mío.
Gospodin: Sí, también nos entendemos… bastante bien.
Engerling: Chef me ha contado de usted. Que iba adonde él, que actualmente
es una rareza que usted vaya, más raro que nunca, y que usted
habla más todavía que antes, todavía más pamplinas, dijo Chef. Y
que usted bebía y comía mucho all í, que se hacía anotar mucho en
la cuenta.
Gospodin: Sí, claro. Lo recibirá, no hay problema. Financieramente estoy en
un momento…, eso se incrementará otra vez.
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Engerling: Mire, precisamente en cuanto a eso es que Chef está un poco
preocupado.
Gospodin: No hay base para un motivo. Ahora mismo busco, si usted
quiere…
Engerling: Conozco a Chef desde hace mucho. Hace ya un siglo que somos
amigos. Sé que es un buen tipo, un alma buena, y también sé que
si tiene una sensación, uno puede darle crédito. Es, por decirlo
así, una persona con intuición. Conoce a la gente, Lo conoce a
usted. ¿Sabe usted lo que me ha contado?
Gospodin: No. ¿Qué yo todavía tengo una cuenta abierta all í?
Engerling: Dijo que usted había tenido una l lama.
Gospodin: Greenpeace, esos completos idiotas, esos malditos protectores de
animales. ¿Le contó también eso?
Engerling: Desde que usted ya no tiene la llama, usted se ha hecho anotar
mucho en la cuenta. Junto con Hajo.
Gospodin: ¡Lo sé! ¿A qué viene eso aquí? Vaya al grano.
Engerling: El grano es que a Chef le preocupa seriamente no volver a oír
hablar de usted. Le preocupa que usted caiga en desgracia.
Gospodin: ¡Chef es un culo! ¿Qué le importa eso a él? ¿Tiene miedo de que
yo no le pague esa cuenta de mierda? Realmente no sé qué sucede
aquí. ¿Cómo estoy aquí delante de usted y me dejo envolver por
su parloteo capital ista? Hombre, mi llama, la he… ella era algo
como un zócalo, un fundamento, y me lo han quitado, así que está
muy claro que uno se trastorne un poco y después vuelva a la
normalidad…
Engerling: Él también me habló de su discurso, o de sus discursos. Que usted
no quiere colaborar, en la sociedad y eso. Contó que una vez usted
se subió encima de una mesa como un dirigente revolucionario o
como Hitler.
Gospodin: Hitler era un mezquino burgués.
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Oiga, usted me hizo llegar ese “mensaje”, y ahora estoy aquí, no
tenía que haber venido. Entonces qué pasa. Pensé que usted
tendría algo que ver con Hajo, pero parece.
Engerling: No quiero saber todo eso.
Gospodin: ¿Qué quiere pues? De lo contrario me iré de vuelta. Tengo cosas
mejores que hacer.
Engerling: Sólo quería aclararle que lo sé todo. He conversado largo y
tendido con Chef.
Gospodin: Okay, era eso. Muchas gracias, Me voy.
Engerling: ¿Adónde piensa ir?
Gospodin: ¡Seguramente no será adonde Chef y el “Médico”! Buenos días.
Engerling: ¡Chef me pidió que le ofreciera un empleo a usted!
Gospodin: ¿Él le pidió qué?
Engerling: Dije que sí. Una buena alma.
Gospodin: Ese…
Engerling: Realmente yo podría necesitar a alguien en este momento.
Gospodin: Ese…
Engerling: El almacén de atrás t iene un aspecto desastroso. Él dijo, tú, tengo
uno ahí en la tienda que anda corto de plata, ¿no tienes? Y yo
dije, ¡Sí tengo!
Gospodin: Ese increíble…
Engerling: Eso queda resuelto en dos tres días. 5 euros la hora y algo de
comer. No somos inhumanos. Yo siempre he mandado todas las
cosas simplemente para allá atrás, simplemente así , puestas ahí.
No tengo tiempo para encerrarme allá atrás por días enteros, todo
eso hay que ordenarlo, catalogarlo, las cosas pequeñas en los
estantes, los libros y atlas en orden alfabético junto a los otros
libros, y valorar grosso modo lo que se debe reparar, restaurar,
renovar, si hay algo que entretanto ya no se necesita más.
Gospodin: ¡Ustedes, cerdos imperialistas!
Engerling: ¿Cómo?
41
Gospodin: Ustedes no entienden nada y se sienten bien así . El lado oscuro.
La peste. Ustedes escupen un largo hilo de baba y lo pegan todo
con eso. Ustedes son repulsivos, los he reconocido. Sólo quieren
ayudarme para ayudarse a ustedes mismos, para tranquilizar su
miserable y mezquina conciencia de explotadores. Pero no les
daré el gusto. No entraré en eso. Simplemente no entraré en eso.
No me ayudarán. No me harán agradecerles. No me contagiarán.
No ustedes, no a mí. Porque yo apuesto por mí mismo. Yo soy yo.
Yo estoy solo, vivo del negocio de intercambio y: ¡Yo tengo un
dogma!
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Ella:
Una vez, al abrir Gospodin la puerta de su casa porque quería dar un
paseo por la ciudad, la puerta estaba atascada por fuera con periódicos. Más o
menos hasta la mitad de la altura de la puerta se apilaban unos 25 paquetes de
periódicos envueltos en nailon, atados con cordeles.
Gospodin mira perplejo, porque se pregunta cómo esos paquetes están
ante su puerta y por qué le obstaculizan la salida de un modo tan torpe; le
parece como si estuviera en un mausoleo. Aparta a un lado los paquetes de
periódicos, abriendo un pequeño pasaje, y no piensa nada más.
Una semana después, a los 25 paquetes se añaden otros 25, y al pasar
otra semana, el descanso de la escalera ante la casa de Gospodin es demasiado
pequeño para los muchos paquetes de periódicos. A la cuarta semana no llegan
más paquetes, en cambio, un hombre está ante la casa de Gospodin.
43
Escena 7
Gospodin y el hombre del supermercado
El hombre: ¿Por qué no ha hecho usted su trabajo? Gospodin.
Gospodin: ¿Mi…? Yo no tengo trabajo.
El hombre: Si lo ve usted así, está despedido. Al momento. ¡Esa no es
actitud!
Gospodin: Para mí está bien. Como no tengo trabajo, usted puede despedirme
a su gusto, porque yo tampoco quiero ningún trabajo. Hasta viro
al revés la cosa: usted está despedido.
El hombre: ¡Hace falta una aclaración!
Gospodin: Tal vez tenga usted toda la razón.
El hombre: Trabajo en una cadena de supermercados. Estoy en ventas, más
exactamente en la gerencia de orientación de ventas.
Gospodin: Ajá.
El hombre: Sí. Eso incluye no sólo la venta en el recinto, es también
marketing, anuncios, publicidad y eso.
-
El hombre: En todo caso, soy responsable, entre otras cosas, de la
distribución de Tip, el periódico gratuito del supermercado. Se
distribuye cada viernes por las casas de los alrededores. ¿Le suena
ahora?
Gospodin: ¡No soy un ladrón! Esos paquetes estaban apilados ante mi puerta,
y yo fui simplemente demasiado haragán para botarlos todos, por
eso metí los otros en mi casa. Me siento sobre ellos. Pero con
gusto se los puedo devolver.
El hombre: ¡No se trata de eso! Usted debía echar los periódicos en los
buzones y no almacenarlos en su casa. Eso es como una huelga. Y
para huelgas no hay dinero.
Gospodin: Para que haya huelga se necesita trabajo.
44
-
¿Usted cree que quiero distribuir los estúpidos periódicos? ¿Por
qué debería hacerlo?
El hombre: ¿Porque usted necesita dinero?
Gospodin: ¿Cómo es que simplemente me da un trabajo, sin preguntarme?
Qué extraño país este. Hay 5 millones de desempleados, y al único
hombre que no quiere tener un oficio porque rehúye el sistema,
recibe ofertas de trabajo a intervalos regulares. ¿Conoce usted a
Karl Engerling, el quincallero?
El hombre: Su esposa dijo que usted necesita dinero y no tiene trabajo.
Gospodin: ¿Mi esposa?
El hombre: Su esposa es maestra de primaria. Mi hijo Manuel es alumno de
ella, y hace poco fue día de encuentro con los padres, y por
supuesto acudí para saber cómo le va al pequeño. Le va muy bien,
dijo su esposa. Sabe, yo no fui ninguna lumbrera en la escuela. En
realidad sólo terminé la secundaria, y claro que me gustaría que el
pequeño llegue a algo más. Liceo, bachillerato y luego una buena
carrera, para que gane bastante dinero cuando sea adulto. Hasta
ahora quiere ser piloto. Piloto o capitán. En todo caso me senté
allá con su esposa y de algún modo llegamos a hablar de mi
cadena de supermercados y de lo que hago, y en algún momento
yo digo que es una responsabilidad la que tengo. Quiero decir, es
cierto, al final , si no me preocupo por eso nadie lo hace, y le
cuento de los periódicos gratuitos y que sacarlos los viernes de
cada semana es publicidad, dije, porque también lo es. Aunque
dentro va un horóscopo. Y así una cosa condujo a la otra, y le
cuento que necesitamos con urgencia a alquien que distribuya esos
periódicos, y entonces su esposa opinó que usted podía hacerlo, y
luego simplemente me dio la dirección.
Gospodin: Ella no es mi esposa. No estoy casado.
Gospodin bosteza
45
Ella es demasiado cobarde para tan siquiera dejarse ver alguna
vez por mi casa, ¿y después quiere que yo haga una mierda así?
Creo que no anda bien de la cabeza. Es una burguesa todavía
mucho más mezuina que toda la otra caterva. Ella siempre quiere
prescribirme lo que debo hacer y lo que no. ¿Sabe usted lo que ha
hecho? Se ha reído de mí . Todo el mundo se las ingenia, se
esfuerza por encontrar algo con qué sobrevivir, ¿y ella? Vive aquí
conmigo y se ríe de mí. Se ríe en mi cara.
El hombre: Lo siento.
Gospodin: Entonces le pido cuentas. Digo: ya no tengo mi llama, eso me saca
de quicio. Ahora debo buscarme algo nuevo. Los monos
protectores de animales me la quitaron. ¿Y ella? Se muda, se va.
Llego a la casa y ya no está. En vez de hablar conmigo, se va. ¿Es
posible algo así? Y no sólo ella, no, todos los cachivaches, se
lleva todos los trastes. Así. A escondidas.
El hombre: Lo siento.
Gospodin: Ella piensa que con eso me juega una mala pasada, me da un
escarmiento o algo así. Pero no puede. Todo eso son baratijas. Y
ahora me envía un sangriento perro capitalista para conseguirme
un trabajo con el que hasta el mayor idiota total se volvería aún
más estúpido. Es probable que ahora esté sentada con los otros
dos y se ría a matarse. ¡Ustedes, cochinos! Ustedes son culpables
de que todas los pequeños negocios vayan a la quiebra, ustedes,
centros comerciales, ustedes, tiburones, saltamontes, ustedes
quieren siempre más y propiedades más globalizadas. ¡Tener!
¡Tener! ¡Tener! ¡Agarrar! ¡Agarrar! ¡Agarrar! ¡Sin mí! ¡Sin mí!
Gospodin se queda dormido. El hombre está preocupado. Trata de
despertarlo. Gospodin vuelve en sí.
Gospodin: Es increíble.
El hombre: Es real .
-
46
Gospodin: Usted no t iene ahora a nadie que lo haga, ¿no es así?
El hombre: No. Es decir, así es.
Gospodin: Le daré la dirección de Hermann. Déle un saludo afectuoso de mi
parte. Él debe ocuparse.
Black.
47
Escena 8
Madre y Gospodin
Madre: Nunca había visto una casa tan desastrosa. Quiero decir, tu casa
es también bastante rara, la paja, ni mesa ni silla. Eso tampoco es
precisamente normal. Pero lo de Ulf. Terrible.
Gospodin: ¡Anette se ha ido!
Madre: Lo sé. Quiero decir, también. No digo nada. Cuando la gente se
separa. Eso es una fase de transición. Bueno estaría que yo viniera
ahora y dijera, esto se ve terrible aquí, y tú te ves terrible…, por
supuesto que no lo hago. Soy tu madre.
Gospodin: Lo sé.
Madre: Aunque la barba. Una barba tremendamente larga. ¿Está rota tu
afeitadora?
Gospodin: No.
Madre: Quieres cambiar, ¿verdad? Es completamente normal. También lo
hice cuando tu padre se marchó. Entiendes, es exactamente eso: tú
tienes un verdadero motivo: Anette se ha marchado. ¡Ese es un
motivo! Ulf no tiene ningún motivo para que su casa tenga ese
mal aspecto. Con un motivo, uno da algunos bandazos, se vuelve,
cambia, lucha consigo mismo y con el mundo, totalmente claro, ¿y
después?
Gospodin: Uno se domina.
Madre: Corrrecto: uno se domina. Así es ahora. Déjame decírtelo: así es
la vida. No sólo l ineal. De A hasta B, el camino más corto,
también se puede recorrer con torpeza o hacia delante y hacia
atrás.
Gospodin: No te preocupes.
Madre: ¿Yo? Pero si no me preocupo para nada por ti . Siempre fuiste un
chico con tremenda independencia, ¿te acuerdas? Todos tenían un
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cajón de arena, sólo tú no, y luego, en tu maleta de la escuela,
cargaste arena hasta nuestra casa, y la apilaste en tu cuarto. Hasta
hoy no sé de dónde la sacaste.
Gospodin: ¡Mamá!
Madre: Sí, pero fue tan lindo.
Gospodin: Para.
Madre: Sólo porque deseabas tener un cajón de arena.
Gospodin: La propiedad ya no significa nada para mí.
Madre: Bueno, lugar para un cajón de arena tendrías. Aquí. ¿No es cierto?
-
Madre: Tu papá dice todavía hoy que nos abandonó a causa de la arena.
Que yo lo permití y jugaba contigo en vez de regañarte, da igual.
No, no, tú no tienes la culpa, lo sabes, pero eso fue un punto de
ruptura, chocaron nuestros modelos educativos y ya no
coincidieron más.
Gospodin: ¿Has venido para decirme eso?
Madre: No. Lo siento. Ahora que te has separado. ¿Por qué fue?
Gospodin: Algo semejante a los modelos educativos. ¿Qué pasa ahora con
Ulf?
Madre: ¡Esa casa! Si vieras esa casa, si la hubieras visto, sabrías a qué
me refiero. En realidad sólo quería llamarte y no pasar por aquí de
inmediato, pero, ¿y tu teléfono?
Gospodin: Lo tiene Anette.
Madre: Oh. Bueno, mejor que te hayas quitado de encima esa mierda.
Gospodin: ¡No hables así de Anette!
Ambos ríen.
Madre: En todo caso, le he dicho: Ulf, esto no puede ser así. No puedes
vivir así. Como neandertal. Soy muy abierta y comprensiva, y no
tengo nada en contra de lo viejo y usado, pero ¿sucio y roto?
Deberías haber visto sus pantalones. Por las noches puede
ponerlos de pie en el rincón.
49
Gospodin: Pero déjalo.
Madre: ¡Si es que se los quita!
Gospodin: Tiene que hacerlo.
Madre: Los perros van tras él. De verdad. Luego le compré una lavadora y
una tendedera, ahora al menos puede lavar alguna vez. Pobre
muchacho. A veces tengo la sensación de que habría que limpiarle
el cerebro. No va a l legar a nada.
Gospodin: Cuando se caiga con la cara en tierra, entonces aprenderá.
Madre: Cara en tierra. Eres bueno. Ya se ha caído cara en tierra y sigue
cayendo aún más bajo. Ni siquiera sabe dónde tiene la cara.
Pienso…, le limpié la casa y sacamos todas las botellas vacías y
después compramos la lavadora, para que aquello tuviera otra vez
aspecto humano. Era un corral de cerdos, y apestaba. Terrible.
Gospodin: ¿También le dijiste eso?
Madre: ¡Por supuesto! ¡Una y otra vez! También dije, no te lo digo sólo
como tu madre, sino en general, sabes, no quiero que haga algo
como lo de tu amigo Norbert .
Gospodin: Norbert ha encontrado su camino.
Madre: Sí, tampoco tengo nada contra el arte, y si Ulf quiere, que se meta
a artista, tendrá de mí todo el apoyo que pueda desear, pero para
eso Norbert anduvo durante años de casa en casa, sin dinero en la
billetera, sólo pajaritos en la cabeza, con el ánimo por los suelos,
y al final desembarca nuevamente junto a sus padres. ¿Cuánto
tiempo vivió contigo?
Gospodin: Eso no me molestaba. Hasta me parecía bueno.
Madre: Está bien, pero surgió de una situación de emergencia.
Gospodin: Dios mío, si no quiere asumir el negocio del padre. ¿Qué puede
hacer? El “PC-Doctor”, y Norbert no se interesa por la técnica.
Madre: ¡Ah, Gospodin! Lo que yo quería era sólo ver si puedes hablar con
Ulf. Entre hermanos. Tú puedes decirle cosas que en boca de una
madre suenan tontas, maternales.
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Además tú lo logras, tú de alguna manera también te abres paso.
Pienso, mira, Anette acaba de dejarte y tú te reorientas un poco, te
dejas crecer una barba, pero no te desplomas.
Gospodin: ¿Qué debería decirle?
Madre: Qué sé yo. Él debe controlarse. ¿Por qué no puede ser como tú?
¿Por qué todos no pueden ser como tú?
Gospodin: Eso me lo pregunto yo también algunas veces.
Madre: Y me preocupa que esté consumiendo drogas. Díselo.
Gospodin: ¿Ulf? ¿Drogas?
Madre: Él nunca me lo diría, pero cuando alguien vive así . Así viven sólo
los fumadores de marihuana y los yonquis.
Gospodin: ¡Ah, pamplinas!
Madre: Sí, lo he visto por televisión.
Gospodin: No, Ulf no es ningún fumador de marihuana y tampoco un yonqui.
Nunca tendría dinero para eso.
Madre: Pero debe tener dinero. Probablemente ande todavía de dealer.
Gospodin: Sólo porque su casa esté un poco desordenada no tiene que ser
yonqui. ¡Por favor!
Madre: ¿No puedes hablar con él alguna vez? ¿Decirle cómo haces?
¿Simplemente pasar a verlo y preguntar cómo le va?
Gospodin: Claro que puedo, claro.
Madre: Ah, Gospodin, eres un tesoro. Enseguida que regrese de mi viaje
en crucero te llamo o vengo a verte.
Gospodin: ¿Mediterráneo?
Madre: ¡Atlántico!
-
Gospodin: ¿Te sientes sola?
Madre: No, no. Él es muy atento conmigo. Es bueno.
Gospodin: ¿Qué tiempo hace que se conocen?
Madre: Tres semanas.
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Gospodin: Y que todos ellos siempre vayan contigo en el crucero. Debe de
ser la edad.
Madre: ¿Tal vez Ulf sea marica?
Gospodin: ¡¡Buen viaje!!
Madre: Pero podría serlo, ¿o no?
Gospodin: ¡Ponte crema cuando haya sol! ¡Disfrútalo!
Madre: ¿Le preguntarás si es marica?
Gospodin: Claro, lo haré, y le preguntaré si consume drogas, y le diré que
debe dejar de hacerlo.
Madre: Tal vez fui demasiado cariñosa con él , a t i nunca te malcrié así,
nunca te he comprado una lavadora.
Gospodin: La propiedad no significa nada para mí. Por favor, ahora vete a tu
crucero. El muchacho se enderezará.
Madre: ¿Tú crees?
Gospodin: Claro.
Madre: Si tú lo dices.
Gospodin: ¡Buen viaje, mamá!
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Él:
Sí, la cosa es que él lo conocía sólo del televisor donde el “Médico”, o
más exactamente, de frente al televisor donde el “Médico”. Cuando nadie más
quiso hablar a derechas con Gospodin, porque los discursos de éste se habían
alejado hacia una esfera adonde nadie lo podía seguir, entonces había llegado
Hajo, un tipo que se presenta sólo con su sobrenombre. Y que siempre llevaba
esa bufanda azul, también en el verano, como si tuviera lepra en el cuello.
Bien, hasta el día en que su madre estuvo a visi tarlo, Gospodin tampoco
había pensado en eso, tal vez estaba demasiado ocupado consigo mismo. No se
había preguntado cuándo Hajo recogería el dinero. Estaba muy ocupado
consigo mismo. Caminaba mucho y observaba, o pasaba por donde la panadera
y preguntaba por los libros, si éstos le servirían a su hija, y la panadera decía
que su hija tenía sólo dos años y era demasiado pequeña todavía para leer. No
saber leer, pensó Gospodin, tal vez en eso radica la clave. Pero una vez más
eso era sólo un pensamiento, y tomaba el trozo de dulce que la panadera le
regalaba, y se hacían guiños, y ella seguía siendo demasiado gritona.
En todo caso, apenas se va la madre de Gospodin, él vuelve a salir.
Camina por las calles, deambula y sueña, piensa y ve. Ve a jóvenes que hacen
obras de arte en las rampas para los que van en sillas de ruedas. Ve un
parqueo y en él un auto con la puerta del chofer abierta, y bajo el auto
sobresalen dos piernas, como si alguien hubiera arrollado a otro y hubiera
huido. Al lado una escuela de conducción de camiones y junto a ésta, en un
banco, dos borrachos que se balancean sentados.
Ve a una anciana que gotea de un bastón por las calles, y se pregunta si
la edad y la ceguera son símbolos de status.
Se imagina a un hombre tan solitario que habla durante horas ante el
intercomunicador, para no tener que hablar consigo mismo.
Y se pregunta qué pasaría si las palomas colocaran alambre de púas por
dondequiera que no desearan que hubiese personas. Si entonces él podría
simplemente caminar.
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Y así pensando y viendo dobla en una esquina por la que ya ha doblado
a menudo, la esquina da a la calle que lleva hacia el agua, y a él le gusta ir
junto al agua, piensa, a veces le hubiera gustado crecer junto al agua, tal vez
entonces no tendría esos problemas, tener que ser libre y encontrarse a sí
mismo, tener que decidir, y ve luces azules en el agua y a un policía aburrido
que precisamente está colocando un cerco, y Gospodin se pregunta qué habrá
pasado, es un ente ajeno y curioso, se avergüenza un poco de eso, pero se lo
traga.
Y en ese momento está solo aún, y de repente está en la primera fi la de
los curiosos, y alguien junto a él grita, qué ha pasado. Y grita tan alto al oído
de Gospodin, que éste se queda sordo y no oye la respuesta del policía
aburrido. Pero ve la grúa, y en la grúa hay un auto. No está tan abollado ni
aplastado, pero sí totalmente mojado. Gotea y chapotea y suena como si varias
vacas mearan al mismo tiempo.
Ese condujo hacia dentro del agua, dice otro detrás de Gospodin, y él se
pregunta de dónde sabe el otro que se trata de un hombre, y después dos
médicos de urgencia mueven una camilla en la que hay un cuerpo, pero t iene
la cara cubierta y todo el mundo sabe lo que eso significa. Y eso se siente
también en la multitud de curiosos de la que forma parte Gospodin. Algo está
pesando encima de todos. Y mientras Gospodin ve cómo cuelga una bufanda
azul por un lado de la camilla, un médico de urgencia le dice al otro algo sin
importancia. Y el otro médico de urgencia ríe y dice que las mujeres son así
raras, y Gospodin se desploma. Como una piedra. Y no es sueño por rabia.
Esta vez no.
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Escena 9
Anette y Gospodin
Gospodin: -
Anette: -
Anette: Eres demasiado testarudo. Prefieres dejar que todo vaya río abajo
e insultar a Greenpeace, en vez asumir la responsabidad tú mismo
y cambiar algo.
Gospodin: -
Anette: Eres demasiado egoísta. Ves a todos solamente a partir de ti .
Nunca piensas en los demás. Que tal vez los demás se preocupen
porque todo lo tuyo es una calamidad. Pero no piensas en eso.
Eres un egoísta.
Gospodin: -
Anette: Eres demasiado perezoso. Tienes una mente sana en un cuerpo
sano en un país sano, y dejas perder esos recursos. Te dejas
mantener y alimentar por todos los demás. La gente como tú acaba
con este país.
Gospodin: -
Anette: Eres un simpatizante. De alguna manera nadas a favor de la
corriente. Dará resultado, piensas tú.
Y eres vanidoso. No vanidoso en el sentido de alzar las cejas o
algo así, sino vanidoso porque te crees demasiado como para
reportarte desempleado o buscar un trabajo. Sería penoso para ti.
Gospodin: -
-
Anette: Y pienso que deberías ducharte más a menudo. Siempre apestas a
humo de cigarrillos y grasa. Y un poco a heno.
-
Gospodin: ¿Eso es todo?
55
Anette: Sí, de momento no se me ocurre nada más.
Eso es todo lo que me molesta de ti .
-
Anette: ¿No quieres decir nada, Gospodin?
Gospodin: No tiene objetivo. Deberíamos dejarlo así. Tú no me entiendes.
Cómo voy a convivir con alguien que no acepta mi forma de vida.
Anette: Forma de vida. Eso es una excusa.
Gospodin: ¿Ves? No entiendes. Estoy en busca de una forma de vida
anticapitalista en un estado capitalista. No me someteré. Soy un
desligado social que se queda en el país.
Anette: Agarrar al capitalismo por los huevos, ¿no es verdad?
Gospodin: Exacto. ¿Ahora te has esforzado por entender lo que quiero decir
con eso? Asentías cuando hablaba del tema. Debo reportarme
como desempleado, has dicho. No me reportaré como
desempleado. ¿Sabes por qué? Porque no estoy desempleado. En
mi idea no existe ningún desempleo ni ningún dinero. Para mí
todo eso no existe. Y todavía mejor: ¡No necesito todo eso!
Anette: Pero no puedes establecer simplemente tus propias reglas,
Gospodin. Lo de la l lama era al menos una forma de mendigar
que… No me parecía bien, pero era una manera de trabajar, y
tenías algo qué hacer.
Gospodin: Para t i era mendigar. Para mí no. Para mí era ir a pasear. En unión
con la naturaleza. Para mí era una manifestación contra la ciudad
industrial . Con mi llama mostraba que el hombre depende del
animal. Le abría los ojos a la gente. Quería decirles: vean, antes
el hombre no tenía nada más que un animal, y bastaba.
Anette: Pero ¿entendía alguien?
Gospodin: Tú no entendiste. Nunca.
Anette: Y si el indio que por las noches anda por los locales y pregunta:
“¿Quier compra rosa?”, si ese te cuenta que intenta mostrar que el
hombre antes tenía sólo flores y nada más, ¿lo entenderías?
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Gospodin: El indio mendiga. No tiene ninguna filosofía.
Anette: Ves, tú tampoco entiendes. ¿Eso también pertenece a tu filosofía?
Gospodin: Ah, Anette. Tráeme un indio que no lo haga por dinero, sino
fundamentalmente por una filosofía. Entonces le creeré.
-
Anette: Todos viven con dinero. Sólo tú no. Puedes al menos aceptar aque
existe el dinero, y después te enrolas con la Liga de Protección a
la Naturaleza o en los Verdes, y podrás ganar dinero abriendo ojos
y mejorando el mundo.
Gospodin: Los Verdes son mezquinos burgueses.
Anette: Pero tú necesitas dinero. Todos necesitan dinero. Todos juegan
lotto y van a los shows de participación en la tele y cuando les
preguntan qué van a hacer con lo que ganen, el los dicen: es para
mi vejez. ¿Entiendes eso?
Gospodin: Los shows de participación son lavados de cerebro. Y tú caes por
completo en eso.
Anette: No. Deja eso Gospodin. Los shows de participación te muestran,
entre otras muchas cosas, que es bueno tener dinero. Y que así son
las reglas. El que aporta algo recibe dinero. Los shows de
participación son la vida en pequeña escala. Acéptalo por fin.
Gospodin: Entonces ve a los shows de participación. Si quieres vivir all í ,
hazlo, pero déjame a mí vivir así como pueda. No me suicido a
causa de papel impreso.
Anette: Dentro de pocos años me agradecerás que te haya sacado de esto.
Gospodin: No quiero salir. Por primera vez en mi vida me siento en el
camino correcto.
Anette: Vives en una casa vacía, duermes sobre un montón de heno,
apestas y aun así afirmas que te va tan bien como nunca antes?
Gospodin: Anette, tú puedes hacer lo que quieras. ¿Por qué intentas salvar
algo que no quiere ser salvado? ¿El empleo en el periódico? ¿Qué
significa todo eso?
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Anette: ¿Lo aceptaste?
Gospodin: Ya no se trata de encontrar un empleo, para nada se trata de
empleos.
Anette: ¡Pero tienes que vivir de algo! ¡Debes pagar cosas!
Gospodin: No entiendes: aunque tuviera dinero, no lo tocaría.
Anette: Eso quisiera verlo. ¡Típico! Estoy tan harta de tus peroratas. Esas
vainas de palabras, ese bla bla, vacío y… aire caliente. Me das
ganas de vomitar!
Gospodin: Tengo dinero.
Gospodin ha tomado la cartera de Hajo y sacude su contenido hacia el suelo
delante de Anette.
Gospodin: Aquí está.
Anette: ¡Gospodin!
Eso…
¡Eso ES dinero!
Son por lo menos. Ah, tú, mierda. ¿Son varios miles?
No, todavía más, 20, 40, 80,
¿Gospodin de dónde tienes eso?
¿La llama?
Gospodin: He dicho que tengo dinero. He dicho que funciona.
Anette: Greenpeace no se la llevó. Tú vendiste la llama, ¿verdad? ¿Sabes
cuánto es?
Gospodin: No, no lo he contado todavía.
Anette: ¿Puedo contarlo?
Gospodin: Claro, si quieres. A mí me da igual. Yo no lo toco.
Anette: Es prodigioso. Y sólo billetes grandes.
Gospodin: Anette, eres codiciosa.
Anette: Te amo Gospodin. Te amo.
Gospodin: No entiendes absolutamente nada.
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Escena 10
Norbert, Sylvia, Andi, Madre y Gospodin
Norbert: Y después oí precisamente que Gospodin… que él era muy
solvente. No es un prodigio que me haya dado su televisor con
tanta facilidad. Claro, si él puede comprarse uno cada día. Deben
de ser más de 50 000. En una cartera normal en su casa.
Norbert: Lo devolveré a su sit io, no hay problema. Okey, tal vez estoy un
poco fuera en este momento. En el subsuelo, pero eso no significa
nada.
Gospodin: No puedo darte nada.
Norbert: Eso es una mierda. “Tempus fuck it”. Eso pegó, le gustó a la
gente. Subvenciones por aquí, un donativo por allá, apoyo del
Fondo Cultural Europeo y de la Fundación para el Arte Joven, eso
suena bien, se siente bien.
Gospodin: ¿Y?
Norbert: ¿Qué puedo hacer? Bueno, entonces me siento y reflexiono,
pienso, ahora debe seguir, debo servirles más, soy debutante,
ahora puedo arrancar a toda velocidad. ¿“Tempus fuck it” y eso
fue todo? No no.
Tal vez fue tonto hacer otra vez algo con televisores, construir de
nuevo un cluster, otra vez el elemento oscilante… pero los
grandes también hacen siempre lo mismo. ¡Estilo! Eso se l lama
estilo. Warhol: Mao multicolor, Monroe multicolor, Beethoven
multicolor, hasta Beckenbauer. Para mí son siempre los medios.
Gospodin: ¡No puedo darte nada!
Norbert: “Fuck con todo derecho”, así se llamaba. Estaba en todos los
periódicos, que yo había dicho entonces “fuck it” cuando el
primer proyecto. Pegada total. Y ahora: fracaso total. Salió
desastroso. Horrendo. Te destruyen tu exposición, y entonces fin.
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Como si las personas no tuvieran opinión propia, como si sólo
encontraran bueno lo que les dicen que es bueno.
Gospodin: Tal vez sea así.
Norbert: ¿Y qué pasa acto seguido? Entonces vuelven todos: el Fondo
Cultural y los donantes y el grupo de la Fundación y aguantan la
mano. Dicen, era prestado, queríamos invertir en algo exitoso, no
resultó, ahora necesitamos la plata de vuelta. Y uno de la caja de
ahorros dice más: Él nunca había visto algo tan mierdero. Y
después: Él podía afirmarlo con todo derecho, y yo: Se llama
“Fuck con todo derecho”. Y lo estuve gri tando hasta quedarme
ronco. Pero a pesar de todo quieren la plata de vuelta, ¿entiendes?
Gospodin: ¡No tengo el dinero Norbert!
Él:
Lo lamentó enseguida. Apenas Anette hubo salido por la puerta. Gimió
y lloró a moco tendido. También por Hajo y porque él ha mentido, porque ha
hecho como si funcionara. Su forma de vida. Su marginación. Como si tuviera
dinero porque había escri to cuatro mohosas frases numeradas en la pared de la
cocina. Y cuando Norbert había aparecido después, no lo había pensado
mucho. Estaba claro para él por qué el otro se encontraba all í . Una ciudad así
no perdona nada. Y había que ser sordomudo, ciego y estar loco como una
cabra para no darse cuenta de que Norbert y su “Fuck con todo derecho”… da
igual.
Gospodin no lo piensa mucho, espera hasta que Norbert sale y sostiene
la cartera contra la calefacción. Tiene miedo de la cartera. No quiere que se
abra y se vea el dinero, no quiere aflojarse, no quiere que se le doblen las
rodillas porque Anette lo ha mirado con sus ojos felices, y porque a Norbert se
le arruina una exposición. Sin echarle una mirada a la cartera sale corriendo y
corre un par de cuadras sin rodeos. Tampoco se da cuenta de nada. No ve
nada. ¡Esta vez no! Corre como por un túnel y aterriza ante un banco. El
dinero corresponde al banco, piensa, entra con la rapidez del rayo y suelta la
60
cartera. En medio del lobby. ¡Por favor, mantenga la distancia! Entonces sale
de espaldas, lentamente, casi se enreda en la puerta giratoria y sale volando de
allí en cuanto se ve fuera. Cree que lo ha logrado, pero entonces nota que
alguien lo sigue y lo llama.
Primero hace como si no oyera, no se siente aludido, simplemente no se
vuelve, sino que vuelve a correr por su túnel cuadra a cuadra. Pero en un
semáforo lo alcanzan y le ponen la cartera en el brazo.
Y encima tiene que dar las gracias.
Sylvia: Eso sería por lo menos medio millón. Me lo comentó Anette. O
300 000. Apenas podíamos controlarla. Que yo no debía decírselo
a nadie, nos dijo. A mí y a Hermann. Después aparqué eso muy
atrás en mi mente, pero en algún momento pensé: 300 000? Pero
eso alcanza bien para todos, tienes que intentarlo, es tu
oportunidad.
Sylvia: Tú sabes cómo es él. Cuando se trata de sus principios es
intransigente. No se puede hacer nada. Traté de convencerlo y le
solté todo eso y le di charla, pero él dijo que ya nos habíamos
decidido entonces y ahora debíamos sostenerlo. Por amor a
nuestros hijos.
Gospodin: No puedo darte nada.
Sylvia: Con eso de los hijos él está anticipando el futuro. Porque no
sabemos en absoluto si queremos tenerlos. ¿Puedes imaginártelo?
Protege el medio ambiente para niños que ni siquiera son los
suyos. A quienes ni siquiera conoce. A quienes probablemente ni
siquiera conocerá. Imagínate que a causa de los niños no fumas en
tu casa, aunque no tengas niños. ¿Sabes lo que quiero decir?
Gospodin: Sí. Así es Hermann.
Sylvia: Exacto. Después lo intenté de nuevo. El año pasado. Dije que
ahora hay autos que tal vez gastan tres l itros por cada cien
kilómetros, entonces puedes ir de aquí a… infinitamente lejos.
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Precisamente cien kilómetros. Y dije: movilidad, dije, eso tiene
importancia total. Todos son móviles y disponibles y flexibles y
pueden ir con rapidez hasta aquí y hasta allá. Porque tienen un
auto.
Gospodin: No puedo darte ningún dinero.
Sylvia: Me entiendes mal. No es que yo no tenga el dinero. Claro, puedo
comprarme un auto. Hoy, mañana, pasado mañana. Como quiera.
Pero tenemos esa cuenta común. El 2,5 %. Eso vale la pena. El
año pasado tuvimos… 100 o no… en todo caso recibimos intereses
bastantes, y notamos cuando el otro extrae algo. Él pregunta por
eso todo el t iempo. Hace poco me compré medias, y él lo ve
porque lo pagué con la tarjeta, y apenas llego a casa…
Puedo devolvértelo, Gospodin. Y tendría un auto. Sabes,
simplemente lo aparcaría en la calle paralela y sólo saldría en el
auto cuando él no esté. Eso Hermann no lo nota nunca, y yo
tendría un auto.
Gospodin: ¡No tengo el dinero Sylvia!
-
Gospodin: Deja de llorar. Por favor.
Ella:
Pero después él abrió la cartera. Una rendija abrió. Eso era parte de su
plan. Abre la cartera y deja que un par de billetes miren hacia fuera, para que
todos vean: si hay algo en la cartera, entonces en todo caso se trata de
billetes. Estaba calmado porque no lo había perturbado abrir la cartera. Vio el
dinero, lo tomó y lo sacó de manera que lo pudo mirar y no sintió ninguna
emoción. “El dinero no debe ser necesario.” Así lo quiso él mismo. Y luego se
fue con la cartera. De noche, cuando estaba oscuro. Corrió a lo largo de la
gran calle principal. Bastante larga. Pasó de largo junto a las familias y
matrimonios que ven televisión, hasta que llegó a donde por las noches no ven
televisión, sino que se asaltan unos a otros.
62
Tiene que resultar, pensó. Tienen que querer dinero con tanta premura,
de lo contrario no se asaltarían unos a otros. Entonces también pueden tomar
el mío. O el de Hajo. En todo caso camina, apenas ve algo, porque el
alumbrado de la calle no funciona o cuando mucho las luces parpadean, y
camina entre las torres muy altas, ve en las puertas pizarras con 55 t imbres, y
eso en cada torre.
Y uno viene hacia él, pero es viejo y anda despacio. Y en algún
momento otros dos que no hablan alemán, pero éstos ni se fijan en él, hablan
tan alto porque tal vez discuten o no están de acuerdo. Y él sigue caminando y
ahora está bien adentro, entre todas las torres con 55 t imbres por pizarra.
Y entonces ve delante de él un grupo, más bien siluetas y pequeños
puntos rojos, y piensa, esos sólo pueden ser jóvenes que fuman. Reunirse y
fumar y luego echar a andar y desplumar gente. Y después subastar celulares
en Internet y comprarse playstations y jeans de marca, porque les han dicho
que eso es importante.
“Hay que abstenerse de toda propiedad”, se dice a sí mismo, y se dirige
al centro de las sombras oscuras con los pequeños puntos rojos. Y llega más y
más cerca e intuitivamente contrae los músculos del tórax. Y claro que tiene
miedo, pero piensa, así es mejor, saldré de esto.
Y cuando está a un metro del grupo, todo sucede con rapidez. De pronto
se vuelven hacia él , como si fueran ellos los que debieran asustarse, y uno de
los grandes faroles de la calle parpadea y lo ilumina todo, y él reconoce sus
caras y ve lo blanco y lo anaranjado en los cigarrillos, y ellos ven la cartera
de él , y él está parado en medio de ellos y está rodeado y encerrado por
cabellos oscuros y cejas oscuras y ojos oscuros.
Y entonces ellos miran a la cartera de él y uno da una chupada a su
cigarril lo y, mientras habla, el humo sale de su boca, y dice: “Usted no
debería dejar que el dinero se vea así , de lo contrario, aquí no lo tendrá por
mucho tiempo.” Y después todos ríen y miran cómo él agarra su cartera como
es debido, la cierra y sigue caminando.
63
Andi: De dónde, de dónde… Esa no es la cuestión. Lo que cuenta es el
hecho. Alguien forma parte de un grupo y tiene plata que le llega
a las orejas, y por supuesto se comparte. Más de medio millón, me
han contado. Hey, viejo, si me gano, encuentro o heredo más de
medio millón, entonces lo comparto. Pero está claro. Cualquiera
espera eso, es lo que se puede esperar. Me parece.
Andi: Ese es mi sueño, Gospodin. ¿Qué tienes contra mi sueño? Quiero
decir, soy tu “yunta”, ¿sí? También he hecho cosas por ti ,
entonces también tú puedes hacer algo por mí. Y al final es sólo
una especie de inversión de capital. Más tarde o más temprano eso
te hará aún más rico, aún más sueños, aún más vida, esa es la
independencia que tú siempre quisiste.
Gospodin: No puedo darte dinero.
Andi: No tienes idea sobre los aviones. Debes confiar en mí, pero
puedes hacerlo. No soy piloto sólo desde ayer. Sé lo que veo al
ver un avión. Tal vez tú veas alas y pequeñas ruedas, pero yo te
digo lo que vale, lo que aporta.
Entonces: la oficina estará en la casa de uno de nosotros, lo
haremos todo por vía telefónica. Y calcularemos con astucia qué
vuelos hacen falta, adónde quieren ir los ricos. Y después los
llevamos hasta al lí volando. Yo. Egipto, España, Italia, todas las
islas del Mediterráneo y Turquía. Pero ahora quiero l levar a todos
a Turquía.
Gospodin: No puedo darte nada.
Andi: Pensar a largo plazo, eso es importante. Claro que al principio
pagaremos por eso. Hasta que tengamos un nombre, hasta que
podamos permitirnos esa clase de aeromozas que queremos, tú
entiendes. Todos los rusos no vuelan con aeromozas normales.
Debemos adaptarnos a eso Gospodin. Así es el mercado. Pero
después yo estaría afuera, yo sería mi propio jefe. Toda esa
mierda, todo el trote, hasta la vista. En casa cuando yo quiera,
64
¿entiendes? Y ningún colega estúpido, ningún horario como para
niños pequeños. Todo fuera, todo de sobra, sólo yo. Yo y tú y el
avión.
Gospodin: No tengo el dinero Andi.
Andi: ¡Cabrón!
Él:
Casi todos los días andaba por la calle desde la mañana hasta la noche
con su cartera y el dinero. Ya era como para desesperarse. Luego reaccionó de
una manera tan impulsiva. Está solo frente a un semáforo, con la luz roja para
los vehículos. Entonces, así de simple, él corre detrás del primer auto y pone
la maleta sobre el techo inadvertidamente. Después sigue su camino y dobla
en la próxima esquina y camina en salvaje zig-zag por los bloques de
edificios, se siente liberado y va derecho. Hombros ligeros. Y bien, ni diez
minutos después un auto se detiene delante de él y una mujer vocifera que ele
ha buscado tanto rato y que él tiene suerte de que ella sea una persona tan
honrada y no tenga ninguna presión con sus horarios, y que en realidad ella
t iene mucha presión con los horarios, porque ella organiza. Y ella le endosa la
cartera, dice que la honradez todavía no se paga y se sube al auto y se va.
O él ve a un hombre que tiene una cartera parecida, y piensa en las
películas americanas de espionaje, donde a la gente siempre la embroman con
dos carteras iguales, y va hacia el hombre que en ese momento está en un
kiosko buscando un periódico, y hace como en las películas. Se para al lado,
saca uno o dos novelones del estante de los novelones, vuelve a colocarlos allí
y se va con la cartera equivocada, o sea, con la que para él es la correcta, la
cartera del hombre que está al lado, se va de allí andando y es como andar sin
cartera, aunque lleva una cartera en la mano, y aunque ésta es mucho más
pesada porque una máquina de afeitar y ropa interior para dos días pesan más
que los pequeños billetes de Hajo, pero él anda como si en la cartera sólo
hubiese algodón o la libertad misma o incluso nada, en caso de que exista.
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Tampoco anda con especial prisa y tampoco piensa hacia dónde quiere
andar, anda sin meta, como alguien que está contento. El que está contento no
necesita meta, pero precisamente eso le facilita al hombre seguir a Gospodin,
y lo encuentra bastante rápido, aunque su camisa está arrugada y también
t iene un par de gotas de sudor en la frente, las gotas de sudor precisas para
que las empleadas en un café lo miren, porque las gotas de sudor hacen
atractivo al hombre. Toca a Gospodin en el hombro y lo hace volverse y
sonriendo intercambia las carteras. “Apenas es posible confundirla”, dice, y
“¡Estos soñadores!” Y luego sale y le hace un guiño a la mujer en el café, y
Gospodin cree hundirse en el asfalto y anda como se anda en el pantano
cuando no se conoce el terreno. Y necesita horas para llegar a su casa, porque
la cartera es tan pesada.
Madre: Lo sé por Ulf. Apenas podía estarse quieto. Me grita, cómo se le
ocurre a Gospodin andar por la casa con un millón en efectivo y
aconsejarle tontamente que se ocupe de él mismo, su madre está
preocupada. “¿Un millón?”, pregunté, y me dijo que él pensaba
que yo lo sabía desde hacía tiempo, que no necesitaba hacerme la
que no sabía. Que nosotros dos nos tapábamos con la misma
sábana.
Madre: Claro que fue agradable. Siempre es agradable. Siempre son muy
amables y separan la silla de la mesa para que me siente y dicen
que llevo puesto un l indo vestido, y también pagan siempre.
También en el casino. Eso está bien. Esta vez tuvimos a bordo dos
peluqueros diferentes, y en las dos semanas me arreglé un par de
veces con cada peluquero. Claro que es agradable. Las
conversaciones son agradables, las historias sobre sus ex-esposas
son agradables, y cuánto han trabajado, es agradable, y les va
mejor cuando me lo han contado, y también que me siguen
deseando, es agradable.¡Pero lo agradable no basta!
Gospodin: ¡No puedo darte nada!
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Madre: Eso divierte, y realmente lo hago con gusto, pero preferiría
hacerlo sola, o en todo caso saber que tengo la posibilidad de
hacerlo sola. No esta dependencia, esta triste lucha por las
simpatías: por un viaje en crucero. Dios mío, a dónde hemos
llegado. A veces pienso que ya puedo irme a hacer la calle,
¿entiendes?
Gospodin: Creo que sí .
Madre: Después, cuando estoy sola, me siento miserable y mal. No
quisiera hacerles eso a ustedes. A ti y a Ulf. Esa dependencia. Sé
que no me lo tomas a mal, que entiendes, que precisamente por
eso buscas la independencia. Pero, ¿cómo puedo explicarle a Ulf
que tiene un sentido esforzarse? Cómo puedo decirle eso si su
madre se hace invitar a viajes en crucero y el hermano vive con
una cartera l lena de dinero en una casa vacía. ¿Cómo, Gospodin?
Gospodin: No puedo darte nada, mamá. No tengo el dinero.
Madre: Sería tan fácil para nosotros tres. Por ejemplo, podríamos
mudarnos juntos y seríamos otra vez como una familia.
Gospodin: El dinero no puede ser necesario, mamá. También se puede sin él.
Tiene que ser posible sin él. Mírate. Te arrastras ante mí. Todos
se arrastran ante mí. No puedo darte ningún dinero. Ni a t i ni a
Sylvia ni a Andi ni tampoco a Norbert . A ninguno de ustedes. Y
tampoco lo entregaré ni lo quemaré o perderé – sabes, quise
perderlo, pero no resultó – lo conservaré aquí, aquí en esta casa
en la que he comenzado mi nueva vida. Estoy en el camino
correcto, lo sé, y ustedes no me lo pueden estropear.
Madre: Pero…
Gospodin: No tengo el dinero, mamá.
Madre: Pero… ¿agradable? ¿Sólo agradable? ¿Pero lo agradable no basta?
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Escena 11
Dos comisarios y Gospodin
Comisario 1: Hans-Joachim Kranker andaba con mucha frecuencia por lo
del “Médico”. Y usted también. Lo sabemos.
Comisario 2: Estuvimos allí. Preguntamos.
Comisario 1: Hans-Joachim Kranker se hace llamar Hajo. Él estaba allí .
Usted estaba all í. Y: ustedes se entendían bien.
Comisario 2: Eso nos dijeron allí. Chef nos lo dijo.
Comisario 1: Y usted tiene allí una buena cuenta sin pagar. Ambos. Pero
Hans-Joachim Kranker hace mucho que no va por allí.
Comisario 2: ¿Dónde está él?
Gospodin: ¿Usted no sabe dónde está él?
Comisario 2: Ustedes dos no han estado allí desde hace tiempo.
Comisario 1: Usted es su cómplice. Lo sabemos.
Comisario 2: Estuvimos allí. Preguntamos.
Comisario 1: Casi hubiera salido bien. Pero la policía no duerme. No
aquí. No en esta ciudad ni en este país . Sería la primera vez
que alguien sale de eso sin problemas.
Comisario 2: Hasta ahora lo hemos aclarado todo. Usted no podrá con
nosotros.
Comisario 1: ¿Sabe usted lo que me pregunto siempre?
Comisario 2: ¿Sabe usted lo que él se pregunta siempre?
Gospodin: No.
Comisario 2: Él se pregunta por qué la gente cree aún en la
deshonestidad.
Comisario 1: Por qué la gente no hace sencillamente su trabajo. Si Hans-
Joachim Kranker hubiera hecho su trabajo, ahora no tendría
estos problemas, ¿y sabe usted qué?
Gospodin: ¡Hay que descartar una escapatoria!
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Comisario 1: Usted tampoco.
Comisario 2: Mire, todo está relacionado.
Comisario 1: Porque Hajo hace como si fuera amigo de usted, lo que tal
vez sea de verdad…
Comisario 2: Precisamente porque es su amigo de verdad.
Comisario 1: Precisamente por eso le confía el dinero y lo involucra.
Comisario 2: ¡A la sombra!
Comisario 1: Entiende usted. Así se relaciona todo. Si Hajo hubiera sido
honesto y sencillamente hubiera hecho su trabajo, entonces
hubiera podido darle a usted todo su dinero, y usted ahora
estaría fuera de esto y sin problemas.
Comisario 2: Ahora usted es su cómplice.
Gospodin: Y usted tiene un trabajo.
Comisario 1: Cierto. Si no existiera gente como usted, nosotros no
tendríamos trabajo. Entonces no podríamos hacer nuestro
trabajo.
Comisario 2: O sea que tal vez deberíamos agradecer que usted exista.
Comisario 1: ¿Dónde está Hajo?
Comisario 2: ¿Dónde está Hans-Joachim Kranker?
Gospodin: Hajo está bien. ¡Está muy lejos!
Comisario 1: ¡Gospodin!
Comisario 2: Lo mejor para usted será decirnos dónde está él.
Comisario 1: Por la plata en la cartera le van a echar su par de añitos.
Comisario 2: Un par de muchos añitos.
Comisario 1: Si usted nos dice dónde está Hajo…
Comisario 2: Hans-Joachim Kranker.
Comisario 1: Entonces le echarán un par de añitos menos.
Comisario 2: ¿Entiende usted? Así se relaciona todo.
Comisario 1: “El tiempo es oro” adquiere así una nueva significación.
-
Comisario 2: ¿Sabe usted que estamos aquí gracias a una información?
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Alguien lo ha denunciado a usted.
Comisario 1: Tal vez él nos lo haya soplado.
Gospodin: Tal vez. Sí.
Comisario 2: Para que usted cumpla con la condena de él.
Comisario 1: Bastante dinero en billetes grandes en una cartera donde
Gospodin. Usted ha dado tantas vueltas con ella por el
barrio, que realmente cualquiera se pudo enterar.
Comisario 2: Díganos dónde está él. Sabemos que usted solamente le
guarda el dinero.
Comisario 1: Usted es el pez pequeño. Hans-Joachim Kranker es el
grande. Él ha obtenido todo el dinero en este negocio, no
usted.
Comisario 2: Esos también hubieran podido necesitar el dinero.
Comisario 1: ¡Expansión!
Comisario 2: Si usted, no obstante, tiene la conciencia tranquila, por
favor.
Comisario 1: Hans-Joachim Kranker lo utiliza a usted. Hace que nosotros
lo encarcelemos para que el asalto parezca resuelto.
Comisario 2: Pero tenemos nuestras cabecitas. Sabemos cómo funciona
Hans-Joachim Kranker, ¿entiende usted, Gospodin?
Y por eso, incluso sin conocerlo a él , sabemos lo que hace
con usted. Esos son todos iguales.
Comisario 1: Todos son una chusma, essos delincuentes.
Comisario 2: Esos antisociales.
Comisario 1: Los criminales.
Comisario 2: Los extranjeros. Casi siempre son extranjeros.
Comisario 1: No tenemos nada contra los extranjeros, Gospodin, no nos
malentienda.
Comisario 2: Sólo contra esos extranjeros delincuentes. Contra esos
tenemos algo. Deberían ponerlos contra una pared y…
-
70
Gospodin: Hajo no me traiciona. Hajo lo entiende todo.
Comisario 1: Y yo le aconsejaría que entregara a su comprensivo amigo.
Comisario 2: ¡Gospodin! ¿Dónde está Hans-Joachim Kranker?
Gospodin: Está en seguro.
Comisario 1: Será un largo tiempo en el tanque [a la sombra].
Comisario 2: Lo tenemos a usted.
Comisario 1: Tenemos el dinero.
Comisario 2: Y usted tiene mucho tiempo para reflexionar sobre esto.
Comisario 1: Nosotros somos los más fuertes.
Comisario 2: Lo tenemos en nuestras manos.
Comisario 1: ¿Sabe usted lo que me pregunto?
Comisario 2: ¿Sabe usted lo que él se pregunta?
Gospodin: No.
Comisario 1: ¿Por qué la gente hace estas cosas? Ahora usted irá tras las
rejas.
Comisario 2: Privación de libertad.
Comisario 1: ¿Y para qué? ¿Por dinero?
Comisario 2: ¿Usted hace esto sólo por dinero? ¿Vale la pena? ¿Lo
merece?
Comisario 1: Eso me pregunto.
Black
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Escena 12
Anette y Gospodin
Anette: Te traigo saludos de Andi y Claudia y de Hermann y Sylvia y de
Norbert . Ahora él hace algo muy diferente. Rellena balones de
fútbol con hormigón, los pone en la calle y escribe junto a el los:
“Can you kick i t”.
Gospodin: ¡Ah, tú, mierda!
Anette: Sí, ya algunas personas se han fracturado un pie. Probablemente
él se vea de verdad en problemas.
-
También te traigo saludos de tu madre. Desde que sabe que Ulf se
gana el dinero con spam-mails y no con drogas, está viajando de
nuevo.
Gospodin: Todos ustedes están locos.
Anette: ¿Cómo te va?
Gospodin: Es maravilloso, Anette. Quisiera poder quedarme para siempre
aquí adentro.
Anette: Estás loco, Gospodin. ¿Qué significa eso?
Gospodin: Aquí tengo exactamente lo que siempre he buscado, ¿sabes? Lo he
encontrado. He alcanzado mi meta.
-
Anette: Te admiro, Gospodin. Si hubieras repartido el dinero o lo hubieras
tirado, nadie se habría imaginado que lo tenías.
Gospodin: Sí, lo sé. Pero me ha abierto los ojos. Aquí he logrado por fin lo
que siempre quise. Aquí dentro está la sociedad que siempre me
imaginé.
Anette: Gospodin, esto es una cárcel.
Gospodin: Lo entendí enseguida que entré. Todos mis principios concuerdan.
¿Te acuerdas de la pared de la cocina? ¿Mi dogma?
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“Nº 1: Hay que descartar una escapatoria.”
“Nº 2: El dinero no puede ser necesario.”
“Nº 3: Hay que abstenerse de toda propiedad.”
“Nº 4: Libertad es no tener que tomar ninguna decisión.”
Por ejemplo: aquí no hay dinero. Imagínate. Todos van a trabajar,
pero no hay dinero. Nunca había pensado que se puede trabajar sin
recibir dinero a cambio. Cada día tengo la realización por el
trabajo. Cuando voy a mi celda por la tarde puedo decir que he
creado algo.
Anette: Pero algo ganas, ¿o no?
Gospodin: Claro. Hacia fuera. La versión oficial es que recibimos algo. Pero
es poquísimo, y lo mejor es que aquí no puedo comprarme nada
con eso. ¡Hay que abstenerse de toda propiedad! Eso no es difícil
cuando no hay nada que se pueda poseer. Ni cepillo de dientes, ¿y
qué? Aquí me siento apoyado.
Anette: ¿Y qué haces con tu dinero?
Gospodin: Lo dono.
Lo dono a Greenpeace.
Anette: Pensé que odiabas a Greenpeace.
Gospodin: Es cierto. Pero he perdonado. La llama, yo sé, Grenpeace tiene la
llama, y eso me sigue pareciendo mal, pero de alguna manera le
agradezco también a Greenpeace el estar aquí. A Greenpeace y a
Hajo. Es tan maravil loso esto aquí adentro. Aprendo un montón de
cosas. Y reflexiono. Ya no tengo que ver el mundo en torno mío.
Toda la vida, la basura social.
Anette: ¡Gospodin!
Gospodin: Debo sellar mi paz con Greenpeace, para poder vivir liberado. Por
eso dono mi dinero, que para mí no tiene ningún valor, pero con
eso hago algo bueno para Greenpeace.
Anette: Apoyas a la organización que en realidad quisieras desmantelar.
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Gospodin: Anette, tú no puedes entenderlo. Perteneces al mundo de afuera.
Aquí adentro todo es distinto. Aquí l levo una vida totalmente
autárquica. Voy a trabajar y recibo de comer. Se basa en el
intercambio. No tengo que recibir ningún dinero y comprarme
algo de comer, simplemente lo recibo: a las siete de la mañana, a
la una de la tarde y a las siete de la noche. Para eso también voy a
trabajar. Tengo una cama, cierto que es mi cama, pero todas las
camas son iguales. Si estoy enfermo recibo tratamiento, si quiero
leer, pido l ibros prestados, si quiero ver televisión voy al cuarto
del televisor. Cierto que sólo hay un televisor, pero pertenece a
todos. Si quiero aire fresco, voy al patio y camino en círculos. Y
si quiero hacer deporte, juego basquet o tenis de mesa.
Anette: Pero no puedes irte a casa, Gospodin.
Gospodin: Aquí es mi casa.
Anette: Estás encerrado aquí. Por años.
Gospodin: Sé dónde están los límites. Es una diferencia importante. Tengo
esta seguridad, tú no. Qué voy a hacer allá afuera sin saber a
dónde ir . Aquí no necesito tren ni auto, ni bicicleta, nada. No
tengo que buscar trabajo ni reportarme como desempleado. Lo
tengo todo. Yo iba en caída libre y vine a dar aquí. Es
maravilloso. Por primera vez me siento realmente libre.
Quisiera que pudieras entenderlo. Quisiera que todos pudieran
entenderlo.
-
Anette: Gospodin. En realidad estoy aquí para decirte otra cosa.
Gospodin: Déjalo así Anette. Lo que sea. No quiero saberlo. Viene de tu
mundo allá afuera. Allá nunca entendí nada, y tú siempre estuviste
al corriente. Para ti tal vez sea mejor ese mundo de allá. Pero yo
aquí adentro estoy en casa…
Anette: Quería decirte que estamos a tu disposición.
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Gospodin: No quisiera que ustedes estuvieran a mi disposición. Sylvia vino a
verme y me pidió dinero para un auto. Lo quería a escondidas de
Hermann, porque a él no le gustan los autos, porque ellos quieren
vivir en armonía con el medio ambiente. Así se lo han propuesto.
Anette: Lo sé. El dinero nos ha desconcertado a todos.
Gospodin: Hermann me preguntó lo mismo. El también quería un auto a
escondidas. Me escribió una carta y me preguntó si podía darle
dinero para el auto. ¿Entiendes? No estoy hecho para eso. No
puedo.
Anette: Hermann ha abandonado su carrera. Ahora distribuye los
periódicos gratuitos del supermercado. Dice que había exagerado.
Gospodin: Es como si yo fuera un pez y ustedes pájaros, o algo así . Quiero
decir, yo sólo puedo respirar en el agua y ustedes en el aire, y yo
no puedo volar y tú no puedes sumergirte, o algo así . Tal vez la
comparación cojee un poco, pero tengo tiempo, reflexionaré y te
lo diré la próxima vez que te visite.
Anette: No puedes visitarme, estás en el tanque [a la sombra].
Gospodin: Ese es tu punto de vista. Puedo decidir libremente si quiero venir
a este cuarto de visitas o no. Tengo límites claros. Soy libre,
Anette. Soy realmente l ibre. Pero eso ustedes no lo entienden.
Ninguno de ustedes.
Black
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Escena 13
Gospodin
Gospodin: -
FIN
Traducido del alemán por Olga Sánchez Guevara
Mi agradecimiento a la Dra. Petra Roehler por su amable cooperación.