Simone Weil

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    Este es un Dumi

    Propiedad Intelectual de

    Pleroma Ediciones

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    Gerardo Villegas Editor

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    SIMONE WEIL

    PROFESIN DE FE

    ANTOLOGA Y CRTICA

    ALREDEDOR DE SU OBRA

    VERSIN CORREGIDA Y AUMENTADA

    EDICIN Y TRADUCCIN DE

    SYLVIA MARA VALLS

    P l e r o m a E d i c i o n e s

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    Primera edicin, 2006

    Sylvia Mara Valls, por la edicin y traduccin

    .Simone Weil , Andr A. Devaux , Alan Birou , Eric O. Springted, Heinz Abosch , Robert Chevanier , Micheline Mazeau ,Emmanuel Gabarielli

    D.R. Pleroma Ediciones, 2007Morena 563 1a, Narvarte, Mxico, D.F., C.P. 03020Diseo Editorial: Gerardo VillegasFormacin: J. Antonio Blanquel G.

    Esta edicin corregida y aumentada se ha llevado a cabogracias a la amable colaboracin de:Paula Cristina Gmez-CoverLigia Pintado PatioXavier Soto y Ricardo Ocampo

    Javier Ceballos P.V.Sylvia Mara Valls

    Miembros y amigos del Instituto Simone Weil, A.C.

    La reproduccin total o parcial de esta obra,incluidos el diseo y la iconografa, viola losderechos reservados. Queda prohibida cualquierutilizacin. Todos los derechos reservados.ISBN 3095 0232

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    NDICE

    Prlogo a la versin corregida y aumentada....................................Introduccin.......................................................................................

    Cronologa..........................................................................................

    I. TEXTOS DE SIMONE WEIL

    I.I La persona y lo sagrado...............................................................

    I.II Profesin de fe: Estudio para una declaracin de las obligaciones hacia el ser humano.............................................

    I.III Nota sobre la supresin de los partidos polticos..................

    I.IV Ideas esenciales para una nueva constitucin, seguido de Comentarios sobre el nuevo proyecto de constitucin........

    I.V Sobre el marxismo......................................................................

    I.VI Reflexiones sobre las causas de la opresin y la libertad.......

    I.VII Seleccin de citas de diversas fuentes...................................

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    II TEXTOS CRTICOS.

    II.I Pasin por la verdad y experiencia mstica en Simone Weil Andr A. Devaux........................................................................

    II.II La articulacin entre lo sobrenatural y lo social en la obra

    de Simone Weil Alain Birou................................................................................

    II.III Derechos y obligaciones Eric O.Springsted...................................................................

    II.IV La crtica del marxismo por Simone Weil

    Heinz Abosch..........................................................................

    II.V Civilizacin del trabajo o civilizacin del tiempo libre? Robert Chenavier......................................................................

    II.VI Simone Weil y la ecologa Micheline Mazeau...................................................................

    II.VII Psicologa de la gran bestia y filosofa de la barbarie en Simone Weil Emmanuel Gabarielli............................................................

    II.VIII La conquista europea de Indias y el desarraigo:

    Reflexiones hacia la creacin de un nuevo modelo de ciudadana Sylvia Mara Valls.................................................................

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    PRLOGO A LA ANTOLOGACORREGIDA Y AUMENTADA

    Cuando hace ms de quince aos llev el proyecto de este libroa una editorial cercana al lugar donde sola quedarme en la ciudadde Mxico (en las pocas visitas que lograba hacer por esos aos -

    segunda mitad de los ochenta) nunca me imagin que lo que ibaa suceder pudiera acontecerle a nadie con un libro. De hecho,aquella desconcertante experiencia me dejara marcada al puntode que ya no intentara sacar un libro, sino slo algunos artculosaqu y all, siempre en espera de una situacin que me permitieratener el mayor control posible sobre el proceso editorial.

    De hecho, sucedi por aquellos meses -cuando llev mi prospecto

    para el libro, mientras an trabajaba en la seleccin final, adaptaciny traduccin de los textos- que la editorial de la Universidad Autnomade Mxico se encontraba en medio de una crisis que durara aos,tras la muerte de su ilustre y bien ponderado director, el ltimo delos Contemporneos quien, gracias a Javier Sicilia, ya para entonceshaba publicado un trabajito mo intitulado Aproximaciones a SimoneWeil (lo que haba salido pior entonces haba sido mi apellido,principalmente, con W en lugar de V -probablemente porcontaminacin del de nuestra querida marciana).

    Confiada en que me ayudaran a editarlos junto a otros trabajos,que hoy aparecen aqu por primera vez dentro del contexto parael que fueron preparados, haba entregado, bajo presin de tiempo,todos mis materiales justo antes de salir a un viaje fuera del pas.

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    Despus, pasara todo un ao sin poder si quiera tratar con la casaeditorial lo que traamos entre manos. Al cabo de ese tiempo, cuandologr informarles de que pasara esa misma semana a recoger mismateriales, me anuncian, as no ms, que el libro ya estaba siendo

    impreso! Aunque de inmediato me puse en movimiento con ErnestinaLoyo, a penas pude hacer algunas revisiones sobre galeras. De hechopienso que finalmente todo sali como si no hubiera habido revisinalguna... a las erratas y horrores de la primera versin de los textos seaadieron otros ms. Y, para colmo de males -en trminos de mireputacin personal- al final alguien tendra el cinismo deatribuirme el cuidado de la edicin!

    Pienso que deb impedir que se publicara, pero ya estaba laimpresin en marcha y jams me imagin que fuera tanta la revisinque an haca falta: y es que, con el apurillo de entregarles elprospecto del libro antes de aquella reunin en Nuevo Mxicocon los miembros de la American Weil Society, me haba quedado

    yo misma sin los materiales durante todo ese tiempo cuando nofue posible recuperarlos gracias, en buena parte, al desbarajusteinstitucional en que se encontraba la editorial (debo de habermeenterado de cuatro editores distintos durante un ao) y otra buenaparte a mi crnico aislamiento.

    Para quienes lo compraron (slo se editaron mil copias) ytrataron de leerlo, esta reedicin corregida y aumentada les darla oportunidad de enterarse de lo que mis primeros esfuerzos de

    traduccin intentaban comunicar. Hoy, este tipo de cosas yadifcilmente pueden suceder. Aprend una leccin invaluable, perome cost verme muy, muy mal. Para m, sin embargo, lo msimportante era que algo de los contenidos deProfesin de fellegasena un pblico verdaderamente hambriento de pensamiento. Y como

    Mxico, tan grande, resulta para algunas cosas ser tan chico, conel tiempo he sabido que, a pesar de las tremendas gafas de la edicin

    en duro, que ah estarn para siempre, el librito tan chiquito y tanmal hecho ha tenido, con todo y eso, cierta resonancia. As escomo un buen da, ya dentro de la era ciberntica en la que nos hatocado vivir -con todas sus ventajas y contraproductividad- metopo por medio de esa red que nos envuelve y nos penetra, conuna muchacha que me pregunta si no sera yo la hija de la mujer

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    que edit aquella antologa, de y sobre, Simone Weil. (Entre los errorespublicados estaba decir que se trataba de una antologa crtica que,propiamente hablando, no lo era).

    Gracias al tiempo-que parece que no es nada y que todo lo puede-

    las semillitas plantadas de esa forma hace ya ms de quince aos,comenzaron a germinar. Muy cerca de m, desde su primer ao deedad, Ligia Pintado Patio ira creciendo y madurando hastaconvertirse, junto a otro querido amigo y vecino en Valle de Bravo,

    Javier Ceballos P.V., mis apoyos principales en el esfuerzo ingentede retomar el pensamiento de Simone Weil de la forma que ellarealmente merece: usando de la inspiracin y la emocin, que nos

    causan el estudio de su vida y obra, como motores de accionesdesprendidas, transparentes y entregadas a la bsqueda de la verdadde cada cosa -de la verdad a solas: todo ello, por supuesto, con mirasa la creacin de esas instituciones inexistentes an, pero tannecesarias como lo son para nosotros el aire, el agua y el sol.

    La reedicin corregida y aumentada ha llevado meses de trabajominucioso, atento: esperemos que esta vez los textos puedan leersecon la mayor facilidad posible o que no sea gracias a nuestras faltasque resulte difcil entenderla, siendo que, con toda su complejidad,suele ser ella singularmente clara. Tambin es nuestra esperanzaque, dentro del contexto mayor del sitio del Instituto Simone Weil,A.C., este librito -ahora, convertido en librote- sirva de puentepara muchas reflexiones y acciones que, como sociedad civil,

    debemos llevar adelante. Adems, contaremos con el soporte de lasObras Completas de Simone Weil ya editadas por Gallimard, ascomo con los ttulos que la Editorial Trotta en Madrid vienepublicando durante los ltimos diez aos y hacia los que la lecturade los textos aqu seleccionados y depurados conducir. Por muylamentable que resultara mi propio esfuerzo en su momento, esperoque, no obstante, ese esfuerzo tambin ayudara a renovar el inters

    por el pensamiento luminoso, de pronto deslumbrante, de estaguerrera impecable que es Simone Weil para nosotros.Dos de los textos que aadimos, de Micheline Mazeau sobre

    Simone Weil y el tema de la ecologa, as como el de EmmanuelGabarielli sobre la psicologa de la barbarie en Simone Weil, yahaban sido seleccionados y traducidos. Ya para cuando apareciera

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    la edicin de la UAM en su Coleccin Molinos de Viento (no. 73) en1990, en versiones menos completas de las que aqu se ofrecen. Al piede la primera pgina de cada texto aparecen las referencias pertinentesa dichos cambios y se incluyen algunas precisiones en relacin a la

    decisin de cmo traducir ciertos trminos especficos. Junto a estostextos corregidos y aumentados, publicamos un trabajo mo sobreConquista y desarraigo que apareci en los Cahiers de lAssociationpour ltude de la pense de Simone Weilen Pars en diciembre de 1992(Lecturas Americanas). El objetivo de este trabajo era/es dar a conoceralgunas de las reflexiones ms importante de hilvanar en nuestrabsqueda por opciones socio-polticas y econmicas que resulten

    sustentables para nuestras sociedades sometidas durante siglos aun desarraigante proceso de colonizacin.

    Pienso que en estos quince aos desde la aparicin de la antologaProfesin de fe, un proceso de maduracin importante ha ido cuajandoen nuestras sociedades, sobre todo a nivel individual y, en menorgrado, de las organizaciones de la sociedad civil. Esperamos, a partirde esta reedicin ciberntica del librito de 1990, ampliar nuestroscontactos y el nmero de colaboradores en muchas partes del mundo(en particular de habla hispana) para as poder continuar -lo msefectiva y eficazmente posible- con este trabajo de hormiguitas quees, en gran medida, en lo que consiste el esfuerzo por dar a conocerun pensamiento vertido a otras lenguas adems de la nuestra, al mismotiempo que se abren espacios en los que puedan participar pensadores,

    escritores y traductores tanto en lengua hispana como en otras lenguas,(sobre todo en ingls y en francs).

    Sylvia Mara VallsValle de Bravo, Mxico, verano del 2006

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    INTRODUCCIN*

    Que la publicacin de esta antologa de textos claves que heseleccionado de la vasta obra de Simone Weil, y que aparecen juntoa algunos textos crticos de gran relevancia, venga a coincidir con lacreacin del Instituto Simone Weil, A.C. justo en el ao delbicentenario de la Revolucin Francesa, es justicia potica. Igualmenteresulta justicia potica que tal instituto fuera creado precisamenteen este pueblo amigo tan clebre por su belleza como es, al mismotiempo, devoto a su patrn San Francisco de Ass: Valle de Bravo, enel Estado de Mxico, ombligo del Continente Americano.

    Por qu hablo de justicia potica al referirme a estascoincidencias? Para empezar, porque con lo primero con lo cualse identifica la Revolucin Francesa es con la Declaracin de losDerechos del Hombre y del Ciudadano, mientras que a SimoneWeil precisamente es a quien le debemos la ms penetrante crticasobre los peligros que encierra el uso de la palabra derecho.

    La nocin de derecho est ligada a la de reparticin, intercambio,

    cantidad. Tiene en ella algo de comercial. Evoca de por s el proceso,el alegato. El derecho no se sostiene sobre un tono de reivindicacin;

    * Pp. 9-15 de Profesin de fe, UAM, Coleccin Molinos de Viento no. 73. Ha sidocapturado del original por Paula Gmez-Weber. Propiamente hablando no se trata deuna Antologa crtica como aparece en la cartula del libro publicado en 1990 sinode una Antologa de textos originales de Simone Weil acompaada de textos crticos.Antologa y crtica seria lo ms correcto.

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    y cuando este tono es adoptado, es porque la fuerza no est muylejos tras l, pues de lo contrario resulta ridculo.

    Si se le dice a alguien capaz de escuchar: Lo que me est ustedhaciendo no es justo, es posible tocar en el fondo de su alma algo

    de atencin y de amor. No sucede lo mismo con palabras como...Tengo el derecho de..., No tiene usted el derecho de..., stasencierran una guerra latente y despiertan el espritu de guerra. Lanocin de derecho, puesta al centro de los conflictos sociales, haceimposible, de una parte como de la otra, todo espritu de caridad(crits de Londres, p. 23 y 26).

    Y es que no hay forma de equiparar la situacin del que est en

    posibilidad de reclamar y de hacer valer su derecho con la del queno puede, de ninguna manera, hacer valer el suyo. El drama socialse desarrolla sobre el plano de la impotenciade los que no estn ensituacin de exigir y recibir respeto. Sin embargo, el uso que se leha dado a la palabra, observara Simone Weil, ha convertido loque debi ser un grito arrancado del fondo de las entraas en unagrio gritero sin pureza ni eficacia(EL, p. 27).

    La crtica weiliana de la nocin misma de Revolucin y, enparticular, de la posibilidad del triunfo del proletariado, resultaimpactante por lo inusitadamente obvio que se nos revela su juiciotan pronto ste ha llegado a ser enunciado: se tiene la sensacinde estar participando en una instancia ms del clebre cuento deHans Christian Andersen en el cual un par de astutos sastres han

    tejido, para coronar la vanidad del emperador, un maravilloso trajeque nicamente los sbditos honrados e inteligentes podrnver. La inocencia del nio al declarar, a toda voz, en medio de lamultitud confundida y temerosa, que el gran monarca anda sinropas, otorga inmediata credibilidad a lo que todo el mundo est

    viendo sin querer ver, y menos an, atreverse a decir. Se trata deuno de esos casos en los que sugenioilustra la justeza de la distincin

    que ella misma establece entre lo que constituye meramentetalento y lo que puede considerarse, segn su definicin,verdaderamente genial. Para ella, hasta el ms tonto del pueblo,sin una miga de talento, puede dar muestras de genuino geniosiempre que en la aplicacin de sus pocas luces no interfieraninguna otra consideracin como no sea la de encontrar la verdad

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    a solas (sta, por supuesto, es siempre verdad de algo...).Que el Instituto Simone Weil, A.C., viniera a ser creado en una

    villita tan devota de San Francisco de Ass como lo es Valle deBravo (y esto ahora s que por circunstancias venidas del cielo)

    hace pensar en el azar concurrente de Bretn y en lascausalidades a las que se refiere Jung desde el momento en queconsideramos que Simona Weil (como la llaman los espaolesque recuerdan con cario su aguerrida defensa de la Repblica)quedara profundamente marcada por su experiencia durante una

    visita que hizo en 1937 a la capilla de Santa Mara degli Angeli,donde San Fracisco sola rezar. All, por primera vez en su vida, se

    pone de rodillas, arrastrada por algo ms fuerte que yo.... Elespritu franciscano de Simone Weil, por lo dems, fue cosa natu-ral en ella desde la ms temprana edad. Al mismo tiempo, la ideade la belleza en s como forma de mediacin entre lo natural ylo sobrenatural une a estehermossimoValle con el pensamientomediador y luminoso de nuestra fabulosa, herica doncella. (Apartede su nativa pureza y total falta de inters personal en lo sexual,por lo visto, sera sin duda ese mismo espritu franciscano lo quela incitara a declararse bolchevique a los diez aos, ganndose muypronto el nada deleznable apodo de La Virgen Roja, otorgadosardnicamente por algunos de sus colegas).

    A estas instancias de justicia potica se aade la justa admiracinque le han prodigado tan reconocidos poetas como T.S. Eliot y

    Czeszlaw Milosz. El primero hubiera requerido de todo hombre deEstado el estudio de lEnracinement(Echar races, ed. Terra, 1996 es laltima edicin de este texto fundamental publicado antes, a principiosde los aos cincuenta, por Editorial Sudamericana, bajo el ttulo menospropicio: Races del existir); el segundo, Milosz, se proclam de laescuela de Simone Weil a la hora de recibir el Premio Nobel deLiteratura y predijo la gran importancia que ira tomando el legado

    weiliano entre las nuevas generaciones, es decir, entre los que yahemos visto demasiado bien qu es lo que sucede cuando se cometeel error de acordarle nuestro amor a falsos dioses.

    La teora poltica de Simone Weil se centra sobre lo que ellallama las necesidades terrestres del cuerpo y del alma. Es de estoque trata su gran libro, de trescientas ochenta pginas de

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    lEnracinement, cuyo subttulo: Estudio para una declaracin de lasobligaciones hacia el ser humano, es tambin el nombre del ensayoque aqu ofrecemos completo y que ella llam suProfesin de fe. ElInstituto Simone Weil, A.C., adopta y presenta este texto como

    materia preciosa de reflexin encaminada hacia la elaboracin deun nuevo contrato social que nos ayude a eliminar algo de laapabullante distancia que, en nuestra realidad, separa lo que espura necesidadde aquel bien puroal que los seres humanos aspiramosen lo ms profundo de nuestro ser. Ya sabemos, por experiencia,que una cosa es que cambie la identidad de los protagonistas del dramasocial y otra que desaparezcan, o que disminuyan, las relaciones de fuerza.

    Buscar modos para lograr lo segundo, antes que apoyar medidascuyo saldo no ser mejor que lo primero, parece ser para nosotrosel camino que tiene corazn (segn la memorable expresin deun chamn de nuestro suelo).

    Que lo que se nos impone por la fuerza de la necesidad y lo quepodra constituir un verdadero bien se hallen tan lejos lo uno de lootro siempre ha sido materia de reflexin propensa a crear ateos.Para Simona esta escandalosa situacin resulta, sorprendentemente,de la accin del amor divino. Al ser la libertad la condicin sine quanonde la relacin amorosa, no poda sta entrar en la vida de la criaturasin cierta renuncia de Dios a su poder omnipotente. El mal, as, en laconcepcin weiliana, es el precio que pagan Dios y la criatura con talde poderse encontrar. No le falta pues, lgica al misterio ni misterio

    a la lgica...Pienso, sin embargo, que aqu la Marciana (otro apodoque le acordara su maestro Alain) nos ha dejado algo as como unallave al ms divino de los secretos... Gracias a esta lgicagenial, quiztambin en el sentido en que ella entiende el genio (es decir, comoalgo que viene de lo que en la criatura es sagrado y por lo tanto im-personal), el espritu alcanza a reconciliar la existencia del mal juntoa un Dios que no deja de ser todo amor y bondad.

    Pero de qu, finalmente, muri Simone Weil, tan joven, cuandocontaba tan slo los treinta y cuatro aos? Dejando de lado lasexplicaciones fisiolgicas y yndonos ms bien sobre un plano afectivo,o existencial, podra quiz decirse que muri de haber presentido elHolocausto y de no haber logrado acabar de aceptar, a pesar de supropia explicacin, la existencia de tanto mal en el mundo. Dirase

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    que asumi en carne propia el inmenso dolor del mundo sumido entan salvaje guerra. Su vieja amiga, Simone Dietz, afirma haberlabautizado in extremis. Para m, es bastante claro que muri en estadode gracia, con lo cual, el bautizo no le habr hecho ni mal ni bien a la

    hora de entregar su alma al Paraso (pero esto por supuesto es mipropia gnstica creencia). De ese mismo paraso extra-mundanonos habr llegado, digo, tal cual cometa que anuncia el fin del mundo

    y el comienzo de otro; y, al mismo tiempo, la cclica repeticin graciasa la cual el tiempo y la eternidad se miman, se acoplan...

    Es Andr Devaux, fundador hace ya ms de diez aos [1978] delAssociation pour letude de la pense de Simone Weil y, hoy,

    justificadamente nuestro primer miembro honorario del InstitutoSimone Weil, A.C., en quien con mayor gratitud tiendo a pensar a lahora de ver casi realizado este primer esfuerzo nuestro por llevarle alpblico de habla hispana textos cuya consideracin y estudio bienpodran resultar cruciales para la supervivencia misma de las especies.La unidad del pensamiento ecolgico de cierta forma culmina en laobra de Simone Weil a pesar de que sta data de un cuarto de sigloantes de que comenzaran a tomar arraigo entre nosotros lasconcepciones ecolgicas. Tambin es verdad que tales concepcionesson, en ciertos aspectos, viejas como la humanidad; pero esto es algoque vamos descubriendo ms recientemente, a medida que losdesastres causados por nuestra arrogancia tecnolgica nos vaninduciendo a recuperar algo de la humildad del ser desnudo.

    Vale la pena mencionar aqu que el pensamiento de Simone Weilen relacin con el valor espiritual del trabajo manual converge deformas muy interesantes con el pensamiento de eclogos como Wes

    Jackson (director del Land Instituteen Salina, Kansas) y WendellBerry (agricultor, filsofo y poeta), ambos entre los fundadores deFriends of the Earth. Para los tres, el dicho de Roger Bacon sobre laimportancia de obedecer a la naturaleza en nuestro intento por

    dominarla, resulta paradigmtico de la ms preclara sabidura.Andr Malraux observ que el siglo veintiuno ser religioso o noser. (Esto lo intuy despus de haber soltado sobre el mundo personajescuyo herosmo conquistador le encendera la imaginacin a ms de unrevolucionario profesional de nuestro continente, con algunos de losresultados que ya se han visto). En un mundo en el que lo que sobra son

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    pescadores de almas acompaadas de bolsillo, el pensamiento de SimoneWeil ayudar a reincorporar lo sagrado en nuestras vidas de una forma almenos inteligente y no meramentedesesperada. Los trabajos de Instituto

    velarn porque pueda continuar en nuestros desorbitados (y

    desarraigantes) tiempos la labor civilizadora, ecumnica, ecolgicamenteatentade esta moderna, ejemplar, inolvidableboddhisattva...

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    CRONOLOGA*

    1909Simone Adolphine Weil nace en Pars el 3 de febrero, nicahija del distinguido mdico Bernard Weil (1872-1955) y de su esposaSelma (1879-1965). Su hermano Andr, el clebre matemtico,estuvo asociado al Princeton Institute for Advanced Studies du-rante muchos aos.

    1914 Al estallar la guerra, el doctor Weil es movilizado; con lviaja su familia. Los hermanos Andr y Simone toman sus leccionespor correspondencia.

    1917-1919Alumna en el Lyce Laval y despus en el Fnelon.1921Empieza a padecer los dolores de cabeza que intermitentementela haran sufrir durante el resto de su vida.

    1925 Toma su examen de bachiller y entra al Lyce HenriIV donde durante tres aos estudiar bajo el tutelaje de

    mile-Auguste Chartier (el clebre Alain,1868-1952).1928Toma el primer lugar en los exmenes de entrada a lcoleNormale Suprieur. (En el segundo lugar queda Simone de Beauvoir).

    *Condensada y adaptada de la ofrecida por George Panichas en Simone Weil Reader,David McKay Co, Inc.; Nueva York, 1977.

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    En laNormaleentra en contacto con el movimiento sindicalistallamado La Rvolution Proltarienne.

    1930-1931 Completa el mongrafo para su diploma, Ciencia y

    percepcin en Descartes, y pasa su examen de agrgationbrillantemente. Recibe su primera asignacin como maestrade filosofa en el Lyce para muchachas de Le Puy.

    1932 Visita Alemania justo antes de la toma de poder de Hitler ypublica diez artculos sucesivos sobre sus impresiones en lEcoleNormale mancipe. Comienza a ensear en el Lyce de Auxerre,

    cerca de Pars, pero sus mtodos pedaggicos fracasan y no esretenida en sus cargos.

    1933Nuevamente empleada en la docencia (con ms xito en elLyce para muchachas de Roanne) toma parte en la famosaMarcha de los Mineros, organizada por la Confederacin Ge-neral del Trabajo. Adquiere reputacin de comunista y atea.

    1934 Abandona de nuevo la enseanza un ao para trabajar en laplanta elctrica de Alsthom en Pars donde permanecer cuatromeses; es el comienzo de su creciente reverencia por el trabajo fsicocomo centro espiritual de una vida bien ordenada. Redacta su sin-gular ensayo Opresin y libertad, altamente considerado por Alain.

    1935Cesada de un empleo de empacadora por su lentitud, trabajaen las fbricas de la Renault. Agotada fsica y espiritualmente alcabo de dos meses y medio, descansa un tiempo en Portugal, juntoa sus padres, antes de comenzar a dar clases en Bourges, con buenxito. Regala la mayor parte de su salario.

    1936Trabaja, en marzo, en la granja de una familia y, al estallar laGuerra Civil espaola, en julio, va a unirse con elementos sindico-anarquistas en Zaragoza. Tras sufrir quemaduras en una pierna(mientras trabajaba en la cocina del campamento), abandona Espaa,al cabo de dos meses, con su salud cada vez ms deteriorada. Viajapor Suiza e Italia y en Ass, en la capilla donde sola rezar San Fran-

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    cisco, se pone de rodillas por primera vez. Renueva sus actividadesmagisteriales (en St. Quentin, al norte de Pars).

    1938-1939Tiene que abandonar la enseanza por motivos de

    salud. Sus experiencias msticas se intensifican. Lee a los poetasmetafsicos ingleses. Al estallar la guerra permanece en Pars consus padres estudiando snscrito mientras la salud no le mejora.

    1940-1942Redacta un Memorndum sobre la formacin de unbatalln de enfermeras de primera fila que no recibir mayoratencin. Pasa dos meses con su familia en Vichy tras la ocupacin

    de Francia por las tropas de Hitler y de ah se va a Marsella dondese desenvuelve en el medio intelectual de las revistasLes Cahiers duSudyLes Cahiers dtudes Cathares. Formula algunas de sus msimportantes reflexiones en el mbito de la articulacin de lo social

    y lo religioso. Durante este periodo, de intensa contemplacinmstica, es excluida de la enseanza bajo las leyes antisemitas delgobierno de Vichy. Participa en encuentros del Movimiento de

    Juventud Obrera Cristiana. Gracias al padre Perrin consigue empleoen la granja de Gustave Thibon, al norte de Marsella, y en viedoscercanos. Contina sus estudios en griego, snscrito y filosofa hind.

    1942-1943Antes de abandonar el territorio francs le entrega aGustave Thibon doce cuadernos que contienen sus reflexiones diarias

    y que l editar bajo el ttulo La psanteur et la grce. Llega a NuevaYork el 8 de julio; se hace amiga de Simone Dietz a quien conocieraen Marsella; sta la acompaar en sus ltimos momentos enInglaterra. Va a misa todos los das en la Iglesia Catlica del CorpusChristi en la calle 121. Desesperada por participar en el movimientode resistencia francs, logra entrar en Inglaterra gracias a la ayuda de

    Maurice Schumann. Trabaja en el Ministerio del Interior para el

    Comisariado de Accin sobre Francia. Escribe lEnracinement.Hospitalizada, se niega a aceptar tanto medicamento como alimento.Muere de hambre y de tuberculosis pulmonar el 24 de agosto y esenterrada en la tumba no. 79 del Ashford New Cemetery, en Kent.

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    I. TEXTOS DE SIMONE WEIL

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    LA PERSONA Y LO SAGRADO*

    COLECTIVIDAD - PERSONA - LO IMPERSONAL -DERECHO - JUSTICIA*

    Simone Weil

    [...]Hay en cada hombre algo que es sagrado. No es su persona ni tampoco

    es la persona humana. Es l, este hombre, simplemente. [...]

    En el fondo del corazn del ser humano, desde la ms remotainfancia hasta la tumba, existe algo que a pesar de toda laexperiencia de crmenes cometidos, sufridos y observados, esperainvenciblemente que se le haga bien y no mal. Es eso ante todo lo

    que es sagrado en cada ser humano.El bien es la nica fuente de lo sagrado. Lo nico sagrado es el

    bien y lo que es relativo al bien. [...]

    Cada vez que surge del fondo del corazn humano la quejainfantil que el mismo Cristo no pudo retener: Por qu me hacen

    dao?, hay ciertamente injusticia. Puesto que si, como a menudosucede, se trata solamente de un error, la injusticia consiste*Fragmentos escogidos de loscrits de Londres et dernires lettres, Gallimard, 1957, p.11-44 y 23-48 de la primera versinProfesin de fe (1999).**Nota de la traductora, SMV: He traducido malheurcomo desgracia y a veces desdicha...No hablo de desgraciados por evitar la connotacin negativa que conlleva para muchoso que podra provocar risa fuera de contexto. As que el/los malheureuxaparecen enesta traduccin como desdichados o desventurados; tambin pude usar el vocablo

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    entonces en la insuficiencia de la explicacin**.Quienes infligen los golpes que provocan este grito ceden a

    mviles diferentes segn los caracteres y el momento. Algunosencuentran en ciertos momentos una voluptuosidad en ese grito.

    Muchos lo ignoran. Es que se trata de un grito silencioso que noresuena sino en el secreto del corazn.

    Estos dos estados mentales estn ms cerca el uno del otro delo que parece. El segundo no es sino un modo atenuado delprimero. Esta ignorancia es complacientemente entretenida,porque resulta lisonjera y contiene tambin una voluptuosidad.

    No existen otros lmites a nuestros deseos aparte de las necesidadesde la materia y de la existencia de otros seres humanos a nuestroalrededor. Toda ampliacin imaginaria de estos lmites es

    voluptuosa, y as pues hay voluptuosidad en todo lo que hace olvidarla realidad de los obstculos. Es por esto que los cataclismos, comolas guerras, que vacan a las existencias humanas de su realidad yparecen convertirlas en marionetas, resultan tan embriagantes. Estambin por esto por lo que la esclavitud resulta tan agradablepara los dueos de los esclavos. [...]

    Con la excepcin de la inteligencia, la nica facultad humanaverdaderamente interesada en la libertad de expresin pblica esaquella parte del corazn que grita contra el mal. Pero como no

    sabe expresarse, la libertad es poca cosa para ella. Es necesario quela educacin pblica sea tal que provea, lo ms posible, modos deexpresin. Luego, se necesita un rgimen para la expresin pblicade las opiniones que est definido menos por la libertad que por

    afligidos que es el que se ha usado en ingls con ms frecuencia. Lo que importaentender en relacin a esta idea de Simone Weil sobre el mal y lo que significa caer enla desgracia -de sentirse triturado por la fiera del mal- es que no se trata del sufrimientocomn sino de una especie de desgarre radical del alma que puede, incluso, hacerllegar al ser que lo vive del otro lado del muro de la realidad y de los lmites de laidentidad personal, entrando de lleno con ello en el reino de lo impersonal, de loincreado. Decreacin es el nombre que le dar al proceso de gradual disolucin delapego a mi yo individual, personal, antes de la entrada en el reino de lo impersonal,que es Dios, que es el amor... A Mircea Eliade esta comprensin del itinerario espiritualse le hizo sorprendentemente idntica a la de los chamanes de cultura no-occidental.Es en este momento, podra decirse, cuando mi identidad personal queda aniquiladapor el dolor, qu hago con el Cristo de la Cruz. Dios mo, por qu me hacen esto?

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    una atmsfera de silencio y de atencin en la que ese grito dbil ytorpe pueda dejarse escuchar. Hace falta, en fin, un sistema deinstituciones que pongan en las funciones de mando, todo lo msposible, a seres capaces y deseosos de escucharlo y de comprenderlo.

    Es claro que un partido ocupado por la conquista o por laconservacin del poder gubernamental no puede discernir en esosgritos ms que ruido. Reaccionar de modo diferente si el ruidoperjudica al de su propia propaganda o si, por el contrario, lo hacems fuerte. Pero en ningn caso ser capaz de una atencin tierna

    y adivinadora para discernir su significado.

    Igualmente sucede, aunque menos, en relacin a lasorganizaciones que por contagio imitan a los partidos; es decir,cuando la vida pblica est dominada por el juego de los partidossucede lo mismo con todas las organizaciones, incluyendo, porejemplo, los sindicatos e incluso las iglesias.

    Por supuesto que los partidos y similares organizaciones sonparejamente ajenas a los escrpulos de la inteligencia.

    Cuando la libertad de expresin se reduce de hecho a la libertadde propaganda para las organizaciones de este tipo, las nicas partesdel alma humana que merecen expresarse no estn libres de hacerlo.

    O lo estn en un grado mnimo, apenas ms de lo que lo estn enun sistema totalitario.

    Ahora bien, es el caso de una democracia en la cual el juego delos partidos regla la distribucin del poder, es decir, en eso quenosotros, los franceses, hemos hasta ahora llamado democracia.Puesto que no conocemos nada ms. Se hace necesario, pues,

    inventar otra cosa. [...]Lo que es sagrado, bien lejos de ser la persona, es lo que en un

    ser humano es impersonal.

    Todo lo que es impersonal en el ser humano es sagrado, y

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    solamente eso.En nuestra poca, en la cual los escritores y los hombres de ciencia

    han usurpado, de forma tan extraa, el lugar de los curas, el pblicoreconoce con una complacencia que no est de ninguna forma

    fundada en la razn, que las facultades artsticas y cientficas sonsagradas. Esto generalmente es algo que se considera como evidenteaunque est bien lejos de serlo. Cuando se piensa deber dar unmotivo, se alega que el juego de esas facultades est entre las formasms altas del florecimiento de la persona humana.

    A menudo, en efecto, no es ms que eso. En ese caso, es fcil

    darse cuenta de lo que esto mismo vale y de lo que de ello resulta.

    De ello resultan actitudes hacia la vida tales como sta, tancomn en nuestro siglo, expresada por la horrible frase de Blake:Es mejor ahogar a un nio en su cuna que guardar dentro de s undeseo insatisfecho. O tales como la que ha hecho concebir laidea del acto gratuito. El resultado es una ciencia en la que se venreconocidas todas las especies posibles de normas, de criterios yde valores con excepcin hecha de la verdad.

    El canto gregoriano, las iglesias romanas, laIlada, la invencinde la geometra, no fueron, entre los seres a travs de los cualestales cosas han pasado hasta nosotros, ocasiones de florecimiento.

    La ciencia, el arte, la literatura, la filosofa que no son sino formasdel florecimiento de la persona, constituyen un mbito en el cual selogran deslumbrantes xitos, gloriosos, que hacen vivir nombres du-rante miles de aos. Pero por encima de este mbito, muy por encima,separado de l por un abismo, existe otro en el cual estn situadas lascosas del ms primersimo orden. Estas son esencialmente annimas.

    Es por puro azar si el nombre de aqullos que han penetrado enese mbito se ha conservado o se ha perdido; pero si ha sidoconservado ha entrado en el anonimato. Su persona ha desaparecido.

    La verdad y la belleza habitan este mbito de las cosas

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    impersonales y annimas. Es ese mbito lo que es sagrado. El otrono lo es o, en caso de serlo, lo es solamente como lo sera unamancha de color que, en un cuadro, representara una hostia.

    Lo que es sagrado en la ciencia es la verdad. Lo que es sagradoen el arte es la belleza. La verdad y la belleza son impersonales.Todo esto es demasiado evidente.

    Si un nio hace una suma, y se equivoca, el error lleva en s elviso de su persona. Si procede en una forma perfectamentecorrecta, su persona est ausente de toda la operacin.

    La perfeccin es impersonal. La persona, en nosotros, es la parteen nosotros del error y del pecado. Todo el esfuerzo de los msticossiempre ha tenido por objeto que no quede en su alma ningunaparte que diga yo.

    Pero la parte del alma que dice nosotros es todavainfinitamente ms peligrosa.

    El pasaje hacia lo impersonal no se opera sino mediante unaatencin de rara calidad que no es posible sino en la soledad. Nosolamente la soledad de hecho, sino la soledad moral. Jams seopera en aqul que se piensa a s mismo como miembro de una

    colectividad, como parte de un nosotros.Los hombres en colectividad no tienen acceso a lo impersonal,

    incluso en las formas inferiores. Un grupo de seres humanos nopuede tan siquiera hacer una suma. Una suma se opera en la menteque olvida momentneamente que existe alguna otra mente.

    Lo personal se contrapone a lo impersonal, pero hay pasaje de louno a lo otro. Mientras que no hay pasaje de lo colectivo a lo imper-sonal. Es necesario primero que una colectividad se disuelva en per-sonas separadas para que la entrada en lo impersonal sea posible.

    En este sentido solamente, la persona participa ms en lo sagrado

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    que la colectividad.No solamente la colectividad es ajena a lo sagrado, sino que

    confunde al proveer una falsa imitacin de lo sagrado.

    El error que atribuye a la colectividad un carcter sagrado es laidolatra; es en todos los tiempos, en cada pas, el crimen mscomn. Aqul en cuyos ojos slo cuenta el florecimiento de lapersona ha perdido por completo el sentido mismo de lo sagrado.Es difcil saber cul de los dos errores es peor. A menudo secombinan en la misma mente en tal o tal grado. Pero el segundoerror tiene mucho menos energa y durabilidad que el primero.

    Desde el punto de vista espiritual, la lucha entre la Alemania de1940 y la Francia de 1940 era principalmente una lucha, no entrela barbarie y la civilizacin, no entre el bien y el mal, sino entre elprimer error y el segundo. La victoria del primero no essorprendente; el primero es por s solo el ms fuerte.

    La subordinacin de la persona a la colectividad no es un escndalo;es un hecho del orden de los hechos mecnicos, como el del gramo

    y el kilogramo sobre una balanza. La persona est de hecho siempresujeta a la colectividad, incluso en lo que se llama su florecimiento.

    Por ejemplo, son precisamente los artistas y escritores ms

    dispuestos a considerar su arte como el florecimiento de su personalos que ms fcilmente se someten al gusto del pblico. Hugo noencontraba ninguna dificultad en conciliar el culto de s con el papelde eco sonoro. Ejemplos como Wilde, Gide o los surrealistas sonan ms claros*. Los estudiosos situados al mismo nivel se hacentambin ellos esclavos de la moda, ms poderosa todava sobre laciencia que sobre el aspecto de los sombreros. La opinin colectiva

    de los especialistas es casi soberana sobre cada uno de ellos.

    *N. de T. : A pesar del desagrado que causara en Simone Weil el espectculo delsensacionalismo y voluntarismo exhibido en su poca por el movimiento surrealista, laidea de Breton sobre el automatismo artstico tiende hacia una visin impersonal de lacreacin potica; tanto Simone Weil como los surrealistas compartieron, cada cual por sulado, una nocin de la poesa como instrumento de conocimiento trascendente, de gnosis.

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    Al estar la persona sumisa de hecho, y por la naturaleza misma de lascosas, a lo colectivo, no existe derecho natural en relacin con ella.

    Se tiene razn cuando se dice que la antigedad no tena nocin

    del respeto debido a la persona. Pensaba demasiado claramentepara entretener una nocin tan confusa.

    El ser humano no escapa a lo colectivo sino elevndose por encimade lo personal para penetrar en lo impersonal. En ese momento hayalgo en l, una parcela de su alma, sobre la cual nada de lo colectivopuede tener control. Si puede arraigarse en el bien impersonal, es

    decir, hacerse capaz de tomar de l un grado de energa, se pone enposicin, cada vez que piense tener la obligacin de ello, de dirigircontra no importa cul colectividad, sin apoyarse sobre ningunaotra, una fuerza pequea, sin lugar a duda, pero real.

    Hay ocasiones cuando una fuerza casi infinitamente pequea esdecisiva. Una colectividad es mucho ms fuerte que un hombresolo; pero toda colectividad necesita, para existir, operaciones delas cuales la suma es el ejemplo elemental, que no se cumplen sinoen una mente en estado de aislamiento.

    Esta necesidad ofrece la posibilidad de una toma de concienciade lo impersonal sobre lo colectivo, si acaso se supiera estudiar un

    mtodo que permita usarlo.Cada ser que ha penetrado en el mbito de lo impersonal

    encuentra en l una responsabilidad hacia todos los seres humanos:la de proteger en ellos, no a la persona, sino todo lo que la personarecubre de frgiles posibilidades de pasaje a lo impersonal.

    Es a sos, en primer lugar, a quienes se debe dirigir el llamadode respeto hacia el carcter sagrado de los seres humanos, puestoque para que tal llamado tenga existencia, es necesario que seadirigido a seres susceptibles de escucharlo.

    Es intil explicarle a una colectividad que en cada una de las unidades

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    que la componen hay algo que ella no debe violar. En primer lugar,una colectividad no es alguien sino por ficcin; no tiene existenciasino de forma abstracta; hablarle es una operacin ficticia. Adems, sifuera alguien, sera alguien incapaz de respetar a nadie ms que a s.

    Adems, el peligro mayor no es la tendencia de lo colectivo acomprimir a la persona, sino la tendencia de la persona aprecipitarse, a ahogarse en lo colectivo. O quizs el primer peligrono sea sino el aspecto aparente y engaoso del segundo.

    Si es intil decirle a la colectividad que la persona es sagrada,

    tambin resulta intil decirle a la persona que ella misma es sagrada.No puede creerlo. No se siente sagrada. Lo que le impide a lapersona sentirse sagrada es que de hecho no lo es.

    Si hay seres cuya conciencia da testimonio de algo distinto, aquienes su propia persona otorga cierto sentimiento de algosagrado que piensan poder, mediante la generalizacin, atribuirlea cada persona, se encuentran bajo una doble ilusin.

    Lo que experimentan no es el sentimiento de lo sagradoautntico sino la falsa imitacin que de ello produce lo colectivo.Si lo experimentan con relacin a su propia persona, es porquesta comparte el prestigio colectivo que resulta de la consideracin

    social de la cual su propia persona es depositaria.As pues, es por error que piensan poder generalizar. Aunque

    esta generalizacin errnea proceda de un movimiento general,no puede tener suficiente virtud como para que a sus ojos la mate-ria humana annima cese realmente de ser la materia humanaannima. Pero es difcil que tengan la ocasin de darse cuenta, ya

    que no tienen contacto con ella.En el ser humano, la persona es una cosa en peligro, que tiene

    fro, que corre a buscar un refugio y un calor.

    Esto es algo que ignoran aqullos en quienes ella se encuentra, no

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    sea ms que en espera, calurosamente envuelta de consideracin social.Es por lo cual la filosofa personalista naci y se esparci, no en

    los medios populares, sino en los medios de escritores quienes, porprofesin, poseen o esperan adquirir un nombre y una reputacin.

    Las relaciones entre la colectividad y la persona deben serestablecidas con el nico objeto de echar a un lado lo que es sus-ceptible de impedir el crecimiento y la germinacin misteriosa dela parte impersonal del alma. Por ello es necesario que hayaalrededor de cada persona suficiente espacio, un grado de libredisposicin del tiempo, posibilidades para el paso hacia grados de

    atencin cada vez ms elevados, soledad, silencio. Es necesarioadems que sta se encuentre rodeada de calor humano para quela angustia no la obligue a ahogarse en lo colectivo.

    Si el bien es as, parecera difcil ir ms lejos en la direccin delmal de lo que lo ha hecho la sociedad moderna, aun la democrtica.Notablemente una fbrica moderna quiz no est muy lejos dellmite extremo del horror. Ah cada ser humano se encuentrahostigado, picado por la intervencin de voluntades ajenas, y almismo tiempo el alma est en la frialdad, la miseria y el abandono.El ser humano necesita silencio clido, reconfortante: en lugar deese silencio, se le ofrece una tumultuosidad glida.

    El trabajo fsico, aunque sea doloroso, no es en s unadegradacin. No es el arte, no es la ciencia, pero es otra cosa deun valor absolutamente igual al del arte y al de la ciencia. Puestoque procura una posibilidad similar para ganar acceso a una formaimpersonal de la atencin. [...]

    Exactamente en la misma medida que el arte y la ciencia, el

    trabajo fsico, aunque de forma distinta, provee cierto contactocon la realidad, con la verdad, con la belleza de este universo y conla eterna sabidura que constituye su ordenamiento.

    Es por esto que envilecer el trabajo es un sacrilegio en el mismosentido en que pisotear una hostia es un sacrilegio.

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    Si los que trabajan lo sintieran, si sintieran que por el hecho deser vctimas de tal envilecimiento, de cierta forma, tambin soncmplices, su resistencia tendra un matiz muy distinto al que le

    puede otorgar el pensamiento sobre su persona y su derecho. Nose tratara entonces de una reivindicacin; se tratara de unasublevacin del ser entero, feroz y desesperada como la de unajovencita a la cual se quiere meter a fuerzas en un lupanar; y tambinsera un grito de esperanza que brota del fondo del corazn.

    Este sentimiento ciertamente habita en ellos, pero tan inarticulado

    que ni para ellos mismos resulta discernible. Los profesionales de lapalabra permanecen incapacitados para darle expresin.

    Cuando se les habla de su propia suerte se escoge generalmentehablarles de salarios. Ellos, con el cansancio que les agota y quehace que todo esfuerzo por prestar atencin signifique dolor,reciben con alivio la fcil claridad de las cifras.

    Olvidan as que el objeto en relacin con el cual hay comercio...no es sino su alma.

    Supongamos que el diablo est efectuando la negociacin decompra-venta del alma de un desventurado, y que alguien, sintiendo

    pena por el infeliz, interviene en el debate y le dice al diablo: Esuna vergenza de su parte no ofrecer por encima de tal precio; elobjeto vale por lo menos el doble.

    Esta farsa siniestra es la que ha jugado el movimiento obrero,con sus sindicatos, sus partidos, sus intelectuales de izquierda.

    Este espritu de comercio quedaba ya implcito en la nocin dederecho que las gentes de 1789 tuvieron la imprudencia de poneren el centro mismo del llamado que quisieron gritarle a la cara almundo. Signific destruir por adelantado su virtud.

    La nocin de derecho est ligada a la de reparticin, intercambio,

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    cantidad. Conlleva algo de comercial. Evoca hasta el proceso, el alegato.El derecho no se sostiene sino sobre un tono de reivindicacin; ycuando es adoptado, es porque la fuerza no est lejos, detrs de l,para confirmarlo, o de otra forma resulta ridculo.

    Hay gran cantidad de nociones situadas en la misma categoraque resultan enteramente extraas, por s mismas, a lo sobrenatural

    y que estn sin embargo un poco por encima de la fuerza bruta.stas se relacionan todas con las costumbres de la bestia colectiva,para emplear el lenguaje de Platn, cuando guarda algunas trazasde un entrenamiento impuesto por la operacin divina de la gracia.

    Cuando (tales nociones) no guardan continuamente una renovacinde su existencia a partir de una renovacin de dicha operacin,cuando no son sino rezagos del pasado, entonces se encuentranpor necesidad sujetas a los caprichos de la bestia.

    Las nociones de derecho, de persona, de democracia, pertenecena esta categora. Bernanos tuvo el valor de observar que lademocracia no le opone ninguna defensa a los dictadores. La per-sona se encuentra por naturaleza sujeta a la colectividad. El derechopor naturaleza pertenece a la fuerza. Las mentiras y los erroresque encubren estas verdades son en extremo peligrosas porqueimpiden acceder a lo nico que se encuentra sustrado a la fuerza;es decir, a otra fuerza, que es la irradiacin del espritu. La mate-

    ria pensante no es capaz de vencer la pesantez sino en las plantas,gracias a la energa solar que el verde de las hojas ha capturado yque opera en su savia. La pesantez y la muerte retomarnprogresivamente, pero inexorablemente, la planta privada de luz.

    Entre estas mentiras se encuentra la del derecho natural, lanzadaen el siglo XVIII materialista. No por Rousseau, que era un

    espritu lcido, poderoso y de inspiracin verdaderamentecristiana, sino por Diderot y los medios de la Enciclopedia. [...]

    Alabar a la Roma antigua de habernos legado la nocin de derechoes singularmente escandaloso. Puesto que si se quiere examinar enella lo que era esta nocin en su cuna, para discernir de ella la especie,

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    se ve que la propiedad se encontraba definida por el derecho de usar yde abusar. Y, de hecho, la mayor parte de estas cosas de las que todopropietario tena el derecho de usar y abusar eran seres humanos.

    Los griegos no tenan nocin de derecho. No tenan palabrapara expresarla. Se contentaban con el nombre de justicia. [...]

    La justicia, compaera de las divinidades del otro mundo, pros-cribe este exceso de amor. Ningn derecho lo proscribira. Elderecho no tiene nexo directo con el amor. [...]*

    Como la nocin de derecho es extraa al espritu griego, tambines extraa a la inspiracin cristiana, all donde sta permanece pura

    y no mezclada a la herencia romana, o hebrea, o aristotlica. Uno esincapaz de imaginarse a San Francisco de Ass hablando de derecho.

    Si se le dice a alguien que sea capaz de escuchar: Lo que ustedme hace no es justo, es posible tocar y despertar en su fuente laatencin y el amor. No sucede lo mismo con palabras como: Tengoel derecho de..., Usted no tiene el derecho de...; stas encierranuna guerra latente y despiertan un espritu de guerra. La nocin dederecho, puesta al centro de los conflictos sociales, convierte enimposibilidad, de una parte como de la otra, todo matiz de caridad.

    Es imposible, toda vez que se hace de ella un uso casi exclusivo,mantener la mirada fija sobre el verdadero problema. Uncampesino al que un comprador presiona de forma indiscreta paraempujarlo a vender sus huevos a un precio moderado, puede muybien responder: Tengo el derecho de guardarme mis huevos sino me ofrecen un precio lo suficientemente bueno. Pero unajovencita a la que se trata de meter por la fuerza en una casa de

    prostitucin no hablar de sus derechos. En tal situacin estapalabra parecera ridcula por su misma insuficiencia.

    Es por lo cual el drama social, anlogo a la segunda situacin, haaparecido falsamente, gracias al uso de esta palabra, como anlogo*N. de T..: Aqu SimoneWeil analiza el verdadero significado de la locura de Antgonea los ojos de Creonte.

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    a la primera.El uso de esta palabra ha convertido lo que debi ser un alarido

    desde el fondo de las entraas, en un agrio gritero dereivindicacin, sin pureza ni eficacia.

    La nocin de derecho conlleva naturalmente tras ella, por elhecho mismo de su mediocridad, la de la persona, puesto que elderecho es relativo a las cosas personales. Est situado a ese nivel.

    Con aadirle a la palabra derecho la de persona, lo cualimplica el derecho de la persona a lo que suele llamarse su

    florecimiento, el mal que se producira resultara incluso mayor.El grito de los oprimidos descendera an ms bajo que el tono dela reivindicacin, tomara el tono de la envidia.

    Puesto que la persona no florece sino cuando se ve inflada porel prestigio social, su florecimiento es un privilegio social. No eslo que se les dice a las muchedumbres cuando se les habla de losderechos de la persona, sino lo contrario. stas no poseen un poderde anlisis suficiente para reconocerlo claramente por s mismas;pero lo intuyen, su experiencia cotidiana les otorga certeza. [...]

    Pero la categora de hombres que formulan las reivindicacionesen todas las cosas, los que tienen el monopolio de la lengua, es una

    categora de privilegiados. No son ellos los que dirn que no valela pena desear el privilegio. Ellos no piensan as. Pero adems seraindecente de su parte hacerlo.

    Muchas de las verdades indispensables y que salvaran a loshombres no son dichas por una causa de este tipo; quienes podrandecirlas no pueden formularlas, quienes podran formularlas no

    pueden decirlas. El remedio para este mal sera uno de losproblemas ms urgentes de una verdadera poltica.

    En una sociedad inestable, los privilegios tienen mala conciencia.Hay quienes esconden el hecho con una pose de desafo dicindoles alas masas: Es enteramente conveniente que ustedes no dispongan de

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    los privilegios que yo poseo. Los otros les dicen en actitud caritativa:Reclamo para todos ustedes una parte de los privilegios que yo poseo.

    La primera actitud es odiosa. La segunda carece de buen sentido.

    Ella tambin resulta demasiado fcil.

    Tanto la una como la otra aguijonean al pueblo para que corrapor el camino del mal, para que se aleje de su nico y verdaderobien, que no est en sus manos pero que, en cierto sentido, seencuentra tan cercano a l. Est mucho ms cercano a un bienautntico, que sea fuente de belleza, de verdad, de jbilo y de

    plenitud de lo que lo estn quienes le otorgan piedad. Pero al noestar en ello ni saber cmo llegar ah, todo transcurre como si (esebien) se hallase infinitamente lejos. Quienes hablan por l, a l,estn incapacitados para comprender tanto la miseria en que seencuentran como la plenitud del bien que se halla casi a la mano.Y para l resulta indispensable ser comprendido.

    La desgracia por s sola es algo inarticulado. Los desdichadossuplican silenciosamente que se les provea de palabras paraexpresarse. Hay pocas en las que no son escuchados. Hay otrasen las que se les provee de ellas, pero mal escogidas, puesto quequienes las escogen son ajenos al mal que interpretan. [...]

    Al pensamiento le repugna pensar la desgracia tanto como a lacarne viva le repugna la muerte. La ofrenda voluntaria de un ciervoque avanza paso a paso para presentarse ante los dientes de unajaura es posible ms o menos en el mismo grado en que lo es unacto de atencin dirigido sobre una desgracia real, y muy prxima,por parte de un espritu que tiene la facultad de dispensarlo.

    Lo que, siendo indispensable al bien ... es imposible pornaturaleza, esto siempre es posible de forma sobrenatural.

    El bien sobrenatural no es una especie de suplemento al biennatural como se quisiera, con ayuda de Aristteles, convencernospara nuestro mayor confort. Qu bien que fuera as, pero no lo es.

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    En todos los problemas punzantes de la existencia humana, hayalternativa solamente entre el bien sobrenatural y el mal.

    Poner en la boca de los infelices palabras que pertenecen a la

    regin intermedia de los valores, tales como democracia, derecho opersona, equivale a hacerles un regalo que no es susceptible deaportarles ningn bien y que les causa inevitablemente mucho mal.

    Tales nociones no tienen su lugar en el cielo, sino que seencuentran suspendidas en los aires, y por la misma razn sonincapaces de morder la tierra.

    Sola la luz que cae continuamente del cielo provee a un rbol laenerga necesaria para echar las races ms profundas en la tierra.El rbol en verdad est arraigado en el cielo.

    Slo lo que viene del cielo es susceptible de imprimirverdaderamente una marca sobre la tierra.

    Si se quiere amar eficazmente a los desdichados, basta con poneren sus bocas palabras cuya morada est en el cielo, ms all delcielo, en el otro mundo. No hay que temer que resulte imposible.La desdicha dispone al alma a recibir vidamente, a beber todo loque viene de ese lugar. Son los proveedores, no los consumidores,

    los que faltan para este tipo de producto.El criterio para esta seleccin de palabras es fcil de reconocer

    y de emplear. Los infelices, sumergidos en el mal, aspiran al bien.No hay sino que darles palabras que expresen solamente el bien,el bien en el estado puro. La discriminacin es fcil. Las palabrasa las que se puede unir algo que apunte al mal son extraas al bien

    puro. Se expresa una reprobacin cuando alguien dice: Pone a supropia persona por delante. La persona es por tanto extraa albien. Puede hablarse de un abuso de la democracia. La democraciaes por tanto extraa al bien. La posesin de un derecho implica laposibilidad de hacer de l un mal o buen uso. El derecho por tantoes extrao al bien. Por el contrario, el cumplimiento de una

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    obligacin es un bien siempre, en todas partes. La verdad, la belleza,la justicia, la compasin son bienes siempre, en todas partes.

    Para estar seguro de que lo que se dice es lo que hace falta cuando

    de las aspiraciones de los desdichados se trata, basta con limitarsea las palabras y a las frases que expresan siempre, en todas partes,en toda circunstancia, tan slo un bien.

    Es uno de los servicios que se les puede prestar con las palabras.El otro es el de encontrar palabras que expresen la verdad de sudesdicha; palabras que, por medio de las circunstancias exteriores,

    hagan sensible el sordo alarido que siempre irrumpe rodeado desilencio: Por qu me hacen dao. [...]

    El ms simple idiota del pueblo, en el sentido literal de la palabra,que ame realmente la verdad, aun cuando no emitiera jams sinoalgunos balbuceos, es por el pensamiento infinitamente superiora Aristteles. Tiene genio, mientras que a Aristteles slo la palabratalento conviene [...] El amor a la verdad siempre se ve acompaadode humildad. El genio real no es sino la virtud sobrenatural dehumildad en el mbito del pensamiento.

    En vez de alentar el florecimiento de talentos, como se proponaen 1789, hay que querer y que resguardar con un tierno respeto el

    crecimiento del genio; pues slo los hroes realmente puros, lossantos y los genios pueden ser un socorro para los desventurados.[...] Y hay que romper la pantalla ms peligrosa an de lo colectivo,suprimiendo toda esa parte de nuestras instituciones y de nuestrascostumbres en las que habite cualquier forma que pueda tomar elespritu de partido. Ni las personalidades ni los partidos jamsotorgan audiencia real ya sea a la verdad o a la desgracia.

    [...]El lenguaje, aun en el ser que en apariencia calla, es siempre lo que

    formula las opiniones. La facultad natural que llamamos inteligenciaes relativa a las opiniones y al lenguaje. El lenguaje enuncia lasrelaciones. Pero enuncia poco, porque se desarrolla en el tiempo. Si

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    es confuso, vago, poco riguroso, sin orden, si la mente que lo enunciao que lo escucha tiene una dbil capacidad de guardar un pensamientopresente en ella, entonces se encuentra vaco, o casi, de todo contenidoreal de relaciones. Si es perfectamente claro, preciso, riguroso,

    ordenado; si es dirigido, una vez concebido un pensamiento, a unamente capaz de guardar lo presente mientras que se concibe otro,guardando esos dos presentes mientras que un tercero... y assucesivamente. En este caso, el lenguaje puede ser relativamente ricoen relaciones. Pero como toda riqueza, esta riqueza no es sino unaatroz miseria comparada con la perfeccin que, sola ella, es deseable.

    Aun en el mejor de los casos, una mente encerrada en el lenguajese encuentra en una prisin. Su lmite es la cantidad de relacionesque las palabras pueden hacer presentes a la inteligencia al mismotiempo. Permanece ignorante de los pensamientos que implicanla combinacin de cierto nmero de relaciones ms grandes; estospensamientos que se resisten a ser formulados estn fuera dellenguaje, aunque sean perfectamente rigurosos y claros y aunquecada una de las relaciones que los componen sea expresable enpalabras perfectamente precisas. As es cmo la mente se mueveen un espacio cerrado, compuesto de verdad parcial, que puede,por lo dems, ser ms o menos grande, sin que por ello se puedaechar un vistazo sobre lo que queda fuera.

    Si un espritu, una mente cautiva ignora su propio cautiverio,vive en el error. Si lo reconoce, no sea ms que una dcima desegundo, y se ha dado prisa en olvidarlo para no sufrir, reside en lamentira. Hombres hay de inteligencia extremadamente brillanteque pueden nacer, vivir y morir en el error y en la mentira ... Unser inteligente y orgulloso de su inteligencia se asemeja a uncondenado que se sintiera orgulloso de tener una celda grande.

    Toda mente sitiada por el lenguaje es capaz tan slo de opiniones.Toda mente, todo espritu, que se ha hecho capaz de captarpensamientos inexpresables a causa de la multitud de relacionesque en ellos se combinan, aunque ms rigurosos y ms luminososde lo que el ms preciso lenguaje pueda expresar, todo espritu

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    que ha llegado a tal punto reside ya en la verdad. La certeza y la fesin sombras le pertenecen. Y poco importa que haya tenido en unprincipio poca o mucha inteligencia, que haya estado en una celdagrande o pequea. Lo que importa es que, habiendo llegado al

    extremo de su propia inteligencia, cualquiera que sta pudierahaber sido, haya pasado del otro lado. El idiota del pueblo seencuentra tan cerca de la verdad como un nio prodigio. Tanto eluno como el otro est separado de ella por una muralla. No seentra en la verdad sin haber pasado por el propio aniquilamiento;sin haber pasado un largo rato en una extrema y total humillacin.

    Es el mismo obstculo que se opone al conocimiento de ladesgracia. As como la verdad es algo distinto de la opinin, ladesgracia es algo distinto del sufrimiento. La desgracia es undispositivo para triturar el alma; el hombre que se encuentra enella es como un obrero atrapado entre los dientes de una mquina.Ya no es ms que una cosa destrozada y sanguinolenta.

    El grado y la naturaleza del sufrimiento que constituyen,propiamente, una desgracia, difieren mucho entre los sereshumanos. Ello depende sobre todo de la energa vital poseda enel punto inicial y de la actitud desarrollada ante el sufrimiento.

    El pensamiento humano no puede reconocer la realidad de la

    desgracia. Si alguien reconoce la realidad de la desgracia, debedecirse: Un juego de circunstancias que yo no controlo puedequitarme cualquier cosa en cualquier momento, incluyendo todasesas cosas tan mas que las considero como si fueran yo. No haynada mo que yo no pueda perder. Un accidente en cualquiermomento puede hacer desaparecer esto que soy y poner en sulugar cualquier otra cosa vil y despreciable.

    Pensar as con toda el alma equivale a tener la experiencia de lanada. Es el estado de extrema y total humillacin que al mismotiempo es tambin la condicin del pasaje hacia la verdad. Es unamuerte del alma. Es por lo cual el espectculo de la desdicha, de laextrema afliccin -al desnudo- causa al alma la misma retraccin

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    que causa la proximidad de la muerte a la carne. [...]Escuchar a alguien, es ponerse en su lugar mientras habla. Ponerse

    en el lugar de un ser cuya alma se encuentra mutilada por la desgracia,o en inminente peligro de serlo, equivale a aniquilar la propia alma.

    Es ms difcil de lo que sera el suicidio para un nio feliz de vivir.As, los desdichados no encuentran quien les escuche. Se hallan enel estado en el que se encontrara alguien a quien se le hubiere cortadola lengua y quien por momentos olvidara su incapacidad.

    Es por lo cual no hay esperanza alguna para el vagabundo de pieante el magistrado. Si a travs de sus balbuceos se expresa algo

    desgarrador, que penetra el alma, ello no ser escuchado ni por elmagistrado ni por los espectadores. Es un grito mudo. Y losdesdichados entre s permanecen casi siempre tan sordos los unosa los otros. Y cada desventurado, bajo el apremio de la indiferenciageneral, trata por medio de la mentira o de la inconciencia dehacerse sordo a s mismo.

    Slo la operacin sobrenatural de la gracia hace pasar a un almaa travs de su propio aniquilamiento hasta el lugar donde se recogeel tipo de atencin que, sola ella, permite ser atento a la verdad ya la desgracia. Es la misma para los dos objetos. Es una atencinintensa, pura, sin mvil, gratuita, generosa y esta atencin es amor.

    Puesto que la desgracia y la verdad necesitan, para ser entendidas,de la misma atencin, el espritu de justicia y el espritu de verdadno son sino uno. El espritu de justicia y el espritu de verdad noson sino una especial forma de la atencin, que es puro amor.

    Por una disposicin eterna de la Providencia, todo lo que unhombre produce en todo mbito, cuando el espritu de justicia y de

    verdad lo dominan, se encuentra revestido con el resplandor de labelleza.

    La belleza es aqu abajo el misterio supremo. Es un resplandor quesolicita la atencin, pero que no le otorga ningn mvil para durar.La belleza siempre promete y jams entrega nada; suscita un hambre,

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    pero no hay en ella alimento para la parte del alma que trata, aquabajo, de satisfacerse; no tiene alimento sino para aquella parte delalma que contempla, que mira. Suscita el deseo, y hace sentirclaramente que no hay en ella nada que desear, porque lo que se

    desea sobre todo es que nada en ella cambie. Si no busca unoexpedientes para salirse del delicioso tormento que ella inflige, eldeseo puede transformarse en amor, y se forma entonces un germende la facultad de atencin gratuita y pura.

    En la misma medida en que la desgracia es horripilante, laexpresin verdadera de la desgracia es soberanamente bella. [...]

    El resplandor de la belleza cae sobre la desgracia gracias a la luzque se desprende del espritu de justicia y de amor, que es lo nicoque permite al pensamiento humano mirar y reproducir susemblante tal cual es. [...]

    Todo lo que procede del amor puro se encuentra iluminado porel resplandor de la belleza.

    La belleza es sensible, aunque muy confusamente mezclada acantidades de falsas imitaciones, en el interior de la celda en laque todo pensamiento primero se encuentra enclaustrado. [...]

    Justicia, verdad, belleza son hermanas aliadas. Con tres palabras

    tan hermosas no hay necesidad de irse a buscar otras.La justicia consiste en velar porque no se le haga mal a los seres

    humanos. Se le hace mal a un ser humano cuando ste en su inte-rior grita: Por qu es que me hacen dao?. [...]

    El otro grito que a menudo se oye: Por qu el otro tiene ms

    que yo? est ligado al derecho. Hay que aprender a distinguirestos dos gritos y hacer callar al segundo lo ms que se pueda, conla ayuda de un cdigo, tribunales ordinarios y la poltica. Paraformar mentes capaces de resolver los problemas situados en estembito basta con la Escuela de Derecho.

    Pero el grito: Por qu me hacen dao? plantea problemas

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    muy distintos, para los que es indispensable el espritu de verdad,de justicia, de amor.

    En toda alma humana asciende continuamente la plegaria que no lesea hecho un mal. El texto delpaterdirige esta plegaria a Dios. Pero

    Dios no tiene el poder de preservar del mal sino a la parte eterna de unalma que ha entrado en contacto real y directo con l. El resto delalma, el alma entera en alguien que no ha recibido la gracia del contactoreal y directo con Dios, se encuentra abandonada a las voluntades delos hombres y a las vicisitudes de las circunstancias.

    As pues le incumbe a los seres humanos vigilar porque no se les haga

    dao a los seres humanos. [...] Se le puede transmitir mal a un ser humanoadulndolo, proveyndole bienestar, placeres; pero ms a menudo loshombres les hacen dao a los hombres por medio del mal.

    La sapiencia eterna sin embargo no deja al alma humanaenteramente a merced de las vicisitudes de los sucesos y de la

    voluntad de los hombres. El mal perpetrado desde el exterior a unser humano en la forma de herida exaspera el deseo del bien ysuscita as automticamente la posibilidad de un remedio. Cuandola herida ha penetrado profundamente, el bien deseado es el bienperfectamente puro. La parte del alma que pregunta: Por qume hacen dao? es la parte profunda que en todo ser humano,aun en el ms manchado, ha permanecido desde la primera infancia

    perfectamente intacta y perfectamente inocente.Preservar la justicia, proteger a los hombres de todo mal es

    primero impedir que se les haga mal. Para aqullos a quienes se lesha hecho mal, es borrar de ellos las consecuencias materiales, ponera las vctimas en una situacin en la que la herida, si sta no hapenetrado demasiado profundamente, sea curada naturalmente

    por el bienestar. Pero para aqullos en los que la herida hadestrozado al alma entera, es adems y sobre todo calmar la seddndole a beber de un bien perfectamente puro... Los que se hanhecho extraos al bien hasta el punto de buscar distribuir el mal asu alrededor no pueden ser reintegrados al bien sino por medio de laperpetracin del mal. Hay que infligirles el mal hasta que se despierte

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    en el fondo de s mismos la voz perfectamente inocente que dice consorpresa: Por qu me hacen dao? Esta parte inocente del alma delcriminal necesita recibir alimento y crecer hasta que pueda constituirseella misma en tribunal en el interior del alma, para juzgar los crmenes

    pasados, para condenarlos, y seguidamente, con el socorro de la gracia,para perdonarlos. La operacin del castigo entonces queda completa;el culpable queda reintegrado al bien, y debe ser pblica ysolemnemente reintegrado a la sociedad.

    El castigo no es sino eso*. Incluso la pena capital, aunque excluyela reintegracin a la sociedad en el sentido literal, no debe ser otra

    cosa. El castigo es tan slo un procedimiento para aportarles bienpuro a hombres que no lo desean; el arte de castigar es el arte dedespertar en los criminales el deseo del bien puro por medio deldolor o, incluso, de la muerte.

    Pero hemos perdido hasta la nocin del castigo. Ya no sabemos enqu consiste hacer un bien. Para nosotros concluye con el acto deinfligir el mal. Es por eso que en la sociedad moderna slo una cosaresulta ms terrible que el crimen, y esto es la justicia represiva.

    A los criminales, el verdadero castigo; a los desventurados quela desgracia ha mordido hasta el fondo del alma, una ayuda capazde llevarlos a aplacar su sed en fuentes sobrenaturales; a todos los

    dems, un poco de bienestar, mucha belleza, y la proteccin con-tra los que les haran dao; por todos lados la limitacin rigurosadel tumulto de mentiras, de propagandas y de opiniones; elestablecimiento de un silencio en el que la verdad pueda germinar

    y madurar; es esto lo que se les debe a los hombres.

    Para asegurarles esto, no se puede contar sino con los seres que

    han pasado del otro lado de cierto lmite. Se dir que son demasiadopocos. Probablemente son raros, y sin embargo no se les puedecontar; la mayora se encuentran escondidos. El bien puro nos esenviado del cielo en cantidades imperceptibles, ya sea en cada alma,

    *N. de T.: En su significado original, quera decir enseanza, es decir, el castigo comoenseanza dej de ser castigo hace rato, convirtindose en venganza.

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    ya sea en la sociedad. La semilla de la mostaza es la ms pequea detodas. Proserpina no comi sino una sola pepita de granada. Unaperla que cae en el fondo de un campo no es visible. Uno no se dacuenta de la presencia de la levadura mezclada con la pasta.

    Pero igual que sucede en las reacciones qumicas con loscatalizadores, las bacterias, de las que la levadura es un ejemplo,de la misma forma en las cosas humanas, las imperceptibles pepitasde bien puro operan de modo decisivo por su nica presencia, sise les pone donde hacen falta. [...] Ms se lograra si la mayorparte de quienes detentan hoy trozos de la autoridad espiritual

    sintieran la obligacin de jams proponerles a las aspiraciones delos hombres sino algo del bien real y perfectamente puro.

    Cuando se habla del poder de las palabras se trata siempre del poderde la ilusin y del error. Pero, por efecto de una disposicin providencial,existen ciertas palabras que bien usadas tienen en s la virtud de iluminar

    y de elevar hacia el bien. Son las palabras a las que corresponde unaperfeccin absoluta e inalcanzable para nosotros. La virtud de lailuminacin y traccin hacia la altura reside en esas palabras mismas,en esas palabras como tales, no en ninguna concepcin. Puesto quehacer de ellas un buen uso es, ante todo, no hacer que les correspondaninguna concepcin. Lo que expresan es inconcebible. Dios y verdadson tales palabras. Tambin justicia, amor, bien*.

    Semejantes palabras son peligrosas de utilizar. Su uso es un suplicio.Para que su uso sea legtimo, es necesario al mismo tiempo no encerrarlasen ninguna concepcin humana y juntarles tan slo concepciones yacciones directas y exclusivamente inspiradas por la luz. De lo contrarioson rpidamente reconocidas por todos como mentiras. [...]

    La subordinacin de la persona a lo colectivo est en la*N. de T.: A pesar de las seducciones intrnsecas de la palabra libertad, Simone Weilno la menciona en esta categora; quiz intuy los abismos lgicos a los que su uso nocondicionado precipitan, tal como nos hacen ver los anlisis de Chenavier en estemismo libro. Sin embargo, Dios, segn la extremadamente libertaria visin weiliana,renuncia a la omnipotencia para que el hombre pueda ser libre, siendo quela libertades la condicin sine qua non del amor. Y, en el Cuadro terico de una sociedad libre.

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    naturaleza de las cosas como la del gramo al kilogramo sobre labalanza. Pero una balanza puede ser tal que el kilogramo ceda algramo. Basta que uno de los brazos sea ms de mil veces mslargo que el otro. La ley del equilibrio vence soberanamente sobre

    las desigualdades de los pesos. Pero jams el peso inferior habrde vencer al superior sin una relacin entre ellos en la que seacristalizada la ley del equilibrio.

    Igualmente, la persona no puede ser protegida contra lo colectivoy la democracia asegurada sino gracias a una cristalizacin en lavida pblica del bien superior, impersonal y sin relacin con

    ninguna forma poltica.

    La palabra persona, es cierto, con frecuencia es aplicada a Dios.Pero en el pasaje en el que Cristo le propone a los hombres a Diosmismo como modelo de una perfeccin que les es mandada cumplir,no aparece solamente la imagen de una persona, sino sobretodo la deun orden impersonal: Convertos en hijos de vuestro Padre, el de loscielos, en hacer que el Sol amanezca sobre los injustos como sobre losjustos y que la lluvia caiga sobre los justos como sobre los injustos.

    Este orden impersonal y divino del universo tiene por imagen entrenosotros la justicia, la verdad, la belleza. Nada inferior a estas cosas esdigno de servir de inspiracin a los hombres que aceptan morir.

    Por encima de las instituciones destinadas a proteger el derecho,las personas, las libertades democrticas, hay que inventar otrasdestinadas a discernir y a abolir todo lo que, en la vida contempornea,aplasta a las almas bajo la injusticia, la mentira y la fealdad.

    Hay que inventarlas porque son desconocidas y es imposible

    (Opresin y Libertad) opina que: ya es hora de renunciar al sueo de la libertad y dedecidirse a concebirla [...] La verdadera libertad, dir, no se define por una relacinentre el deseo y la satisfaccin, sino por una relacin entre el pensamiento y la accin.

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    dudar que sean indispensables.

    PROFESIN DE FE: ESTUDIO PARA UNA

    DECLARACIN DE LAS OBLIGACIONES HACIA ELSER HUMANO*

    Simone Weil

    Existe una realidad situada fuera de este mundo, es decir fuera delespacio y del tiempo, fuera del universo mental del hombre, fuerade todo territorio que las facultades humanas pueden penetrar.

    A esta realidad corresponde, en el centro del corazn delhombre, una exigencia de bien absoluto que all habita siempre yque jams encuentra objeto en este mundo.

    Esta realidad tambin es revelada aqu abajo por los absurdos, lascontradicciones insolubles, contra los que choca siempre el pensamientohumano cuando se mueve exclusivamente en este mundo.

    As como la realidad de este mundo es el nico fundamento de loshechos, igualmente la otra realidad es el nico fundamento del bien.

    Es de ella nicamente que desciende a este mundo todo el biensusceptible de existir; toda belleza, toda verdad, toda justicia, todalegitimidad, todo orden, toda subordinacin de la conducta

    *crits de Londres et dernires lettres, Gallimard, 1957, pp. 77-84, y pp. 49-60 deProfesin de fe.N. de T.: Me he tomado la libertad de poner en itlica su exposicin de los principalespuntos concernientes a las necesidades terrestres del cuerpo y del alma.

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    humana a las obligaciones.El nico intermediario mediante el cual el bien puede descender

    de su mbito al de los humanos lo constituyen esos seres, entre loshombres, quienes mantienen su atencin y su amor orientados

    hacia la otra realidad.

    Aunque se encuentre fuera del alcance de todas las facultadeshumanas, el hombre posee el poder de dirigir hacia ella su atencin

    y su amor.

    Nadie jams se puede permitir suponer que un hombre,

    quienquiera que ste sea, est privado de ese poder.

    Este poder aqu abajo no es real sino en la medida en que esejercido. La nica condicin para que se ejerza es el consentimiento.

    Este consentimiento puede ser formulado. Puede no serlo, nisiquiera aparecer claramente a la conciencia, aunque tenga lugaren el alma. A menudo no tiene lugar de hecho, aunque seaexpresado por el lenguaje. Formulado o no, la condicin nicasuficiente es que de hecho tenga lugar.

    A quienquiera de hecho consienta en centrar su atencin y suamor fuera del mundo hacia la realidad situada ms all de todas

    las facultades humanas, le es dado acceder a esa realidad. En esecaso, ms temprano o ms tarde, desciende sobre l un bien que atravs de s brilla a su alrededor.

    La exigencia de bien absoluto que habita en el centro del corazn,y el poder, aunque virtual, de orientar la atencin y el amor fueradel mundo y de recibir de l algo del bien, constituyen juntos un

    nexo que enlaza a cada hombre sin excepcin con la otra realidad.Quienquiera reconoce esa otra realidad reconoce tambin ese

    nexo. A causa de l, considera a todo ser humano sin excepcinalguna como algo sagrado a quien se debe demostrar respeto.

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    No existe ningn otro mvil posible para el respeto universal detodos los seres humanos. Cualquiera que sea la frmula de creenciao de no creencia que haya escogido, aqul cuyo corazn se inclinea practicar ese respeto reconoce de hecho una realidad otra, fuera

    del mundo. Aqul a quien ese respeto es de hecho extrao, a se, laotra realidad tambin le es extraa.

    La realidad de este mundo est compuesta de diferencias. Objetosdesiguales solicitan desigualmente la atencin. Un cierto juego decircunstancias o una cierta atraccin proponen a la persona dealgunos seres humanos a la atencin. Gracias al efecto de diferentes

    circunstancias y de cierta ausencia de atraccin, otros permanecenannimos. Escapan a la atencin o, si sta es dirigida hacia ellos, lamisma no distingue ms que los elementos de una colectividad.

    La atencin que habita este mundo es enteramente sumisa alefecto de esas desigualdades, y puede menos an sustraerse a lmientras no lo discierna.

    Entre las desigualdades de hecho, el respeto no puede ser el mismohacia todos mientras no se dirija a algo que es idntico en todos.Los hombres son distintos en todas las relaciones que los unen acosas situadas en este mundo, sin excepcin alguna. No hay deidntico en ellos ms que la presencia de un nexo con la otra realidad.

    Todos los seres humanos son absolutamente idnticos en lamedida en que se les puede concebir como constituidos por unaexigencia central de bien alrededor del cual se encuentra dispuestala materia psquica y carnal.

    La atencin orientada fuera del mundo sola ella tiene contacto,

    de hecho, con la estructura esencial de la naturaleza humana. Sloella posee una facultad siempre idntica de proyectar luz sobre unser humano quienquiera ste sea.

    Quienquiera tenga esta facultad tiene tambin, de hecho, laatencin orientada fuera del mundo, se d o no cuenta de ello.

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    El nexo que ata a cada ser humano a la otra realidad est, al igualque esa otra realidad, fuera del alcance de todas las facultadeshumanas. El respeto que este nexo hace experimentar desde el

    instante cuando es reconocido no puede ser manifestado.

    Ese respeto no puede encontrar aqu abajo ninguna especie deexpresin directa. Si no es expresado, no tiene existencia. Existepara l una posibilidad de expresin indirecta.

    El respeto inspirado por el nexo del hombre con la realidad que

    es extraa a este mundo se le manifiesta a aquella parte del hombreque est situada en este mundo.

    La realidad de este mundo es la necesidad. La parte del hombreah situada es la parte que se encuentra abandonada a la necesidad

    y sumida a la miseria que sta provoca.

    Existe una sola posibilidad de expresin indirecta de ese respetoque se siente por el ser humano; esta posibilidad nos la dan lasnecesidades de los hombres en este mundo: las necesidadesterrestres del cuerpo y del alma.

    Esta posibilidad est fundada por un contacto establecido en la

    naturaleza humana entre la exigencia del bien que es la esenciamisma del hombre y la sensibilidad. Nada autoriza jams a pensarde ningn hombre que este enlace no exista en l.

    Gracias a ese contacto, cuando, como resultado de las omisionesde los dems hombres, la vida de un ser humano se ve destruida omutilada por una herida o por alguna privacin del alma o del

    cuerpo, no es tan slo la sensibilidad en l lo que sufre el golpe,sino tambin su aspiracin al bien. Entonces ha habido sacrilegiocontra aquello que en el hombre es sagrado.

    La sensibilidad puede, al contrario, ser lo nico alcanzado en elcaso de que un hombre sufra una privacin o una herida debido

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    exclusivamente al mecanismo de fuerzas naturales, o si l se dacuenta de que los que aparentemente le infligen esa privacin, lejosde desear hacerle dao, tan slo obedecen a una necesidad por lmismo reconocida.

    La posibilidad de expresin indirecta del respeto hacia el serhumano es el fundamento de la obligacin. La obligacin tienecomo objeto las necesidades terrestres del alma y del cuerpo delos seres humanos quienquiera que stos sean. A cada necesidadresponde una obligacin. A cada obligacin responde unanecesidad. No hay otro tipo de obligacin relativa a las cosas

    humanas. Si uno cree percibir otras, o son falsas, o es por un errorque no han sido clasificadas bajo esta categora.

    Quienquiera tenga su atencin y su amor dirigidos de hechohacia la realidad extraa al mundo, reconoce al mismo tiempoque est obligado, en la vida pblica y privada, por el nico yperpetuo deber de remediar, en el orden de sus responsabilidades

    y en la medida de su poder, todas las privaciones del alma y delcuerpo susceptibles de destruir o de mutilar la vida terrestre deun ser humano quienquiera que ste sea.

    El lmite que corresponde a los linderos del poder y al orden delas responsabilidades no es legtimo ms que si lo posible ha sido

    cumplido para llevar la necesidad que impone ese lmite alconocimiento de los que sufren sus consecuencias, sin ningunamentira y de forma tal que ellos puedan consentir a reconocerlo.

    Ninguna concurrencia o circunstancia salva jams a nadie deesta obligacin universal. Las circunstancias que parecendispensarlo a uno en relacin con un hombre o con una categora

    de hombres no lo imponen sino de forma ms imperiosa.El pensamiento de esta obligacin circula entre todos los

    hombres de forma muy diferente y en grados de claridad muydesiguales. Los hombres se inclinan ms o menos fuertemente yasea a consentir, ya sea a rechazar, adoptarla como regla de conducta.

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    El consentimiento lo ms a menudo est mezclado con la mentira.Cuando no hay mentira, la prctica no se da sin flaquezas. Elrechazo hace caer en el crimen.

    La proporcin de bien y de mal de una sociedad depende, poruna parte, de la proporcin de consentimiento y de la proporcinde rechazo, y por otra, de la distribucin del poder entre los queconsienten y los que rechazan.

    Todo poder, sea cual sea su naturaleza, abandonado en manos

    de un hombre que no ha acordado a esta obligacin un claroconsentimiento, total y sin mentira, es un poder mal situado.

    De parte de un hombre que ha escogido el rechazo de estaobligacin, el ejercicio de una funcin, grande o pequea, pblicao privada que abandona entre sus manos destinos humanos,constituye en s una actividad criminal. Son cmplices todos losque, conociendo su pensamiento, le autorizan a ejercer tal funcin.

    Un estado cuya doctrina oficial constituye una provocacin alcrimen, se ha puesto, en su totalidad, dentro del crimen. No lequeda la ms leve traza de legitimidad.

    A un sistema de leyes le falta la esencia misma de la ley cuandoen l nada ha sido previsto para impedir tal crimen. Un sistema deleyes que provee medidas para impedir ciertas formas de este cri-men, pero no otras, no posee sino en parte el carcter de ley.

    Un gobierno cuyos miembros cometen ese crimen o lo autorizanpor debajo de ellos es traidor a su funcin.

    No importa qu tipo de colectividad, de institucin, de modode vida colectiva, cuyo funcionamiento normal implique o conllevela prctica de este crimen, padece por ello de ilegitimidad y estsujeta a reforma o a suspensin.

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    Un hombre se hace cmplice de este crimen si, teniendo unaparte grande, pequea, o mnima en la orientacin de la opininpblica, se abstiene de culparlo cada vez que llega a tenerconocimiento de l o si a veces se niega a tener dicho conocimiento

    para no verse obligado a tener que culparlo.

    Un pas no es inocente de ese crimen si la opinin pblica, siendolibre de expresarse, no culpa la existencia de la prctica, o si -suprimida la libertad de expresin- las opiniones que circulanclandestinamente no contienen esa acusacin.

    El objeto de la vida pblica consiste en poner, en la mayor medidaposible, todas las formas de poder en manos de los que consienten, dehecho, a ser atados por ese deber que obliga a cada hombre ante losdems seres humanos y de cuyo conocimiento ellos tienen