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KARL RAHNER ESCRITOS DE TEOLOGIA TOMO VII TAURUS EDICIONES-MADRID

Karl Rahner, Espiritualidad Antigua y Actual

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Karl Rahner, Espiritualidad Antigua y Actual

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  • KARL RAHNER

    E S C R I T O S DE T E O L O G I A

    TOMO V II

    TAURUS EDICIONES-MADRID

  • Licencias eclesisticas Mit kirchlicher Druckerlaubnis

    des Bischoflichen Ordinariates Chur vom 27. Oktober 1966

    IMPRIM I POTBSTMonachii, die 15 octobris 1966,

    R. Goll, S. J., Vice-Praep. Prov. Germ. Sup. S. J.

    N IH IL OBSTAT IMPRIMASEMadrid, 17 de diciembre de 1968 Madrid, 23 de diciembre de 1968

    D. Hermenegildo L. Gonzalo Dr. Ricardo Blanco, Vicario General

    1969, TAURUS EDICIONES, S. A. Plaza del Marqus de Salamanca, 7. Madrid-6

    Depsito Legal: M. 21.462 (V I I ) -1967

    PRINTED IN SPAIN

  • ESPIRITUALIDAD ANTIGUA Y ACTUALNo cabe duda de que actualmente hay una gran inquietud

    en todas las clases sociales y en todos los grupos de la Iglesia; y esto, aunque en unos la preocupacin se reduzca a que los dems son demasiado inquietos, mientras otros, por el contrario, desean que esa inquietud sea mayor de lo que es, y todos, al reflexionar serenamente, tengamos que acabar por confesamos que el mundo en que vivimos, con su vida, sus preocupaciones y esperanzas, no da demasiada importancia a ese movimiento que se produce en el interior de la Iglesia entre unos pocos cristianos que muestran inters por l. El Concilio no ha sido la verdadera causa de esa inquietud. El Concilio ha sido casi solamente la ocasin de que se manifestase en la Iglesia de una forma ms clara y ms abierta esa disposicin interna, que hubiera existido aun sin l. Es evidente que el Concilio ha tenido su repercusin: ha tratado de superar el sentimiento de inseguridad de nuestros tiempos; pero al mismo tiempo, y al menos a primera vista, la ha hecho mayor de forma inevitable. Ya que quien quiere y debe emprender un aggiomamento, cae inmediatamente en la cuenta y no puede ser de otra manera de que se da una relativa inadaptacin a la situacin histrica y a las necesidades del momento, de las que hasta entonces haba procurado no hacerse cargo. Se siente inseguro, y de momento eso agrava la situacin. Los que acusan de ello al Concilio, deberan preguntarse seriamente si desearan que la Iglesia no hubiera cado en la cuenta de su verdadera situacin hasta unos cuantos decenios ms tarde mucho ms no hubiera sido ciertamente posible y que slo entonces, y de forma mucho ms radical, se hubiese producido la crisis que actualmente de hecho se est dando.

    La inquietud actual es producto de la mezcla de una serie de factores difciles, o casi imposibles, de analizar: miedo ante lo nuevo y ante el afn casi salvaje de innovar por el mero hecho de que lo nuevo es nuevo y resulta ms interesante; inquietud realmente creadora, que pone con

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  • todo derecho sus miras a lo nuevo, y lo busca como una realizacin ms autntica de la vida cristiana y de la Iglesia; temor ante la inestabilidad de la situacin en la que actualmente viven la Iglesia y los fieles; debilitamiento de la autntica fortaleza de la fe, que falla ante las acometidas del mundo moderno. Para que la Iglesia sea lo que debe ser. hay que aceptar esa situacin de inquietud, hay que sobrellevarla con paciencia, y hay que intentar comprenderla y superarla progresivamente. Ni siquiera la Iglesia puede elegir la situacin en que ha de vivir. Le es dada. Y es bueno que as sea.

    I. E l pro blem a de la e s p ir it u a l id a d a c tu a l

    Uno de los campos de la vida de la Iglesia en los que se deja sentir esa inquietud, es tambin el de la espiritualidad, el de la vida religiosa propiamente tal. Al tratar de este tema voy a prescindir radicalmente de la liturgia. No porque en ese sector ms preciso de la vida religiosa no exista semejante inquietud, ni porque la liturgia tal vez siguiese siendo liturgia, aunque se celebrase de forma puramente objetivista sin participacin personal del individuo, sino sencillamente porque el tema exigira por s mismo un tratamiento ms amplio, que adems debera realizar un especialista.

    Aun supuesta esa limitacin, el problema de la espiritualidad postconciliar, de la espiritualidad del futuro, sigue siendo un problema muy importante. Ms an, entendindolo bien, es el problema decisivo. Porque si el Concilio no hubiera logrado o iniciado otra cosa que una mejora de la figura social de la Iglesia, el aumento de su prestigio social, una cofiguracin ms atractiva o ms popular de la liturgia, un aumento de la libertad y de la democracia en el aparato administrativo de la Iglesia, o una mayor tolerancia externa, una mejor presentacin entre el conjunto de las potencias que prometen al hombre su felicidad, en tal caso no se habra logrado nada de lo que ha de conseguirse en la Iglesia en cuanto tal: a saber, que el hombre, que cada uno de nosotros, ame ms a Dios, que tenga ms fe, ms esperanza

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  • y ms caridad para con Dios y para con los hombres, que adore mejor a Dios en espritu y en verdad, que acepte ms de corazn las tinieblas de la existencia y de la muerte, que sea ms consciente de su libertad y acte en consecuencia. Y es todo esto precisamente lo que implica el concepto de espiritualidad, sobre todo cuando se acenta en l el aspecio expresamente religioso. En comparacin con esto, que es lo nico necesario, todo lo dems es secundario, importante como medio, pero nada ms.

    El problema que se nos plantea es por tanto el siguiente: cules son las caractersticas de la espiritualidad postconciliar del futuro? En esta cuestin no tiene en realidad excesiva importancia el hecho de que el Concilio haya podido ser un determinante decisivo o tal vez slo insignificante de esa espiritualidad. En todo caso, en el inquietante problema de esa espiritualidad y de su configuracin, el Concilio ha desempeado y sigue desempeando la funcin de catalizador. El problema es muy complicado por el solo hecho de que en la Iglesia, que es la casa del Padre con muchas moradas, la i espiritualidad es un concepto sumamente complejo: es necesariamente distinta segn la edad y el sexo, segn lo? pueblos y los ambientes culturales, segn el patrimonio espiritual y la tradicin, segn las profesiones, segn el nivel espiritual general, segn las clases sociales, segn el clero, las rdenes religiosas y los seglares. Por consiguiente, en estas reflexiones hemos de restringirnos a tratar de un tipo de espiritualidad que corresponda aproximadamente a cristianos seglares, con una adhesin decidida y sin reservas a la Iglesia, de una formacin media no puramente elemental, en el ambiente cultural centroeuropeo.

    I I . La a c t u a l e s p ir it u a l id a d de la I g l e s ia como legadoY COMO MISIN

    Un prinjer principio bsico es el siguiente: la nueva espiritualidad ser cristiana y eclesil, como siempre lo ha sido en la Iglesia. Ms adelante tendremos ocasin de tratar de la configuracin nueva de esa espiritualidad. Pero lo que hay que afirmar en primer lugar sin que ello quiera decir que

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  • sea por ello lo ms importante es la continuidad de la espiritualidad cristiana en el pasado y en el futuro. Hemos de considerar este punto en dos aspectos: la validez de lo que verdaderamente hay de bueno en lo antiguo frente a una falsa interpretacin del Concilio y la valenta necesaria para aceptar lo institucional y las prcticas frente a una subjetivacin falsamente existencial, que sera difusa, arbitraria e irreal, y correra continuamente el riesgo de no ser autntica.

    En primer lugar sera sencillamente absurdo pensar que todos los elementos de la tradicional espiritualidad cristiana no mencionados expresamente por el Concilio hayan quedado tcitamente relegados a un pasado que carece de porvenir. El Concilio ha hablado mucho, aunque con frecuencia al tratar de otros temas, sobre la espiritualidad del seglar, del sacerdote y del religioso. Al hacerlo, junto a muchas cosas que podran parecer calcadas sobre un esquema tradicional, ha dicho no pocas de gran importancia y muy orientadoras para el futuro. Pero sera errneo pensar que lo que no puede ser confirmado expresamente con palabras del Concilio, es por ello menos importante, menos central, o que tiene menos relacin con la esencia y la estructura de la espiritualidad viva del futuro. Aun el mismo Concilio slo tiene a su disposicin un pequeo cubo con el que sacar agua del inmenso mar del espritu, del patrimonio de la vida cristiana y de las futuras posibilidades de esa vida, todo ello dado a la Iglesia por el Espritu. Ac y all el Concilio acenta ciertamente algunas cosas que habrn de ser tenidas en cuenta en la espiritualidad del futuro: as, por ejemplo, cuando ensea que la vida del cristiano habr de alimentarse de una celebracin llena de vida de la cena eucarstica en una autntica comunidad ante el altar, o que el cristiano debe basar su pensamiento y su actuacin en la Escritura, o que ha de vivir en la Iglesia con un fraternal espritu de libertad, o que no ha de ponerse al socaire, en una especie de ghetto con falsa apariencia de Iglesia, sino que ha de reconocer como misin autnticamente cristiana el enfrentarse con el mundo, con sus necesidades y con su porvenir. Sin embargo, los textos conciliares no constituyen en manera alguna una especie de cdigo de la espiritualidad del

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  • porvenir, y ni siquiera dan una idea ejemplar y orientadora, clara, completa y eficiente de esa espiritualidad. Desde ese punto de vista, lo dicho en el Concilio no slo es demasiado incidental, sino tambin demasiado abstracto.

    La identidad en el mbito de la transformacin histrica de la antigua espiritualidad en otra nueva, implica en primer lugar una continuidad mediante la conservacin de un patrimonio histrico en su facticidad. Hoy se ha llegado tal vez al extremo de pensar por lo menos a juzgar por los desmesurados gestos de algunos extremistas que los verdaderos no conformistas pertenecen al grupo de los que no sienten ms que un respeto sincero, carioso y generoso por el legado religioso del pasado y por sus realizaciones. Pero, evidentemente, lo que no es ms que una moda del da, dista mucho de ser una golondrina que anuncia con certeza la primavera que se aproxima. Quien estime que ha llegado a encontrar un nuevo tipo de espiritualidad dentro de la Iglesia y se sienta llamado a difundirlo, encontrar un importante criterio para comprobar la autenticidad de su espiritualidad mediante una discrecin de espritu, al constatar que su nuevo tipo de espiritualidad es capaz al mismo tiempo de conservar el sabio legado cristiano de la experiencia espiritual a lo largo de los siglos.

    Veamos unos cuantos ejemplos: en la actualidad, meditar sogre la Sagrada Escritura presupone una exgesis moderna y ponderada, para evitar que introduzcamos en la Escritura algo que no sera ms que el producto de nuestra piadosa fantasa. Y, sin embargo, la meditacin de la Sagrada Escritura es algo ms que la prctica de una crtica demoledora de supuestos tabs dogmticos, al cabo de la cual no quede otra cosa que lo que piensa el propio exgeta. Estara bien llegar al extremo de que en la espiritualidad cristiana fuese desapareciendo o llegara a extinguirse totalmente el gusto por la lectura de la literatura espiritual clsica y aun de la mstica cristiana, y que el buen cristiano del futuro fuese en ese campo como los jvenes de nuestros das, para quienes la literatura alemana comienza lo ms pronto con Benn y Brecht? Evidentemente, la Imitacin de Cristo no va a seguir siendo el libro edificante para el buen cristiano de maana; pero ha de desaparecer por ello de toda biblioteca

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  • Iespiritual del futuro? Y hay otros muchos clsicos de la literatura espiritual, cuyo desconocimiento implicara sencillamente en un buen cristiano ligereza de espritu y de espiritualidad. Evidentemente el confesonario no es el tenderete anticuado de un moderno psiquiatra, y no debe ser tomado en tal sentido ni por quien est al lado de ac ni por quien est al lado de all de la rejilla. No es fcil prever la funcin perfectamente concreta que la confesin frecuente va a tener en la vida de un cristiano serio del futuro. Es muy posible que tambin en ese campo hayan de producirse algunas modificaciones por razones legtimas. Pero eso no es motivo en manera alguna para relegar la confesin frecuente de devocin1 al museo de antigedades eclesisticas. Quien en este campo se dedica a demoler sin construir al mismo tiempo, no ha captado el espritu de verdadera seriedad tica y de autocrtica en la vida del cristiano.

    Desde el punto de vista teolgico, el sagrario es evidentemente ante todo el lugar en que se guarda el Alimento de vida destinado a ser tomado por los fieles. Precisamente por eso mismo es sacrilego rechazar como pasadas de moda todas las prcticas de piedad eucarsticas, que han ido surgiendo en la Iglesia desde el siglo xi y que siguen llenas de vida2. Por qu no va a orar el cristiano del futuro arrodillado ante el Cuerpo del Seor, que se ha entregado por l, ante el signo sacramental de la muerte del Seor y de su propia muerte en el Seor, que se acerca a l? O es que en el futuro no va a existir amargura, frustracin y muerte? En el futuro slo va a haber hombres que huyan cobardemente de esos abismos de la existencia? Si no es as, en el futuro habr tambin hombres que se arrodillen en oracin y adoracin ante el tabernculo eucarstico, que pongan su mirada en Aquel a quien han traspasado; hombres que estn dispuestos a aceptar su destino, que fue asumido en el misterio

    1 Para entenderlo con ms profundidad, vase: Vom Sinn der hufigen Andachtsbeichte, en Schriften zur Theologie III (Einsie- deln, 6? ed., 1964), 211-225 (Escritos de Teologa III, Madrid 1961, 205- 218).

    2 Para la necesaria fundamentacin teolgica, vase: Die Ge- genwart Christi im Sakrament des Herrenmahles, en: Schriften zur Theologie IV (Einsiedeln, 4? ed., 1964), 357-385 (Escritos de Teologa IV, Madrid 1961, 367-395).

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    - i

  • pascual de Jess 3. En el futuro han de desaparecer todos los conventos de vida contemplativa, en los que personas llamaras por Dios dan testimono a sus hermanos y a sus hermanas de que todos los cristianos, cada uno a su manera, han de guardar ante la felicidad de este mundo aquella distancia en la que precisamente esta tierra alcanza su belleza de redencin? Se ha de eliminar en la actualidad de los ejercicios espirituales el silencio de la meditacin? Ha de dominar, aun en esos das, la locuacidad farragosa de la vida cotidiana? 0 ms bien se ha de aprender en el silencio de esos das a guardar el silencio con el que uno tendr que
  • pretenda que lo institucionalizado est pasado de moda en la espiritualidad por la sola razn de que es molesto y est lleno de exigencias, se engaa, y ser incapaz de llegar a un cristianismo seriamente vivido, a no ser que Dios, por medio de catstrofes internas o externas, le arranque de la fcil vida en que vegeta con disfraz de cristianismo. Es evidente que no existe ningn mandamiento de Dios ni de la Iglesia que nos mande orar precisamente al levantarnos, al acostamos o antes de comer. Quien, aun sin esas prcticas, est dado a la oracin, puede tranquilamente prescindir de ellas con plena libertad cristiana. Pero estar realmente entregado a la oracin, ser capaz de orar realmente ante Dios en los grandes momentos decisivos de la vida, aquel para quien la oracin slo es el producto de una disposicin de nimo momentnea, o slo lo litrgico del culto comunitario, y no se ha fijado previamente sus propios tiempos de oracin, a los que se obliga a s mismo con plena libertad? Es curioso: se consideran como llenas de sentido las ms complicadas tcnicas del yoga, y se rechazan como pasadas de moda las antiguas formas de orar y meditar cristianas, como, por ejemplo, el Rosario. Por qu propiamente? Por experiencia, o por un precipitado creer saberlo todo? Muchas particularidades de lo institucionalizado en la vida de piedad, incluso algunas que se han practicado y se siguen practicando en toda la Iglesia por ejemplo, la ley del ayuno, la abstinencia de carne, el ayuno eucarstico, el agua bendita en las casas particulares, etc. estn expuestas a cambios y necesitan de ellos, como ya lo ha hecho en muchos aspectos la Iglesia oficial. Pero por ello, ha de concebirse la vida del cristiano del futuro como desprovista de toda institucionalizacin de lo cristiano? Pertenece al pasado el Crucifijo en la propia casa? Por qu no ha de descubrir y vivir el futuro una nueva configuracin armnica, cristiana y humana, de los usos religiosos en su unidad? Los estudiantes que iban en peregrinacin de Pars a Chartres, fueron vctimas de un conmovedor folklorismo religioso, o ms bien es posible que algo parecido tenga tambin sentido en el futuro, aunque o porque el estilo y la forma de semejante peregrinacin hayan de ser muy distintas de

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  • las de una labradora polaca que va en peregrinacin a Czestochowa?

    Donde se debilita la fuerza incarnatoria de la espiritualidad cristiana, sta corre peligro de morir, aunque es verdad que actualmente tiene buenas razones para preferir formas ms discretas por su estilo y por su sobriedad, y no tiene por qu pretender que haya un crucifijo en cada una de las naves de una fbrica, o piense con los hombres de hoy, que no es necesario que las campanas de la iglesia toquen todos los domingos a las seis de la maana para llamar a los cristianos, que tienen ya su reloj y su despertador.

    Todo lo institucional en la Iglesia est sujeto a mltiples cambios. Hemos de estar agradecidos a Dios porque se producen esos cambios9. Pero cambio no es lo mismo que demolicin y atroa. Los institutos seculares pueden prestar un gran servicio al ensayar, desarrollar y presentar como ejemplo nuevos usos institucionales de autntica espiritualidad, que resulten buenos, practicables y veraces.

    I I I . P e r sp e c t iv a s db l a e s p ir it u a l id a d c r is t ia n a del f u t u r o

    La conservacin del legado del pasado es importante para la espiritualidad del futuro; pero no es su caracterstica decisiva. Porque solamente se puede conservar un legado cuando al mismo tiempo se conquista lo nuevo del futuro. El mero conservadurismo es estril y jams puede llegar a alcanzar su propio objetivo. Naturalmente, lo nuevo en el cristianismo es siempre el descubrimiento creador de su esencia originaria, y la cofiguracin de esa misma esencia en forma acomodada a la poca. Cabe tal vez destacar tres cosas en la espiritualidad del futuro, y de ellas se va a tratar a continuacin. Al hacerlo hay que dejar bien claro desde el primer momento que los postulados tericos y abstractos de esa espiritualidad del futuro son, y seguirn siendo, algo

    5 Para comprender debidamente este cambio, vase: Kirche imWandel, en: Schriften zur Theologie V I (Einsiedeln 1965), 455478; DasKonzil, ein neuer Beginn (Freiburg 1966).

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  • muy distinto que los ejemplos concretos, vivos y creadores, que en su concrecin y en su eficacia, derivada de esa concrecin, son un don imprevisible del Espritu a la Iglesia y no pueden ser producidos en los matraces de la reflexin teolgica. Sin embargo, los cristianos pueden preparar a la Iglesia para recibir esos dones de la gracia, si superan con paciencia, sin cerrazn reaccionaria y sin un afn de novedades destructivas, la situacin actual, y procuran que esa situacin, en cuanto sea posible, siga su cauce.

    1. La experiencia del Dios incomprensible.

    La nota primera y ms importante que ha de caracterizar a la espiritualidad del futuro es la relacin personal e inmediata con Dios. Esta afirmacin puede parecer una perogrullada, ya que se reduce a afirmar lo que constituye la esencia eterna de la espiritualidad cristiana6. Sin embargo, actualmente est muy lejos de ser algo que cae de su peso. Vivimos en una poca que habla del Dios lejano y silencioso, que aun en obras teolgicas escritas por cristianos habla de la muerte de Dios, en una poca de atesmo, que no nace simplemente de un corazn perverso, impo y rebelde, sino que es la interpretacin desacertada de una experiencia humana muy autntica y d ifc il7. Vivimos en una poca en la que el hombre transforma al mundo y se transforma a s mismo, y en la que el mundo deja de ser el campo de accin concreto de poderes celestiales, para pasar a ser objeto de investigacin racional y modesta cantera para la edificacin del mundo que ha proyectado el hombre a su imagen y semejanza; en una poca en la que parece que slo ocurren milagros donde no est uno8. Vivimos en un mundo en el

    * Con ms amplitud y detalle en el trabajo citado en la nota 4 (con bibliografa).

    7 Para comprender con ms exactitud esa experiencia, vase: Wissenschaft ais Konfession?, en: Schritfen zur Theologie I I I (Ein- siedeln, 7 ed., 1964), 455-472 (Escritos de Teologa III, Madrid 1961, 427-443); H. U. v, Balthasar, Die Gottesfrage des heutigen Menschen (Wien 1956).

    8 Para un anlisis ms claro de esta situacin y su correspondiente interpretacin teolgica: Handbuch der Pastoraltheologie II/l, 178-276, sobre todo pp. 214 ss., 242 ss.

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  • que el hombre ha hecho aun de su vida interior objeto de una ciencia racional y tcnica en la que se analiza a s mismo, y entre los elementos de ese anlisis no descubre sin ms algo as como Dios; en el que ms bien se vive constantemente con la sospecha de que un buen da podra llegar a descubrirse que la experiencia religiosa no es ms que una interpretacin anticuada y falsa de las tendencias psquicas, de las frustraciones y de los mecanismos internos, que podran y deberan ser explicados y dominados de forma muy distinta que por un ser mtico e indefinible, al que se llama D ios9. Vivimos en una poca en la que Dios o lo que quiera entenderse por ese nombre ya no parece ser til para calafatear los agujeros que descubrimos en lo insatisfactorio de nuestra existencia. Tenemos ms bien la impresin de que esos agujeros han de taparse por s mismos, o de que la idea de Dios no los va a tapar, y de que, por consiguiente, la oracin de peticin es algo muy problemtico. Vivimos en una poca en la que uno no se pregunta tanto cmo siendo pecador encontrar la gracia de Dios que le justifique, sino en la que ms bien se tiene la impresin de que Dios si le es posible tendra que justificarse a s mismo ante sus atormentadas creaturas, que no necesitan de justificacin. En una poca que desconfa, cuando para solucionar sus problemas se le remite a un ms all, en el que todo se resuelva con claridad y orden. Vivir una espiritualidad cristiana en semejante mundo no es algo que caiga de su peso, y mucho menos si se tiene en cuenta que el ambiente social no ayuda a poder y deber ser as, aun cuando el 90 por 100 de nuestros nios reciba instruccin religiosa.

    Evidentemente, en este lugar no podemos tratar de la cuestin propiamente fundamental, que es precisamente el problema de Dios, en relacin con un atesmo existencial, o reflejamente terico, o tal vez militante. Esto trascendera claramente los lmites de esta corta reflexin10. Slo voy a

    9 Una amplia discusin de la sospecha de ideologa en la espiritualidad cristiana en: Handbuch der Pastoraltheoogie II/2, 109-202.

    10 Ms detalles sobre el tema en el trabajo del autor: Zur Lehre des II Vatikanischen Konzils ber den Atheismus, en la revista

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  • tratar de decir algunas pocas cosas referentes a la espiritualidad en esta situacin precisa. Ante todo es evidente que la espiritualidad en esta situacin ha de ser modesta y sobria. Y no est mal que sea as. No somos nosotros los cristianos quienes nos hemos buscado esta situacin. Y esa situacin no nos permite el lujo de una espiritualidad complicada, come fue posible en otros tiempos. Quien en la actualidad es capaz de vivir con ese Dios incomprensible y silencioso, quien no pierde el nimo de hablarle con fe en su lejana, quien le habla con confianza y sencillez, aunque aparentemente no reciba ms respuesta que el eco vaco de su propia voz, quien prepara continuamente el desenlace de su existencia para que desemboque en la incomprensibilidad de Dios, aunque se sienta constantemente asaltado por dudas procedentes de la realidad del mundo inmediatamente experimentable, por sus problemas y necesidades que nosotros mismos hemos de solucionar, por su belleza y grandeza en constante aumento; quien logre esto sin el apoyo de la opinin pblica y de las costumbres, quien acepte esta tarea como responsabilidad de su vida que exige continua renovacin y no como una ocupacin religiosa ocasional, se es actualmente un hombre religioso, un cristiano. Naturalmente, y precisamente en estos tiempos en que se ha vuelto a caer en la cuenta de que el hombre no es un individuo aislado, deber practicar con discreta moderacin el culto y los sacramentos de la Iglesia y lo que realmente se pretende en ellos cuando se los entiende debidamente; pero es claro que ese hombre sabr muy bien en qu consiste lo ms propio e ntimo de la existencia religiosa, hoy menos enseable de lo que ha sido en otras pocas. Si lo logra, podr ocurrir que el rbol de su espiritualidad tenga en su invierno menos hojas y flores de devociones y prcticas piadosas usuales en el pasado. Se centrar en las realidades y verdades bsicas de la fe cristiana, y podr relegar tranquilamente otras verdades secundarias sin ponerlas en duda a su fides implcita o a su pietas implcita, sin necesidad de preocuparse del piadoso y sagrado lujo de los

    Concitium III (1967), fascculo 3 (marzo) y en otros estudios de ese mismo fascculo.

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  • pasados tiempos cristianos, que al parecer slo tiene verdadera vitalidad religiosa cuando no se ve en l la incomprensibilidad de Dios y su presencia en el Crucificado y Abandonado de Dios, sino la magnificencia del culto del Sacramento del altar, la veneracin de la Preciossima Sangre, la adquisicin de indulgencias, etc.

    Para tener el valor de mantener una relacin inmediata con el Dios indecible en el sentido de esa sobria espiritualidad, y tambin para tener el valor de aceptar esa manifestacin silenciosa de Dios como el verdadero misterio de la propia existencia, se necesita evidentemente algo ms que una toma de posicin racional ante el problema terico de Dios, y algo ms que una aceptacin puramente doctrinal de la doctrina cristiana. Se necesita una mistagoga o iniciacin a la experiencia religiosa que muchos estiman no poaer encontrar en s mismos, una mistagoga de tal especie que uno mismo pueda llegar a ser su propio mistagogo. Mientras uno no haya captado la evidente indecibilidad de la referencia de su existencia, consciente e impuesta, al misterio absoluto que llamamos Dios y que se nos manifiesta, no ha comprendido todava lo ms elemental de esa mistagoga. Esa mistagoga debe liberar al hombre de la angustia ante la idea de que, cuando comienza a invocar a Dios y a llamarle a l. que es el Indecible, todo se reduzca al temor ante la nroyeccin de sus propios anhelos en el monstruoso vaco de la nada11.

    Solamente para aclarar el sentido de lo que se va diciendo, y aun a conciencia del descrdito de la palabra mstica que bien entendida no implica contraposicin alguna con la fe en el Espritu Santo, sino que se identifica con ella, cabra decir que el cristiano del futuro o ser un mstico, es decir, una persona que ha experimentado algo, o no ser cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyar ya en una conviccin unnime, evidente y pblica, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisin personales. La educacin religiosa usual hasta ahora podr ser en adelante solamente un adiestra

    11 Sobre la mistagoga en la experiencia religiosa, vase el estudio citado en la nota anterior y Handbuch der Pastoraltheologie II/l, 269 ss. (con bibliografa).

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  • miento muy secundario para la vida religiosa institucionalizada. La mistagoga es la que habr de proporcionar la verdadera idea de Dios partiendo de la experiencia aceptada de la referencia esencial del hombre a Dios, la experiencia de que la base del hombre es el abismo, de que Dios es esencialmente el Incomprensible, de que su incomprensibilidad, en lugar de disminuir, aumenta a medida que se le va conociendo mejor, y a medida que Dios se acerca a nosotros en su amor, en el que se da a s mismo; de que no podemos concebirlo como un dato determinado en el clculo de nuestra vida, sin que automticamente fallen nuestras cuentas; de que slo constituye nuestra felicidad cuando se le adora y ama incondicionalmente; y tambin de que no se le puede concebir como la negacin dialctica de una afirmacin experimentada como sera, por ejemplo, la simple lejana en contraposicin a la cercana, o el antipolo del mundo , sino que es algo que est muy por encima de esas contraposiciones. Previamente a toda dialctica estamos esencialmente y desde un principio referidos a l. Por la gracia, sin quedar enredado en la jungla de nuestra dialctica, se nos da a conocer como ta l por una absoluta manifestacin de que quiere ser, y es, nuestro Dios.

    Esa mistagoga nos ha de ensear concretamente a perseverar en mantenemos cerca de ese Dios, en hablarle como a un t, en aventuramos en su silenciosa oscuridad, en no temer que podramos perderle precisamente por darle un nombre, como si fuera imposible que l cuando lo quisiese, y lo ha querido estuviera mano a mano con nosotros, precisamente porque no es un simple factor de nuestro sistema al que se le pudiera asignar un lugar determinado, por ejemplo, el exterior. Naturalmente, en esa mistagoga cristiana ha de ocupar un lugar decisivo Jess de Nazaret, el Crucificado y Resucitado 12.

    12 Esa dimensin que aqu falta es la nica que lleva a la verdadera profundidad de lo cristiano en su autntico sentido. Al no poder desarrollar en este trabajo este punto, lo privamos de una serie de principios importantes e imprescindibles para la fundamentacin de la espiritualidad cristiana ael futuro. En el aspecto terico, el autor se remite a su artculo Theologie und Anthropologie en los escritos en homenaje a M. Schmaus que publica la editorial Schoning (1967). Algunas orientaciones prcticas se encontrarn sobre todo en Be-

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  • La teologa ha de proporcionar un nuevo concepto y una nueva prctica de la oracin de peticin, acomodados a esa relacin con Dios, cosa que no ha hecho hasta ahora de forma satisfactoria. Tal vez cabra decir que no se ha de pedir, directamente y en cuanto tales, cosas individualizadas, lo que cada uno ha de hacer o aceptar con valenta como su propio destino, sino que cada uno ha de aceptarse en la oracin a s mismo como un conjunto que engloba todas esas particularidades. De esa forma la oracin ya no sera una orensa a los dioses, sino una oracin a Dios, un abrirse el corazn para dejarse penetrar de la incomprensibilidad de Dios como amor, nico capaz de escuchar siempre al hombre. La oracin de peticin slo es verdadera oracin de peticin cuando est llena de verdadera confianza de ser escuchada1.

    2. La vida temporal y el servicio al mundo como espiritualidad.

    Lo libremente humano ha ae ser concebido por la espiritualidad cristiana del futuro como un elemento interno de s misma. En s esto es algo que se desprende por s mismo de la concepcin cristiana de la existencia, y, sin embargo, la espiritualidad cristiana est muy lejos de haberlo tenido hasta ahora en cuenta suficientemente: que el hombre es un ser esencialmente plural, que no est llamado en ltimo trmino a regir por s mismo la unidad de esa pluralidad integrndola en una sntesis que puede aceptar sin temor y con paciencia el pluralismo anrquico de su existencia, ya que Dios por su gracia llega incluso all donde no se ha erigido propiamente ningn altar a Dios l i . Si el Concilio Vaticano I I ha afirmado que Dios puede ser la salvacin de quien con autntica sinceridad y, por tanto, sin

    trachtungen zum ignatianischen Exerzitienbuch (Mnchen 1965). Otras fundamentaciones cristolgicas de la espiritualidad cristiana aparecen en este tomo en la seccin titulada Misterios de la vida de Jess.

    13 Sobre este tema: Von der Not und derrt Segen des GeOetes (Freiburg, T. ed., 1965), 76-92.

    14 Sobre la fundamentacin antropolgica: Handbuch der Pastoral- thelogie II/l, 22 ss.

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  • culpa, estima que debe ser ateo 15, tambin en la vida del cristiano Dios podr estar all donde se vive la vida del mundo con alegra, naturalidad, seriedad y valenta. Ese es el verdadero sentido de la espiritualidad mundana, de la que tanto se habla sin comprender siempre debidamente su sentido. Este mundo, concebido como posibilidad y tarea, precisamente porque Dios lo ha querido y hecho como mundo mundano, hecho por los hombres mismos, es de una amplitud imprevisible en oposicin a lo que antes se pensaba, y a pesar de todas sus deficiencias resulta cada vez ms grandioso. Ya no hay por qu pensar que el mundo slo o casi slo comienza a ser humano cuando el hombre lo hace humano mediante el culto, las ideas religiosas, su interpretacin explcitamente religiosa y las prcticas religiosas consiguientes. La vida mundana, vivida honradamente y sin reservas, es ya un elemento de espiritualidad ya que Dios ama al mundo mismo, le da su gracia y no siente envidia de l como de quien le hiciera la competencia 1B. Quien se da verdaderamente al mundo con amor, encuentra en ese mismo mundo la Cruz de Cristo y la incomprensibilidad de Dios, y no necesita introducirlas en el mundo como con un conjuro. Quien ejercita las virtudes del mundo y se deja educar por l en la alegra, en la audacia, en la fidelidad al deber y en el amor, vive ya en parte una autntica espiritualidad, y esas virtudes mundanas le revelarn un buen da el ms profundo misterio, que es Dios mismo1T. Todo lo que en el hombre tiene realmente un contenido rico y una vida original y autntica est llamado a ser fecundado por la gracia de Cristo, aun antes de que sea expresamente bautizado. Ms an, con tal de que el cristiano no cierre su corazn a Dios, no siempre es absolutamente preciso que sea bautizado. En primer lugar, porque eso no siempre es posible, y en segundo lugar, porque el cristiano no es un integrista que se considere como nico

    15 Un anlisis del texto conciliar en el trabajo citado en la nota 10.16 Fenmenos concretos de esta espiritualidad inundada en el tra

    bajo del autor: Alltagliche Dinge (Einsiedeln, 6? ed., 1966).17 Ejemplos de estas virtudes en este tomo en la seccin titulada

    Virtudes cristianas.

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  • posible representante de Dios. Slo Dios es y ser la nica verdadera unidad del pluralismo.

    Con esto se nos ofrece un nuevo aspecto de la autntica espiritualidad mundana. Qu sentido tendra todo el esfuerzo de los llamados institutos seculares, si no fuesen otra cosa que unas tropas auxiliares para las tareas del clero, con un uniforme un poco ms moderno, y si lo mundano no fuese en ellos tarea y campo de accin, aun antes de haber quedado inspirado por la religin e integrado en ella? El hombre no slo vive en un mundo que ha sido dado previamente, sino que tambin lo hace. Con ello se le ofrecen posibilidades, tareas, responsabilidades y riesgos que antes sencillamente no existan18. Por tanto, la espiritualidad cristiana del futuro habr de ser vivida tambin en ese campo, y no solamente por aquellos que como ricos pueden permitirse el lujo de vivir la espiritualidad de Filotea alejados de ese mundo del trabajo y de la hominizacin del mundo, o por los que como proletarios no tienen todava acceso a la transfonnarion del mundo mediante su colaboracin creadora y responsable Evidentemente, el mero hecho de haber hecho avanzar la fsica mediante un ligero descubrimiento, o de haber volado por los espacios siderales como Gagarin, no constituye a uno automticamente en hombre que ama a Dios. Y, sin embargo, la autntica espiritualidad del futuro no tendr por qu empezar precisamente all donde cesan todas estas cosas. Cuando el Concilio Vaticano I I exhorta a los cristianos a hacerse cargo de sus tareas en el mundo de hoy, a colaborar con todos en la formacin de un mundo ms grande, ms libre, ms digno del homore, a sentirse responsables y tener valor no slo para esperar las directrices morales de la Iglesia jerrquica, no slo para preguntarse cmo se han de hacer las cosas para no ofender a Dios, sino qu es lo que hay que hacer para que la vida sea ms digna de ser vivida 19; al decir todo esto, la

    18 Sobre esta nueva situacin: Experiment Mensch, en: Die Frage nach dem Menschen. Festschrift fr Max Mller (Freiburg 1966), 45-69.

    19 La constitucin pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual muestra claramente que el Concilio establece estas exigencias en la vida del cristiano. Vase el trabajo del autor Zur theologischen

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  • Iglesia no traiciona su mensaje de la Cruz, de la humildad y de la bsqueda de lo eterno, acomodndose a un mundo secularizado, sino que manda a los cristianos tomar cristianamente en serio sus tareas que antes no existan en esa misma forma2o, pero que actualmente existen y son para los cristianos en cuanto tales parte integrante de su verdadera espiritualidad. En este campo, como en los dems, cada uno debe hacer lo que le corresponde conforme a sus dotes y a su vocacin, y no lo que les corresponda a los dems. El cristiano no puede prejuzgar la poltica como un negocio sucio y esperar de Dios que haga intervenir en ese negocio sucio a otras personas que no sean l, mientras l se dedica a su tranquila vida de piedad en medio de una comodidad burguesa. El mundo concebido como mundo mundano hecho por los hombres y en plena transformacin est lleno de exigencias para los cristianos de hoy, y el cumplimiento de sus deberes en lo que se podra llamar espiritualidad poltica es ya hoy o lo ser maana parte integrante de la autntica espiritualidad cristiana 21.

    3. La nueva asctica de los lmites que uno ha deimponerse a s mismo.

    Entre otros muchos posibles rasgos que podran concebirse en la futura espiritualidad cristiana, y que seguramente le sern esenciales, cabe destacar un tercero, que es la transformacin estructural de la asctica. Antes, a la libre actividad del hombre, se imponan unos lmites, procedentes de una dura coaccin externa, nacida de su situacin vital. Sus vicios quedaban castigados inmediatamente, llevaban en

    Problematik einer Pastoralkonstitution que aparecer en los escritos en homenaje a J. Hofer publicados por la editorial Herder (Freiburg 1967) bajo la direccin de R. Baumer y H/. Dolch.

    20 Sobre las tareas concretas del cristiano en el mundo, con ms amplitud: Handbuch del Pastoraltheologie II/2, 40 ss., 42 ss., 148-175 (con numerosas referencias), 208-228, 236 ss., 243 ss., 248 ss., 258 ss., 262 ss.

    21 Sobre la fundamentacin teolgica de este pensamiento bsico: K. Rahner, Christlicher Humanismus, en: Orientierung de 31-5-1966; J. B. Metz, Verantwortung utid Hoffnung (Mainz 1966).

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  • s mismos la sancin. Por lo menos eso ocurra a la mayor parte de los hombres, cuyas vidas, en constante amenaza, apenas dejaban lugar o lo dejaban muy poco al lujo, al capricho, a la ociosidad, al turismo, al placer, etc. Por ello la asctica cristiana o se reduca a la aceptacin paciente de lo precario y trabajoso de la vida, o era una asctica adicional, en algn sentido externa como el monaquiemo, y apenas se dejaba sentir en ella el llamamiento a una ascesis nacida de la vida misma en su aspecto diario y vulgar. Por ello, coucebida como algo adicional y libremente aceptado, pona de relieve lo extraordinario y lo heroico. La asctica cristiana era, por consiguiente, o bien pasin22, o bien accin adicional y extraordinaria. Actualmente el hombre, por su amplio dominio de la naturaleza, de la tcnica, de la medicina y de la planificacin, tiene posibilidades tal vez ms amplias de lo que le corresponderan considerada su verdadera esencia23. Tiene la posibilidad de actuar sin medida, sin que se lo impidan las estructuras previas de la vida. La libertad sexual ya no est automticamente castigada por los hijos o por la enfermedad. El abuso del poder no es tan arriesgado como antes, cuando un soberano inmoderado encontraba indefectiblemente en su camino al tiranicida. Ya el hambre no llama automticamente al orden al ocioso. El afn de goces fomenta la medicina ms de lo que merece la pena. Ya no existen lmites impuestos desde fuera. La consecuencia es una transformacin de la asctica cristiana, que precisamente por presentarse como racional ha prescindido de lo espectacularmente heroico de la antigua asctica de accin. La asctica activa tena antes el carcter de lo adicional y extraordinario. Hoy tiene ms bien el carcter de la libertad responsable ante el deber. Resulta casi ms difcil que la antigua, precisamente porque ha de presentarse con el aspecto de una racionalidad perfectamente normal .

    22 ^Sobre la fundamentacin teolgica de esa ascesis tradicional: Passion und Aszese, en Schriften zur Theologie III (Einsiedeln, fc ed., 1964), 73-104 (Escritos de Teologa III, Madrid 1961, 73-102).

    23 Sobre la dificultad de esta cuestin, vase el estudio citado en 1? nota 18, sobre todo pp. 56 ss. Sobre su perspectiva asctica, pginas 65-68.

    21 Esta razonabilidad no ha de ser entendida como algo nm-mal

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  • Esa asctica de consumo, ejercitada en todos sus campos, es d ifc il25. Considerada en su misma esencia, afecta a la totalidad del hombre, y siempre que no se d una cierta debilitacin de las tendencias, que libere parcialmente al hombre de tener que decidir libremente, y le haga inmune ante el atractivo de una sociedad vida de consumo, que crea y sugiere continuamente nuevas necesidades, esa nueva asctica slo puede ser practicada en todos los campos de la vida humana por quien est abierto a Dios y por ello sea capaz de aceptar previamente una renuncia26 aparentemente irreparable para el hombre angustiado por la muerte. Dios, y la apertura respecto a Dios, estn muy lejos de ser un analgsico que se puede tomar a discrecin para hacer ms llevadera la asctica de consumo que todos han de practicar. Concebidos y utilizados de esa forma, fallan inmediatamente en sus efectos. Slo harn bien a quien ama a Dios por s mismo. Quien est abierto al absoluto futuro de Dios27, ser capaz de superar la apetencia sin lmites de llenar su vida con el mayor goce posible incluyendo en ese concepto el de poder para en ltimo trmino destruirse a s mismo por su inmoderacin2S. Y, al contrario, quien se traza unos lmites a su propio ser y los mantiene sin buscar con ello realmente una compensacin, en el fondo, aunque no lo haga reflejamente, dice con ello un s al Dios del futuro absoluto.

    Esta nueva asctica entra de lleno en la espiritualidad cristiana del futuro. Se la puede considerar como una nueva

    en el sentido de una naturaleza dada previamente y realizable en cualquier momento. Y esto aun por la sola impugnacin de toda razn, incluso en el bautizado, por el mundo (concupiscencia). Por todo ello ha de ser reelaborado el concepto teolgico de razonabilidad y libertad.

    25 Para un anlisis ms amplio de la cultura de consumo y de su trasfondo: Handbuch der Pastoraltheologie II/2, 130 ss., 175 ss. (con bibliografa).

    26 Sobre este punto: Zur Theoiogie der Entsagung, en Schriften tur Theoiogie III, 61-72 (Escritos de Teologa III, 61-72). Vase tambin el estudio sobre la Teologa de la pobreza en este tomo (p. 469).

    27 Sobre este concepto y la correspondiente desideologizacin de las utopas ultramundanas: Schriften zur Theoiogie VI, 77-88 y 59 ss. Vase tambin el estudio citado en la nota 18, sobre todo pp. 62 ss.

    28 Sobre la fundamentacin antropolgica: Handbuch der Pastoraltheologie II/l, 34 ss.

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  • forma de practicar el misterio ms radical de la asctica cristiana, que consiste y nos es ofrecida en la participacin en la muerte del Crucificado, ya que la vida es y sigue siendo una incomprensible pasin. Estos lmites que uno se impone a s mismo no pueden ser reducidos en nuestros tiempos a un esquema general institucionalizado, en oposicin a lo que antes ocurra. Pero tampoco pueden quedar en mera teora o mandamiento abstracto. Tienen que adoptar una forma que configure nuestra vida, y sea eficaz y concreta. Ha de transformarse de pura moralidad en uso moral, en ethos y en buena costumbre29. Y aqu aparece de nuevo la importante misin que tienen los institutos seculares, cuyos miembros sigan siendo realmente seglares: han de crear modelos que muestren cmo se puede vivir actualmente con autenticidad, sin prevenciones, con suavidad y al mismo tiempo con firmeza ante s mismo, una vida con medidas, disciplinada, limpia; cmo se puede vencer en el fondo del corazn la angustia mortal y desesperada, que enciende nuestras apetencias y nos hace as en ltimo trmino incapaces de asumir sin egosmo la responsabilidad de nuestra accin temporal en favor de los dems aun a costa de renuncias aceptadas con una sonrisa tcita.

    Para terminar voy a aadir unas cuantas observaciones. Tal vez alguno tenga la impresin de que no ha quedaao suficientemente claro cmo pueden reducirse a una unidad esa serie de consideraciones y normas referentes a la espiritualidad del futuro. Es verdad que no ha quedado claro. Habra que decir muchas ms cosas, ms profundas y que captasen mejor la unidad original, para exponer concretamente cmo se puede reducir a la unidad de la espiritualidad cristiana del futuro lo viejo y lo nuevo, la conservacin de un legado y la nueva configuracin de la espiri

    29 La filosofa y la teologa tienen todava por delante la tarea de trazar la nueva figura de semejante costumbre (vanse, por ejemplo, los trabajos de G. Funke) en sentido ontolgico-existencial. Solamente as podr ser til a la teologa y a la espiritualidad la importante categora clsica del habitas, mal entendida en nuestra poca.

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  • tualidad, la mstica de la experiencia de Dios y la accin temporal humana30. Aun as la sntesis de todos esos elementos seguira siendo siempre el problema y la tarea que no ha de resolver la reflexin teolgica, sino la prctica de la vida: esa prctica de la vida que se realiza en paciencia, en constante bsqueda, en autocrtica discrecin de espritu, y que por tanto seguir siendo siempre un don del Espritu al individuo y a la Iglesia. Ante todo se necesita paciencia, que en una coyuntura de transicin entre las instituciones antiguas, slidas, pero anticuadas, y lo moderno, aun no bien consolidado, nos guarde de reacciones estridentes, a las que estn expuestos tanto los progresistas como los conservadores, cada uno a su manera. La verdadera vida, como unidad irreductible de lo mltiple, es siempre compromiso con tal de que se entienda debidamente este trmino3l. Ese compromiso se plasma histricamente, y sera vano pretender describirlo previamente en teora. Para conseguirlo hacen falta aguante, nimo y confianza en la incontrolable sabidura de la vida, y sobre todo en Dios.

    En el futuro habr indudablemente diversos estilos de espiritualidad cristiana. Y esto por la sencilla razn de que el hombre, a pesar de la masificacin de la sociedad, aun en lo temporal puede desarrollar, mucho ms que antes, formas de vida mucho ms diversificadas3!!. A pesar de sus diferencias, el estilo de la espiritualidad de un cristiano centroeuropeo que tomase en serio su fe, era antes relativamente homogneo. Prueba de ello son el estilo de las Ordenes Terceras, el de las Congregaciones Marianas, etc., y aun los preceptos cannicos sobre la vida espiritual del clero diocesano, que muestran casi hasta en sus detalles

    30 Hemos de hacer aqu expresamente referencia a los trabajos de W. Dirks, Wandlungen der Frommigkeit, en J. B. M etz-H . Splett (editor), Weltverstandnis im Gtauben (Mainz 1965), 254-264; Vemunft und Heiligkeit, en: Integritas, editado por D. Stolte-R. Wisser (T- bingen 1966), 294-305. Aparecen tambin muchas nuevas perspectivas en H. J. Schultz, Frommigkeit in einer weltlichen Wet (Stuttgart 1959).

    31 Esta palabra no ha de ser entendida aqu en sentido peyorativo. Esto se desprende ya de la pluralidad del ser humano imposible de ser plenamente armonizada por el mismo hombre.

    32 Vase Handbuch der Pastorcdtheologie II/l, 206 ss.

  • esa misma unidad. El margen de variantes dentro de la espiritualidad cristiana del futuro ser y deber ser ms amplio. Es importante hacerse cargo de esa situacin y admitirla. De lo contrario se correr peligro de achacar injustamente, como con frecuencia se ha achacado en el pasado, a muchos cristianos que se aparten de los moldes habituales de la espiritualidad, la mala conciencia de tener muy poco de la espiritualidad cristiana de la Iglesia. Los cristianos jvenes de nuestros das deben desarrollar con tranquilidad de conciencia un nuevo estilo de espiritualidad y exigir que la Iglesia se lo reconozca. Cuando ese estilo conduzca al amor, a la paz, a la alegra, a la paciencia, a la bondad, al dominio de s mismo y a otros testimonios del Espritu, habr que decir con San Pablo (Gal. 5, 23): Contra tina cosa as no existe ley. N i siquiera la de la Iglesias3.

    Finalmente se ha de evitar considerar lo nuevo y lo antiguo como compartimentos estancos dentro de la espiritualidad cristiana: lo nuevo slo es autntico cuando conserva lo antiguo; y lo antiguo slo sigue teniendo vida cuando es vivido en forma nueva. En lo antiguo y en lo nuevo ha de mantenerse siempre inmutable lo que ha sido antes, lo es actualmente y lo ser siempre y sobre lo cual nunca cabe insistir demasiado : la bendita incomprensibilidad de la vida, Dios, el misterio del Crucificado y Resucitado, la gracia divina en y sobre toda la vulgaridad de la vida diaria, la esperanza en la vida eterna, que es la incomprensibilidad misma de Dios ahora revelada. Donde se da todo esto de forma vital, se da un cristiano y un buen cristiano. Y lo mismo ocurrir en el futuro.

    38 Un nuevo pequeo ejemplo de estos nuevos intentos son las canciones del P. Duval. Sobre el tema un pequeo artculo del autor: Ein kleines Lied, en Glaube die Erde liebt (Freiburg 1966), 157 ss.