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KARL RAHNER EL CUERPO Y LA SALVACION El tema que pretendo desarrollar se titula «El cuerpo y la salvación». Este tema está confiado al teólogo del mismo modo que al médico y a los psicólogos. Por tanto, yo tengo la tarea de añadir al tema sólo lo que es de exclusiva competencia del teólogo. No es mucho lo que éste, por profesión, tiene que decir, ni desde su punto de vista. Porque, es una persona que, obligadamente, tiene que cultivar una ciencia muy general. Esta ciencia está inevitablemente algo distante de las necesidades y preocupaciones cotidianas de una época concreta. En una primera parte desearía recordar solamente algunos datos teológico s sobre el cuerpo y, a partir de ellos, intentar después exponer la fundamentación teológica que sirva de interpretación de cada una de estas verdades de fe. Poner, por tanto, de manifiesto lo general de estas afirmaciones de fe y, a partir de ello, describir el concepto teológico de cuerpo. 1. Datos teológicos sobre el cuerpo En primer lugar, recordaré cada uno de estos datos teológicos en particular para que, como cristianos y prescindiendo de una teología determinada, quizás coloreada subjetivamente, veamos con claridad lo que afirmamos del cuerpo como algo evidente. a) Un cuerpo creado Lo primero que tenemos que decir es lo siguiente: el cuerpo es creado por Dios. Dios es también el creador de este cuerpo. Por tanto, el espíritu puro, el misterio infalible, incomprensible e inexpresable, el distante y de algún modo inquietante, ha creado también este cuerpo concreto y visible que vemos, con el que nos movemos, cuyas alegrías y dolores experimentamos: ello ha sido pretendido por Dios directamente. Este cuerpo no es sólo algo que ha brotado por una casualidad, porque Dios tuviese algún otro proyecto. No es sólo un producto derivado, ni algo que ha resultado a lo largo de la historia del hombre, como si el espíritu se hubiese desgajado de Dios, allá en alguna época primitiva, y por ello hubiese resultado esta realidad concreta. Espacio y tiempo, y con ellos la historia, la vida humana, el género humano, no son cosas que en realidad no hayan sido queridas, sino que todo ello ha sido creado por aquél que llamamos «creador de cielo y tierra». Aunque no se tratase de ninguna verdad de fe, como cristianos de hoy podemos y debemos añadir aún (al menos según la doctrina de la iglesia, ciertamente no definitoria, pero que, sin embargo, según una decisión de la comisión

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KARL RAHNEREL CUERPO Y LA SALVACION

El tema que pretendo desarrollar se titula «El cuerpo y la salvación». Este tema está confiado al teólogo del mismo modo que al médico y a los psicólogos. Por tanto, yo tengo la tarea de añadir al tema sólo lo que es de exclusiva competencia del teólogo. No es mucho lo que éste, por profesión, tiene que decir, ni desde su punto de vista. Porque, es una persona que, obligadamente, tiene que cultivar una ciencia muy general. Esta ciencia está inevitablemente algo distante de las necesidades y preocupaciones cotidianas de una época concreta.En una primera parte desearía recordar solamente algunos datos teológico s sobre el cuerpo y, a partir de ellos, intentar después exponer la fundamentación teológica que sirva de interpretación de cada una de estas verdades de fe. Poner, por tanto, de manifiesto lo general de estas afirmaciones de fe y, a partir de ello, describir el concepto teológico de cuerpo.

1. Datos teológicos sobre el cuerpo

En primer lugar, recordaré cada uno de estos datos teológicos en particular para que, como cristianos y prescindiendo de una teología determinada, quizás coloreada subjetivamente, veamos con claridad lo que afirmamos del cuerpo como algo evidente.

a) Un cuerpo creado

Lo primero que tenemos que decir es lo siguiente: el cuerpo es creado por Dios. Dios es también el creador de este cuerpo. Por tanto, el espíritu puro, el misterio infalible, incomprensible e inexpresable, el distante y de algún modo inquietante, ha creado también este cuerpo concreto y visible que vemos, con el que nos movemos, cuyas alegrías y dolores experimentamos: ello ha sido pretendido por Dios directamente. Este cuerpo no es sólo algo que ha brotado por una casualidad, porque Dios tuviese algún otro proyecto. No es sólo un producto derivado, ni algo que ha resultado a lo largo de la historia del hombre, como si el espíritu se

hubiese desgajado de Dios, allá en alguna época primitiva, y por ello hubiese resultado esta realidad concreta. Espacio y tiempo, y con ellos la historia, la vida humana, el género humano, no son cosas que en realidad no hayan sido queridas, sino que todo ello ha sido creado por aquél que llamamos «creador de cielo y tierra».Aunque no se tratase de ninguna verdad de fe, como cristianos de hoy podemos y debemos añadir aún (al menos según la doctrina de la iglesia, ciertamente no definitoria, pero que, sin embargo, según una decisión de la comisión bíblica está en vigor aún hoy en sus líneas generales), que de alguna forma esta concreta corporeidad del hombre tal como es, debe su existencia a una intervención inmediata y creadora de Dios. Esto no tiene nada que ver con lo que se llamaría una teoría de la honestidad, aunque tal afirmación, dentro de sus límites, sería absolutamente posible.Sin embargo, no necesito ahora tocar este punto. Desearía solamente poner de manifiesto esta realidad, para que se vea cómo la doctrina de la iglesia acentúa de una forma especial que la corporeidad del hombre ha sido creada y pretendida por el Dios eterno, santo, justo y espiritual.Esto pretende la iglesia situarlo en un primer plano de la conciencia del creyente.

b) El cuerpo y el polvo de la tierra

Pero en segundo lugar, este cuerpo es creado del polvo de la tierra. La narración plástica, al comienzo del Génesis, de cómo Dios, a modo de alfarero, forma al hombre del polvo de la tierra y le introduce la vida, por pueril y primitiva que parezca, es, sin embargo, en lo fundamental una narración grandiosa y conmovedora. No sólo porque esta humanidad concreta está, en relación directa con Dios, sino porque de este Dios se afirma una vez más: lo que él ha realizado de esta forma, lo toma del polvo de la tierra. Esto se afirma de un Dios que, de suyo, puede crear en un «quehacer » libre y creador. Del Dios independiente, que en su actividad creadora no está condicionado por ningún presupuesto material, se afirma que ha hecho al hombre del polvo de la tierra. No se afirma que ha hecho el cuerpo del polvo de la tierra. Esta sería nuestra moderna interpretación platónica. El ha hecho al hombre del polvo de la tierra. Lo cual quiere decir, que ya desde un principio, en cuanto lo creó

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para participar directamente en el diálogo consigo mismo, lo ha tomado y situado en la totalidad de la creación. En la sobriedad de esta narración, en la que Dios aparece como el creador inmediato que, sin embargo, crea del polvo de la tierra, la Escritura nos permite experimentar una gran tensión y enorme problemática al dejar en pie, sin escamotearlo ni simplificarlo, que el hombre es creado del polvo de la tierra y al mismo tiempo por Dios.

c) El pecado original

Se sigue, además, lo tercero que deseamos recordar en estos datos teológicos: el pecado original se transmite por generación. Naturalmente no porque en la generación haya algo pecaminoso o despreciable. Sencillamente: existe una realidad simple, por la que el hombre pertenece a esta humanidad concreta, ligada entre sí por un parentesco de consanguinidad. Y esta realidad constituye al hombre como miembro y portador de lo que precisamente llamamos pecado original. Brevemente podemos notar que el pecado original no significa otra cosa sino que este hombre en cuanto que es hijo de Adán y pertenece a la comunidad histórica del género humano, debía poseer la gracia divina que, sin embargo, no tiene. Esta gracia está destinada al hombre en cuanto es un redimido por Jesucristo. Más ambas cosas -que en el primitivo Plan divino le estuviese destinada la gracia santificadora, la vida divina, la presencia y gloria de Dios y que el hombre no la posea-, se fundamentan en esta comunidad corporal del género humano.

d) El verbo y la carne

En cuarto lugar y en relación con este contexto, queremos recordar las palabras del primer capítulo de Juan: «y el Verbo se hizo carne». No hace falta que expongamos en toda su profundidad y extensión el concepto joanico de sarx. Este concepto tiene una serie de complicaciones y matices que ahora no necesitamos explicar. Mas en todo caso se afirma que el hombre, y por tanto el Verbo divino, son verdaderamente corporales. Se dice, pues, que la palabra eterna de Dios, en cuanto desde la íntima quietud divina, en la que, existe junto al Padre,

es manifestada en lo no divino, se convierte, precisamente por esta manifestación, en lo que llamamos sarx, es decir, hombre. Pero un hombre verdaderamente corporal y destinado a la muerte; un hombre agobiado y que sufre. Ahora no podemos considerar aquí todos estos aspectos. Insistimos sólo en un punto que constituye una realidad de nuestra te: cuando Dios quiere manifestarse, aparece como hombre. Concedo que la formulación que he usado, sobrepasa de suyo lo definido en el campo de la fe, y que es una interpretación, de la que se debe responsabilizar el teólogo mismo. Pero desearía poner de manifiesto esta interpretación, porque es de suma importancia para un claro entendimiento del tema que nos ocupa. Si queremos comprender rectamente en toda su profundidad y grandiosidad las palabras «y el Verbo se hizo carne», entonces no nos es permitido presuponer que ya sabemos lo que significan los conceptos de carne, hombre y, hablando desde un punto de vista teológico, de naturaleza humana. De forma que solamente afirmaríamos con estas palabras, que el logos eterno del Padre se ha hecho algo, sobre lo cual sabemos ya hace tiempo lo que es, y con lo que ya hemos hecho nuestras experiencias.Debemos proceder de una forma totalmente distinta. Si queremos comprender lo que significa carne, hombre, entonces debemos, por así decir, escoger como fundamento de la frase «y el Verbo se hizo carne» la siguiente definición teológica, en la que afirmamos: carne, hombre, como algo que posee una determinada .e histórica corporeidad, es precisamente aquello que se realza cuando el lagos, saliendo de sí, se manifiesta a sí mismo. Hombre es, por lo tanto, la automanifestación de Dios, que, al salir de sí mismo, pasa a la nada vacía de la criatura. Es natural que, de esta forma, no se haga más claro ni distinto el concepto de hombre y de hombre corpóreo. Precisamente todas estas clarificaciones, distinciones y posibilidades de expresión, que poseemos por medio de las ciencias de la naturaleza, de la antropología metafísica, etc., serán sobrepasadas. Y aquello que constituye al hombre, será introducido en el misterio absoluto del mismo Dios. Porque, si es verdad que nosotros ciertamente nos realizamos cuando el logos eterno se manifiesta a sí mismo, entonces está claro que nosotros somos el misterio absoluto.

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Se podría afirmar: una antropología -entendida no sólo de una forma ordinaria, sino como algo absoluto-, en la cual no se habla de Dios, es una herejía, y es, 00 puede ser, unaantropología que no tiene nada de cristiana. PoOl'10 tanto,si debemos y quer,emos hablar del hombre, en el sentidomás radical y absolutamente cristiano, y no de la espiritualidaddel hombre, sino del hombre de carne, de la sarx) quesiempre significa al hombre total, pero en su concreta corporeidad,fundamentalmente tenemos que hablar de Dios.Si en un sentido profundo, y como cristianos, nos preguntamosqué es el hombre corpóreo, entonces, si queremosdar una respuesta verdadera y definitiva, no podemos respondersino que «el Verbo se hiz'Ücarne». La sarx es algoque se realiza en cuant'Ü el lagos s,e hace alga, que nuncalo fue antes en sí mismo, c'ÜmoDios; es algo que se realizacuando el'l'Ügos quiere ser menos de lo que es en sí mismo;es aquello que se realiza, que está presente, cuand'Üel lagosse manifiesta en la esfera, en la cual no quiere ser la palabraen sí infinita, bienaventurada y luminosa del Padre, sinoque sale de sí misma y se manifiesta allí, donde sólo puedeser oída la palabra finita y creada. La carne que es el hombre,,es la aut'Ümanifestación del mismo Dios.Para no ser mal entendido, desearía recalcar que sobrepasoaquí los datos claros y sencillos de la doctrina católica,tall com'Üs'Ünobligatorios para los católicos, con la cancienciade que n.o estoy respaldado por la doctrina de la jerarquíaeclesiástica. Pero creo que esta interpretación esrecta. Y, hoy día, creo que es necesario decido. La naturalezadel hombre, pr,ecisamente en cuanto es sarx) es aquelloque se realiza cuanda Dios se manifiesta en el ámbito totalmentedistint'Ü de la nada.e) El hombre y la muerte de CristoEn quinto lugar, tenemos que añadir a estos datos teológicos:el hombre, todos nosotros, somos salvados por lamuerte de Cristo. Esta es una afirmación que también tocadirectamente al cuerpo. Es decir, si solamente afirmáramos

lo que la Escritura también dice: somos salvados por la obediencia,por el amor obediente de Verbo encarnado, entonceshabríamos expresado algo ciertamente verdadero, pero no lohabríamos expresado en su concreta corporeidad.Cuando decim'Üsque s'Ümossalvados por la sangre deCristo, por su pasión y muerte en la cruz, entonce~ ciertamenteno nos es permitido pensar -y es un pehgro, yadesde la ·edad media de la teología católica escolástica másgeneralizada- que ~ste suceso del amor. y de la abe~ienciase ha realizado, por suerte .o por desgraCIa, en una,s.cIrcunstanciasc'Üncomitantes desagradables. No nos es hCItOpensarque ,esto canstituya una cuestión casual y externa, quen.o tiene nada que ver con la obediencia y el amor delVúboencarnado del Padre.La afirmación de que somos redimidos p'Ür la muerte,es decir, por un acont7~imient<?corpóreo, par ~l ~~rramamientode sangre del hIl'Üde DlOS,es la c'ÜncretlzaCloncorpóreade aquello que, de una manera fo~mal y al mismotiempo abstracta, expresamos cuando deCImos que hen:?Ssido redimidos par la obediencia, el amor y la abnegaclOndel hijo de Dios. Somos redimidos por un suceso, por supuesto,libre y personal, que se consumó, s~gún la volun~addel Padre en una realidad cancreta, sangnenta y ofreCIdaa la mue;te. Por ao tanto, en esta corporeidad, se da elcampa 'en el que el amor y la obediencia tenían que existirpara que llegasen a ser lo que debían ser, para que nos salvaran.Y salament,e porque este proceso se consumó en lacorporeidad cancreta del hijo, como amor y obediencia, podíaoperar nuestra s~lvación. Proceso que denominamos sumuerte, su pasión; en el cual participamos y tenemos unióncon él debido a la unidad de la familia humana.Si p'Ür el momento pensamos, por una hipótesis teológica,que el Verbo se hubiese hecho un ángel, entonce~ .tambiénpodría él, natura'lmente, con esta naturaleza angehca ycreada, amar a Dios, confiar en él, serIe obediente. Pero,precisamente por ella, no nos podría salvar. Este proceso

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sería algo que se desarrollaría en una dimensión, que,a priori) no nos tocaría a nosotros de cerca. Con otras ~alabras:somos redimidos por la pasión y la muerte de Cnsto,porque este acontecer, en cuanto es salvador, fue consumadoen la corporeidad concreta. Y nosotros podíamos ser redimidospor este proceso corpóreo, porque lo que sucede enesta esfera es, ya desde un principio, un patrimonium commUltede todos aquellos que, en Adán, pertenecen al mismodestino familiar en esta c'Ürpórea c'Ümunidad de sangre1.Así, ya ,en la carta a los hebreos, se dice:El que santifica y los santificados, son de la misma estirpe(Heb 2, 11).Aquí es, quizás, donde se ve más claramente lo que Tertuilianodijo hace ya mil seiscientos años: «La carne es elquicio de la salvación»: Caro cardo salutis.f) La carne y la resurrecciónOtro dato más del dogma es la resurreccción de la carne.La profesión de fe cristiana más fundamental, para quemanifieste la perfección del hombre y tenga valor delantede Dios, no queda expresada porque afirmemos que sallvamasnuestra alma, sino pr,ecisamente porque creemos en laresurreoción de la carne. De nuevo significa aquí carne alhombre total. Existen también afirmaciones del magisterio,en las que se habla de la resurrección del cuerpo, Pero laresurrección de ila carne comprende exactamente el cuerpoy el alma, precisamente en la unidad, en la cual el homhrees carne. Si el hombre fuese puro cuerpo, entonces no seríacarne en un sent,ido bíblico. Puesto que la carne significael hombre que, por una parte, es la caducidad, erl riesgo deexistir, la inexplicabilidad, la debilidad, la oscuridad y, porotra, conoce todo esto que es él y lo teme. Con estas palabras:carne significa el hombr'e total. Casi no se puede ha.blar de espíritu y carne.

1 El importante problema, que se plantea en este contexto, sobre elmonogenismo y su relación con la doctrina del pecado original, no puedeser tratado aquÍ. El autor remite a su estudio Evolution und Erbsünde, Freiburg, 1967

Después veremos que esta formulación, por corriente yjusta que sea y aunque está muy de acuerdo c'Ün la formulacióndel catecismo, no demuestra aún con claridad la verdaderarealidad de la naturaleza del ser cristiano. En todocaso, tenemos que afirmar ~o siguiente: en cuanto el cristianism'Üconfiesa la resurrección de la carne como un artículoc1av'e de su fe, que expresa la ,esperanza total delhombre y la confesión de su total y definitiva realización,a priori ha asimilado ya a ia unidad del hombre lo que, enlenguaje moderno y occidental, llamamos cuerpo, y reconocefundamentalmente a este hombre como una unidad.g) La unidad del hombreEn séptimo lugar citamos, sacado del dogma, el siguientedato: la unidad del hombre, formado de cuerpo y alma.El d'Ügma, expresamente definido,' afirma no sólo que elhombre se compone de cuerpo y alma, sin'Ü que nos obligaa mantener la unión de cuerpo y alma com'Ü real, auténtica,radical, substancial y 'Originaria. Naturalmente no en el sentidode una unif'Ürmidad, de forma que una parte pudiesesimplemente ser deducida de la otra. Tamp'Üc'Ü en un sentidoespiritualista,de manera que lo que llamam'Üs cuerp'Üfuese deducido de su espiritualidad, y mucho menos, en unsentido materializante que dedujese la espiritualidad de lacorporeidad.Pero, por poco posible que esto sea, arl mism'Ü tiempoexisten afirmaciones dogmáticas, por 'ejemplo, en el v conciliolateranense sobre la espiritualidad del hombre y lainmortalidad del alma. Iguwlmente el concili'Ü Vaticano de1870 condenó a aquellos, que no se avergonzaban de afirmar,como allí se dice, que no hay nada material. Del mismomodo ,es también la unidad real, auténtica y originariade alma y cuerpo un artículo de la fe católica, definido deuna forma especial en el concili'Ü de Trento, en el siglo XVI.2. Una iglesia corpóreaDe todo esto se siguen algunas consecuencias, a las que

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desearía aludir ahora brevemente. Hay que entender ahora,por qué esta iglesia concreta, corpór,ea, concebida socialmente,se entiende a sí misma corno ,la iglesia necesaria parala salvación. Y ello se comprende fácilmente, cuandü la iglesiaenseña la necesidad de los sacramentos corpóreos para lasalv:a~i?n.PoOl.' qué y en qué sentido existe, sin embargo, laposlblhdad, a pesar de estas afirmaciones sobre Ilanecesidadde los sacramentos para salvarse, de que también puedenesperar la salvación aquellos hombres que, concreta y porasí decir, cürpóreamente, no pertenecen a la iglesia visiblepor no haber sido bautizados, es una cuestión de la que nonecesitamüs ocupamos ahüra.En todo caso, observemos lo siguiente: a partir de unateología de [a corpor,eidad, que pervade todo e! dügma católico,se sigue también la realidad de que la iglesia nopuede ser una dimensión puramente espiritual, ni cümienzaallí donde 10 social, 1'0 c'Ümunitario, lo terreno y p~lpablees sobl.'epasado en una pura espiritualidad de pensamientü.Esta corpol'eidad se hace valer también ,en la doctrinasobre la iglesia y los sacramentos. Expresado paradójicamente,se podría decir, que, en general, e! cristiano tiene casila impr,esión de que e! mundo s,e ocupa de! cuerpo, de lasrealidades visibles y palpables, y el cristianismo, la iglesia,la pastüral, de este alma un tant'Ü misteriosa y difícil decaptar. De una f'Ürma totalmente paradójica y, quizás, extl'emada,casi se püdría afirmar que ocurre totalmente locontrario. El cristianismo, en cuanto ,es una religión corpór,ea, concreta, configurada, abierta al diálogo, operante, organizada,eclesial y sacramental, es una religión que se ocupaen sus dogmas de cüsas concretas y ,en ellos habla ytrata continuamente dell cuerpo. Y deja totalmente en manosdel Dios misericordios'Ü lo que en esta c'Ürporeidad espirituals'Übrepasaabsülutamente la misma corporeidad.Se podrían indicar otros muchos puntüs. La ,igle-sianisiquiera juzga de lo interior del corazón, aunque, al parecer,tenga que ver sólo con las aJImas.Ella se circunscribe a lo

visibl~. Y afirma que esta o aquella fórmula es recta. Loque tu has pensado en lo más profundo y subjetiv'Ü de tui1!te:iori~ad, eso n'Ülo conozco y no lo puedo controlar. YSI tu qUleres pensar en tu teología, metafísica o Hlosofíaalgo nuev'Ü, discreto y profundo, entonces tienes que expresarl?de. t~l forma qu~ se acomode a la comunidad, quesue~e mtehglble a los Oldos de los demás, que pueda seresctlto en .un ~atecismo. Se podría decir que el mismo dogmade la IglesIa se ocupa de la corp'Üreidad. Y esto ocurretambién en ¡lapastoral con los sacramentos. Y 100 mismo sucedecon las verdades de fe. No hay ninguna que n'Ütoquetambién la corporeidad del hombr,e.Sin embargo, se podría preguntar: ¿qué ocurre con e!misterio de la trinidad? Naturalmente, Dios no tiene cuerpoc'Ümoel que nosotros poseemos. No quiero hacer e!ucubradonessutiles, de forma que atribuya a Dios algún génerod~ corporeidad. Pero en todo caso, permanece una cosa enpIe: nosotros hemos oído algo del misterio de la trinidad ytenemos que ver con él, en cuanto y porque e! Verbo se hahecho carne, porque se nos ha manifestado corpóreamente.Ni siquiera se ha manifestado en una palabra humana (aunqueesto hubiera sido ya algo muy corpóreo). sin'Ü en laconcreción humana de una historia carnal y c~rpórea. Poresto, y sólo por estü, tenemos algo que ver con el misteriode l? .trinid,ad. Y creo (de nuevo es ésta una proposiciónteülogl'ca ?Jas que una verdad de fe directamente expresada),que tambIén se puede afirmar, que la visión beatífica la visióni!l11?e,diatade Dios, se fundamenta en una gracia quen'ÜeXlstltla, y probablemente nü hubiera podido existir, deno !1aberse hecho carne el Verbo de Dios y haber permaneCIdo,en ella. No 'Olvidemos que el auténtico dügma cristianoy católico de la encarnación del Verbo del Padre nüsignifica que D~os se ha revestido de una especie de ropaj,ellamadü humal11dad, porqued mundo, cüntra su plan primitivü,se le había ido de alguna manera de las manüs, yasí poder reparar de nuevü, aquí abajo, en nuestro mundo

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e! 'Ürden primitivo de! Dios creador. La encarnación signi~fica que Dios es hombre por toda la eternidad. De tal maneraque en la eternidad no podremos hablar ni pensar eneste Dios, si no añadimos a nuestro pensamiento ,lo que todosnosotros también somos. En la eternidad no hay teologíaque no sea antropología.3. Cuerpo-alma¿Qué consecuencias se siguen de estos datos del dogma?Podemos sacar una estructuración fundamental de 10 que esel cuerpo. Este dogma, en todas sus facetas, nos obliga auna distinción y a la consideración de que esta distinción nodeja posibilidad a una separación existenciaJ entre cuerpoy alma. En parte, y de una forma general e injustificada, seha reprochado a la teología griega, y por 10 tanto occidental,que deshiciese h concepción antropológica del hombre,contenida en el antiguo y también en el nuevo testamento,en una dualidad griega de anima y corpus, de forma que elmensaje bíblico original hubiese sido desfigurado e, incluso,desvirtuado.En este oontexto no necesitamos esforzarnos mucho paraver si se puede, en realidad, compaginar 10 que desde unpunto de vista teológico hay que entender por alma y cuerpoy 10 que con las mismas palabras hay que entender desdeel punto de vista de una filosofía greca-escolástica. Permanezcamosdentro del campo de la teología. En este casocreo que podemos y debemos afirmar que, teniendo en cuentaun lenguaje teo'lógico imparcial, incluso el del dogma,sigue habiendo absolutamente una distinción justificada entrecuerpo y alma. Con esta afirmación no se cierran laspuertas que, hasta ahora, habíamos abierto.Si partimos de la antropología del antiguo y tambiéndel nuevo testamento, esta distinción es justa, pero no esuna absoluta evidencia. Cuando en el nuevo testamento sehabla del alma, se piensa en algo que no tiene mucho quever con lo que nosotros entendemos bajo este concepto. Enabsoluto se puede tener la opinión teológica y bíblica de

que la antropología general del nuevo t'estamento es tambiénteología bíbtlica del antiguo testamento, en cuanto que,fundamentalmente, sólo existe un únioo hombre corpóreoque, naturalmente, como socio de Dios, es aquello que llamamosespíritu; pero de forma que en el antiguo testamentonunca se hace distinción en el sentiJdo de nuestrafilosofía platónica y ,escolástica, entre cuerpo y un alma espiritual.Así pues, creo que es totalmente legítima la distinción,empleada como un presupuesto evidente en la doctrinade ila iglesia, de lo que llamamos cuerpo y alma. Deesta forma podía el concilio de Vienne definir la unión substancialde cuerpo y alma y afirmar que el alma es «formadel cuerpo». Y así podía también definir el v concilio lateranens'e,como una verdad de fe obligatoria, que el alma esinmortal, lo que evidentemente, no se puede afirmar en elmismo sentido del cuerpo.Digo, pues, sin fundamentar más esta proposición: unadistinción entre cuerpo y alma no sólo es posible, sino que,desde un punto de vista teológico, es también recta, exigidapor -el dogma y justificada. Pero esta distinción, y en nuestrocontexto se trata de dIo una vez más, no significa laposibilidad de admitir la separación concreta y existencialentre lo que llamamos cuerpo y alma. Dicho de otra forma,esta distinción es algo metafísico y, se podría incluso decir,metaexistencial. No en el sentido de que no tuviese unagran importancia para la existencia del hombre y para elcomportamiento concreto de su naturaleza pues evidentementeüene una gran importancia. Pero esta distinción esmetafísica y metaexistencial en el siguiente sentido: el hombreno encuentra nunca en concreto el puro cuerpo ni elalma sOlla.Lo que llamamos nuestra interioridad, es la interioridadde un espíritu concreto y corpóreo, de un espírituencarnado. Y lo que llamamos la forma exterior del hombre,no es más que la forma exterior del mismo espírituencarnado. Dondequiera que nos encontramos con nosotrosmismos y al mismo tiempo nos podemos experimentar, desde

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nuestro mundo interior o exterior, nos encontramos conel hombre concreto y uno. Y en la práctica nuhca podemosseparar al mismo tiempo estos dos elementos. El pensamientomás sublime y espiritual, la decisión moralmentemás elevada, la acción más radical de una libertad responsable,es un pensamiento corpóreo y encarnado, una decisióny una libertad encarnadas. Debido a esto y por su propiaesencia está siempre en juego con el continuo y mudabledevenir de lo que no es libre, de lo que no es espiritual,etc. Y all contrario, también lo más exterior en el hombrees algo que en realidad pertenece al espacio íntimo de suespiritualidad, es decir, algo que no es puro cuerpo.En esta intlerpretación teológica y metafísica, esto es sóloel comienzo de 10 que tenemos que decir sobre [os datosque aporta el dogma. De estos datos se sigue también unasegunda proposición en relación con la imposibilidad de unaseparación existencial de cuerpo y alma. El dogma católicoestá persuadido de que el Verbo no ha puesto su mansiónsólo en la parte más sublime de alma humana, sino que enrealidad él mismo se ha hecho carne. Si consideramos lo quehemos dicho sobre la realidad de que hemos sido redimidospor la muerte y aa pasión de ]esucristo,entonces se sigueque puede ser imposible trazar una simple línea fronteriza,y al mismo tiempo existencial, entre la corporeidad delVerbo y su espiritualidad humana. Pues en el momento enque ello fuera posible, tendría naturalmente que decir, quelo que ,en concreto está situado ahora más allá de esta frontera,entre la espiritualidad humana de Cristo y su corporeidad,no puede tener ya más un sentido redentor. Peroello es así. Somos redimidos por la muerte y la sangre deCristo. En ellas tiene naturalmente que interesarsé su obedienciay su amor. Pero también en sentido inverso: en estaO'bediencia y en este amor de Cristo se inserta totalmentelo concreto de su pasión, pero de forma que ambos elementosson en definitiva inseparables. En otros términos: launidad del hombl'e ha sido establecida de una forma originaria

por Dios creador, que el hombre sabe incluso queél es la unidad de div,ersos elementos, pero en la realizaciónexistencia de su ser nunca puede moverse al mismo tiempot~as esa. unidad, de forma que pudiera ponerse, en un senudoumlateral, de parte dd espíritu o del cuerpo.Por esta razón no existe, por ,ejemplo, una ética católicaque pudiera minusvalorar la concreta existencia del cuerpoy de lo que en él acontece. Ni a la economía redentora delos sacramentos le es lícito distanciarse indiferentemente dee~;a esf~ra d: lo corpóreo. La imposibilidad de tal disyunClOn'existenCIalse deduce de los datos teológicos, de loscuales ya hemos hablado antes.4. Teología y metafísica de la corporeidadPero debemos considerar ,estos datlos algo más concretamente.Y con ello llegamos ya a la esencia teológica y metafísicade la corporeidad, tal como esta esencia se manifiestacomo una consecuencia teológica deducida de los datos aportadospor la teo[ogía.Para hacer comprensible mi pensamiento, desearía añadirla consideración de otro punto. Ya he expresado que noses líci1:o,e incluso debemos afirmar, como frecuentementese hace en el catecismo, que el hombre se compone de cuerpoy alma. Sin embargo, creo que cualquier teólO'go V filósofotO'mistadebe concederme que esta expresión es ~ mismotiempo inexacta desde un punto de vista empírico.Muestra la verdadera -esencia del hombre sólo de una formamuy primitiva, porque (ahora expreso un postualdo de lafilO'sofía y metafísica tomistas, pero que parece recoger eintegrar, mejor que cualquier otra filosofía católica, lO's datosteológicos de lO'sque he hablado) el hombre, fundamentaJmente,no está compuesto de cuerpo y alma, sino de espírituy materia prima, es decir, de espíritu y otra aheridadindeterminada. ¿Qué significa esto?Cuando afirmo que el hombre se compone de cuerpoy alma, entonces presupongo que encuentro una corporeidad

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humana, verdadera y real, que en su estado concretono tiene aún nada que ver con el espíritu de hombre.Si considero el problema desde un punto de vista tomista,tengo que afirmar que 10 que yo experimento cO'mola corporeidaddel hO'mbre, es ya la realidad del espíritu, diluidoen una esfera misteriO'sa -esclarecida sólo metafísicamente-,que el filósofü escülástico y tomista llama materiaprima. El cuerpo ,es ya ,espíritu consideradoenaqud momentode la autonealizaoÍón, en el que la espiritualidad personalse hace presente para poder encontrarse, de una formainmediata y concr,eta, con todo lo que es distinto a sí misma.La corporeidad no es algo sobreañadido al espíritu, sino quees el ser concreto del espíritu mismo realizado en el espacioy el tiempo. La cürporeidad humana no es a'lgoque existiríade antemanO', sino que es la automanifestación del espíritudentro del espaciü y el tiempo.Si queremos comprobar si hemos ,entendido' de lo queaquí se trata, entonces tenemos que preguntarnos una vezmás si es evidente en sí misma la siguiente cuestión: ¿elcuerpo es visible y el alma invisible? Si a esto se responde:por supuesto que es así, entonces no se ha comprendido de[o que aquí en concreto se trata. yO' presupongo, naturalmente,que no es así. Si se quisiera dar una respuesta tomista,,entonces habría que decir: se puede ver el alma, perosólo en parte, no en el sentido de una parte cuantitativa. Encierto sentidO' puedo ver el espíritu del hombre. Este espíritu,que en cierto sentido veo en el espaciO'y en el tiempü,es precisamente lo que llamamos cuerpo.y si afirmamos que el cuerpo es, sin embargo, lo quevemos con los ojos y que al alma pertenece lo queexperimentocuando cierrü los 'Ojos y pienso en Dios o en mimadre, es decir, que lo interior pertenece al alma, ·entonceshabría que decir con más rectitud que no, que esto es otraparte de mi realidad, pero que es, sin embargo. tan corpóreüespiritualcomo 10 que se puede observar por fuera. La intensidadde la presencia del espíritu como cuerpü puede ser

diversa. Si yo coloco a un sujeto, a Kant, por ejemplo, enuna báscula y oonstato que pesa unos sesenta kilogramos, ,enest,e caso he visto menos de Kant que cuando converso conél. La intensidad de la presencia corpórea del espíritu puedeser mayor 'Omenor, según se la cünsidere desde dentro odesde fuera. Pero lo que llamo cuerpo es la exteriorizacióndel espíritu mismü dentro de la espadotemporalidad indeterminada,llamada materia prima.En esta espaciotemporalidad se manifiesta el espíritumismo, de forma que este salir hada su corporeidad es lacondición que posibilita la reflexión persünal sobre sí mismo.Por lo tanto, no es un obstáculo, sino condición deesta posibilidad. No es posible un volver sobre sí mismo porla reflexión, si no es un sflilirhacia la realidad corpór,ea, dentrode la cual el espíritu vuelve sobre sí mismo en cuantoque se exterioriza y se forma a sí mismo. Y aquí es dondese da la verdadera posibilidad de una libertal personal. Estacorporeidad, concebida como presencia en el espacio y en eltiempo del espíritu mismo, es ciertamente un continuo encontrarsea sí mismo en un auténtico otro.Si alguno entendiese lo dicho hasta ahora en el sentidode un expresionismo metafísico, absoluto y radical, cometeríade nuevo un 'error. El manifestarse a sí mismo conducea un verdadero encontrarse en un auténtico otro, y comoconsecuencia, este manifestarse a sí mismo es verdaderamentemanifestarse a un otro ,en un sometimiento, que se realizabajo unas leyes extrañas. Si en este momento objetase alguienque con lo dicho se cae de nuevo en el mismo dualismoentre cuerpo o espíritu y materia prima, dualismo que queríamoscombatir, habría que respünder lo siguiente: naturalmenteque en la antropología cristiana nos enoontramos tambiéncon un dualismo, que en definitiva no ha abolido elespíritu y la materia en el hombre mismo, pues únicamentequeda abolido en la unidad transcendente y divina del creadordel cielo y tierra.Pero con lo dicho no caemos en el dualismo neoolatónico

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de cuerpo y espíritu, que hemos combatido. Porque",en nuestraconoepción dualística, si así se puede llamar, queda claroque los dos elementos que se encuentran existen ya siempreunidos. Esto trae consigo unas consecuencias enormes. Todolo que experimentü en la esfera de mi corporeidad como unaacción que me viene de fuera, lo experimento, por supuesto,como una realidad formada por sí mismo. Realidad que meviene de fuera. No existe padecimiento o afección que yono experimente como un hecho. Ni tampoco existe hechoalguno que yo no haya experimentado. No hay impresiónexterna que no sea ya una 'expresión de lo interior. El encuentroconcreto de estos dos elementos ,es siempre la síntesisperfecta de lo exterior con la real idad interior. Estaconcepción metafísica puede afirmar la diversidad real demateria prima y espíritu, sin que tenga que caer por ello enun dualismo empirista y allmismo tiempo en una separaciónexistencial entre lo que llamamos cuerpo y lo que llamamosalma.Pero todavía debemos considerar dos puntos importantes.Primero: en cuanto el hombr,e se manifiesta a sí mismoen lo material a partir de la raíz substancial de su personalidadespiritual, cuya manifestación 'es la corporeidad misma,recibe esta manifestación necesariamente una doble significaciónpara el hombre. ¿Por qué? Lo que en concretonos sale al encuentro en la psicología, en la caractereologíaetc., es verdaderamente el espíritu. Pero es el poseed'Ür delespíritu el que se manifiesta en la alteridad de la materiaprima, de I]a espaciotemporalidad, de la concreciónex!erna.Lo perceptible ,es siempre la síntesis de ambas cosas. Estasíntesis única y unificadora entre actio y passio personales,no es totalmente explicable p'Ür parte del hombre. Porqueentonces tendría él que situarse, como espíritu que se escudriñaa sí mismo, en una posición, en la cual no siemprepodría confirmar esta síntesis. Con otras palabras: desde unpunto de vista existencial, el hombre nunca puede afirmarcon exactitud que esto concreto procede de lo interior y

aqueJ,!ode lo exterior. La corporeidad del hombre es la manifestaciónambivalente del hombre sobre sí mismo. Esta esnecesaria y perdurará siempre para todos los hombres. Es 10promero que se desprende de 1'0 dicho.Lo segundo, y con eHo recogemos distintos puntos quehemos tratado en la primera parte, es 10 siguiente: esta manifestaciónen la que el hombre se muestra a sí mismo y seperfecciona en su radicalidad espiritual y substancial, acontecedentro de la e!>paciotemporalidad. En otros términos:el hombre se manifiesta, se constituye en su ser concreto yal mismo tiempo se abre a la irrupción de [o ext,erior. Dentrode la corporddad se encuentra en una esfera que no lepert'eneoe a él solo.Naturalmente se puede decir que ésta es la mayor perogrulladaque nadie pueda imaginar, sólo que expresada deuna forma abstrusa y complioada. Porque ¿quién ha dudadonunca de que alguien me pueda dar una bofetada precisamenteporque tengo una mejilla? ¿o que me pueda caer unladrillo en la cabeza, precisamente porque la tengo? ¿o queyo tenga una madre, precisamente porque tengo un cuerpo?Ciertamente esto es una perogrullada. Pero debe ser entendidaahora de tal forma que se comprenda 10 siguiente: estasrealidades se fundamentan tan radicalmente en la esenciadel hombre, que por ningún motivo deberían ser olvidadas,pues precisamente es tarea del hombre ser fiel a su esenciay no huir de ella. No hay zona en la que no sea verdadero10 que acabamos de decir. No existe interioridad que al mismotiempo no esté abierta a 10 exterior. La libertad másdefinitiva y personal, allí donde el hombre mismo es irr-eemplazable,ineludible, indisculpable, en el núcleo de su es'encia,o de la forma que se lo quiera llamar, allí, pues, dondeel hombre es un su}eto absoluto e insustituíble por ningúnotro, es donde siempre tiene que ver algo con Cristo y conlos demás hombres, precisamente parque no existen esas zanasclaramente separables en una disyunción existencial.5. El espacio de la vida material

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y la resurrección personalToda 10 dicho tiene muy importantes consecuencias, parevidentes que parezcan. Para mí, como persana espiritual,no es indiferente cómo está canfigurado -el espacio de mivida materia. No puedo ni debo decir que todo Jo exteriora mí me es indiferente: no depende de que me repliegueal castillo inexpugnable de mi interior personalidad espltltual.Ello sería estoicismo o, quizás, aJgo grandioso, perono tendría nada de cristiano.El hecho de que hace ya dos mil años alguien haya muertoen una cruz por amor al Padre, en la oscuridad más absolutade la muerte, es algo que a priori ha sucedido en unámbito, que es mi realidad. Qué postura tomo Y'Üante estehech'Ü,es una cuestión totalmente distinta. Por medio de lacOl1poreidad, ya desde un principio, me pertenece todo elmundo con 1'0que dentro de él ac'Üntece.Naturalmente queno nos es lícito en este contexto tener la impresión de queel cuerpo cesa allí donde termina nuestra piel, como si fuésemosuna especie de saco, en cuyo interior hay algo distinto,que termina allí donde comienza la piel. No. Pensemos sólode un modo muy simple en la física moderna, sin descendera demasiados pormenores. En un determinado sentido, formamosun sistema abierto. Es verdad que en ciert'Ü sentidopuedo afirmar que esta semilla no pertenece a mi cuerpo.Pero si desde el punto de vista de la física nos preguntamosqué significa en realidad esto, entonces nos encontramos enuna situación muy oscura. Si la luna 'Oel sol no existiesen,entonces nuestro cuerpo sería también distinto. En un ciert'Üsentido, exagero intencionadamente algo que quiero clarificarmás: todos vivimos en un mismo cuerpo, que es elmundo. Y porque esto existe, y e110es fundamentalmenteun presupuesto teológico y metafísico, ,existe algo que es elpecado original, algo que es la redención hecha por otro.Esa total corp'Üreidad, concebida desde un principio como elespacio que permite la intercomunicación entre los sujetosespirituales particulares; este espacio ooncreto puede, naturalmente,

de una u otra forma, ser aceptado, amado, sopO'rtadoy odiado por cada uno de los sujet'Üsespirituales.Todo esto nos llevará más lejos; pero quiero, sin embarg'Ü,notar .una pequeña c'Ünsecuencia:la glorificación finalsignifica, por 10 tanto, resurrección del hombre particular,una nueva tierra y un nuevo cielo. Y preguntémonos pO'runmomento si no se podría pensar que, fundamentalmente, 10que llamamos espiritualidad, cielo e infierno, sólo se distin-guen para nos'Ütrospor medio de la forma cómo éste y aquélaoeptan esta realidad total. ~n cuanto cada ,ho~bre, com?persona espiritual, viv,e esenclalme~teen e.l amblto oomunltariodel ser, dentro del cual actua contl~J.Uame~te,y delcual también recibe de continuo, es un contmuo sUJetO'agentey paciente. Lo que concretament~, experimenta ~e. símismo, es siempre la unidad de la aCClOn~e todos reCl?ldasobre él y de la propia rea1izació~que, partl.e~do de 10 mterior,se proyecta hacia fuera. ASl se hace vlSlbl~ 10.que enrealidad significa comunión de los sant?s: el ~mblto concretaen el que realizamos nuestra pa~tlcular hbert~d, p~rsonaly definitiva, es el mismo, concebldoe? ~?a dmam.lcahistórica, que algún día, y de una forma d~f:nltlva,. termmaen [a g'Ürificaciónno sólo de la persona esplrltual, sm'Ütambiénde su esfera de ser viviente. Entonces viene la cuestiónde cómo acepto yo en su estado final aquello en 10que yo vivo inmerso de una forma necesaria: ¿como el mundoglorificado 'O,hablando en términos bíblicos, com'Üel fuegodel infierno?Por 10 tanto el cuerpo no es otra cosa que el realizarsea sí mismo del~spíritu en la espaciotemporalidad, per'Ü detal f'Ürmaque esta propia realiza.ción de todas las ~osas, exceptuandoDios, esencialment'e tlene un do?le. s;ntldo y sucedeen el ámbito, en el que desde el prmClplO todos loshombres viven en cO'munión unos con 'Otros.En un sentido estricto el cuerpo es aquello por mediode 10 cual yo me realizo en un mundo, en el que existentodas las personas espirituales.

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A partir de todos es;os datos habría que re~ensar denuev'Üotros aspectos particulares, de una forma mas concreta,en vista a una concepción cristiana del cuerpo.