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17 ISSN 1870-6800 Tercera época • Volumen 9 • Número 17 • Enero / Junio 2015 • Colima, México Revista mexicana de estudios sobre la Cuenca del Pacífico

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Revista mexicana de estudios sobre la Cuenca del Pacífico

Tercera época • Volumen 9 • Número 17 • Enero/ Junio 2015 • Colima, México

PORTES, revista mexicana de estudios sobre la Cuenca del Pacífico, Tercera época, Volumen 9, Número 17, Enero / Junio 2015, es una publicación semestral de difusión e investigación científica del Centro Universitario de Estudios e Investigaciones sobre la Cuenca del Pacífico y del Centro de Estudios de APEC (CUEICP-CEAPEC) de la Universidad de Colima. Av. Gonzalo de Sandoval 444 Col. Oriental, C.P. 28046, Colima, Col., México. Teléfono (+ 52) (312) 31 6 11 31, ext. 47801. www.portesasiapacifico.com.mx, [email protected]. Editora responsable: Gloria González. Edición: José Luis Ramírez Moreno y Carmen Millán. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2010-030116423900-102, ISSN 1870-6800. Impresa por la Dirección General de Publicaciones de la Universidad de Colima, Av. Universidad 333, Col. Las Víboras, C.P. 28040. Colima, Col., México. Teléfono (+52) 312 31 6 10 00, ext. 35004. Este número se terminó de imprimir en julio de 2015 con un tiraje de 500 ejemplares. Su precio de suscripción anual es de $100 (cien pesos 00/100 MN) o de $60 (sesenta pesos 00/100 MN) $10 dls. (USA) el ejemplar, más gastos de envío (en su caso).Las ideas expresadas en los artículos e investigaciones son responsabilidad de los autores y no reflejan el punto de vista del CUEICP-CEAPEC o de la Universidad de Colima.El CUEICP y el CEAPEC autorizan la reproducción parcial o total de los materiales presentados aquí, siempre y cuando se dé crédito al autor y a la revista sin fines de lucro.

Universidad de Colima

Mtro. José Eduardo Hernández NavaRector

Mtro. Christian Torres Ortiz ZermeñoSecretario General

Dr. Alfredo Aranda FernándezCoordinador General de Investigación Científica

Dr. José Ernesto Rangel DelgadoDirector del CUEICP-CEAPEC

Licda. Ma. Guadalupe Carrillo CárdenasCoordinadora General de Comunicación Social

Mtra. Gloria Guillermina Araiza TorresDirectora General de Publicaciones

Dr. Ángel Licona MichelDirector de la revista

Lic. Ihovan Pineda LaraCoordinador Editorial de la revista

Comité editorial internacional

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Dr. Kim Won hoUniversidad Hankuk, Corea del Sur

Dr. Mitsuhiro KagamiInstituto de Economías en Desarrollo, Japón

Índices a los que pertenece: Sistema regional de informaciónen línea para revistas científicas de América Latina, El Caribe,

España y Portugal (LATINDEX)Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades

(CLASE)EBSCO/México

Comité editorial nacionalDra. Mayrén Polanco Gaytán / Universidad de Colima, Facultad de EconomíaMtro. Alfredo Romero Castilla / Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y SocialesDr. Juan González García / Universidad de Colima, Centro Universitario de Estudios e Investigaciones sobre la Cuenca del Pacífico, MéxicoDr. José Ernesto Rangel Delgado / Universidad de Colima, Centro Universitario de Estudios e Investigaciones sobre la Cuenca del Pacífico, MéxicoDr. Pablo Wong González / Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, SonoraDr. Clemente Ruiz Durán / Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de EconomíaDr. León Bendesky Bronstein / Economic Research Institute, Washington, Estados Unidos de NorteaméricaDr. Víctor López Villafañe / Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Campus Monterrey, Relaciones InternacionalesDr. Carlos Uscanga Prieto / Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y SocialesProfr. Omar Martínez Legorreta / Colegio Mexiquense, MéxicoDr. Ernesto Henry Turner Barragán / Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, Departamento de EconomíaDra. Marisela Connelly / El Colegio de México, Centro de Estudios de Asia y África

Cuerpo de árbitrosDra. Genevieve Marchini W. / Universidad de Guadalajara,Departamento de Estudios Internacionales. Especializada en Economía Financiera en la región del Asia PacíficoMtro. Alfonso Mercado García / El Colegio de México y El Colegio de la Frontera Norte. Especializado en Economía Industrial e Industria MaquiladoraDr. Fernando Alfonso Rivas Mira / Universidad de Colima. Especializado en Propiedad Intelectual; Turismo Internacional y Desarrollo Regional en el Marco de la Cuenca del PacíficoDr. Alfredo Román Zavala / El Colegio de México. Especializado en Estudios sobre el Japón y AustraliaMtro. Saúl Martínez González / Universidad de Colima. Especializado en Economía AgrícolaDra. Susana Aurelia Preciado Jiménez / Universidad de ColimaDr. Roberto Escalante Semerena / Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Economía. Especializado en Economía AgrícolaDra. Melba Eugenia Falck Reyes / Universidad de Guadalajara, Departamento de Estudios del Pacífico. Especializada en Economía JaponesaDra. Kirstein Appendini / El Colegio de México. Especializada en Economía AgrícolaDra. Emma Mendoza Martínez / Universidad de Colima. Especializada en Estudios de Asia y ÁfricaDra. María Elena Romero Ortiz / Universidad de Colima. Especializada en Relaciones InternacionalesDr. Jürgen Haberleithner / Universidad de Colima. Especializado en Políticas de Investigación, Desarrollo y EmpleDr. Ángel Licona Michel / Universidad de Colima. Facultad de Economía.Especializado en Políticas Públicas y Competitividad. en la region con Asia-Pacífico.Dr. Francisco Javier Haro Navejas / Universidad de Colima. Facultad de Economía. Especializado en Desarrollo Económico ComparadoMéxico-China.

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Sobre un documento inédito: “Diario y relación de navegación”

del capitán Francisco Xavier Estorgo y Gallegos de su viaje a Filipinas como

portador de la “Orden Real” de expulsión de los jesuitas (1767-1768)

About an Unknown Document: “Diary and relation the navigation” of captain Francisco Xavier Estorgo

y Gallegos in his trip to the Philippines as a carrier of the “Royal Order” of expulsion of the jesuits (1767-1768)

María Luisa Rodríguez-Sala1

ResumenLa expulsión de los jesuitas de los territorios españoles peninsu-lares y de Indias ha sido un tema histórico ampliamente inves-tigado, que ha dado origen a numerosos trabajos. Sin embargo, como en toda investigación científi ca, existen aún lagunas. Esta aportación cubre una de ellas, el conocimiento de la travesía náutica que hizo posible conducir a las Islas Filipinas las “Órde-nes Reales” de esa medida borbónica. El documento que narra y describe ese viaje transpacífi co (diciembre de 1767 a mayo de 1768) había permanecido inédito, localizado por nosotros en el Archivo General de Indias en Sevilla, que ahora lo consideramos en este artículo, donde también estudiamos a su autor. Un tra-bajo más amplio está en preparación, en el que incluiremos la trascripción completa de ese documento junto con otros aportes sobre el tema.

1 Investigadora titular “C” del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAm). México, D.F. E-mail: [email protected]

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Palabras clave: expulsión, jesuitas, Filipinas, viaje marítimo, documento inédito.

AbstractJesuits expulsion from all Spanic territories has been an his-torical and social matter very well studied and with numerous works, but, as any research, it can been completed. This article is a new contribution that covers an unknown aspect. It refers to the nautic journey description from New Spain port to Manila, (December, 1767 to May, 1768). In this naval trip, the captain of the vessel, was commissioned by New Spain viceroy, to con-duct, in complete secret, the “Royal orders” of Jesuits expulsion from those islands. Documents analysis of “Diario y Relación”, an abstract of it, aswell as marine captains life, constitutes the mainly contains of this work. We prepare a larger one, a book with the complete transcription of the unpublished document and other chapters regarded to the signifi cative Borbonic polit-ical measure.

Keywords: jesuits, expulsion, Philippines, maritime trip, un-publised document.

Introducción

El extrañamiento de los miembros de la Compañía de Jesús de los territorios de la Corona española peninsulares y ul-

tramarinos y las repercusiones de esta medida, son temas socio-históricos —acertada y enfáticamente— investigados en cada uno de sus aspectos, por numerosos estudiosos. La ejecución de esta política borbónica afectó al complejo ámbito social: en lo político, lo económico y lo cultural e infl uyó decisiva y diferen-cialmente, en el desarrollo ulterior de la metrópoli y sus virrei-natos y capitanías generales.

Las investigaciones y estudios sobre el tema han sido es-pecialmente intensos desde los años noventa del siglo pasado, y hasta más recientemente. Destacan en especial los trabajos de miembros de la Universidad de Alicante, quienes han publi-cado sobre muchos de los temas jesuitas de la Nueva España y Filipinas;2 pero como explicable en cualquier área del conoci-

2 Para conocer sobre ellos, véase, entre otros: Salvador Bernabéu A. Expulsado del infi erno el exilio de los misioneros jesuitas de la península californiana (1767-1768).

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miento, aún existen lagunas, una de ellas es la incluida en esta presentación.

La expulsión, salida y el destierro de los miembros de la Compañía constituyeron ejemplos de organización y manejo po-lítico. St. Clair cita que Mörner califi có a estas operaciones como “la medida administrativa mejor preparada y coordinada de toda la historia del Antiguo Régimen español”.3 Más extraordinarias si recordamos que la administración de la corona española no se distinguía precisamente por su agilidad; adicionalmente, la se-crecía que exigía la presente decisión real, se mantuvo incólume a pesar de la enorme distancia que separaba a las diferentes po-sesiones ultramarinas de la metrópoli y entre sí. La más alejada fue la de la Capitanía de las Islas Filipinas, dependiente en lo administrativo del virreinato de la Nueva España; pero a pesar de ello, los “Pliegos Reales” llegaron —relativamente pronto— a esos lejanísimos territorios isleños. Para mediados de mayo de 1768 estaban en manos del gobernador en Manila; las fechas dan clara idea de la rapidez con la cual se implementó la me-dida de Carlos III. El “Decreto de Expulsión” fue fi rmado por el monarca el 27 de febrero de 1767. “La Instrucción” y la “Adición a la Instrucción sobre el Extrañamiento de los Jesuitas de los Dominios de sm por lo tocante a Indias e Islas Filipinas”, lleva la fi rma del conde de Aranda el 1o de marzo, y el “Pliego Reservado” el 20 del mismo mes; y fi nalmente, la apertura del “Pliego Reser-vado” se fi jó para el 2 de abril y no antes. En la Nueva España la orden real llegó al virrey Carlos Francisco de Croix (marqués de Croix), el 30 de mayo de 1767. Para tener éxito en lo que se le ordenaba, preparó la logística con total discreción junto con el visitador general José de Gálvez y de su sobrino, Bernardo de Gálvez y Madrid (conde de Gálvez y vizconde de Galveston), quien llegó a ser también virrey de la Nueva España. Poco me-nos de un mes más tarde, el 25 de junio, simultáneamente en todas las comunidades novohispanas que contaban con presen-cia de los regulares de San Ignacio, se les detuvo.

Consejo Superior de Investigaciones Científi cas, Madrid, 2008, pp.11-13. Los más recientes y probablemente más amplios son los de Eva María St. Clair Segurado, Expulsión y exilio de la provincia jesuita mexicana, 1767-1820. Universidad de Ali-cante, 2005 y Santiago Lorenzo García, La expulsión de los jesuitas de Filipinas, tesis doctoral de la Universidad de Alicante, Facultad de Filosofía y Letras, Depar-tamento de Historia Medieval y Moderna, Alicante, octubre de 1998. (Posterior-mente publicada como libro por la Universidad de Alicante, 1999).

3 St. Clair. Expulsión y exilio de la provincia jesuita… p. 59.

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El mismo virrey continuó los pasos para el cumplimiento real destinado a las Filipinas y durante los siguientes meses preparó la empresa. No era fácil, ya que la navegación a tra-vés del Pacífi co debería realizarse durante los meses del vera-no y otoño para no correr riesgos innecesarios. Pero además, las necesidades de recoger y transportar a los jesuitas desde las lejanas misiones de California, requirió de los navíos surtos en los puertos de Matanchel y San Blas, los que emprendieron viaje hasta octubre, por diferentes razones.4 No quedaban mu-chas embarcaciones disponibles; oportunamente, en el astillero cercano a San Blas, se acababan de construir dos goletas her-manas: “La Sinaloa” y “Nuestra Señora de la Soledad, alias La Sonora”. La primera se destinó a navegar a California a recoger a los ignacianos; la segunda la escogió el comandante de marina Francisco Xavier de Estorgo, para el viaje a Filipinas. El marino recibió orden del virrey marqués de Croix para “que aprontara una embarcación a mi satisfacción a afecto de conducir unos pliegos de sm y de suma importancia al gobernador de las Is-las Filipinas”.5 Partió del cercano puerto de Matanchel el 24 de diciembre de 1767. La orden virreinal no ha sido localizada en ninguno de los archivos consultados.6

Los siguientes incisos de esta aportación los dedicamos, primero: a la trayectoria del comandante y después al contenido de su “Diario y Relación”, para terminar con las conclusiones.

DesarrolloEl personaje central: Francisco Xavier de Estorgo y Gallegos (en adelante sólo Estorgo).

No es mucho lo que conocemos sobre el piloto y capitán que condujo la importante orden de expulsión; la información sobre su trayectoria la presentamos cronológicamente hasta donde esto es posible.

4 Ibídem., pp. 88-90.5 Carta de Francisco Javier de Estorgo y Gallegos al conde de Aranda, en: Newberry

Library, Special Collections, 60 W. Walton St., Chicago, IL 60610, “Vault Ayer Box MS. 1341”. Agradecemos las imágenes de este documento, enviadas por esta bi-blioteca norteamericana.

6 Reconocemos a doña Ana Hernández del Archivo General de Indias, sus indicacio-nes proporcionadas en noviembre de 2014, para consultar nuevos materiales en ese importante repositorio sevillano, sin tener éxito en la búsqueda del documento.

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Los años anteriores a la conducción de la orden real de expulsiónDesconocemos el lugar de origen de Estorgo, suponemos haya sido peninsular, probablemente sevillano, pues en varias oca-siones intentó volver a España y lo logró, residiendo con su fa-milia en Sevilla. Siempre tuvo una fuerte relación con Filipinas y opinó que el clima de las islas era el que más le favorecía. Desde 1751 residió aquella Capitanía General y fue capitán de bande-ra y piloto mayor, y como tal sirvió en la galera “Nuestra Señora del Buenfín”, en la expedición que se realizó para la toma de la población fi lipina de Xolo. Durante 1753 y el siguiente año fue piloto mayor del galeón “Santísima Trinidad”, en el viaje de ida y vuelta a Nueva España.

Su nombramiento ofi cial de la Real Armada le fue conferi-do por el rey en Madrid, el 7 de julio de 1769 como teniente de navío, y como tal fue miembro de la Carrera de la Nueva España a Filipinas.7

Estorgo como minero y castellano en FilipinasSi bien inició sus trabajos de minería desde 1751, fue hasta enero de 1764, residente en Manila y vecino del pueblo de Para-cale, cuando declaró ofi cialmente su trabajo en cinco vetas. Su descubrimiento en el primero de esos años lo había realizado en la jurisdicción de Camarines en los montes de Zihuajan, Mam-bulao, Minala, Payangón y Cerrito de San Antonio. Sus vetas se llamaron: “Nuestra Señora de la Soledad de Puerta Bago”, “Nuestra Señora de los Dolores”, y socavón de “Las Ánimas”. Las autoridades locales realizaron la revisión, demarcación, descrip-ción y deslinde de cada sitio y concedieron a Estorgo realizar los trabajos para demandar la posesión de cada veta.8

Largo tiempo le llevaron los trámites ante las autoridades locales y se comprometió, no sólo a trabajar las vetas, sino tam-bién a levantar por su cuenta dos baluartes o castillos para la protección de la costa; en ellos residirían y trabajarían ocho sol-dados españoles con su cabo y seis pampangos,9 pagados por él con los salarios habituales. Los fuertes que levantó a su costa

7 Archivo de Marina “Álvaro de Bazán” (AgmAB) General, 620/375.8 Archivo General de Indias (Agi.), Filipinas, 155, N. 8, imágenes 32-47, s/fols.9 Designación de los naturales que trabajaban como asalariados.

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fueron: “San Fernando” y “San Carlos”;10 en retribución a esta protección costera, el gobernador de las islas, Pedro Manuel de Arandia, concedió a Estorgo el título militar de “castellano” y lo asentó el 7 de abril de 1755 y los escribanos reales lo certi-fi caron el 18 de junio de ese año. El minero pagó el impuesto correspondiente a la media annata por ese título, en diciembre de 1754. Poco más adelante, el fi scal le confi rmó el registro de las cinco minas y autorizó su explotación, conforme a las regu-laciones para los mineros. El gobernador comunicó al Consejo de Indias en carta del 14 de julio de 1756, el descubrimiento de las minas de oro en la Jurisdicción de Camarines. Para el 1º de septiembre se vio la carta en el Consejo y se aprobó. La confi r-mación del título de “castellano de San Fernando de Malaguit” y de “San Carlos”, se le dio a Estorgo por cédula real expedida en Aranjuez el 11 de mayo de 1757.11

En la Nueva España como marino y militarNo sabemos cuándo viajó Estorgo de Filipinas a la Nueva Espa-ña, pero sí que en septiembre de 1762 se encontraba en Vera-cruz, próximo a embarcarse para España. En ese puerto recibió del virrey marqués de Cruillas la orden de conducir a Filipinas en la fragata “Santa Rosa”, los “Preliminares de la Paz”, con In-glaterra, y el situado para las islas;12 se le designó comandante y piloto mayor del navío. Ya para el 17 de octubre de 1763 Estorgo se encontraba en Chilpancingo a la espera de la llegada de su rancho y bagaje, enviado desde el poblado de Coyoacán con los arrieros, y esperar a que disminuyera la crecida de los ríos para continuar hasta Acapulco. Desde el puerto el 8 de noviembre de 1763, le comunicó al virrey y le detalló los inconvenientes que le impedían levar velas.13 Así, nos enteramos de lo tardado y com-plicado que resultaba la salida de un navío a una travesía tan difícil; el castellano, los ofi ciales reales y las autoridades locales intervenían y no hacían fácil que la embarcación dejara puerto. Finalmente, la fragata salió equipada con armamento, víveres, jarcias y todo lo necesario; incluso, iba un reo conduciendo,

10 Agi, Filipinas, 155, N. 8, imagen 67, s/fol.11 Ibídem., Filipinas, 335, L.16, F. 483v.-485v.12 La fragata fue comprada en el puerto de Acapulco. Archivo General de la Nación

de México (AgNm). Gobierno virreinal, vol. 19, exp. 46, fol. 366.13 Ibídem., fols. 330r.-333v.

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quien sería entregado en las Islas Marianas;14 así como con un total de 20,137 pesos, monto del salario del gobernador del pre-sidio de esa parte de las Filipinas. La nave dejó Acapulco el 23 de diciembre (1763) como a las tres de la tarde con tan fresco y favorable viento que al anochecer se hallara bien distante de este puerto, como comunicaron al virrey los ofi ciales reales.15

El capitán llegó a la Provincia de Pampa en Filipinas, a la vista de las embarcaciones inglesas, las que sin embargo, ya ha-bían desocupado Manila, acorde al “Tratado de París”,16 y para el 17 de abril de 1764 entregó los pliegos al gobernador, tam-bién interino de Filipinas: Simón de Anda y Salazar. En ese via-je condujo al gobernador interino de aquellas islas, Francisco Xavier de la Torre y su familia, a quienes incluso cedió la cá-mara que le pertenecía como comandante. Esta cercanía con la nueva autoridad le fue perjudicial, ya que según las palabras de Estorgo, no sólo no lo nombró general de la nave —como le correspondía— sino le impidió emprender el viaje de retorno a pesar de que gozaba de licencia real para quedarse en Indias. El gobernador interino le ordenó permanecer en la isla y le levantó “residencia”. El juez impuso al acusado una multa y lo condenó a cubrir más de 800 pesos fi lipinos, acusado de haber permi-tido a bordo el juego “del envite y haber herido con un cuchillo al alguacil del agua”. Su acusación la rebatió Estorgo ante el gobernador defi nitivo, el general de campo Joseph Raón, quien siempre lo apoyó local y externamente.17 Sin embargo, ante la acusación de De la Torre, se informó que la documentación del marino y militar se había remitido a España, en donde era casa-do y no había presentado documento de viudedad.

Estorgo permaneció en Filipinas durante 1766, atendien-do la acusación y juicio. Para el 8 de marzo de 1767 estaba ya en

14 Las Islas Marianas, también llamadas “Las Marianas” y originalmente “Islas de los Ladrones”, son un grupo de islas de origen volcánico en el Pacífi co. Descubiertas en 1521 por Fernando de Magallanes, las reclamó para el rey de España. Duran-te el periodo virreinal formaron parte del imperio español, quien las perdió a ma-nos de Estados Unidos de Norteamérica en 1898, por el Tratado de París. Como el resto de las Filipinas dependieron administrativa y económicamente de la Nueva España. El famoso “Galeón de Manila” tocaba puerto, el de Guam, en estas islas.

15 Ibídem., Filipinas, 155, N.8, fols. 350r. y v.16 El “Tratado de París” (10 de febrero de 1763) dio fi n a la “Guerra de los Siete Años”

y los logros de España fueron la desocupación de los puertos de La Habana y Ma-nila, este último en marzo de 1763.

17 El 14 de agosto de 1765 el gobernador lo recomendó ampliamente, lo que aceptó el virrey. AgNm, Marina, vol. 24, exp. 56, fol. 117r.

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la Nueva España, en donde se le nombró “comandante y piloto mayor de los bergantines y lanchones de guerra”, que conduci-rían las tropas en apoyo a la “Expedición de Sonora”,18 y recibió “instrucciones” del virrey marqués de Croix, quien el 26 de mar-zo (1767) le envío su nombramiento, mismo que aprobó Gálvez en esa misma fecha.19

En esos momentos la larga y difícil “Expedición de Sonora” se había ya iniciado, y requería de navíos para transportar las tropas desde las costas de Tepic hasta las de Sonora, al puerto de Guaymas o a la Bahía del Yaqui. Estorgo debía dirigirse al as-tillero sobre el “Río Grande de Santiago” para revisar “el estado y la calidad” de las embarcaciones que ahí se habían construido. De acuerdo a su experiencia, debía tomar las providencias para que los barcos pudieran salir lo más pronto posible, previa co-municación con los dirigentes de la “Expedición”, el gobernador de Sonora, Juan de Pineda y el comandante general, el coro-nel de dragones, Domingo de Elizondo. Sus “instrucciones” en siete puntos son en su mayoría de carácter técnico-militar; sin embargo, la última de ellas tenía contenido geográfi co; en ella el virrey autorizó a Estorgo para que durante el tiempo que no tuviera que enviar embarcaciones, y cuando lo considerara con-veniente, podría reconocer por mar o por los ríos por los que pu-diera internarse: “los puertos, calas, surgideros y parajes, que le parecieren útiles… mediante las exactas demarcaciones de las costas, puertos y ríos; y las circunstanciales relaciones de todo lo que hiciere o mandare practicar a sus subalternos.20

Estorgo llegó al astillero el 31 de mayo, y el 5 de junio del mismo año (1767), le respondió al virrey; le informó que había encontrado en buen estado a las embarcaciones y a la gente trabajando decididamente, y esperaba que los trabajos de car-pintería y “galafantes” siguieran adelante, y si las lluvias no se iniciaban muy temprano, las naves estarían listas para fi nales de julio, pero el transporte se inició hasta octubre.21

18 Esta expedición estuvo destinada a controlar los ataques de uno de los grupos in-dígenas más aguerridos de la zona, los “Pimas bajos”, quienes ocasionaron a los españoles grandes problemas, especialmente en la confrontación de “Cerro Prieto”.

19 Agi, Filipinas, 375, N.76.20 AgNm, Provincias Internas, vol. 49, carpeta 9, fol. 75v.21 “Galafantes” es un término antiguo relacionado con los muelles y su construcción,

especialmente en Cataluña. La carta de Estorgo en AgNm. Provincias Internas, vol. 49, carpeta 9, fol. 76r.

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El viaje a las Islas FilipinasComo ya comentamos, no hemos localizado la orden virreinal enviada a Estorgo antes de su viaje hacia Manila; tan sólo co-nocemos las que se enviaron desde la capital fi lipina después del arribo del marino, la de él y las de autoridades locales. En la primera, desde la capital fi lipina, el 20 de noviembre de 1768 nuestro personaje escribió:... “por orden y comisión del virrey marqués de Croix, virrey de la Nueva España, fui despachado para estas Islas Filipinas a efecto de conducir unos pliegos de sm de suma importancia, que logré poner en manos de este gober-nador, con la precaución que el caso pedía”.22

Fue en San Blas en donde Estorgo debió haber recibido la orden virreinal para el viaje, ya que el marino no pudo reco-ger los “Pliegos reales”, puesto que su salida fue de las costas sinaloenses, en dirección septentrional sin escala en Acapulco. Suponemos que la ausencia de la orden escrita posiblemente se deba a que el virrey no haya escrito al marino y que fuera el go-bernador Pineda, quien le diera las indicaciones sobre su impor-tante y secreta comisión. La alta autoridad local había recibido desde julio de 1767, a través de un enviado anónimo del virrey, la orden de “extrañamiento” de los jesuitas.

El importante viaje de Estorgo quedó plasmado en la “Re-lación y diario de la navegación”, documento localizado y tras-crito por nosotros, y que se incluirá íntegro en un libro ulterior sobre este acontecimiento.23 La referencia que tenemos es que existen dos versiones muy similares del “Diario”, las que res-guarda el Archivo General de Indias (Agi). Las diferencias entre ellas residen: primero, en el título, después en alguna informa-ción sobre la embarcación y tripulación que se precisa sólo en la segunda; el contenido de tipo náutico y las observaciones perso-nales coinciden en los dos textos. Los títulos son:

• Relación y Diario de la Navegación que hizo en virtud de orden del Excelentísimo Señor Virrey de Nueva España, Don Francisco Xavier de Estorgo y Gallegos, desde el Puer-to de San Blas, a las Islas Filipinas, con los pliegos de sm para la expatriación de los jesuitas.24

22 Agi, Filipinas, 375, N.76.23 A partir del conocimiento del escrito del comandante, aquí tan sólo incluimos un

resumen.24 Agi, México, 1858.

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• Diario exacto del viaje con el divino favor voy a hacer en la Goleta Ntra. Sra. de la Soledad, alías La Sonora, de 36 pies de gavilla, 12 de manga y 7 pies y 2 puntos de puntal en la que voy de comandante y piloto de derrota a conducir de orden del Exmo. Virrey M. de Croix, los pliegos de sm a en-tregar en manos propias y a solas al mi Sr. gobernador de Manila y con el recibo de su entrega, día y hora, volver a México a dará cuenta a dicho Exmo. Sr. para que éste ha-cerlos al Monarca, habiendo de salir de este puerto nuevo presidio de San Blas.25

Así sabemos que Estorgo comandó y piloteó una goleta construida en el astillero de San Blas, junto con una hermana que se denominó “La Sinaloa”, y que estuvo destinada al trans-porte de los jesuitas expulsados de California.26 El navío, según lo describe su comandante en el segundo “Diario”, era de “36 pies de quilla, 12 de manga y 7 pies y 2 puntos de puntal”,27 pe-queño e inadecuado para un largo viaje; de esas dimensiones se quejó amargamente Estorgo a lo largo de su “Diario”. También lo hizo de la escasez de tripulación con buenos conocimientos náuticos, sólo contó con el contramaestre, en tanto que el joven pilotín le dio problemas todo el viaje por su impericia total. La dotación de la goleta fue de 16 personas: el comandante, un pilotín, un contramaestre, un carpintero y calafate; un despen-sero, tres timoneles, uno de ellos fallecido durante el viaje, seis marineros, un cocinero y un paje. Su arboladura toda nueva

25 Agi, México, 1369.26 Salvador Bernabéu A. Expulsados del infi erno… p. 90, nota 140. Queremos dejar

constancia de que el colega Santiago Lorenzo García en su obra (nota 16, p. 72), transcribe una referencia del Archivo Histórico Nacional: Clero, Jesuitas, leg. 238, en la cual se menciona que Estorgo llegó a Manila a bordo del balandro “La Sina-loa”, desde Nueva España… lo cual, desde luego, es un error, no del autor, sino de la información original. Como vimos, el propio Estorgo señala que condujo la go-leta “Nuestra Señora de la Soledad”, alias “La Sonora”. El navío hermano fue efec-tivamente “La Sinaloa”, que sólo viajó a las Californias.

27 La información sobre términos náuticos proviene del “Diccionario náutico” de Gui-llermo Llusá de Nuci en: www.diccionario-nautico.com.ar: Quilla: pieza que corre de proa a popa a lo largo de la línea media más baja del buque, siendo el principal refuerzo longitudinal, en el que descargan los demás. Es la columna vertebral de una embarcación, la base de sustentación en donde encastran las cuadernas, la roda y el codaste. Manga: ancho máximo del barco; pie: unidad de longitud equivalente a 12 pulgadas, o sea a 0,3048 m.; puntal: altura del barco, contada de la parte su-perior de la quilla y el bao de la cubierta principal.

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consistió en: “palo mayor, trinquete, bauprés, cangreja, maste-lero y bota”. 28

Sus tablas, jarcia y demás cabos de labor eran “todo al-quitranado y bien acondicionado”. Llevaba anclotes, cañones de bronce de calibre 3 y “cureñas con todo su herraje”.29

Con este equipamiento Estorgo abandonó el puerto de Ma-tanchel el 24 de diciembre como a las 4 de la tarde, y muy cerca por la popa vio al “San Carlos”, que conducía tropas a Guay-mas. Gobernó al sureste a lo largo de la costa y pronto dejó de lado la “Isla de Taberna” y la punta del “Cabo Corrientes”; a lo lejos apreciaron el cerro de “Zaranguán”, el “Valle Banderas” y un largo farallón rocoso; ellos pasaban precisamente frente a las costas de las actuales entidades federativas mexicanas de Nayarit y Jalisco, con rumbo suroeste. Las denominaciones geo-gráfi cas subsisten aún hoy y la coordenada que menciona para “Cabo Corrientes”, varía ligeramente con la actual. Para el día 27 de diciembre el viento había refrescado, tres tripulantes estaban enfermos, era imposible cerrar la escotilla y había que achicar el agua de cubierta. El día 30 de diciembre, uno de los enfermos se declaró “loco rematado”, y hubo necesidad de amarrarlo y ence-rrarlo; el comandante escribió que desde que habían salido, éste iba ya enfermo, sólo podía ingerir caldo. El último día del año (31 de diciembre), por falta de hombres, tuvieron que colocar las gallinas vivas dentro de la canoa, para deshacerse de los huaca-les. Para el primer día de enero de 1768, el rumbo fue oeste-sur-oeste; es decir, se adentraban ya en alta mar. El 4 de enero falle-ció el marinero que había enloquecido, y Estorgo padecía fi ebre, tomó un “vomitivo de sal molida con mucha agua”, y sintió un poco de alivio momentáneo; estuvo enfermo durante varios días (sin poder descansar), ya que su presencia era indispensable en toda maniobra; ese mismo día observaron un eclipse de luna que

28 Mayor o palo mayor: nombre que se da al más alto de los palos de un barco, en caso de que hubieran varios y a la vela que se iza en él; cangreja: vela trapezoidal que se extiende desde el trinquete en malos tiempos; mastelero: palo que se en-cuentra en el extremo del mástil; bota: palo largo con que se hace fuerza para mo-ver el navío.

29 Agi, México, 1369, s/fols. La “dotación” de la goleta fue aparte de su comandan-te, el contra maestre Vicente Casaña, el pilotín Joseph Arangoyte y Argamanlla, el carpintero y galafe Juan Noguera, el despensero Salvador Carrera, los timoneles Francisco Herrera, Ignacio Morillo y Joseph Rayales (el que falleció), los seis ma-rineros; Ramón Puente, Joseph Jurado, Lázaro Juan, Eduardo Antonio, Gabriel Lucio, Jacinto Figueroa; el cocinero Francisco Castellón y el paje Joseph María de la Trinidad. Agi, México, 1369, s/fol.

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duró más de dos horas. Para el 12 de enero su rumbo se gobernó al nor-oeste, pero adecuándose a las condiciones del mar con el fi n de dar descanso a la pequeña embarcación, ante lo dilatado del viaje. Hacia fi nales de enero, el agua para tomar empezó a es-casear, los barriles presentaban mermas y el comandante empe-zó a racionar el precioso líquido. La mayor parte de la tripulación se encontraba enferma, incluido el cocinero, y la guardia sólo la realizaban dos marinos. A esas alturas de la navegación, Estor-go anotó que su experiencia en viajes anteriores le indicaba que desde ese paralelo las aguas corrían hacia el sur-oeste.30 Con gran desconsuelo verifi có durante los primeros días de febrero, que el bizcocho en la bodega se empezaba a “picar y gorgojar”; es decir a agusanar con gorgojos, los frijoles estaban totalmente endurecidos y el “pan de costra”, en su mayoría, echado a per-der. Para remediar en algo la situación, cedió parte de sus dos barriles de aguardiente y de su jamón a la tripulación, que sólo disponía de tasajo asado. Él mismo ingería una comida al día; la leña era cada vez más escasa y empezaron a desbaratar las tinas y cajas de madera para calentar una comida diaria. Contaba so-lamente con tres marinos en buen estado: el paje y el desterrado. Hacia mediados de febrero el clima empeoró y también los enfer-mos, y sólo se les daba arroz y frijoles; algunos pájaros y delfi nes se veían desde la goleta.

El 17 de febrero el comandante aprovechó una bonanza e hizo abrir los baúles y cajas de los ofi ciales para revisar cui-dadosamente si contenían alguna carta, sin tener suerte en su búsqueda. Al mismo tiempo los reconvino de abstenerse en los puertos que llegaran a tocar, y en Manila, de comunicación al-guna mediante la cual avisaran por escrito o de palabra lo su-cedido con los jesuitas en España. Les advirtió que de hacerlo serían considerados traidores a las dos “majestades” y les indicó que los pliegos que conducía “eran para arreglar el comercio de aquellas islas sobre un pie fi jo”.31

Para el 21 de febrero de 1768 Estorgo se mantuvo en lati-tud de las “Islas Marianas”, fi jadas en 23° 20ms. Para esa sin-gladura la embarcación tenía difi cultad para mantenerse sin agua en cubierta, sacando diariamente entre 20 y 25 baldes. El tasajo era ya poco y contaban aún con algo de “agua buena”. En

30 Francisco Xavier Estorgo y Gallegos. “Diario y Relación”, fol. 23 (en lo sucesivo, “Diario”).

31 Ibídem., fol. 37.

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los últimos días del mes (febrero) la calma les impidió avanzar y los alimentos disminuyeron. El 1o de marzo se acercaban a la “Isla Guaján” de Las Marianas, y el comandante mandó gober-nar al oeste para “coger el paralelo de Las Marianas”.32

Para el día 6 de marzo, Estorgo anotó que creían haber visto una carabela entre algunas piedras, y tres días más tarde vieron tierra, que consideró ser la “Isla de Zarpana”, y a las diez de la mañana se descubrió del tope la Isla del gobernador de Mariana, la nombrada “Iguán”.33 Durante esos primeros quince días del mes vieron algunas carabelas, pero sin poder acercarse a tierra debido a los fuertes vientos que les difi cultaba manio-brar. Fue el día de San José (19 de marzo), cuando a las ocho y media de la mañana descubrieron tierra por la proa y el coman-dante mandó orzar34 hasta el oeste para reconocerla. A las diez vieron tierra por el nor-oeste muy alta y a las once otra tierra más baja hacia el sur-oeste. Según su demarcación, se encon-traban frente a lo más alto de “Cantaducirnes”, al nor-oeste la punta del norte de “Montúfar”, al oeste y la “Boca del Puerto de

32 Desde luego corresponde a la actual Isla de Guam, la isla más sureña del Archi-piélago de Las Marianas en coordenadas: 13 5’N. y 144 ,5’E. con un área total de 544 kilómetros cuadrados, su capital actual es Agana. Fol. 44.

33 “Diario”, fol. 46.34 Gobernar hacia barlovento para reducir el ángulo de incidencia del viento, con re-

lación al rumbo de la nave; barlovento: lugar desde donde sopla el viento con res-pecto al observador.

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Bacón”. En ese rumbo mandó gobernar al sur-oeste en deman-da de “San Bernardino”,35 y la medianía de la “Boca del Emboca-dero”, la tradicional entrada a la “Isla de Luzón”.36 El estrecho de “San Bernardino”, “Boca” o “Embocadero”, constituyó siempre un enorme obstáculo para la navegación. En la mayoría de los viajes hasta Manila su paso y el resto del viaje hasta el puerto de “Cavite”, revestía un difícil y peligroso tránsito. Esto ha quedado ampliamente comprobado en el escrito de Estorgo, quien pasó enormes trabajos para alcanzar “Cavite”, no sólo por el aspecto náutico, sino también por el triste estado en que se encontraba ya su pequeña goleta.

Un día más tarde, al comandante le pareció reconocer la tierra fi rme de “Bulubán”,37 y dio órdenes de que le avisaran si descubrían alguna bocana, isla o reventazón grande del “Bajo de Calantes”.38 Él mismo, con su único timonel, condujo durante toda la noche y a las tres de la madrugada descubrió la tierra baja de Gate, y tomó rumbo oeste-nor-este, al peligroso emboca-dero en donde se habían hundido varias embarcaciones; ya de día, descubrió la entrada de Capril, los Naranjos, Machaluyat, Sorsagón39 y la Isla de Ticao,40 y a las siete u ocho reconoció la ensenada del Pueblo y fuerte de San Jacinto.41 A pesar del mal tiempo, a las diez dio fondo bajo su fuertecito.42 Acerca de esta isla, el historiador jesuita, el padre Murillo, en 1752 escribe que pertenecía a la Provincia de Albay y que en su banda oriental existían dos puertos: San Jacinto y Ticao, en donde hacen leña, agua y se preparan los galeones para desembocar en la primera

35 El “Estrecho de San Bernardino”, también conocido como “El Embocadero”, que se encuentra situado precisamente en la “Isleta de Capul”, conecta el mar de Bisa-yas con el de las Filipinas, y es parte de la vía marítima que a través del archipié-lago fi lipino; conecta el mar de la China Meridional con el Océano Pacífi co, por los mares menores de las Bisayas, de Sibuyan y de Sulú. Separa la península de Bi-col que forma el extremo meridional de la Isla de Luzón, de la de Samar, y consti-tuye un paso sumamente reducido de no más de unos 18 kilómetros.

36 “Diario”, fol. 54.37 Sin duda corresponde al territorio de Bulusán, al poniente de la gran Isla de Lu-

zón en 12 40’N. y 123 58’E.38 El “Bajo de Calantes” estaba cercano a la principal isla de las Filipinas, la de “Lu-

zón”.39 Se corresponde con Sorsogon en 12 58’N. y 124 8’E.40 Ticao es una de las tres principales islas de la Provincia de Masbate.41 La ciudad y puerto principal de la Isla de Ticao, San Jacinto, se ubica en 12 33’ N.

y 123 44’ E. Era este puerto el último que tocaban los galeones y navíos que ha-cían la ruta de Manila a Acapulco.

42 Diario, fol. 56.

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“colla de vendavales”, por 12° y 50’.43 El jesuita se refería a la cola de los vendavales que se daban al regreso del galeón a Acapulco.

Desde ese puerto envió en una de sus lanchas, un propio con carta para el prior de la localidad, solicitándole viniera a bordo, ya que ni él ni alguna de su gente podía desembarcar. En efecto, el religioso pasó a la goleta y Estorgo tomó todas las medidas para que no se entablara conversación con los acompa-ñantes del visitante o que alguien de la tripulación descendiera. Informó al padre y al capitán de los naturales la gran necesi-dad que tenían de víveres, agua, leña y lastre. La respuesta no fue nada grata, ya que le manifestaron resueltamente que en el poblado sólo se mantenían de pescado, raíces y algunos mu-niatos. El comandante les solicitó un práctico para dirigirse a Paracao44 y desde allí alguna embarcación que lo escoltase para seguir hasta la sede de gobierno. De nuevo le respondieron que carecían de gente adecuada, y como segunda opción, Estorgo

43 Pedro Murillo y Velarde. Geographia histórica de las Islas Philipinas del África y de sus Islas Adyacentes. Tomo VIII. En: Madrid, en la Ofi cina de Gabriel Ramírez, criado de la reyna viuda, Nuestra Señora. En la calle de Atocha, frente a La Trini-dad Calzada. Año de mdcclii, p. 64.

44 Probablemente se refi era al poblado de Paracal que estaba ya situado en la Isla d Lu-zón, en su Provincia de Camarines y lo sitúa en 14 16’ según nos informa Fray Ma-nuel Buzeta, misionero agustino descalzo, quien en 1850 era comisario y procurador general de las misiones de Asia en la Corte, en su obra: Diccionario Geográfi co, Esta-dístico e Histórico de las Islas Filipinas, impreso en Madrid en 1850, Tomo II, p.302.

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les pidió una barca para despachar a Zorrogón,45 en distancia aproximada de 12 leguas; se la aprontaron, pero le advirtieron, especialmente el religioso, que sería un viaje muy peligroso por la presencia de los “Moros”, tan atrevidos y bien armados y que por ello sólo hacían el recorrido las embarcaciones grandes, ga-leotas y galeras. Tales “Moros” incluso llegaban a asaltar la Ba-hía de Manila y amenazaban la propia capital. El 22 del mismo mes salió una barca para “Zorrogón”, pero en la misma noche regresó totalmente anegada. Estorgo la abordó y volvió a salir, pero el mal tiempo le obligó de nuevo a retornar. El religioso angustiado por la situación del enviado real, le proporcionó un poco de artillería y con la galera del pueblo partieron las dos pequeñas embarcaciones el día 28 a las 5 de la tarde. Monta-ron el “Cabo Punta del Diablo” y descubrimos a “Masbate” y “Zibuyán”,46 y toda la “Isla de Burias”.47 Los siguientes días con-tinuaron su recorrido y para el jueves santo, un 31 de marzo, se acercaron a la “Isla de Romblón”48 en búsqueda del puerto del mismo nombre, que el comandante consideraba seguro. El viernes santo, primer día de abril, solicitó ayuda al gobernador-cillo, manifestándole el apuro en el que se encontraba la gole-ta, imposibilitada para tomar puerto por sí sola. Tuvo una muy buena acogida, enviaron cinco barcas con 45 hombres de boga, pero no pudieron remolcar la embarcación y ésta tuvo que dar fondo en una buena rinconada, y pusieron centinelas avanza-dos por si avistaban a los “Moros”, y toda la gente del pueblo en armas.49 Estorgo se mantuvo a bordo toda la noche y al día si-guiente el nuevo esfuerzo de remolque hizo que pudieran llegar hasta la boca del puerto, y en él aseguraran la goleta, y se les pagó a los hombres. El prudente religioso que había acompaña-do al comandante le aconsejó que no continuara el viaje solo, que esperara a una embarcación mayor que lo escoltase, ya que según él entendía la importancia de su misión, confi rmada por haber sido enviada fuera de la época del monzón, así lo reque-ría. Le avisó que estaba en puerto una balandra mediana que comerciaba en esa región, y Estorgo entró en comunicación con

45 Posiblemente el comisionado se refi era al puerto abrigado y seguro, que el padre Mu-rillo denomina Soboncohon en la Provincia de Tabayas. Pedro Murillo, op cit., p. 65.

46 Conserva su nombre y la ubicamos en: 12 34’ N. y 122 15’ E. 47 Lleva actualmente el mismo nombre, se encuentra en: 12 59’ N. y 123 5’10 E. 48 Conserva su nombre, se encuentra en: 12 32’ N. y 122 18 E. Estos tres lugares

los menciona ya el padre Murillo V. en su obra ya citada. 49 “Diario”, fol. 63.

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su dueño, un vecino de Manila, y le dio a conocer la importancia y urgencia de poder seguir su viaje. El comerciante se manifestó deseoso de acompañarlo, pero le indicó que para ello tenía que dejar en puerto su cargamento y carecía de dinero para afrontar los gastos del viaje. Estorgo le ofreció encargarse de esos gastos de cuenta de la Real Hacienda, como en realidad lo hizo, y acor-daron los términos de la ayuda. De inmediato la tripulación de la goleta arregló la nave para levantar un poco su bordo, y así defenderse mejor de cualquier ataque; contó con la ayuda de gente local para descargar y lastrar la balandra. Los siguientes días de abril (4 al 8) los dedicaron a los trabajos en las dos em-barcaciones. Para el día 9, si bien todos los prácticos y el piloto de la balandra le comentaron al comandante que esperara hasta la siguiente luna para levar anclas, la ansiedad le hizo decidirse a salir. Con enorme trabajo y remolcado, dejó el puerto, y antes de salir volvió a recomendar a los miembros de su tripulación se mantuvieran totalmente incomunicados con gente del pueblo y de la balandra.50

50 “Diario”, fol. 66.

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El 14 se abril se encontraban ya frente a las costas de “Tayabas”,51 y desde ese punto envió una barca pequeña con cuatro remeros y un piloto para dar cuenta al “superior gobier-no”. En carta informaba de su situación y de que era imposible llegar con la goleta a Manila, por lo que pedía se le enviara otra embarcación. Las circunstancias climáticas obligaron a Estorgo a dejar la goleta en puerto y pasar a la balandra, la que estaba abastecida por la gente del pueblo y con artillería reforzada, y podía ya continuar el viaje, en espera de encontrarse con la nave que esperaba le enviaran las autoridades superiores. Abando-naron el puerto el 21 de abril, pero tuvieron que retornar debido al fuerte viento; al día siguiente lo intentaron de nuevo con me-jores condiciones climáticas y lograron hacerse a la mar. El 22 de abril, casi habían montado la “Isla de Bantón”52 por el nor-oeste, desviándolos un tanto hacia las costas norte de la “Isla de Tablas,53 pero sin llegar a ellas. El fuerte viento y el agua que penetraba en la balandra los obligó a buscar refugio y se acer-caron a la “Isla del Cobrador”,54 en donde pudieron dar fondo el día 23. La confusión y perturbación invadió a Estorgo, quien comprendió muy claramente que no podía proseguir el viaje ni con la balandra, y menos aún con su goleta.55 Volvió a recurrir a los habitantes del pequeño puerto y supo, por el religioso a cargo, que se estaba terminando de construir una embarcación nueva de 33 codos de quilla. La pidió a las autoridades locales y ofreció paga para que se concluyera cuanto antes, y poder enviarla en solicitud de ayuda. Si bien los trabajadores de dife-rentes especialidades cumplieron, ningún marino aceptó, ni con doble paga, realizar el viaje en demanda de socorro. Estorgo no tuvo más solución que esperar el paso de algún navío de guerra; pero su situación mejoró, al regresar el día 21, una pequeña embarcación que había enviado antes a “Tabayas”, regresó con la noticia de que saldría de nuevo hacia Manila al día siguien-te. Desde luego el comandante volvió a escribir carta y con los mismos marinos ofreciéndoles doble paga y ración de arroz y

51 Algún punto en la Bahía de Tabayas, Provincia de Quezón, probablemente antes del conocido Pasaje de las Islas Verdes. La Provincia llevó el nombre de Tabayas. La lsla Verde se localiza en 13 33’8 N. y 121 4’23 E.

52 Se corresponde a la Isla de Banton en: 12 55’ N. y 122 37’ E. 53 Conserva la misma denominación y se ubica en: 12 28’ N. y 12 28’ E. Murillo V.

escribe que estaba al Oriente de Mindoro, op. cit., p. 65.54 Se sigue denominando igual, se localiza en: 12 40’N. y 122 14’E.55 “Diario”, fol. 70.

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pescado, logró que condujeran la misiva a “Tabayas”, para en-tregarla al marino que saldría. En ella insistió en su absolu-ta imposibilidad de dirigirse personalmente a Manila y volvió a pedir el envío de transporte para su traslado.56 Durante los si-guientes días (del 22 al 28) les indicó a sus tripulantes: limpiar, carenar, aceitar y embrear su goleta para dejarla algo más ligera y pudiese navegar. Para el día 29 pudo sacar la goleta del río y empezó a lastrarla y regresó a bordo de ella con toda la gente. Para el 2 de mayo estaba lista sin aparejar las velas para que no se estropearan con las continuas lluvias; el 5 del mismo mes los centinelas de la isla le avisaron que habían visto un barco de tres palos que venía hacia Manila, y se había desviado por los vientos. Y para el día 11 fondeó un paquebote a cargo de un capitán de marina, un teniente y un piquete de tropa, quienes le entregaron una carta del “superior gobierno”, con fecha del 14 de abril. El contenido le señalaba que se transbordara a ese navío para ir a la capital. Estorgo aceptó e informó a los ofi ciales que dejaría la goleta a cargo del pueblo, pero llevaría consigo a toda su gente y que tomarían todas las precauciones posibles para que la comunicación entre ambas tripulaciones no dejara traslucir el grave encargo que llevaba.57

El 13 de mayo se hicieron a la vela, remontaron las Islas de “Samara” y “Bantón” y después los “Tres Reyes”, las “Isletas de Bacón”, y llegamos avantes a la “Punta de Santiago”.58 El día 15 y al siguiente las montamos, así como la “Isla de Fortín”, en don-de dieron fondo.59 Para el 17 de mayo ya se encontraban dentro de la “Bahía de Manila”, habían pasado su entrada, la “Isla de Corregidor”,60 y a base de remos dieron fondo cerca de Manila al meterse el sol.61 De inmediato Estorgo abordó la panga del capi-tán del Puerto, “la viré al gobernador con el bote y guardia que se me remitió y desembarqué con sólo los pliegos de mi cargo, y como a las nueve de la noche cumplí con mi comisión en los tér-minos que se me prevenía y diera”. El comandante permaneció en el palacio gubernamental hasta el día 19 cuando el goberna-56 “Diario”, fol. 71.57 “Diario”, fol. 73.58 Conserva el nombre de “Islas Tres Reyes” en: 13 1’24’ N. y 121 54’1 E. La “Punta

de Santiago” corresponde al extremo de la “Isla de Luzón” en la Provincia de Ba-tangas en: 124 20’ N. y 13 46’ E.

59 “Diario”, fol. 74.60 El nombre se mantiene igual, se ubica en: 14 22’ N. y 120 34’ E., constituye el in-

greso a la “Bahía de Manila”.61 “Diario”, fol. 74.

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dor dio las órdenes correspondientes para asegurar y arrestar a los jesuitas, poniendo la correspondiente tropa en sus colegios. Con estas atinadas y precisas palabras el capitán concluye su “Diario”, y por supuesto lo rubrica.

Y… ¿después de entregar los pliegos de expulsión de los jesuitas?Estorgo, después de entregar su documento secreto, se apresu-ró a informar al virrey y a las autoridades peninsulares sobre su atinado esfuerzo; aunque ya el propio gobernador de Filipinas, Raón, había escrito al virrey sobre ese asunto en su carta del 23 de julio de 1768; en ella le comunicaba que había atendido de-bidamente al comandante como se lo había encargado el propio marqués de Croix, en su carta del 24 de septiembre de 1767, antes de que Estorgo saliera hacia Filipinas. Ya en Manila, el gobernador se preocupó en lo relacionado al pago de los salarios devengados por la tripulación durante el viaje desde San Blas. Además, le informó que la goleta “La Sonora” estaba totalmente inhabilitada para regresar a su puerto de origen, dado el mal estado en que había llegado.62

Estorgo se dio prisa para informar al virrey a través dos cartas: la primera el 16 de noviembre de 1768, donde le comen-ta el éxito de la empresa y los enormes trabajos que padeció durante la travesía. La segunda, fechada el 21 de noviembre, le expresó que su comisión había sido aún de mayor signifi ca-ción por su oportunidad al adelantarse a otras comunicaciones. Asimismo, sabemos que desde el 13 de junio de 1767 se había enviado “con barco de los de este comercio que venía por la Ca-ravana de Moscovia y vía de la China, una carta a los jesuitas, en ella se les anticipaba cuánto acaecía en España y Europa”. Si esa carta llegase a tiempo, los ignacianos hubieran sido caute-losos “del golpe” en su contra. Adicionalmente, desde Madrid se había enviado una carta del extrañamiento de los jesuitas, por la vía de Francia, Holanda y Batavia, pero hubiera llegado a Ma-nila hasta principios del mes de julio.63 Sobre estas vías, Santia-go L. García, siguiendo a Schütte, menciona: …con el objeto de asegurar en su posible, su arribada (refi riéndose a la orden real de expulsión), se utilizó una doble vía: por oriente, bordeando el

62 AgNm. Gobierno virreinal, Marina, vol. 28, exp. 53, fol. 138.63 Ibídem., vol. 28, exp. 44.

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Cabo de Buena Esperanza, y por el Atlántico, haciendo escala en Nueva España.64 Ahora, debido al mismo Estorgo, sabemos que se empleó una triple vía, una para alertar a los jesuitas, y las otras dos para hacer llegar la orden real; al mismo tiempo, confi rmamos que para comunicarse con Filipinas se empleaban diferentes rutas.

La difícil misión que cumplió tan acertadamente Estorgo, no le fue reconocida localmente; en una carta más, el coman-dante expuso su queja. Escribió que le resultaba “dolorosa” la falta de reconocimiento, pero aún más humillante, el desprecio “en público y secreto” de su acción por algunas autoridades de Manila.65 Unas semanas más adelante, el 12 de diciembre, re-iteró esa falta de consideración, ya que en actos públicos se le “trataba de una bárbara y atrevida acción, sin conocimiento del peligro, y que para que otros no la imitasen, se debía quemar la embarcación, y a mí, despreciarme para que ocultado, no hubie-ra otro que lo quisiera emular”.66

El marino Estorgo no sólo se quejó del mal trato personal, sino también por el que se ejerció hacia su tripulación, al pla-nearse el retorno a la Nueva España, y no otorgarles los puestos que podían desempeñar. Sobre sí mismo admitió el trato poco digno que recibió al ser embarcado para retornar a la Nueva Es-paña en la fragata “San Carlos de Borromeo,” como cualquier personaje sin distinción alguna. También informó del triste des-tino de esa travesía, la fragata dejó Cavite el 29 de julio de 1768 y regresó de arribada al mismo, poco tiempo después. Del 8 al 11 de septiembre, a la altura de “Las Marianas”, un durísimo ti-fón los azotó, casi destruyó la nave y obligó a su capitán, Felipe de Cerain, retornar con los pasajeros; y con el gran número de los jesuitas expulsados, en muy mal estado.67 Ya cercanos a las costas fi lipinas, volvieron a sufrir un fuerte tifón, entre el 29 de septiembre y el 1º de octubre, pero lograron superarlo y tomar puerto en Cavite el 22 de octubre. Sobre este primer viaje de los ignacianos de Filipinas, contamos con las interesantes páginas de Santiago L. García.68

64 Santiago Lorenzo García. La expulsión de los jesuitas… nota 15, p.76. 65 AgNm. Indiferente virreinal, vol. 6669, exp. 16.66 Ibídem., vol. 6669, exp. 17. 67 Archivo Histórico Nacional (AHN). Madrid. Clero. Jesuitas, leg. 240.68 Santiago L. García. La expulsión de los jesuitas de Filipinas… “La odisea del San

Carlos, un primer intento fallido de expulsión: sus consecuencias”. pp. 78-83.

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La imposibilidad de exiliar a los ignacianos durante el mis-mo año de la llegada de la “Orden real”, molestó grandemente a la Corte, y la situación se agravó, ya que las condiciones de na-vegación sólo hacían posible un nuevo intento, relativamente se-guro, si se partía de Manila durante los meses de julio y agosto; por ello no resultó fácil programar nuevas salidas de inmediato. Por otro lado, aún quedaban jesuitas en el resto de Filipinas, en las “Islas Bizayas” y en “Las Marianas”; en varias embarcacio-nes, estos ignacianos fueron conducidos desde esos lugares a Manila, durante los últimos meses de 1768.69 Para principios de 1769 la insistencia desde Madrid era continúa y el gobernador convocó a una junta especial, y en ella se decidió que se desti-naran dos fragatas: “Santa Rosa de Lima” y de nuevo, la “San Carlos”, y se preparara su avituallamiento; ahora, el encargado de todo ello fue un nuevo y activo comisionado, Domingo Blas de Bazaraz. Después de largas consultas con los expertos navegan-tes sobre la posibilidad de utilizar para las siguientes travesías las dos rutas por la Nueva España y por el Cabo de Buenaven-tura, se decidió —de momento— sólo partiera la “San Carlos” hacia Acapulco, y se esperara al año siguiente para el otro viaje. Al mismo tiempo se redujo el número de religiosos que embarca-rían, de los 64 posibles, quedaron sólo 21, ya que según la triste experiencia anterior, no era conveniente sobrecargar la fragata, y además era necesario proporcionar mejor trato a los exiliados. La “San Carlos” dejó el puerto a las cuatro de la mañana del 4 de agosto de 1769, y entre los pasajeros iba Estorgo.70

Después de la usual larga travesía, con algunos contra-tiempos menores como la falta de agua, ya en costas california-nas, la fragata tomó puerto en San José del Cabo al extremo sur de la Península de Baja California, el 2 de diciembre de 1769, para abastecerse de líquido y víveres frescos. Siguió camino y frente a la Bahía de Navidad, el capitán envió comunicación al virrey marqués de Croix, de que estaban ya en costas mexi-canas. Anclaron en Acapulco el 24 de diciembre de 1769, en ese entonces la población era atacada por la epidemia del “ta-bardillo”, por lo cual los jesuitas desembarcaron dos días más tarde.71 En el puerto, Estorgo pidió a los ofi ciales reales dinero para costear su viaje a la capital, así como de quienes habían

69 Ibídem., pp. 280-281.70 Ibídem., pp. 293-295.71 Ibídem., pp. 295-296.

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sido sus tripulantes. Este préstamo fue informado al virrey —por el castellano del puerto— el 28 de febrero de 1770, con el fi n de que le fuera devuelto a las cajas reales locales. La liquidación de Estorgo fue larga y precisa y en los documentos se detallaban todos los rubros considerados.

Después del regreso de quien fuera el comisionado, sabe-mos que relativamente pronto, el 28 de febrero de 1770, el virrey marqués de Croix comunicó a Madrid que Estorgo se había re-integrado a la capital novohispana, y le había solicitado licencia para dirigirse a la corte en Madrid, para su retiro. El virrey tam-bién anotó que le apoyaba por los buenos servicios que había prestado y que había accedido a darle su liquidación y ayuda de costa, ya que el capitán se encontraba muy gastado, y además tenía que sufragar los gastos de su familia residente en Sevi-lla.72 La acción virreinal la autorizó el rey y ordenó la entrega a Estorgo de 20 pesos, desde luego a cargo de sus haberes.73

Interesante es conocer que Croix, en dos cartas duplica-das: una el 29 de febrero y otra el 4 de marzo, dirigidas a Julián de Arriaga,74 anexó el “Diario”, el plano y la carta náutica de Estorgo, fi rmadas por él unos días antes, el 22 de febrero. En cuanto al retiro del marino expresó “…que es digno de pasar a España a acabar sus días decentemente, donde y como apetece por tener repetidas experiencias de que el temperamento y clima de Filipinas es el único que acomoda a su salud”.75

Lo último que sabemos sobre este destacado capitán ma-rino fue que embarcó en Veracruz con destino a España en el navío de guerra “La España”, que formaba parte de la fl ota bajo el cargo del marqués de Casatilli. El virrey encomendó a Estorgo llevara a su cuidado unos pájaros, un tigre pequeño, un águila mansa y dos cíbolos. Las aves “de plumas” le habían sido encar-gadas el 1º de abril de 1767 por Arriaga, en respuesta al inte-rés que manifestara el “Príncipe de Asturias” de ver “los pájaros más particulares en plumas que se criaban en América”. Los animales se localizaron y capturaron en las costas de Alvarado y en la jurisdicción de Tlacotalpan. El virrey hubiera deseado

72 Agi. México, 1858, s/fols.73 AgNm. Gobierno virreinal, Reales Órdenes, vol. 2, exp. 74 e Indiferente virreinal,

vol. 6151, exp. 96.74 Don Julián Manuel de Arriaga y Ribera, marino y político de la Casa de Borbón,

llegó a ser presidente del Consejo de Indias, miembro del Consejo de Estado y Se-cretario de Marina.

75 Agi. México, 1369, s/fols.

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enviar también, como dejó escrito: “un venado muy singular, a mi parecer, que se me ha conducido desde el Reino del Nuevo México, a 700 leguas de distancia de esta capital”, pero por falta de tiempo no fue remitido a Veracruz, prometiendo hacerlo en la próxima fl ota. Entre tanto adjuntó: “el retrato de dicho animal, arreglado en todas su partes, por la escala que bajo a los tama-ños que tiene, bien que no lo está en cuanto debiera en la altura, esta medida por más exactas, acompaña en una cinta”.76

Estorgo regresó a Sevilla con su familia y esposa, doña Se-bastiana Fernández, y vivió en esa ciudad hasta su fallecimiento en mayo de 1774. Su viuda informó del deceso en carta del 11 de noviembre de ese año, dirigida a Arriaga, y quedó asentado en las Islas de León.77

En el trabajo más amplio sobre Estorgo hemos incluido un in-ciso que analiza el “plano” que elaboró, y que el virrey envió a Arriaga. Durante algún tiempo ese documento fue considerado como el que correspondía al viaje de San Blas a Manila, pero un cuidadoso estudio y su cotejo con el “Diario y relación”, realiza-do por nosotros, ha dejado en claro que realmente se trata de la ruta del viaje de retorno de Manila a Acapulco. Como vimos, esta travesía la hizo Estorgo en el navío “San Carlos de Borro-meo”, y a bordo de la embarcación debió haber realizado las cinco láminas de que consta el documento. Actualmente en el Archivo General de Indias, gracias a nuestras observaciones, el plano se encuentra ya debidamente referenciado.

76 AgNm. Reales Cédulas Originales, vol. 96, exp. 148 del 1º de abril de 1770.77 AgmAB General. 620/375.

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ConclusionesA modo de interpretación fi nal, remarcamos lo social y personal en esta colaboración; socialmente, la importancia histórica de la misión encomendada a Estorgo es indiscutible. En todas las posesiones españolas la salida de los jesuitas llevó consigo reac-ciones sociales, educativas, económicas y políticas. En Filipinas no se hubieran llevado a cabo tan cercanamente a la fecha de expedición, de esa medida política, si el comandante de la mi-sión de entrega de las “Órdenes reales” no la hubiera cumplido tan puntualmente. Nuestro trabajo no pretende ahondar en las consecuencias de la salida de los ignacianos, ni en analizar la situación social y política de las posesiones españolas, ni las de la metrópoli durante esos años; se centra en la misión de Estor-go en lo individual, que indiscutiblemente incide en lo colectivo y en lo social.

La actuación y aporte de un personaje con preparación militar y particularmente náutica, y con ello científi ca, pone de relieve el enorme esfuerzo del capitán, quien contó con una es-

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casa e improvisada tripulación. Esa hazaña da cuenta de la pe-ricia del comandante, un buen marino y servidor de la corona española. Para él su objetivo central fue entregar las “Órdenes reales” en el más breve tiempo y mantener su secrecía. El delica-do encargo del virrey de la Nueva España fue cumplido con gran efi cacia, a pesar de las duras condiciones del viaje. El coman-dante supo guardar el secreto de la medida política, y además logró que sus tripulantes no revelaran la conducción de impor-tantes documentos; por supuesto, ellos desconocían su conte-nido. La oportunidad temporal de la entrega del extrañamiento de los jesuitas fue altamente signifi cativa. Ya vimos que se había tratado de alertar a los futuros expulsados de lo que les sucede-ría, por dos diferentes vías, y que Estorgo, en una tercera, llegó muy a tiempo para evitarlo. Sus quejas sobre la falta de recono-cimiento a su misión por algunas autoridades fi lipinas, señala hacia una reacción de quienes no aceptaron de buen agrado la salida de los ignacianos, y también conlleva el celo y envidia ha-cia el exitoso ejecutor de una empresa difícil.

Finalmente en este trabajo, descubrimos los pormenores de la signifi cativa travesía comandada por don Francisco Xavier. Consideramos que la difusión de este documento contribuye por un lado, a ampliar los conocimientos de la historia de la ciencia, particularmente los náuticos y geográfi cos del Pacífi co supra-ecuatorial. Con ello, socialmente colaboramos a hacer conciencia en los lectores, de las raíces que la etapa virreinal implantó en el conocimiento científi co, y del papel que la historia de la cien-cia representa en la cultura nacional. Por otro lado, se refuerza el conocimiento de las estrechas relaciones que se establecieron entre el Reino de la Nueva España y la Capitanía de las Islas Fi-lipinas. Su idiosincrasia ha sido ampliamente estudiada, aquí tan sólo recordamos lo relacionado con su carácter social, en el sentido más amplio del término. Ello incidió en lo comercial, lo religioso, lo educativo, lo demográfi co, lo militar y lo político; de esta manera, se propiciaron largos y difíciles viajes transpací-fi cos que partían de dos puertos novohispanos; inicialmente y a lo largo de toda la etapa virreinal, desde Acapulco, más tarde (hacia los años sesenta del siglo xViii) desde el nuevo Apostadero de San Blas. Este puerto militar sirvió como asentamiento de diversos tipos de miembros del Ejército y la Real Armada: sol-dados, marinos, trabajadores manuales, administradores, ciru-janos, médicos y ofi ciales; todos ellos estaban siempre alertas a

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los posibles ataques de las potencias enemigas de España, en los asentamientos españoles en el Pacífi co septentrional. El Aposta-dero tuvo como uno de sus objetivos centrales preparar y con-trolar los viajes de reconocimiento de las costas, y después, del abastecimiento de las nuevas misiones y pequeños poblados de la Baja y Alta Californias. Simultáneamente, fungió como puerto alternativo al de Acapulco para el comercio entre Nueva España y Filipinas. Y también, desde este puerto se enviaban los navíos que conducían órdenes políticas o militares específi cas, como fue el caso de la expulsión de los jesuitas.

Esta aportación, que sin duda alguna repercute directa-mente en la cultura del México virreinal, y consecuentemente en la del México actual, la logramos gracias al análisis de un documento —hasta ahora inédito— que contiene además de los aspectos científi cos ya mencionados, también emotivas impre-siones personales de su autor. A través de su escrito consta-tamos además, lo mucho que padecían y los graves problemas que enfrentaban los partícipes, en uno de los viajes marítimos más largos de esa época. Para una más clara visión de lo aquí presentado, incluimos dos mapas ilustrativos elaborados expre-samente para este trabajo, que dan cuenta de los principales lugares de Filipinas que tocó Estorgo en su viaje de conducción de los “Pliegos reales”, y la ruta del viaje de retorno de Manila a San Blas (en forma esquemática), ya que los cinco mapas por él dibujados se encuentran en el Archivo General de Indias, y for-marán parte del trabajo completo de la próxima publicación que estamos preparando.

Esperamos que quienes nos lean encuentren de interés histórico y social esta colaboración, a la divulgación de porme-nores náuticos de un viaje magnífi co y de datos biográfi cos de su autor. Estas informaciones pertenecen a momentos especial-mente destacados que se escenifi caron en posesiones españo-las como consecuencia de las medidas borbónicas, que tuvie-ron fuertes rasgos regalistas también; y respondiendo a la etapa cultural de la Ilustración, dieron paso a enormes avances en la mayor parte de las disciplinas científi cas. Algunas de sus expre-siones más signifi cativas fueron la creación en las posesiones ultramarinas de importantes instituciones dedicadas al fomen-to y modernización de la ciencia y la técnica. El conocimiento geográfi co, etnográfi co y social del mundo se amplió gracias a la exploración de nuevos territorios a través de las grandes expedi-

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ciones especialmente marítimas. En estas empresas ilustradas borbónicas los hombres de ciencia novohispanos y otros ame-ricanos interactuaron con sus colegas españoles, en una igual-dad de roles sociales, cuyos frutos quedaron plasmados en la ampliación y confi guración de nuevos conocimientos científi cos.

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*Los mapas fueron elaborados por el pasante en geografía Adrián García, colabora-dor en el proyecto de este trabajo.

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tercerA ÉPocA / VolUmeN 9 / NÚmero 17 / eNero • jUNio 2015 / PP. 187-216issN 1870-6800

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Fecha de recepción: 9 de diciembre de 2014Fecha de aprobación: 27 de febrero de 2015